lunes, 25 de mayo de 2020

Viviendo la Pascua día a día: 26 de mayo del 2020: séptimo martes de Pascua o San Felipe Neri



Jesús confía su misión a aquellos que el Padre le ha dado.
Ellos lo relevarán. Él ora con todo su ser para que ellos continúen su obra (del Padre y la suya) en el mundo. Somos conscientes nosotros hoy, verdaderamente de la inmensidad de la obra que también se nos ha confiado?




Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (20,17-27):

En aquellos días, desde Mileto, mandó Pablo llamar a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso.
Cuando se presentaron, les dijo: «Vosotros sabéis que todo el tiempo que he estado aquí, desde el día que por primera vez puse pie en Asia, he servido al Señor con toda humildad, en las penas y pruebas que me han procurado las maquinaciones de los judíos. Sabéis que no he ahorrado medio alguno, que os he predicado y enseñado en público y en privado, insistiendo a judíos y griegos a que se conviertan a Dios y crean en nuestro Señor Jesús. Y ahora me dirijo a Jerusalén, forzado por el Espíritu. No sé lo que me espera allí, sólo sé que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me asegura que me aguardan cárceles y luchas. Pero a mí no me importa la vida; lo que me importa es completar mi carrera, y cumplir el encargo que me dio el Señor Jesús: ser testigo del Evangelio, que es la gracia de Dios. He pasado por aquí predicando el reino, y ahora sé que ninguno de vosotros me volverá a ver. Por eso declaro hoy que no soy responsable de la suerte de nadie: nunca me he reservado nada; os he anunciado enteramente el plan de Dios.»

Palabra de Dios


Salmo
Sal 67,10-11.20-21

R/. Reyes de la tierra, cantad a Dios

Derramaste en tu heredad,
oh Dios, una lluvia copiosa,
aliviaste la tierra extenuada
y tu rebaño habitó en la tierra que tu bondad,
oh Dios, preparó para los pobres. R/.

Bendito el Señor cada día,
Dios lleva nuestras cargas,
es nuestra salvación.
Nuestro Dios es un Dios que salva,
el Señor Dios nos hace escapar de la muerte. R/.



Lectura del santo evangelio según san Juan (17,1-11a):

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese. He manifestado tu nombre a los hombres que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por éstos que tú me diste, y son tuyos. Sí, todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti.»

Palabra del Señor


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El encargo de Jesús

La emoción que expresa en este momento de adiós no le impide a Pablo dar instrucciones a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso. Todo lo que el apóstol de los gentiles ha hecho al servicio del Señor y en favor de la comunidad cristiana tiene un gran valor y es ejemplar.

Él proclama la Buena Noticia de Dios. Guiado por el Espíritu Santo camina y avanza en toda libertad, hacia un futuro incierto del cual conoce los riesgos.

En el Evangelio, san Juan nos hace entrar en la intimidad de la oración de Jesús y en su cercana relación con el Padre. Jesús confía sus discípulos al Padre. La unidad del Padre y del Hijo es la fuente también de la unidad de los discípulos. Jesús también ora por los creyentes de todos los tiempos y a su vez, ellos pueden volverse a Dios, para orar con sencillez y confianza.

Y nosotros cristianos de hoy, preguntémonos cómo está nuestra confianza en el Señor? Cuál es la calidad de nuestra fe y oración?

Ecuador cuenta con 3 santos:  el Hermano Miguel Febres Cordero cuya fiesta es el 9 de febrero, Santa Narcisa de Jesús, cuya fiesta es en los primeros días de diciembre y la santa de hoy, cuya vida y obra nos invita a contemplar la Iglesia: Santa Mariana de Jesús, quien fue una virgen penitente y santa quiteña, la primera nacida en el actual territorio de Ecuador canonizada por la Iglesia católica. También celebramos hoy a un santo que se destacó por su buen humor San Felipe Neri, y quien supo tomar con alegría la austeridad de las bienaventuranzas.




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«Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique"




¡Dar gloria al Hijo es un acto del Padre, pero también es un acto al que todos debemos estar atentos!

En primer lugar, debemos reconocer la "hora" de la que Jesús habla como la hora de su crucifixión. Esto puede, al principio, parecer un momento triste. Pero, desde una perspectiva divina, Jesús lo ve como su hora de gloria. Es la hora en que el Padre Celestial lo glorifica porque cumplió perfectamente la voluntad del Padre. Él abrazó perfectamente Su muerte por la salvación del mundo.  

También debemos ver esto desde nuestra perspectiva humana. Desde el punto de vista de nuestra vida diaria, debemos ver que esta "hora" es algo que podemos abrazar y llevar a buen término continuamente. La "hora" de Jesús es algo que debemos vivir constantemente. ¿Cómo? Al abrazar constantemente la Cruz en nuestras vidas para que esta cruz sea también un momento de glorificación. Al hacer esto, nuestras cruces adquieren una perspectiva divina, divinizándose para convertirse en una fuente de la gracia de Dios.

La belleza del Evangelio es que cada sufrimiento que soportamos, cada cruz que llevamos, es una oportunidad para manifestar la Cruz de Cristo. Estamos llamados, por Él, a darle constantemente gloria al vivir Su sufrimiento y muerte en nuestras vidas.

Reflexiona, hoy, sobre las dificultades que soportas. Y convéncete que, en Cristo, esas dificultades pueden compartir su amor redentor si se lo permiten. 

Jesús, te entrego mi cruz y mis penurias. Eres Dios y eres capaz de transformar todas las cosas en gloria. Jesús, confío en ti.

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