25 de noviembre del 2017 sábado de la 33a semana del TO


“Dios es el Dios de los vivos”, dice Jesús. Llama de nuevo a la vida a los que murieron; la muerte es vencida, ya que Cristo resucitó de entre los muertos. Los testigos de la Primera Lectura son asesinados por los poderosos de este mundo porque se oponen al abuso de poder, pero Dios los resucita a una nueva vida. La resurrección es el centro y corazón de nuestra fe, no solamente como prenda y promesa para seguir viviendo después de la muerte en la alegría de Dios, sino ya ahora como un poder que nos impulsa a ayudarnos mutuamente unos otros a realizarnos en la dignidad humana, en la justicia, en la paz y en el amor servicial. No podemos morir para siempre, porque Dios no puede dejar de amarnos.



Primera lectura
Lectura del primer libro de los Macabeos (6,1-13):

En aquellos días, el rey Antíoco recorría las provincias del norte, cuando se enteró de que en Persia había una ciudad llamada Elimaida, famosa por su riqueza en plata y oro, con un templo lleno de tesoros: escudos dorados, lorigas y armas dejadas allí por Alejandro, el de Filipo, rey de Macedonia, que había sido el primer rey de Grecia. Antíoco fue allá e intentó apoderarse de la ciudad y saquearla; pero no pudo, porque los de la ciudad, dándose cuenta de lo que pretendía, salieron a atacarle. Antíoco tuvo que huir, y emprendió el viaje de vuelta a Babilonia, apesadumbrado. Entonces llegó a Persia un mensajero, con la noticia de que la expedición militar contra Judá había fracasado: Lisias, que había ido como caudillo de un ejército poderoso, había huido ante el enemigo; los judíos, sintiéndose fuertes con las armas y pertrechos, y el enorme botín de los campamentos saqueados, habían derribado el arca sacrílega construida sobre el altar de Jerusalén, habían levantado en torno al santuario una muralla alta como la de antes, y lo mismo en Betsur, ciudad que pertenecía al rey. Al oír este informe, el rey se asustó y se impresionó de tal forma que cayó en cama con una gran depresión, porque no le habían salido las cosas como quería. Allí pasó muchos días, cada vez más deprimido.
Pensó que se moría, llamó a todos sus grandes y les dijo: «El sueño ha huído de mis ojos; me siento abrumado de pena y me digo: "¡A qué tribulación he llegado, en qué violento oleaje estoy metido, yo, feliz y querido cuando era poderoso!" Pero ahora me viene a la memoria el daño que hice en Jerusalén, robando el ajuar de plata y oro que había allí, y enviando gente que exterminase a los habitantes de Judá, sin motivo. Reconozco que por eso me han venido estas desgracias. Ya veis, muero de tristeza en tierra extranjera.»

Palabra de Dios


Salmo
Sal 9,2-3.4.6.16.19

R/.
 Gozaré, Señor, de tu salvación

Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
proclamando todas tus maravillas;
me alegro y exulto contigo
y toco en honor de tu nombre, oh Altísimo. R/.

Porque mis enemigos retrocedieron,
cayeron y perecieron ante tu rostro.
Reprendiste a los pueblos, destruiste al impío
y borraste para siempre su apellido. R/.

Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron,
su pie quedó prendido en la red que escondieron.
Él no olvida jamás al pobre,
ni la esperanza del humilde perecerá. 
R/.



(Lucas 20, 27-40)  "Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob" no de filósofos y sabios. Certeza. Sentimiento. Alegría. Paz. Dios de Jesucristo".
Estas palabras escritas por Pascal sobre un trozo de papel la noche de su conversión en 1653 son un signo del Dios de  vivos.


Lectura del santo evangelio según san Lucas (20,27-40):

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.»
Jesús les contestó: «En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob". No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos.»
Intervinieron unos escribas: «Bien dicho, Maestro.»
Y no se atrevían a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor



/////

El remordimiento y la muerte

Acumulando los fracasos y las derrotas, el Rey Antioco, cae en una profunda depresión. La reputación de Judas, líder de los Macabeos no deja de aumentar, mientras que el malvado rey va de desastre en desastre. Entonces, ahora, el perverso líder toma conciencia del mal que ha hecho a Jerusalén y al pueblo de Dios. Sus remordimientos y su conciencia de fracaso lo llevarán a la muerte. Para el autor del libro de los Macabeos, la lección de la historia es clara: uno no ataca a los fieles del Señor sin sufrir las consecuencias.

Siete para una?

En el Evangelio, vemos cómo los saduceos para ponerle trampa a Jesús, inventan un caso de escuela. Ellos quieren ridiculizar la fe en la resurrección de los muertos en la cual no creen. Pero uno no puede imaginar lo que ocurre después de la muerte. Jesús vuelve a lo esencial…Esta realidad de la resurrección está fuera de las categorías humanas que a todo quiere darle espacio y tiempo…La fe en la resurrección repose en la fe en un Dios que quiere la vida.

Oración


Oh Dios, origen y fin de toda vida:
Te has entregado a nosotros
con un amor que nunca acaba.
Danos la esperanza inquebrantable
de que has preparado para nosotros
una vida y una felicidad
más allá de los poderes de la muerte.
Que ésta firme esperanza nos sostenga
para encontrar alegría en la vida
y para afrontar resueltamente y sin temor
sus dificultados y desafíos,
por Jesucristo nuestro Señor.

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