Viviendo extraordinariamente el tiempo ordinario: 15 de julio del 2017 sábado de la 14a semana del TO
(Mateo 10, 24-33) Transmitir un mensaje de amor, de comunión y de perdón, puede a veces
provocar la división, el odio y la violencia. El Señor quien sabe todo de
nosotros, ve los temores que sentimos. Él nos pide entonces dejarnos impregnar
y guiar por su amor.
Primera lectura
Lectura del libro del Génesis
(49,29-32;50,15-26a):
En aquellos días, Jacob dio las siguientes instrucciones a sus hijos: «Cuando me reúna con los míos, enterradme con mis padres en la cueva del campo de Efrón, el hitita, la cueva del campo de Macpela, frente a Mambré, en Canaán, la que compró Abrahán a Efrón, el hitita, como sepulcro en propiedad. Allí enterraron a Abrahán y a Sara, su mujer; allí enterraron a Isaac y a Rebeca, su mujer; allí enterré yo a Lía. El campo y la cueva fueron comprados a los hititas.»
Cuando Jacob terminó de dar instrucciones a sus hijos, recogió los pies en la cama, expiró y se reunió con los suyos.
Al ver los hermanos de José que había muerto su padre, se dijeron: «A ver si José nos guarda rencor y quiere pagarnos el mal que le hicimos.»
Y mandaron decirle: «Antes de morir tu padre nos encargó: "Esto diréis a José: Perdona a tus hermanos su crimen y su pecado y el mal que te hicieron". Por tanto, perdona el crimen de los siervos del Dios de tu padre.» José, al oírlo, se echó a llorar.
Entonces vinieron los hermanos, se echaron al suelo ante él, y le dijeron: «Aquí nos tienes, somos tus siervos.»
Pero José les respondió: «No tengáis miedo; ¿soy yo acaso Dios? Vosotros intentasteis hacerme mal, pero Dios intentaba hacer bien, para dar vida a un pueblo numeroso, como hoy somos. Por tanto, no temáis; yo os mantendré a vosotros y a vuestros hijos.»
Y los consoló, hablándoles al corazón. José vivió en Egipto con la familia de su padre y cumplió ciento diez años; llegó a conocer a los hijos de Efraín, hasta la tercera generación, y también a los hijos de Maquir, hijo de Manasés; los llevó en las rodillas.
José dijo a sus hermanos: «Yo voy a morir. Dios cuidará de vosotros y os llevará de esta tierra a la tierra que prometió a Abrahán, Isaac y Jacob.»
Y los hizo jurar: «Cuando Dios cuide de vosotros, llevaréis mis huesos de aquí.» José murió a los ciento diez años de edad.
Palabra de Dios
En aquellos días, Jacob dio las siguientes instrucciones a sus hijos: «Cuando me reúna con los míos, enterradme con mis padres en la cueva del campo de Efrón, el hitita, la cueva del campo de Macpela, frente a Mambré, en Canaán, la que compró Abrahán a Efrón, el hitita, como sepulcro en propiedad. Allí enterraron a Abrahán y a Sara, su mujer; allí enterraron a Isaac y a Rebeca, su mujer; allí enterré yo a Lía. El campo y la cueva fueron comprados a los hititas.»
Cuando Jacob terminó de dar instrucciones a sus hijos, recogió los pies en la cama, expiró y se reunió con los suyos.
Al ver los hermanos de José que había muerto su padre, se dijeron: «A ver si José nos guarda rencor y quiere pagarnos el mal que le hicimos.»
Y mandaron decirle: «Antes de morir tu padre nos encargó: "Esto diréis a José: Perdona a tus hermanos su crimen y su pecado y el mal que te hicieron". Por tanto, perdona el crimen de los siervos del Dios de tu padre.» José, al oírlo, se echó a llorar.
Entonces vinieron los hermanos, se echaron al suelo ante él, y le dijeron: «Aquí nos tienes, somos tus siervos.»
Pero José les respondió: «No tengáis miedo; ¿soy yo acaso Dios? Vosotros intentasteis hacerme mal, pero Dios intentaba hacer bien, para dar vida a un pueblo numeroso, como hoy somos. Por tanto, no temáis; yo os mantendré a vosotros y a vuestros hijos.»
Y los consoló, hablándoles al corazón. José vivió en Egipto con la familia de su padre y cumplió ciento diez años; llegó a conocer a los hijos de Efraín, hasta la tercera generación, y también a los hijos de Maquir, hijo de Manasés; los llevó en las rodillas.
José dijo a sus hermanos: «Yo voy a morir. Dios cuidará de vosotros y os llevará de esta tierra a la tierra que prometió a Abrahán, Isaac y Jacob.»
Y los hizo jurar: «Cuando Dios cuide de vosotros, llevaréis mis huesos de aquí.» José murió a los ciento diez años de edad.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 104,1-2.3-4.6-7
R/. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón
Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. R/.
Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro. R/.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.
R/. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón
Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. R/.
Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro. R/.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.
Lectura del santo evangelio según san
Mateo (10,24-33)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú, ¡cuánto más a los criados! No les tengáis miedo, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído, pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú, ¡cuánto más a los criados! No les tengáis miedo, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído, pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.»
Palabra del Señor
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"No tengan miedo"
Terminamos hoy la lectura del libro del Génesis.
Después de la muerte de su padre, los hijos de Jacob tienen
miedo que José se vengue del mal que le han hecho. No es fácil cargar con las
faltas cometidas contra los otros. Pero José apacigua a sus hermanos, les
asegura que no tomará ninguna represalia. La sabiduría de Dios ha transformado
el mal: el sujeto o persona de sufrimiento se convierte en el medio de salvar
la vida de muchos (cfr. Jesucristo).
Al final de su vida, José, "el hombre de los
sueños", sabe que sus descendientes retornarán al país de Canaán. Como su
padre, él quiere ser parte del viaje. Con la muerte de José, finaliza una etapa
de oro en las relaciones entre hebreos y egipcios. En adelante, la tierra de
asilo se convertirá en tierra de servilismo, de esclavitud.
En el Evangelio, Jesús invita a sus discípulos a confesar su
fe en el momento del riesgo, del miedo, sin temer a los perseguidores que no
pueden sino afectarlos físicamente. Uno tiene toda la razón del mundo al
temerle a Dios, pues Él tiene todo poder sobre el hombre, sobre su cuerpo y
sobre su alma. Y al mismo tiempo Él también es aquel que se preocupa por cada uno de nosotros y nos cuida, pues valemos mucho más que los gorriones.
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