19 de agosto del 2020: miércoles de la vigésima semana del tiempo ordinario- San Juan Eudes
(Ezequiel 34, 1-11) ¿Qué tipo de pastor soy yo para mis hijos
o para toda persona bajo mi responsabilidad? Es Dios el verdadero pastor que
ama sus ovejas, y es por su Espíritu en mí que yo puedo darme sin reservas por el
bien del otro.
Primera lectura
Lectura de la profecía de Ezequiel (34,1-11):
Me vino esta palabra del Señor: «Hijo de Adán, profetiza contra los pastores de Israel, profetiza, diciéndoles: "¡Pastores!, esto dice el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No son las ovejas lo que tienen que apacentar los pastores? Os coméis su enjundia, os vestís con su lana; matáis las más gordas, y las ovejas no las apacentáis. No fortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis a las heridas; no recogéis a las descarriadas, ni buscáis las perdidas, y maltratáis brutalmente a las fuertes. Al no tener pastor, se desperdigaron y fueron pasto de las fieras del campo. Mis ovejas se desperdigaron y vagaron sin rumbo por montes y altos cerros; mis ovejas se dispersaron por toda la tierra, sin que nadie las buscase, siguiendo su rastro. Por eso, pastores, escuchad la palabra del Señor: '¡Lo juro por mi vida! –oráculo del Señor–. Mis ovejas fueron presa, mis ovejas fueron pasto de las fieras del campo, por falta de pastor; pues los pastores no las cuidaban, los pastores se apacentaban a sí mismos; por eso, pastores, escuchad la palabra del Señor. Así dice el Señor: Me voy a enfrentar con los pastores; les reclamaré mis ovejas, los quitaré de pastores de mis ovejas, para que dejen de apacentarse a si mismos los pastores; libraré a mis ovejas de sus fauces, para que no sean su manjar. Así dice el Señor Dios: "Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro."»
Palabra de Dios
Me vino esta palabra del Señor: «Hijo de Adán, profetiza contra los pastores de Israel, profetiza, diciéndoles: "¡Pastores!, esto dice el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No son las ovejas lo que tienen que apacentar los pastores? Os coméis su enjundia, os vestís con su lana; matáis las más gordas, y las ovejas no las apacentáis. No fortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis a las heridas; no recogéis a las descarriadas, ni buscáis las perdidas, y maltratáis brutalmente a las fuertes. Al no tener pastor, se desperdigaron y fueron pasto de las fieras del campo. Mis ovejas se desperdigaron y vagaron sin rumbo por montes y altos cerros; mis ovejas se dispersaron por toda la tierra, sin que nadie las buscase, siguiendo su rastro. Por eso, pastores, escuchad la palabra del Señor: '¡Lo juro por mi vida! –oráculo del Señor–. Mis ovejas fueron presa, mis ovejas fueron pasto de las fieras del campo, por falta de pastor; pues los pastores no las cuidaban, los pastores se apacentaban a sí mismos; por eso, pastores, escuchad la palabra del Señor. Así dice el Señor: Me voy a enfrentar con los pastores; les reclamaré mis ovejas, los quitaré de pastores de mis ovejas, para que dejen de apacentarse a si mismos los pastores; libraré a mis ovejas de sus fauces, para que no sean su manjar. Así dice el Señor Dios: "Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro."»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 22,1-3a.3b-4.5.6
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.
Tu bondad y tu misericordia
me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.
Tu bondad y tu misericordia
me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (20,1-16):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno. Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno. Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»
Palabra del Señor
1
Los malos pastores
(Ezequiel 34,1-10) Los
dirigentes corruptos son como pastores que se ocuparían de su propio interés y
no del de su rebaño. El conjunto del pueblo es dejado al abandono, en
particular los más vulnerables de sus miembros. A estos malvados pastores, Dios
les reprocha su egoísmo. Los dirigentes tienen una responsabilidad ante los
pueblos débiles, de los cuales ellos deberían preocuparse y cuidar.
El papel de aquel que protege un
rebaño es conducirlo, protegerlo y velar por su seguridad. La Biblia aplica
esta imagen positiva a Dios mismo, para hablar de la relación de Dios con su
pueblo.
En el Evangelio, Jesús narra la
parábola de los obreros de la última hora: ganar un denario (moneda de plata)
por una o doce horas de trabajo no suena equitativo, justo. Pero he aquí que no se trata de un error para
provocar una justa indignación, ¡es una parábola de Jesús! Éste contrata en la
viña que se equipara al Reino de Dios. El denario, representa la suma que
permite al obrero y a su familia sobrevivir. El propietario vela porque sus
obreros puedan vivir decentemente. La justicia del Reino no se basa en criterios
humanos. El amor de Dios es el mismo para todos… ¡Así se mueran de envidia
muchos!
2
La gratitud conquista la envidia
“ ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?"
Este versículo proviene de la parábola del terrateniente que
contrataba trabajadores en cinco momentos diferentes durante el día. Los
primeros fueron contratados en la madrugada, los segundos a las 9 am, los demás
al mediodía, a las 3 pm y a las 5 pm. Los contratados en la madrugada trabajaron
alrededor de doce horas y los contratados a las 5 pm trabajaron sólo una hora.
El "problema" era que el propietario pagaba a todos los trabajadores
la misma cantidad como si todos trabajaran una jornada completa de doce horas.
Al principio, esta experiencia tentaría a cualquiera a envidiar.
La envidia es una especie de tristeza o enojo por la buena fortuna de los
demás. Quizás todos podamos entender la envidia de quienes dedican un día
completo al duro trabajo. Trabajaron durante las doce horas completas y
recibieron su salario completo. Pero tenían envidia porque los que trabajaron
solo una hora fueron tratados por el terrateniente con mucha generosidad
recibiendo el salario de un día completo.
Trata de implicarte en esta parábola y reflexiona sobre cómo experimentarías
esta acción generosa del terrateniente hacia los demás. ¿Verías su generosidad
y te regocijarías por aquellos que fueron tratados tan bien? ¿Estarías
agradecido por ellos porque recibieron este regalo especial? ¿O también te
sentirías envidioso y molesto? Honestamente, la mayoría de nosotros lucharía
con la envidia en esta situación.
Pero esa comprensión es una gracia. Es una gracia tomar conciencia
de ese horrible pecado de envidia. Incluso si no nos ponemos en la posición de
actuar sobre nuestra envidia, es una gracia ver que está ahí
dentro.
Reflexiona hoy sobre si ves algún rastro de envidia en tu corazón.
¿Puedes regocijarte sinceramente y sentirte lleno de gratitud por
el éxito de los demás? ¿Puedes estar sinceramente agradecido con Dios cuando
otros son bendecidos con la generosidad inesperada e injustificada de otros? Si
esto es una lucha, al menos agradece a Dios que te hayas dado cuenta de esto.
La envidia es un pecado, y es un pecado que nos deja insatisfechos
y tristes. Deberías estar agradecido de verlo porque ese es el primer paso para
superarlo.
Señor, peco y honestamente admito que tengo
algo de envidia en mi corazón. Gracias por ayudarme a ver esto y ayudarme a entregártelo
ahora. Reemplázalo con una sincera gratitud por la abundante gracia y
misericordia que otorgas a los demás. Jesús, confío en Ti.
Día de San Juan Eudes
Protector en la lucha contra
las enfermedades contagiosas, se dedica a asistir a los enfermos, encargándose
también de predicar las misiones.
Muchos son los Santos abogados
contra enfermedades o causas difíciles. De los que viene muy bien invocar
porque nos pueden proteger y amparar especialmente en estos tiempos.
Porque si el pasado domingo recordábamos a San Roque, abogado contra la
peste, hoy celebramos a San Juan Eudes, también protector en la lucha contra
las enfermedades contagiosas.
Nacido en la segunda mitad del
siglo XVI, ingresa a los catorce años en el Colegio de los Jesuitas de
Jaén donde hará su formación y estudiará Teología. Posteriormente se une a
la Congregación del Oratorio, fundada por el futuro Cardenal Pedro de
Berullé. Ordenado sacerdote, pronto acecharía la peste en aquellas
tierras, por lo que Juan se dedica a asistir a los enfermos, encargándose
también de predicar las misiones, sumando ciento diez las que llevará a cabo.
Poco después funda una
casa que acoja a las mujeres de mala vida que se convierten, proyecto que
encomendará a las religiosas para él consagrarse a los sacerdotes a quienes
veía con muchas precariedades y deformaciones tanto en el plano espiritual como
humano. Así se ofrecen a la Santísima Trinidad como guía de la iniciativa que
encontrará no pocas dificultades, hasta su definitiva aprobación, como sucederá
con las fundaciones anteriores, que también obtendrán la debida licencia.
Los últimos tiempos de su vida
los dedicará a escribir sobre la Virgen María y el Misterio de la Maternidad
Divina. Ahí se pone de relieve la devoción que tenía Juan Eudes a la Madre
de Dios. Aún la Providencia le permitió predicar la última misión poniendo
todo su empeño en tocar el corazón de los hombres hasta su muerte ocurrida en
el año 1680.
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