23 de diciembre del 2017: Sábado de la 3a semana de Adviento
Lucas 1, 57-66) Juan Bautista es el mensajero que prepara el camino delante de Jesús,
quien a su vez será el mensajero de la Alianza nueva y eterna.
Primera lectura
Lectura de la profecía de Malaquías
(3,1-4.23-24):
ESTO dice el Señor Dios:
«Voy a enviar a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí.
De repente llegará a su santuario el Señor a quien vosotros andáis buscando; y el mensajero de la alianza en quien os regocijáis, mirad que está llegando, dice el Señor del universo.
¿Quién resistirá el día de su llegada? ¿Quién se mantendrá en pie ante su mirada? Pues es como el fuego de fundidor, como lejía de lavandero. Se sentará como fundidor que refina la plata; refinará a los levitas y los acrisolará como oro y plata, y el Señor recibirá ofrenda y oblación justas.
Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en tiempos pasados, como antaño.
Mirad, os envío al profeta Elías, antes de que venga el Día del Señor, día grande y terrible. Él convertirá el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, para que no tenga que venir a castigar y destruir la tierra».
Palabra de Dios
ESTO dice el Señor Dios:
«Voy a enviar a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí.
De repente llegará a su santuario el Señor a quien vosotros andáis buscando; y el mensajero de la alianza en quien os regocijáis, mirad que está llegando, dice el Señor del universo.
¿Quién resistirá el día de su llegada? ¿Quién se mantendrá en pie ante su mirada? Pues es como el fuego de fundidor, como lejía de lavandero. Se sentará como fundidor que refina la plata; refinará a los levitas y los acrisolará como oro y plata, y el Señor recibirá ofrenda y oblación justas.
Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en tiempos pasados, como antaño.
Mirad, os envío al profeta Elías, antes de que venga el Día del Señor, día grande y terrible. Él convertirá el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, para que no tenga que venir a castigar y destruir la tierra».
Palabra de Dios
Salmo
Sal 24,4-5ab.8-9.10.14
R/. Levantaos, alzad la cabeza;
se acerca vuestra liberación.
V/. Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.
V/. El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.
V/. Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
El Señor se confía a los que lo temen,
y les da a conocer su alianza. R/.
R/. Levantaos, alzad la cabeza;
se acerca vuestra liberación.
V/. Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.
V/. El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.
V/. Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
El Señor se confía a los que lo temen,
y les da a conocer su alianza. R/.
Lectura del santo evangelio según san
Lucas (1,57-66):
A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella.
A los ocho días vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino diciendo:
«¡No! Se va a llamar Juan».
Y le dijeron:
«Ninguno de tus parientes se llama así».
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Y todos se quedaron maravillados.
Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.
Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Y todos los que los oían reflexionaban diciendo:
«Pues ¿qué será este niño?»
Porque la mano del Señor estaba con él.
A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella.
A los ocho días vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino diciendo:
«¡No! Se va a llamar Juan».
Y le dijeron:
«Ninguno de tus parientes se llama así».
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Y todos se quedaron maravillados.
Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.
Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Y todos los que los oían reflexionaban diciendo:
«Pues ¿qué será este niño?»
Porque la mano del Señor estaba con él.
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Reflexión:
1. El evangelio narra el
Nacimiento del Bautista. Los parientes y vecinos felicitan a Isabel y se
alegran porque “Dios le había hecho una gran misericordia.” El nacimiento del
niño levantó expectación, pues la gente conoce las circunstancias de su
concepción: los padres eran muy ancianos, e Isabel, además, estéril. Y se
preguntaba: « ¿Qué va a ser este niño? Porque la mano del Señor estaba con él».
Nosotros sabemos que él fue el mensajero que Malaquías anunció: «Mirad, yo envío
mi mensajero, para que prepare el camino ante mí». (1ª lectura). Esa fue
la misión de Juan Bautista: preparar los caminos del Señor, como nos recuerda
la liturgia en este tiempo de Aviento y hemos meditado en días anteriores.
2. También sobre cada uno de
nosotros Dios tiene un proyecto, que nos va revelando a través de los días.
¿Nos ha interesado descubrirlo?; ¿cuál es ese proyecto?; ¿pedimos a Dios que
nos manifieste lo que quiere de nosotros?... Juan llevó a cabo fielmente la
misión de anunciar la llegada del Mesías y preparar sus caminos, que Dios le
encargó. ¿Lo somos nosotros? Como con Juan, “la mano del Señor ha estado
siempre con nosotros”. Dios camina junto a cada uno de nosotros en todo
momento, para que podamos cumplir nuestra misión... Hoy démosle gracias, porque
nunca nos ha fallado. Agradezcámosle el regalo de la vida, los padres
cristianos que nos dio, que nos han transmitido la fe y nos han enseñado a amar
a Jesús y a María, su Madre y Madre nuestra. Sobre todo, démosle gracias por la
oportunidad que nos da cada día de comenzar de nuevo, como san Francisco de
Asís aconseja a sus frailes cuando los animaba: “comencemos, hermanos, a servir
al Señor Dios, pues escaso es o poco lo que hemos adelantado”.
3. Este nacimiento del
Precursor nos anuncia la proximidad de la Navidad. Hoy, vísperas casi de la
Navidad, al salmo que se reza en la misa la Asamblea responde: “Levantaos,
alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación” (Lc 21, 28). Y en la antífona de
la comunión se nos advierte: «Mira que estoy a la puerta y llamo: si alguno oye
mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo»
(Ap 3,20). El Señor llega con su misericordia salvadora. ¿Cómo estamos
preparándonos para recibirle? La liturgia, al recordarnos en Adviento las
historias de esterilidad y fecundidad, como la de Zacarías e Isabel, intenta
avivar nuestra esperanza en el Señor. El es fuerte. Lo que para nosotros es
imposible, para él es posible. Y Dios sigue siendo la Fuente de la Vida, capaz
de hacer fecundas nuestras vidas cristianas estériles, él puede cambiarlas y
hacerlas nuevas. Viene para eso. ¡Dejémosle entrar!
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