martes, 28 de julio de 2020

28 de julio del 2020: martes de la decimoséptima semana del tiempo ordinario



(Mateo 13, 36-43) De la parábola de la cizaña, yo entiendo al menos una cosa: la buena semilla se siembra en mí gracias a Cristo. El Espíritu Santo entonces trabaja para que esta semilla germine y produzca frutos de esperanza para nutrir mi vida.





Primera lectura

Lectura del profeta Jeremías (14,17-22):

Mis ojos se deshacen en lágrimas, día y noche no cesan: por la terrible desgracia de la Doncella de mi pueblo, una herida de fuertes dolores. Salgo al campo: muertos a espada; entro en la ciudad: desfallecidos de hambre; tanto el profeta como el sacerdote vagan sin sentido por el país. «¿Por qué has rechazado del todo a Judá? ¿Tiene asco tu garganta de Sión? ¿Por qué nos has herido sin remedio? Se espera la paz, y no hay bienestar, al tiempo de la cura sucede la turbación. Señor, reconocemos nuestra impiedad, la culpa de nuestros padres, porque pecamos contra ti. No nos rechaces, por tu nombre, no desprestigies tu trono glorioso; recuerda y no rompas tu alianza con nosotros. ¿Existe entre los ídolos de los gentiles quien dé la lluvia? ¿Soltarán los cielos aguas torrenciales? ¿No eres, Señor Dios nuestro, nuestra esperanza, porque tú lo hiciste todo?»

Palabra de Dios


Salmo

Sal 78

R/.
 Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre

No recuerdes contra nosotros
las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados. R/.

Socórrenos, Dios salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados,
a causa de tu nombre. R/.

Llegue a tu presencia el gemido del cautivo:
con tu brazo poderoso salva a los condenados a muerte.
Mientras, nosotros, pueblo tuyo, ovejas de tu rebaño,
te daremos gracias siempre,
contaremos tus alabanzas de generación en generación.
 R/.


Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,36-43):

En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se acercaron a decirle: «Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.»
Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema: así será el fin del tiempo: el Hijo del Hombre enviará a sus ángeles y arrancarán de su Reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.»

Palabra del Señor



1

Una oración insistente


Tenemos hoy en la primera lectura, una oración de angustia, de petición de auxilio, pero también de confianza y fe en el Señor. Y al escucharla, uno podría preguntarse: ¿acaso el pueblo se ha ajuiciado?, ha vuelto a encontrar la sensatez? Por lo menos, él comienza a reconocer su falta. Le recuerda al Señor su compromiso que tiene con él (su pueblo). ¿Pero acaso es Dios quien ha roto este compromiso, esta alianza? La desgracia que se va a desatar en adelante sobre el pueblo parece ineludible. En muchas ocasiones el Señor se muestra insensible a toda oración. Pero Si el creyente (el pueblo, el profeta) se expresa una y otra vez de esta manera, quizás es porque el Señor está dispuesto a dejarse sensibilizar ante el sufrimiento de su pueblo.

En el Evangelio, vemos que Jesús a menudo, se designa Él mismo como “Hijo del Hombre”. Esta expresión puede querer decir “Ser humano”. Pero aquí, Él reenvía también al juicio final, tal como está descrito en el libro de Daniel (Dn 7,9-14). Sólo este “ser semejante a un hombre”, literalmente un “hijo de hombre”, podrá extirpar el mal.




2

Victoria final


“ Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema: así será el fin del tiempo: el Hijo del Hombre enviará a sus ángeles y arrancarán de su Reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.»



¡Imagina ese día! Imagina si ese día fuera mañana. Si Jesús regresara mañana y ejecutara toda la justicia sobre el mundo, ¿te preocuparía alguna injusticia hoy? Probablemente no. En cambio, habría una capacidad de sentarse y estar en paz sabiendo que se acerca la justicia.  

Bueno, ese día llegará pronto. Eso es lo que dijo Jesús. De acuerdo, eso se dijo hace casi 2.000 años, pero para Él todavía es pronto. El tiempo, para Dios, adquiere una perspectiva eterna. Por lo tanto, el fin del mundo es tan real para Dios hoy como lo es cuando realmente suceda.

Es bueno tener esto en cuenta cuando vemos que el mal prospera y crece la injusticia. Es muy fácil enojarse y alterarse por las victorias diarias del maligno. Pero no temas y no te preocupes. Dios realmente tiene el control. Él sabe lo que está haciendo y tendrá la gloriosa victoria final sobre todas las cosas.  Así que piensa en eso.

Cuando Jesús regrese en toda su gloria y arregle todo, ¿importará el mal que ahora soportamos? De hecho, desde la perspectiva eterna, el mal que soportamos solo debería servir para darnos resistencia santa; ésta, tiene todo el potencial para ser usada por Dios para manifestar su gracia y su fortaleza en nuestras vidas.  

Reflexiona, hoy, sobre la perspectiva eterna. Si perseveras en todas las cosas ahora, y te esfuerzas por hacerlo con paciencia y gracia, puedes estar seguro que toda la lucha y todo lo que tengas que soportar, al final, valdrá la pena.

En el nuevo y glorioso Reino de Dios estarás en paz, y la alegría llenará tu vida para siempre. Todo mal se corregirá y Dios saldrá victorioso. Asegúrate de tener "oídos para escuchar" esta verdad y aferrarte a ella a través de todas las cosas.

Señor, ayúdame a mantener mis ojos en ti y en tu victoria final.

Ayúdame a esperar pacientemente tu victoria final y a soportar el mal de este mundo con la gracia y la fuerza que me das. Que nunca olvide la promesa final de que me has hablado. Jesús, confío en ti.

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