sábado, 29 de agosto de 2020

30 de agosto del 2020: vigésimo segundo domingo del tiempo ordinario (A)



Perder o ganar?

Seguir a Cristo, es seguirlo en sus opciones. Opciones que pasan por la cruz. Pero el camino de la renuncia y el sacrificio lleva a la vida eterna.

El Padre nos invita a su casa donde quiere revelarnos a su Hijo y su misión mesiánica. Vayamos a Él con sentimientos de alegría y pidámosle prepare nuestros corazones para recibir su Palabra.






Primera lectura
Lectura del libro de Jeremías (20,7-9):

Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste. Yo era el hazmerreír todo el día, todos se burlaban de mí. Siempre que hablo tengo que gritar: «Violencia», proclamando: «Destrucción.» La palabra del Señor se volvió para mí oprobio y desprecio todo el día. Me dije: «No me acordaré de él, no hablaré más en su nombre»; pero ella era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerlo, y no podía.

Palabra de Dios


Salmo

Sal 62,2.3-4.5-6.8-9

R/.
 Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.R/.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios. R/.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. R/.

Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene
R/.


Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (12,1-2):

Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.

Palabra de Dios



Lectura del santo evangelio según san Mateo (16,21-27):

En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.»
Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas corno los hombres, no como Dios.»
Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.»

Palabra del Señor





A guisa de introducción :


Perder o ganar?


El escritor francés Maurice Bellet, acaba de sacar un libro llamado “Le Messie crucifié” (es decir “El Mesías Crucificado”).  Mesías y Crucificado: si hay dos palabras que no deberían ir juntas, son éstas dos.
Mesías evoca un enviado, un salvador poderoso.
Crucificado significa sufrimiento y muerte.

En el judaísmo, en la época de Jesús, la idea de un mesías sufriente era inconcebible.  De ahí el por qué del grito de Pedro cuando Cristo anuncia su muerte: “Eso no te puede pasar”. Un mesías en cruz, también es rechazado por las personas que denigran de nuestra herencia judeo-cristiana, un cierto cristianismo tentado a exaltar el sufrimiento por sí mismo.

También muchos católicos tienen la misma reacción: incapaces de soportar un Dios que sufre, ellos banalizan el escándalo de la cruz.
Y, por tanto, Jesús nos invita a tomar el camino de la renuncia que Él ha elegido.
“Quien quiera salvar su vida la perderá”. Cuando nosotros deseamos “ganar el mundo entero”, como dice Jesús, ¿qué queremos obtener? ¿Más dinero?  ¿Más poder?

Cristo nos invita a ganar de otra manera, perdiendo.
Perder el tiempo para el otro,
consumir menos pensando en el futuro del planeta,
renunciar a nuestra sed de poder…
Cuando vayamos a hacer el signo de la cruz, recordemos cómo Jesús nos invita a servirle, a perder para ganar.



Aproximación psicológica al texto del Evangelio


Controlar todo y al mismo tiempo perder todo





No conozco a nadie que haría del evangelio de este domingo su pasaje favorito, un pasaje que al leerlo regularmente le permitiera decir al mismo tiempo que lo degusta, lo saborea por la fuerza de su sabiduría: “sufrir”, “ser asesinado”, “tomar su cruz”, “perder su vida”, “recibir la recompensa de acuerdo a su conducta”.


Todos los ingredientes están reunidos para hacer revivir un cristianismo que muchos han “vomitado” desde los años 60. A menos de ser masoquista, uno no puede aspirar de nuevo, desear una tal vía o camino.


Y por lo tanto, ¿no será verdad que este pasaje quizás encierre el secreto para un destino extraordinario, para una verdadera vida dentro de todo lo que ella puede dar? ¿Nuestras imágenes de autoflagelación, de vida disminuida y de pan de miseria no serán totalmente falsas? Los slogans como “es necesario hacer sacrificios”, ¿no pasarán de largo, son irrelevantes con respecto a lo que dice Jesús? Ante todo, ¿qué significa “negarse a sí mismo”, “tomar su cruz”, “perder su vida?”


Me parece que la pista más fecunda para comprender las interpelaciones de Jesús es aquella respecto a nuestra necesidad de controlar, controlar nuestra vida, controlar aquello que nos rodea. Ustedes saben que con las pulsiones sexuales, el control es una de las grandes necesidades que nos habitan. El control está mismo en el origen del progreso de nuestro mundo: lograr controlar las fuerzas hostiles, arribar a controlar nuestras fuentes de subsistencia, lograr controlar lo que será mañana. Uno no apostará mucho por una compañía que no controle sus entradas y sus salidas. Y por lo tanto no hay acá para nuestra humanidad un obstáculo/ un riesgo?


Cada uno podría hacer el ejercicio de nombrar aquello que controla o lo que le gustaría controlar. A quien no le gustaría ejercer un control absoluto en su trabajo, en su empleo. ¿Acaso los sindicatos no surgieron a raíz de esta necesidad?  ¿Pero qué sucede cuando esta necesidad de control, sea del lado patronal, del lado sindical, se convierte en un absoluto en sí mismo? No hay ya más evolución, ni novedad, no se escuchan ya más ideas originales, no hay más adaptación a las nuevas condiciones del mercado, no se cuestiona más las prácticas acostumbradas, no se hace más llamada a las nuevas capacidades de la gente. El control erigido como absoluto va no solamente matar a la empresa, sino también matar a todo el personal.


En nuestra calidad de padres quisiéramos controlar el destino de nuestros hijos, y esto, aduciendo, querer su bienestar. Como vemos con más amplias perspectivas, como deseamos para ellos un destino fabuloso y sobre todo como no queremos que conozcan las mismas dificultades que nosotros conocimos, tratamos entonces de pavimentarles el camino, proveerles de lo necesario, indicarles la vía a seguir, protegerles de una serie de males. El problema, es cuando ese deseo, bien intencionado en sí, se convierte en ejercicio de control.


Cuando yo pierdo el control de una realidad, yo tengo la impresión de morir. En el mundo político, hay hacedores de imágenes que ejercen un control absoluto sobre lo que se dice y se escribe sobre un personaje.


Por definición, el controlador quiere conservar lo que existe, y de ese modo puede impedir que lleguen realidades nuevas. Hay como una dialéctica entre el control de las cosas y la verdad de las cosas. 

Volvamos a Jesús. La mención del destino trágico que le espera no es más que una manera de decir: “yo quiero permanecer fiel a mi verdad y a la realidad de las cosas, mismo si eso implica que yo pierda el control sobre el destino de mi vida”. Debido a que Él no ha tratado de controlar todo en su caminar, Él ha dejado advenir la vida. Planificar su vida es una cosa, controlarla es otra. Hay como una semilla de muerte en el control. 


El proyecto de mi vida, es aceptar de dejarme “quemar” por las palabras de mis hijos, de mis colegas, de mi conyugue, de los medios, de todo aquello que puede contener una capa de verdad, y eso implica aceptar no controlarlas, eso implica “olvidarse de sí mismo”, de “desprenderse de su vida”. 

He aquí mi meditación actual, he aquí lo que nuestra sociedad y el conjunto de la Iglesia debería meditar. Es la condición para dejar advenir una vida superabundante que uno no se imagina.




Reflexión Central

El duelo o luto del pleno poder


Parece ser que iniciamos una nueva etapa en estos tiempos de pandemia. Se nos invita a un aislamiento consciente y a un autocuidado…Por eso no podemos cantar plenamente victoria y decir con el salmista a una sola voz: “Sí, tú has venido a socorrerme” …Mejor, como los discípulos hemos de prepararnos para atravesar una nueva etapa de prueba con menos imposiciones y o restricciones.

Nos queda aspirar, desear, que las semanas y los casi seis meses que acabamos de atravesar nos hayan transformado.
La Palabra de Dios resonará de una manera nueva, a causa de esta experiencia que hemos debido cargar como una cruz.

Una cuestión de sentido

 Porque el coronavirus no se ha ido, sigue ahí, pero nos toca ahora el autocuidado, la responsabilidad personal de cada uno…y todavía hemos de seguir preguntándonos: ¿qué significa esto para nuestra humanidad? ¿Qué significado tiene esto para mí? ¿Para mi vida? ¿Qué hace Dios en medio de todo esto?
Jesús en la lectura del evangelio, sabe de avance que sus discípulos deberán hacer frente a estas cuestiones, en el momento en que Él entre a su Pasión. Él quiere prepararlos.

El lugar de Dios

La reacción de Pedro ante el anuncio de Jesús revela su manera de ver a Dios: “No lo quiera Dios, eso para ti…eso no te sucederá”.

Pedro cree en el pleno poder divino. A sus ojos, la relación entre Jesús y Dios es tal que, de su cielo, éste intervendrá para salvarlo. La posición del apóstol es terrible porque ella pone su fe en peligro: ante los sufrimientos y la muerte de su amigo, él no podrá hacer otra cosa distinta que dudar de Dios. Y dudar de ese Jesús que él ha visto, un día, como “el Hijo de Dios vivo”.

Es el dilema de todos los creyentes ante una gran prueba: ¿dónde está Dios? ¿Por qué no hace nada? Mucha gente ha perdido la fe, netamente, por ejemplo, en los campos de concentración,  poniendo así la pregunta.
¿Y quién puede decir que no le ha venido al espíritu esta misma cuestión, durante esta pandemia, que ha reinado durante meses en el planeta?

Nuestra imagen de Dios

Como Pedro, la Iglesia ha vivido por mucho tiempo con el rostro de un Señor “todo poderoso”. Pero este poder total, o este poder tan poderoso tenía un reverso: él hacía de toda persona una marioneta entre las manos de Aquel del cual se decía que sus “caminos eran impenetrables”. ¿Dónde estaba la libertad, característica esencial del ser humano?

Nosotros comenzamos a comprender que el Dios revelado por Jesús es bien diferente. Él no es todo poderoso, por encima de la humanidad, él está en la humanidad. En Jesús, él ha tomado un cuerpo y ha sufrido (valga la redundancia) los sufrimientos del hombre. Dios también debe tomar su cruz.

A aquellos que han orado para que Dios los libre de la pandemia, Jesús responde mostrando, que Aquel que ha venido a revelar no se quedó en silencio, lejos de nuestra prueba. Él estaba acostado en una cama de hospital, en una UCI, confinado dentro de una habitación, más o menos protegido por un tapabocas o una máscara para cambiar un paciente, agotado, aterrorizado, con la idea de contaminar su familia…Él no estaba allá en el alto cielo, sino sobre el terreno.

Cuando uno comprende esto, no nos queda más que tomar nuestra cruz porque vendrán otras pruebas – y nos queda también tratar de llevarla lo mejor posible. En buena compañía.



2


Vocación- Misión- Dar la vida- ganar la eternidad






Seguir a Jesús significa tomar (y o asumir) sus mismos riesgos. Una opción cuando  es fundamental conduce a tomar decisiones y gestos concretos. Y esto puede suscitar la incomprensión, el juzgamiento y…LA CRUZ,  la misma que Jesús enfrentó.


Todos, en algún momento de nuestra vida nos hemos encontrado una o varias veces con nosotros mismos y con esa voz profunda, superior, que está más allá de nosotros mismos…Y que llamamos, La conciencia, Dios, o esa inteligencia que busca entrar en contacto con nosotros…


Y en esa cita o esos encuentros quizás hemos puesto poco de nuestra parte: atención, silencio, reflexión, ORACIÓN…


Muchas veces hemos oído hablar y hablamos de VOCACION, como ese momento clave de la vida cuando nos dimos cuenta que nuestra existencia estaba llamada a algo superior, a algo grande…cuando nos cercioramos que la VIDA es un misterio  y que no es solamente un suceso biológico o accidental…que nuestra vida tiene un sentido, y que ella no debe vivirse con facilidad, por vivirse, desprovista de todo sentido…


Y así los hombres y mujeres creyentes, que creemos tener la fe en potencia, en embrión (porque naturalmente ha de desarrollarse, evolucionar y madurar gradualmente) decimos que Dios nos llama, que estamos invitados a hacer de nuestra vida una aventura de entrega, de amor y de búsqueda de lo esencial todos los días…Y una búsqueda de realización afrontando las dificultades, los obstáculos, el misterioso mal y hacer frente a la violencia de quienes se oponen a los designios  bondadosos y bienaventurados de Dios.


Así yo describiría simplemente eso que llamamos VOCACION CRISTIANA…pues después nos encontraríamos con Jesús y su evangelio y nos sentimos identificados con su vida, su misión y su “aparente final “ que no es más que “el principio de todo”.


El gran problema de todo ser humano es permanecer voluntariamente sordo, ciego e insensible a los llamados y signos de Dios…


Su gran problema es guardarse la semilla o tirarla entre las rocas y las espinas, su gran tragedia es enterrar la moneda (el talento) y esperar con pasividad y negligencia la respuesta o reacción de Dios quien le ha dispensado de la semilla y la moneda.


“TOMAR LA CRUZ”…Cuántas malinterpretaciones ha tenido a lo largo de la historia esta expresión…seamos sinceros la hemos entendido como “ser masoquistas”, “sufrir por sufrir…porque  a Dios le agradan quienes sufren y los lleva al cielo”. “sufrir es necesario para que Dios perdone mis pecados de ahora (de mi juventud)”…El sufrimiento es entonces un borrador, un límpido que me libera de todas las manchas, de las putrefacciones de mi ser…Y no se trata de eso.


La liturgia de hoy centra la atención sobre las consecuencias dolorosas del ministerio profético y del seguimiento de Jesús (Tomar la cruz). Tanto Jeremías como Mateo llaman la atención sobre el conflicto que tienen que afrontar tanto el profeta como Jesús.


Nuestro evangelio toma la continuación de la declaración de Pedro a Jesús:  “Tu eres el Mesias,  el Hijo del Dios vivo”. El texto nos presenta la confrontación de dos mentalidades: Pedro rechaza el sufrimiento y el Señor afirma que no hay verdadero amor sin sacrificio. Y esto es verdad en todas las relaciones de amor y amistad, en la vida de las parejas, en el ejercicio de una profesión o en la realización de una misión.


En el evangelio nos encontramos con un bello esquema catequético «sobre el discipulado como seguimiento de Jesús hasta la cruz». Jesús pone de manifiesto a sus discípulos que el camino de la resurrección está estrechamente vinculado a la experiencia dolorosa de la cruz. El núcleo principal es el primer anuncio de la pasión. Pero aun los discípulos, simbolizados en la persona de Pedro, no han comprendido esta realidad. 


Ellos están convencidos del mesianismo glorioso de Jesús que se enmarca dentro de las expectativas mesiánicas del momento. Jesús rechaza enfáticamente esta propuesta, pues la voluntad del Padre no coincide con la expectativa de Pedro y los discípulos. Por eso Pedro aparece como instrumento de Satanás delante de Jesús para obstaculizar su misión.


El maestro invita al discípulo a continuar su camino detrás de él porque aún no ha alcanzado la madurez del discípulo. Luego Jesús se dirige a todos los discípulos para señalarles que el camino del seguimiento por parte del discípulo también comporta la cruz. No hay verdadero discipulado si no se asume el mismo camino del Maestro. El anuncio del evangelio trae consigo persecución y sufrimiento. Tomar la cruz significa participar en la muerte y resurrección de Jesús. La pérdida de la vida por la Causa de Jesús habilita al discípulo para alcanzarla en plenitud junto a Dios.


En el Bautismo hemos sido consagrados sacerdotes profetas y reyes. Por lo tanto la dimensión profética de nuestra fe es intrínseca a la consagración bautismal. Hoy no podemos prescindir del profetismo en el seguimiento de Jesús. Y sabemos que las consecuencias del profetismo, vinculado estrechamente a la misión evangelizadora, son la oposición, la persecución, el rechazo y el martirio. Muchos hombres y mujeres en distintas partes del mundo se han jugado la vida por la fe y la defensa de los valores evangélicos. Si se quiere seguir a Jesús en fidelidad tendremos que enfrentar muchas contradicciones, caminar a contravía de lo que propone el orden establecido, la cultura imperante y la globalización del mercado -que no es otra cosa que la globalización de la exclusión-.


Quisiéramos vivir un cristianismo cómodo, sin sobresaltos, sin conflictos. Pero Jesús es claro es su invitación: hay que tomar la cruz, hay que arriesgar la vida, hay que perder los privilegios y seguridades que nos ofrece la sociedad si queremos ser fieles al evangelio.


¿Cómo vivimos en la familia y en la comunidad cristiana la dimensión profética de nuestro bautismo? ¿Estamos dispuestos/as a correr los riesgos que implica el seguimiento de Jesús? ¿Conocemos personas que han vivido la experiencia del martirio por el evangelio? ¿Ya no es tiempo para mártires, o lo es para mártires de otra manera?



Oración :


Señor, cuando yo miro a tus apóstoles

que te han seguido con confianza y coraje

y que han muerto mártires, yo me digo que

poner mis pasos sobre tus pasos,

no es una invitación al reposo o a la pereza.

Se ha de pensar dos veces antes de montar en tu barca.


Tú no has mostrado un camino lleno de rosas

a quienes quieren seguirte.

Tú les has prevenido y les has dicho

que como Tú debían llevar la cruz.

Pero con  el mismo aliento y respiro,

Tú les has declarado « felices » y Tú les has prometido

Que ellos estarían contigo por siempre.


Yo he puesto mi confianza en Ti y yo sigo tus pasos.

En los días sombríos, haz que  no me desanime.

Y en los días luminosos,

Permíteme darte gracias.

Amén.




 Referencias Bibliográficas:



 http://vieliturgique.ca

http://prionseneglise.ca


http://mystereetvie.com


HETU, Jean-Luc. Les Options de Jésus

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