22 de diciembre del 2017: viernes de la 3a semana de Adviento
Hoy vamos a participar
en una celebración de acción de gracias al Señor, que hace grandes cosas a
favor de la gente humilde que confía en Dios.
En el Antiguo Testamento (Primera Lectura) Ana da gracias a Dios porque le ha dado un hijo. Ella lo dedicará a Dios mismo. Samuel, el hijo, será un extraordinario profeta del Señor.
Y María (Evangelio), una muchacha joven, humilde, sin pretensiones mayores, expresa con vehemencia su alegría y su acción de gracias al Dios que trastornará los valores del mundo por medio de Jesús, el Hijo que nacerá de ella. Con Ana y María cantamos hoy, entusiasmados, nuestra alegría y nuestra acción de gracias a Dios.
En el Antiguo Testamento (Primera Lectura) Ana da gracias a Dios porque le ha dado un hijo. Ella lo dedicará a Dios mismo. Samuel, el hijo, será un extraordinario profeta del Señor.
Y María (Evangelio), una muchacha joven, humilde, sin pretensiones mayores, expresa con vehemencia su alegría y su acción de gracias al Dios que trastornará los valores del mundo por medio de Jesús, el Hijo que nacerá de ella. Con Ana y María cantamos hoy, entusiasmados, nuestra alegría y nuestra acción de gracias a Dios.
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(1 Samuel 1, 24-38) Ana no guarda egoistamente el don de Dios para ella. Su gesto nos hace
comprender que la Gracia del Señor produce todavía más frutos cuando ella es
compartida y nuevamente dada.
Primera lectura
Lectura del primer libro de Samuel (1,24-28):
EN aquellos días, una vez que Ana hubo destetado a Samuel, lo subió consigo, junto con un novillo de tres años, unos cuarenta y cinco kilos de harina y un odre de vino. Lo llevó a la casa del Señor a Siló y el niño se quedó como siervo.
Inmolaron el novillo, y presentaron el niño a Elí. Ella le dijo:
«Perdón, por tu vida, mi Señor, yo soy aquella mujer que estuvo aquí en pie ante ti, implorando al Señor. Imploré este niño y el Señor me concedió cuanto le había mi pedido. Yo, a mi vez, lo cedo al Señor. Quede, pues, cedido al Señor de por vida».
Y se postraron allí ante el Señor.
Palabra de Dios
EN aquellos días, una vez que Ana hubo destetado a Samuel, lo subió consigo, junto con un novillo de tres años, unos cuarenta y cinco kilos de harina y un odre de vino. Lo llevó a la casa del Señor a Siló y el niño se quedó como siervo.
Inmolaron el novillo, y presentaron el niño a Elí. Ella le dijo:
«Perdón, por tu vida, mi Señor, yo soy aquella mujer que estuvo aquí en pie ante ti, implorando al Señor. Imploré este niño y el Señor me concedió cuanto le había mi pedido. Yo, a mi vez, lo cedo al Señor. Quede, pues, cedido al Señor de por vida».
Y se postraron allí ante el Señor.
Palabra de Dios
Salmo
1S 2,1.45.6-7.8abcd
R/. Mi corazón se regocija por el Señor, mi Salvador
V/. Mi corazón se regocija en el Señor,
mi poder se exalta por Dios.
Mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación. R/.
V/. Se rompen los arcos de los valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor.
Los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos engordan;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos queda baldía. R/.
V/. El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece. R/.
V/. Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria. R/.
R/. Mi corazón se regocija por el Señor, mi Salvador
V/. Mi corazón se regocija en el Señor,
mi poder se exalta por Dios.
Mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación. R/.
V/. Se rompen los arcos de los valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor.
Los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos engordan;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos queda baldía. R/.
V/. El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece. R/.
V/. Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,46-56):
EN aquel tiempo, María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor,
“se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humildad de su esclava”.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:
“su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
“derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia”
—como lo había prometido a “nuestros padres”—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
María se quedó con Isabel unos tres meses y volvió a su casa.
Palabra del Señor
EN aquel tiempo, María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor,
“se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humildad de su esclava”.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:
“su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
“derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia”
—como lo había prometido a “nuestros padres”—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
María se quedó con Isabel unos tres meses y volvió a su casa.
Palabra del Señor
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Reflexión:
1. Cuando María escucha la alabanza de Isabel:
“¡Bendita tú entre las mujeres… ¡Dichosa tú porque has creído!, porque lo que
te ha dicho el Señor se cumplirá”, de su corazón brota, como potente surtidor,
la gratitud, la alegría y la alabanza a Dios. Es el Señor -proclama- el que
merece ser alabado y glorificado. Ella no es más que una humilde muchacha de
Nazaret, en la que él se ha fijado y, bondadosamente, ha levantado su pequeñez
y la ha hecho su Madre. Por eso María grita a los cuatro vientos su alabanza:
“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi
salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes
por mí…” Y desde entonces, este canto de María -el "Magnificat", lo
llamamos- es el himno de gratitud y alegría por excelencia para la
Iglesia. Madre, enséñame a entonarlo constantemente en alabanza agradecida al
Señor por todo lo que su bondad y misericordia han hecho también en mí.
2.
En lo que el Señor ha hecho en ella, María ve resumido el estilo de actuar de
Dios a lo largo de la historia de la salvación. Por eso canta: “Él hace proezas
con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a
los ricos los despide vacíos”. En toda la Biblia Dios aparece complaciéndose en
los humildes, pobres, hambrientos y explotados, a quienes alza y colma de sus
bienes, mientras que a los explotares -a los ricos y poderosos- los vence y
humilla. Y es que los pobres se saben necesitados de Dios, de alguien que les
salve, y esperan y confían en él, mientras que los ricos y poderosos no
creen necesitar a Dios y no lo esperan... Tú, María, Madre, la humilde esclava
del Señor, sí sentías necesidad del Mesías-Salvador y anhelabas y suspirabas
por su venida. Por eso, Dios vino a ti y se encarnó en tu seno y llenó tu vida
toda. Madre, ruega por nosotros, para que el Señor nos dé un corazón de pobre,
vacío de nosotros mismos y de todo lo que estorbe para que él venga
y se encarne en nosotros en esta Navidad.
3.
Hoy, meditando el canto de María, yo me alegro y exulto con ella. En verdad el
Señor ha hecho obras grandes en María: la ha elegido, entre todas las mujeres
para ser la Madre del Mesías, al que esperaba toda la Humanidad. ¿Hay honor más
grande que se pueda conceder a persona humana? Y ella lo recibe humilde y
agradecida, como don gratuito del Señor. ¡Qué gran lección de humildad y
gratitud! Ruega por nosotros, Madre, para que de nuestros corazones brote
constantemente la alabanza agradecida al Señor por cuanto nos ha dado: la fe,
el bautismo que nos hizo hijos de Dios y miembros de la Iglesia, la eucaristía,
el perdón tantas veces recibido... María, Madre, Maestra de gratitud
y de alabanza, ruega por nosotros para que vivamos la Navidad con corazón
agradecido al Dios que nos ama y se hace Dios-con-nosotros.
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