martes, 15 de septiembre de 2015

20 de septiembre del 2015: 25o Domingo ordinario B

Ser grande a la manera de Jesús

Nosotros podemos ocupar un lugar elegido en el corazón de Dios. Jesucristo nos dice cómo lograrlo: acogiendo a los más humildes,  tomarlos como modelos y ponernos a su servicio.




Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,30-37):

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se entera se, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.» Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?»
Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.»
Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.»

Palabra del Señor




A guisa de introducción:

Los niños de hoy versus infantes del tiempo de Jesús:

Los niños no son tan buenos como pensamos los adultos…
Los adultos hemos olvidado que siendo niños también fuimos malvados, tuvimos pensamientos y despropósitos crueles (maltrato y matanza de insectos, pequeñas aves,  peleas con niños más débiles que nosotros, precedidas de burlas, acosos, lo que hoy llaman dizque “bullying” o “intimidación, perversos sexualmente, practicantes asiduos de la masturbación, del voyeurismo (seguramente), amantes de travesuras, de hacer maldades, de apropiarnos de lo ajeno y todo a veces por culpa de las malas compañías...). De niños, muchos de entre nosotros también sufrimos severos y duros castigos, a veces injustos de nuestros padres…pero que de algún modo nos ayudaron a corregirnos, y a ser hoy mejores personas…

No puede uno esconder la “rabiecita”, al  constatar como hoy, tantos niños de nuestro entorno familiar, pequeños hijos de amigos son quienes “manipulan” a sus padres y educadores, toman decisiones y hacen lo que quieren con el beneplácito inmaduro, “idiota” e “inconsciente” de sus progenitores y hasta de sus instructores o mal llamados “maestros”. No se dan cuenta los cuervos que están criando y más cuando los dejan avanzar en gestos de egoísmo, de irrespeto al otro, de hacer valer su fuerza y su “poder” mismo en situaciones injustas (en el juego, en la vida diaria de colegio, con sus compañeritos y hermanos, sus vecinos…)

El inglés William Golding, plasmó en su novela “EL Señor de las Moscas”, una parábola que refleja hasta dónde puede llegar la condición humana, utilizando niños - muy sabiamente - para preparar sus arquetipos. De esta manera garantiza la inocencia inicial de sus personajes que parten de una situación óptima en cuanto a educaciónsocialización, moralidad, normas de conducta…etc., para evolucionar hasta un grado de deshumanización total…Es increíble lo que los niños pueden llegar a hacer sin la guía y orientación de los adultos…

Cada época, cada cultura ha considerado y abordado los niños y la edad infantil de manera diferente.

Jesús nos invita a “ser como niños” y a menudo alguien nos grita: “deje de ser niño! Madure que está muy grandecito!”  Qué ironías, qué  complejidad en la comprensión de los términos y la diferencia de contextos.

Se nos dificulta entender lo que quería decir cuando ha tomado aquel niño entre sus brazos y lo propone como ejemplo de lo que se debía hacer para llegar a ser “grande” en nuestro mundo.

 Y es más, es necesario decir de entrada que cuando Jesús pone este niño en el centro para clarificar su mensaje no se estaba refiriendo al “rey” o al “mimado” en que se ha convertido el infante de nuestros días y de nuestra sociedad occidental.

Los niños en el mundo de hoy están en el centro de las preocupaciones de nuestra sociedad y de algunos movimientos o asociaciones pro-infantiles.

El niño ha llegado a convertirse en el rey en un mundo donde todo gira alrededor suyo. Ha llegado a ser el tipo o modelo de consumidor que las marcas buscan seducir… y ha tomado tal importancia que el chaval llega hasta influir y orientar en el gusto de sus propios padres…Los franceses lo llaman “L’enfant roi”.

 “Esos locos bajitos”, los llama en una de sus canciones más sabias y bien logradas, el legendario cantautor español JOAN MANUEL SERRAT…Pero como él dice en su mensaje cantado, es  responsabilidad de sus padres y adultos que los crían el producto final y depende de cómo les “domestiquen”:

Esos locos bajitos que se incorporan
con los ojos abiertos de par en par,
sin respeto al horario ni a las costumbres
y a los que, por su bien, (dicen) que hay que domesticar.
Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
con nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos
para dormir.
Nos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada
y en cada canción.

Un niño aprende rápidamente. Desde sus primeras interacciones con el otro, muy temprano comprende que el primero en llegar es el primero en ser servido. Ya sea para obtener lo mejor de un refrigerio, el más bello juguete, el mejor lugar, el niño sabe que debe llegar primero, gritar muy fuerte y o más fuerte que los otros, y mismo en algunas  ocasiones “empujar” o “estrujar” al otro para obtener lo que él quiere.

Ante este hecho, nuestra fibra parental nos incita a intervenir. Viene la delicada pero necesaria tarea de educar nuestro niño  por el bien de él mismo y de los demás.  Es necesario arrancarlo de la tiranía del egoísmo y de la rivalidad que tiene tendencia a eliminar el otro, a considerarlo como un adversario (el relato de Caín y Abel, simboliza y explica esta realidad humana).

“El primero en llegar, primero en ser servido”, llega a ser entonces “Primer servido, está bien así, pero déjale a los demás”.




Aproximación psicológica al texto del evangelio:

El Sufrimiento y la  soledad de Jesús:

El texto del evangelio de Marcos que leemos este domingo presenta los 2 versículos complementarios de la experiencia que Jesús vive en profundo compromiso. Por un lado, Jesús cada vez más tiene una conciencia clara de lo que le espera al final de su ruta, y es esto lo que Mateo, Marcos y Lucas nos presentan como sus anuncios reiterados (3 veces) de su pasión (y de su Resurrección). Pero ésta muerte que Jesús presiente por las resistencias que vive desde ahora con los escribas y fariseos, está también ya presente bajo la forma de esta soledad que vive ahora en relación con sus propios discípulos.

En la presente sección del evangelio de Marcos, varios pasajes aluden a esta “cara oculta” del sufrimiento de Jesús.

Algunos versículos más arriba, en el momento de la Transfiguración, Jesús aparece haciendo comunión con Moisés y Elías, pero esta comunión se ve interrumpida y Jesús se vuelve a encontrar sólo con sus discípulos.

Esta comunión con los apóstoles también poco a poco disminuye de manera sistemática, de tal modo que la soledad crece sin cesar.

Desde la semana pasada notamos como los discípulos experimentan la dificultad de comprender a su Maestro, cuando este se abre, confiándoles lo que deberá vivir; y enseguida, ellos entran en competencia los unos con los otros, cuando Jesús les ha hablado de armonía, respeto y ayuda fraternal; en fin, los versículos que siguen dejan ver la intolerancia de los discípulos, sabiendo que Jesús les había hablado antes de apertura y de paz.

Estas disposiciones o actitudes que manifiestan los apóstoles, ayudan a comprender porque ellos han tenido tanta dificultad de comulgar con aquello que Jesús les compartía: sobre su destino futuro, y nos revelan porqué ellos no han sido capaces de situarse como Él en la serenidad en relación con el rechazo espectacular que iba a vivir.
En Juan 5,44, Jesús lanza una pregunta a sus auditores, una cuestión que convendrá también a los apóstoles: “Cómo podrían ustedes creer (comprender lo que yo vivo y adherir), ustedes que se glorifican unos a otros y no buscan la Gloria que viene solamente de Dios?”

Y dentro del contexto de la competencia, rivalidad e intolerancia manifestadas aquí por los apóstoles, se podría explicitar así la intervención de Jesús: “No busquen darse a ustedes mismos su valor personal y a imponer a otros que les agradezcan; vivan lo que deben vivir, en armonía con lo que ustedes toman (agarran)  comprenden del proyecto de Dios sobre ustedes, y esperen que Él mismo les diga lo que ustedes valen a sus ojos. Si ustedes viven verdaderamente la acogida, su respuesta no los decepcionará.

Esto nos habla tanto de lo que Jesús mismo ha vivido como también de aquello que invita a sus discípulos a vivir a su turno.



Reflexión Central:

Servir sin ser serviles 

Los primeros discípulos se nos parecen. Ellos discutían con el fin de saber quién era el más grande. Entre ellos había tensiones y rivalidades. Como ocurre con todo grupo, después de cierto tiempo de constitución y  de desplazamientos, es probable que  diferentes funciones hubieran sido distribuidas entre los discípulos…Así alcanzamos a percibir un poco en los evangelios que Judas era el tesorero y que Felipe era quien acercaba a Jesús personas extranjeras, quizás por su conocimiento del griego,  pero quién se ocupaba de la seguridad, de la comida, del lugar para dormir, de las reuniones públicas? El grupo se constituía, tomaba forma. No era todavía una Iglesia, y Jesús asumía la dirección indiscutible del grupo. Pero como se creía que Él restablecería el Reino de Dios, cada uno se preguntaba qué lugar, qué puesto ocuparía en dicho Reino. Se tendría en cuenta la antigüedad, la edad, la fortuna personal, la pertenencia familiar, las cualidades personales? Son cuestiones, preguntas, bien normales. A quién de entre nosotros le gustaría trabajar 30 años en una empresa y terminar en el mismo nivel o cargo que comenzó? Hay concursos, hay promociones, oportunidades de ascenso (que lo digan mis colegas docentes, que saben tanto de esto…).

Los discípulos discuten de estas funciones o cargos entre ellos. Cuando Jesús les pregunta de qué hablan, ellos se callan, un poco incómodos.

Entonces Jesús toma la delantera y les propone una paradoja desconcertante: aquel que quiera ser el primero, que sea el último de todos, que llegue a ser el servidor de todos. Jesús promueve la inversión de los valores. El proclama bienaventurado al pobre y desgraciado al rico. Él aclama los pacíficos, los afligidos, los sedientos de justicia, los artesanos de la paz. Jesús no dice que no habrá primeros ni jefes en su Reino. Él tampoco anuncia la democracia o la puesta en pie del proceso de consultación o de concertación.  A la pregunta sobre la determinación de quién será el jefe, no responde. Es decir, que Él da una respuesta en el orden de la moral y de la espiritualidad. Aquel que quiera ser el primero que se haga el último. Aquel que quiera mandar que se haga servidor de todos. De hecho, quién ha hecho eso? Jesús, Él mismo. « Jesús no reivindicó el derecho que tenia de ser igual a Dios, al contrario se despojó de su rango, haciéndose obediente hasta la muerte y una muerte de cruz » (Filipenses 2,6-8). Jesús ha tomado el último lugar. Charles de Foucault a quien hemos celebrado este 15 de septiembre le gustaba decir “que Jesús se ha apoderado tan bien de último lugar que nadie ha podido quitárselo”.

Esta lección de Jesús sobre el último puesto y sobre el servicio es una de sus grandes enseñanzas. El texto de Marcos dice que Jesús ha llamado los doce y se ha sentado para hablarles. He aquí una enseñanza muy solemne del maestro. Desde aquel día, nosotros repetimos que la autoridad es un servicio. Las funciones de autoridad son extremamente difíciles de asumir, sobre todo en nuestros días. Todo el mundo se cree mejor que el patrón, más informado, más inteligente, más decidido o más flexible que él. Pero cualquiera sea el estilo puesto en obra, es necesario que la autoridad asuma las tareas que le son propias y que son a menudo resumidas en las 4 funciones de la administración: planificación, organización, dirección, control. Aquel o aquella que bajo pretexto de parecerse a Jesús, quiera asumir la autoridad permaneciendo “último” y negándose a planificar, a organizar, a dirigir, a controlar, éste o ésta, faltará con su deber y hará a la gente o personal que dirige infeliz, al mismo tiempo que empuja la organización al fracaso. Mas, en el plano moral, querer llegar a ser el primero exige tomar el último rango.  Para Jesús, esto quiere decir ponerse al servicio de todos. Es una prioridad del amor. No se trata de dominar, de aterrorizar los otros o de aprovecharse de ellos. Se trata de servir…

Jesús no ha condenado las funciones de autoridad. Él pide simplemente que uno las asuma como un servicio ofrecido, como una responsabilidad en el amor. Lo que quiere decir que también uno las pueda abandonar sin drama, ni rasgaduras cuando llegue el tiempo de hacerlo. En el fondo, el ideal es aprender a servir sin someterse, puesto que en la vida todo es gracia, y es necesario aprender a devolver gracia por gracia. Así, Jesús nos da el amor del Padre. Y el amor recibido nos incita al amor dado, entregado.
Este es un ideal difícil de alcanzar. La autoridad es un servicio. Nosotros lo sabemos. Pero la autoridad implica también un poder, y el ejercicio del poder tiende a cambiarnos. Se toma la habitud del poder, a uno le gusta y uno se amarra. Llegamos a tomarlo como un derecho (que lo digan los presidentes “tiranos” africanos, que elegidos democráticamente, hacen lo posible cada cierto tiempo por ser reelegidos…y entonces se creen reyes…reyes de sus países de por vida). Esto hace que tanta gente, en el trabajo como en las organizaciones de beneficencia, tiene tanta dificultad de irse  cuando llega el momento de ceder la plaza o el puesto a otros.

Para ilustrar su enseñanza, Jesús toma un niño, lo coloca en medio de los 12, lo abraza y les dice:

«El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí”
 (Marcos 9,37)

Para los judíos, un niño era un ser despreciado. La infancia de otrora no tiene el estatuto de “pequeño rey contemplado”, que hay en nuestra sociedad de hoy. Es un ser que no tiene derechos y que se corrige con toda la dureza…Para los judíos, es un ser todavía despreciable, ya que no conoce la ley y no es todavía digno de hacer parte de la sociedad.

Cuando estábamos jóvenes, nuestros padres nos decían a cada uno de nosotros: “Escuche cuando los adultos hablan; usted hablara cuando tenga barba y pelos en el pecho”. Es quizás por ello que el castigo físico,  era moneda corriente. Se percibía al infante como portador de instintos salvajes al que era necesario domesticar. “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; Mas el que lo ama, desde temprano lo corrige.”, dice el libro de Proverbios (13,24)  y este dicho ha atravesado la historia. Cuantas madres dicen aun a sus hijos pequeños: “Si tu mama te pega, es porque te ama”?

Otra razón puede explicar la actitud severa y a veces despreciable de los adultos hacia los niños. Es un reflejo de defensa para protegerse del dolor de perder un hijo a corta edad. En otro tiempo, los niños pequeños morían mucho. Mientras no se estuviera seguro de que el niño sobreviviría, uno no se permitía demasiado de amarlo.  Esto puede explicar el vocabulario con frecuencia despreciativo para designar a los niños: chinche, gamín, mocoso, entumido, inútil…

En tiempos de Jesús, el niño es la figura o símbolo de aquel que no tiene un lugar, un puesto, como el pobre, la viuda, el marginado. Al tomar el niño, al abrazarlo, al ponerlo en medio de los doce, Jesús una vez más transgrede las reglas de su tiempo. Hace un gesto profético que sacude las conveniencias. Todavía peor, Jesús asocia su presencia a la del niño.

«El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí”

Es así como Jesús ha tomado el primer lugar. Aquí se anuncia ya el gran cuadro o escena del juicio final que Mateo describirá (Mateo 25,31-46). Acoger un niño en nombre de Jesús, es acoger Jesús y también al Padre: he aquí quien trastorna, cambia el orden de las cosas. Es una visión mística. Jesús no ha dado reglas precisas sobre el arte de ejercer la autoridad. Él ha dicho simplemente qué era ponerse en estado de servicio. Él tampoco ha dejado un Tratado sobre el arte de criar o educar los niños. Su época era probablemente muy severa, cuando la nuestra es probablemente demasiado permisiva.

Sin embargo, Jesús ha cambiado nuestra mirada tanto sobre la autoridad como sobre los niños y los marginados de la vida. La autoridad es un servicio. Los dejados aparte, abandonados son a la imagen de Jesús y los reveladores de su presencia. Es tomando el último lugar o puesto como Jesús ha testimoniado el amor que Dios nos tiene.

Cristo resucitado nos reúne en esta Eucaristía y nos invita a volver a poner en el centro de nuestra vida la necesidad de servir a los más pequeños entre nosotros. Que esta celebración nos permita tomar conciencia de nuestra fragilidad y de nuestra necesidad de apoyarnos en Dios.



Referencias bibliográficas :

-         Pequeno Misal « Prions en Église », 2009-2012, Novalis. Québec.

-         HÉTU, Jean-Luc. Les options de Jésus.

BEAUCHAMP, André. Comprendre la Parole, année B. Novalis, 2007. Québec.



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