lunes, 27 de julio de 2020

27 de julio del 2020: lunes de la decimoséptima semana del tiempo ordinario


(Mateo 13, 31-35) La verdadera generosidad es más bien esas atenciones delicadas que uno tiene con los demás. En esas manifestaciones de amabilidad, cuidado y bondad, en todos esos gestos que solo son pequeños en apariencia, pero que al final son los que nos impactan más.




Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías (13,1-11):

Así me dijo el Señor: «Vete y cómprate un cinturón de lino, y rodéate con él la cintura; pero que no toque el agua.»
Me compré el cinturón, según me lo mandó el Señor, y me lo ceñí.
Me volvió a hablar el Señor: «Torna el cinturón que has comprado y llevas ceñido, levántate y ve al río Éufrates, y escóndelo allí, entre las hendiduras de las piedras.»
Fui y lo escondí en el Éufrates, según me había mandado el Señor.
Pasados muchos días, me dijo el Señor: «Levántate, vete al río Éufrates y recoge el cinturón que te mandé esconder allí.»
Fui al Éufrates, cavé, y recogí el cinturón del sitio donde lo había escondido: estaba estropeado, no servía para nada.
Entonces me vino la siguiente palabra del Señor: «Así dice el Señor: De este modo consumiré la soberbia de Judá, la gran soberbia de Jerusalén. Este pueblo malvado que se niega a escuchar mis palabras, que se comporta con corazón obstinado y sigue a dioses extranjeros, para rendirles culto y adoración, será como ese cinturón, que ya no sirve para nada. Como se adhiere el cinturón a la cintura del hombre, así me adherí la casa de Judá y la casa de Israel –oráculo del Señor–, para que ellas fueran mi pueblo, mi fama, mi alabanza, mi ornamento; pero no me escucharon.»

Palabra de Dios


Salmo

Dt 32,18-19.20.21


R/.
 Despreciaste a la Roca que te engendró

Despreciaste a la Roca que te engendró,
y olvidaste al Dios que te dio a luz.
Lo vio el Señor, e irritado
rechazó a sus hijos e hijas. R/.

Pensando: «Les esconderé mi rostro
y veré en qué acaban,
porque son una generación depravada,
unos hijos desleales.» R/.

«Ellos me han dado celos con un dios ilusorio,
me han irritado con ídolos vacíos;
pues yo les daré celos con un pueblo ilusorio,
los irritaré con una nación fatua.»
 R/.


Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,31-35):

En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la gente: «El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.»
Les dijo otra parábola: «El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente.»
Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo.»


Palabra del Señor


1
Vida y muerte de un cinturón

El cinturón que tiene puesto Jeremías recuerda su pertenencia a la familia de los sacerdotes de Anatoth, su pueblo natal. Es una prenda a la que el profeta ha cuidado mucho. La orden del Señor de dejar podrir su cinturón en las aguas del Éufrates, parece entonces extraño. Pero esta puesta en escena, es algo así como una advertencia. De igual manera, así como el Señor se ha liado a un pueblo por el cual se preocupa y cuida, éste último se deja corromper.

En el Evangelio, Jesús dice que el Reino de Dios parece crecer a partir de casi nada. Cada acción conforme a la Voluntad de Dios tiene consecuencias de una gran fuerza que uno nunca habría podido imaginar.



2

¿Puedes hacer la diferencia?


«El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.»
  


Con demasiada frecuencia tendemos a sentir que nuestras vidas no son tan importantes como otras. A menudo podemos mirar a otros que son mucho más "poderosos" e "influyentes". Podemos tender a soñar con ser como ellos. ¿Y si tuviera su dinero? ¿O si tuviera su estatus social? ¿O si tuviera su trabajo? ¿O si fuera tan popular como ellos? Con demasiada frecuencia, caemos en la trampa de "qué pasaría si".  
¡Este pasaje anterior revela el hecho absoluto de que Dios quiere usar tu vida para grandes cosas! La semilla más pequeña se convierte en el arbusto más grande. Esto plantea la pregunta: "¿Te sientes como la semilla más pequeña a veces?" 
Es normal sentirse insignificante a veces y desear que fuéramos "más". Pero esto no es más que un sueño mundano y erróneo. La verdad es que cada uno de nosotros es capaz de hacer una GRAN diferencia en nuestro mundo. No, es posible que no aparezcamos en las noticias nocturnas ni recibamos premios nacionales de grandeza, pero a los ojos de Dios tenemos un potencial más allá de lo que podríamos soñar.

Pon esto en perspectiva. ¿Qué es la grandeza? ¿Qué significa ser transformado por Dios en la "planta más grande" como lo es la semilla de mostaza? Significa que tenemos el privilegio increíble de cumplir el plan exacto, perfecto y glorioso que Dios tiene para nuestras vidas. Es este plan el que producirá el mejor y más abundante fruto eterno. Claro, es posible que no obtengamos el reconocimiento del nombre aquí en la Tierra. ¡¿Y qué?! ¿Eso realmente importa? Cuando estés en el cielo, ¿estarás deprimido porque el mundo no te reconoció a ti ni a tu papel? Ciertamente no. En el cielo, todo lo que importará es cuán santo te volviste y cuán completamente cumpliste el plan divino para tu vida.

Santa Madre Teresa a menudo decía: "Estamos llamados a ser fieles, no exitosos". Es esta fidelidad a la voluntad de Dios lo que importa.

Reflexiona hoy sobre dos cosas.

 Primero, reflexiona sobre tu "pequeñez" ante el misterio de Dios. Por ti mismo no eres nada. Pero en esa humildad,
reflexiona también sobre el hecho de que cuando vives en Cristo y en Su voluntad divina eres grande sin medida. ¡Lucha por esa grandeza y serás eternamente bendecido!

Señor, sé que sin ti no soy nada. Sin ti mi vida no tiene sentido. Ayúdame a aceptar tu plan perfecto y glorioso para mi vida y, en ese plan, lograr la grandeza a la que me llamas. Jesús, confío en ti.




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