lunes, 24 de agosto de 2020

25 de agosto del 2020: martes de la vigésima primera semana del tiempo ordinario



(Mateo 23, 23-26) Yo tengo tendencia a encerrarme en los detalles más fáciles a asumir y que me dan la impresión de manejar mi vida. Pero yo pierdo con frecuencia de vista lo esencial: el abandono en Dios, la atención al otro, la apertura a lo imprevisto o a lo desconocido.





Primera lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (2,1-3a.14-17):

Os rogamos, hermanos, a propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por supuestas revelaciones, dichos o cartas nuestras, como si afirmásemos que el día del Señor está encima. Que nadie en modo alguno os desoriente. Dios os llamó por medio del Evangelio que predicamos, para que sea vuestra la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así, pues, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta. Que Jesucristo, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza, os consuele internamente y os dé fuerzas para toda clase de palabras y de obras buenas.

Palabra de Dios


Salmo

Sal 95,10.11-12a.12b-13

R/.
 Llega el Señor a regir la tierra

Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente.» R/.

Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos. R/.

Aclamen los árboles del bosque,
delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad.
 R/.


Lectura del santo evangelio según san Mateo (23,23-26):

En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el décimo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro, y así quedará limpia también por fuera.»

Palabra del Señor



1

Hoy y mañana leeremos dos pasajes de la breve segunda carta de san Pablo a Los Tesalonicenses. ¿Por qué leer esta carta? Ella es un llamado vibrante a vivir en el presente, invita a luchar contra la tentación de replegarse (paralizarse) en una espera de lo que vendrá más tarde. Ella invita a tomar la vida de frente con los brazos en alto y el cuerpo erguido en un mundo donde cada uno es llamado a trabajar, a amar y hacer la visible la justicia de Dios.

En el pasaje de hoy, Pablo expresa que visto que algunos sufren, estos esperan el retorno de Cristo como un refugio (escape) inminente. El escenario del fin de los tiempos (del mundo) propuesto aquí es complejo. Se puede retener, sobre todo que solamente la intervención final de Cristo manifestará su victoria sobre el mal, que aquí es personificado: la maldad o el ser malvado. Pero el fin no ha llegado todavía. Mientras esperan, los creyentes deben permanecer en la confianza y no dejarse intimidar.

En el Evangelio, Jesús no ataca a todos los fariseos. Ellos tienen razón al reclamar el respeto de la Ley. Jesús denuncia aquellos que tergiversan el sentido verdadero de los mandamientos: la justicia, la bondad y la fidelidad. En todo tiempo y en todas las religiones, se ha denunciado la conducta de los falsos devotos, que cuidan lo exterior y se burlan de lo interior.

Pretender respetar en todo punto la voluntad de Dios para adquirir un estatus social o ventajas o importancia dentro de la comunidad de los creyentes, no es coherente con la fe.

Uno no puede vivir una verdadera relación con Dios comportándose de esta manera.



2


Limpiar primero el interior

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro, y así quedará limpia también por fuera.»


Aunque estas palabras tan directas de Jesús pueden tener la apariencia de ser duras, son verdaderamente palabras de misericordia. Son palabras de misericordia porque Jesús está haciendo todo lo posible para ayudar a los fariseos a comprender que necesitan arrepentirse y limpiar sus corazones. 

Aunque el mensaje inicial "Ay de vosotros " puede saltarnos, el mensaje real que deberíamos escuchar es "limpia primero el interior".
Lo que revela este pasaje es que es posible estar en una de dos condiciones. 

Primero, es posible que el interior de uno esté lleno de “saqueo y autocomplacencia” mientras que al mismo tiempo el exterior da la apariencia de ser limpio y santo. Este era el problema de los fariseos. Estaban muy preocupados por cómo se veían por fuera, pero le dieron poco cuidado al interior. Esto es un problema.

En segundo lugar, las palabras de Jesús revelan que lo ideal es comenzar con una limpieza interior. Una vez que eso suceda, el efecto será que el exterior también esté limpio y radiante. 
Piensa en la persona en esta segunda condición, la primera que se limpia interiormente. Esta persona es una inspiración y un alma hermosa. Y lo bello es que cuando el corazón se limpia y purifica auténticamente, esta belleza interior no se puede contener en el interior. Debe brillar y los demás lo notarán.  

Reflexiona hoy sobre la facilidad con la que resplandece la belleza de tu vida interior. ¿Los demás ven esto? ¿Tu corazón brilla? ¿Estás radiante? Si no, quizás tú también necesites escuchar estas palabras que Jesús les dijo a los fariseos. 
Es posible que también necesites ser regañado con amor y misericordia para que te sientas motivado a permitir que Jesús entre y actúe de una manera poderosamente purificadora.

Señor, por favor entra en mi corazón y límpiame completamente. Purifícame y permite que esa pureza y santidad brille exteriormente de una manera radiante. Jesús, en Ti confío.

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