9 de mayo del 2020: Sábado de la cuarta semana de Pascua
“Las palabras que yo digo, no
las digo por mi cuenta”
Jn
14, 10
Estas
palabras de Jesús, una vez más, revelan la unidad íntima que tiene con su
Padre. Él y el Padre son uno y lo que Él dice también proviene del
Padre. El Evangelio de Juan está lleno de este lenguaje como una forma de
resaltar su perfecta unidad.
Aunque
es mucho lo que podríamos decir sobre la unidad del Padre y del Hijo, es
importante recordar que estas palabras pronunciadas por Jesús también deberían
ser idealmente palabras que hablamos. Qué maravilloso es poder decir que
NOSOTROS tampoco hablamos por nuestra cuenta, sino que el Padre habla a través
de nosotros. Este debería ser nuestro objetivo constante.
Si
hablamos palabras a otros por nuestra cuenta, confiando en nuestra propia
sabiduría e ideas, entonces también debemos admitir humildemente que nuestras
palabras no serán tan poderosas. Esto es difícil de admitir, pero es
cierto. Podemos caer fácilmente en la trampa de pensar que nuestras
opiniones son correctas y que otros necesitan escucharnos.
Si,
por otro lado, somos capaces de hablar palabras que cuentan con el respaldo del
Padre, palabras que se hablan desde su corazón, entonces comenzaremos a ver que
esas palabras hacen una verdadera diferencia en la vida de los demás. Las
palabras son importantes y siempre debemos tener mucho cuidado con lo que
decimos y cómo lo decimos.
Permitir
que el Padre hable en y a través de nosotros de repente da a nuestras palabras
una nueva convicción y poder. Se convierten en palabras que Dios habla a
los demás y palabras que le permiten a Dios hacer una diferencia en sus vidas.
Reflexiona
hoy sobre tu discurso diario. Si luchas por no saber qué decir, o cómo
decirlo a veces, entonces una buena oración para orar es por la gracia de
hablar solo lo que el Padre te da a hablar; Nada más y nada
menos. Ora esa oración y confía en que Dios tiene mucho que decir a través
de ti.
Señor,
dame tus palabras para hablar. Ayúdame a recurrir siempre a ti en mi
corazón con confianza para que seas la fuente de toda verdad y bondad. Que
esa verdad y bondad salgan de mí todos los días. Jesús, confío en ti.
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