21 de diciembre del 2017: jueves de la 3a semana de Adviento



(Cantar de los Cantares , 8-14, Salmo 32 et Lucas 1, 39-45) Qué decir de esos momentos de pura alegría, donde no hay otra cosa qué hacer sino dar graciar por la visita del Señor en nuestra vida y el cumplimiento de su promesa?





Primera lectura
Lectura del libro del Cantar de los Cantares (2,8-14):

¡LA voz de mi amado!
Vedlo, aquí llega,
saltando por los montes,
brincando por las colinas.
Es mi amado un gamo,
parece un cervatillo.
Vedlo parado tras la cerca,
mirando por la ventana,
atisbando por la celosía.
Habla mi amado y me dice:
«Levántate, amada mía,
hermosa mía y ven.
Mira, el invierno ya ha pasado,
las lluvias cesaron, se han ido.
Brotan las flores en el campo,
llega la estación de la poda,
el arrullo de la tórtola
se oye en nuestra tierra.
En la higuera despuntan las yemas,
las viñas en flor exhalan se perfume.
Levántate, amada mía,
hermosa mía, y vente.
Paloma mía, en las oquedades de la roca,
en el escondrijo escarpado,
déjame ver tu figura,
déjame escuchar tu voz:
es muy dulce tu voz
y fascinante tu figura».

Palabra de Dios


Salmo
Sal 32,2-3.11-12.20-21

R/.
 Aclamad, justos, al Señor;
cantadle un cántico nuevo.


V/. Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo,
acompañando los vítores con bordones. R/.

V/. El plan del Señor subsiste por siempre;
los proyectos de su corazón, de edad en edad.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad. R/.

V/. Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos. R/.


Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,39-45):

EN aquellos días, María se levantó y puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».

Palabra del Señor


/////

La alegría del encuentro

 Pocas cosas  -si es que hay alguna-  son más lindas, tanto a nivel humano como divino, que el encuentro entre personas. Un encuentro supone una gran alegría y una gracia incomparable. La Primera Lectura (del libro El Cantar de los Cantares) habla del encuentro entre un joven pretendiente y la joven que él ama. Ésta es probablemente una imagen simbólica del amor entre Dios e Israel.
En el evangelio, Isabel encuentra a María; incluso el nonato Juan el Bautista encuentra al Salvador, con su madre. Más profundos que los encuentros entre gente ocupada en asuntos de negocios, ciencia, política, o gente en sus ocupaciones y trabajos, son la comprensión, el amor y el compartir en unos encuentros realmente humanos. Éste es el tipo de encuentros que nos espera con el Señor en Navidad y en esta eucaristía. Los encuentros son aún más profundos cuando Dios es compañero y parte  en el mismo encuentro.



 Fuente:

ciudadredonda.org

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