sábado, 16 de agosto de 2025

17 de agosto del 2025: vigésimo domingo del tiempo ordinario- ciclo C

 

Seguir a Cristo

La Palabra de Dios puede interpelar, incomodar e incluso encontrar resistencias.

El profeta Jeremías es arrojado a la cisterna y condenado a una muerte segura, tanto molestan sus palabras.

La lectura de la carta a los Hebreos nos llama a resistir hasta la sangre en nuestra lucha contra el pecado.

Las palabras de Jesús, en el evangelio de este día, también nos sacuden. Aquel que en otras páginas del Evangelio es llamado Príncipe de la Paz, aquí se presenta como quien va a dividir incluso a las familias, entre los que acogerán sus palabras y los que las rechazarán.

Las palabras son fuertes, pero ¿no necesitamos acaso expresiones así para entender que seguir a Cristo y vivir el Evangelio es asunto de combate y de conversión radical?

Como en el libro del Deuteronomio, se trata para nosotros de elegir: la felicidad o la desgracia, la vida o la muerte. ¡Ese es nuestro combate espiritual! Escoger la vida con Cristo es arriesgarse a ir contra corriente del mundo de hoy.

Desde el inicio de su misión, Jesús nos abre un camino de felicidad.

Las Bienaventuranzas nos señalan no solo un camino de misericordia, de paz y de perdón, sino también un camino de persecución.

Algunos de nuestros hermanos cristianos lo saben bien y conocen la persecución. Quien quiere seguir a Cristo sabe que debe cargar con su cruz, pero también sabe que la luz de Pascua ilumina para siempre su camino.

El Evangelio es exigente.


¿Qué es lo más difícil de vivir en mi día a día?


¿Qué palabra de Dios me anima en mi vida de bautizado?
¿Cuál es la más hermosa palabra del Evangelio que tengo ganas de compartir con los demás?

Benoît Gschwind, évêque de Pamiers


Primera lectura

Jer 38, 4-6. 8-10

Me has engendrado para pleitear por todo el país

Lectura del libro de Jeremías.

EN aquellos días, los dignatarios dijeron al rey:
«Hay que condenar a muerte a ese Jeremías, pues, con
semejantes discursos, está desmoralizando a los soldados
que quedan en la ciudad y al resto de la gente. Ese hombre
no busca el bien del pueblo, sino su desgracia».
Respondió el rey Sedecías:
«Ahí lo tienen, en sus manos. Nada puedo hacer yo contra
ustedes».
Ellos se apoderaron de Jeremías y lo metieron en el aljibe
de Malquías, príncipe real, en el patio de la guardia, descolgándolo
con sogas. Jeremías se hundió en el lodo del
fondo, pues el aljibe no tenía agua.
Ebedmélec abandonó el palacio, fue al rey y le dijo:
«Mi rey y señor, esos hombres han tratado injustamente
al profeta Jeremías al arrojarlo al aljibe, donde sin duda
morirá de hambre, pues no queda pan en la ciudad».
Entonces el rey ordenó a Ebedmélec el cusita:
«Toma tres hombres a tu mando y saquen al profeta Jeremías
del aljibe antes de que muera».


Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 40(39),2-3ab. 3cd-4ab.4cd-5ab.18 (R. 62[61],2)

R. Señor, date prisa en socorrerme.

V. Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito. 
R.

V. Me levantó de la fosa fatal,
de la charca fangosa;
afianzó mis pies sobre roca,
y aseguró mis pasos. 
R.

V. Me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios.
Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos
y confiaron en el Señor. 
R.

V. Yo soy pobre y desgraciado,
pero el Señor se cuida de mí;
tú eres mi auxilio y mi liberación:
Dios mío, no tardes.
 R.

 

Segunda lectura

Hb 12,1-4

Corramos, con constancia, en la carrera que nos toca

Lectura de la carta a los Hebreos.

HERMANOS:
Teniendo una nube tan ingente de testigos, corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús, quien, en lugar del gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.
Recuerden al que soportó tal oposición de los pecadores, y no se cansen ni pierdan el ánimo.
Todavía no han llegado a la sangre en su pelea contra el pecado.


Palabra de Dios.

 

Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Mis ovejas escuchan mi voz-dice el Señor-, y yo las conozco, y ellas me siguen. R.

 

Evangelio

Lc 12,49-53

No he venido a traer paz, sino división

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.


EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!
¿Piensan que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división.
Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».


Palabra del Señor
.

 

 ************

 

Introducción:

El tema central de las lecturas de hoy es que debemos ser cristianos encendidos, no “cristianos congelados”. Esto significa vivir valientemente nuestras convicciones religiosas con compromiso, como lo hicieron Jeremías, Pablo y Jesús, incluso si ello provoca divisiones en nuestras familias y en la sociedad, y conlleva sufrimiento e incluso la muerte. Si nadie se siente jamás interpelado por la calidad de nuestro compromiso con Cristo, tal vez estemos practicando un “cristianismo inofensivo”.

Resumen de las lecturas:

En la primera lectura, Jeremías experimenta las consecuencias de llevar en su interior la ardiente palabra de Dios. Su predicación dividió la ciudad y provocó tanta oposición que intentaron matarlo. Mostró valor profético al decirle al rey que debía rendirse ante el ejército babilonio para salvar a Israel. El rey, temiendo la reacción de los nobles, calló a Jeremías y desobedeció la palabra de Dios. Resultado: Jeremías fue arrojado a una cisterna fangosa para morir por “traición” y Jerusalén acabó destruida.

El salmo responsorial (Sal 39) podría ser la súplica de Jeremías: “Señor, ven a salvarme”.

Pablo, en la segunda lectura, exhorta a los judeocristianos a mantenerse firmes en su fe en Jesús, ignorando el rechazo de su antigua comunidad.

En el Evangelio, Jesús predica una palabra que divide familias y que sabe le llevará a la muerte. El fuego que trae es amor y esperanza, pero también purificación y justicia. Su acción disruptiva es necesaria para restaurar lo roto y limpiar lo infectado, estableciendo así la verdadera paz de Dios. Este mensaje exige una decisión: seguirlo o no, compartir su “bautismo” o no, aun si ello significa división.

Lecciones de vida:

1.    Apreciar a los profetas contemporáneos en la Iglesia: Dios sigue enviando “Jeremías” a nuestras comunidades, y es deber de los pastores escuchar sus críticas constructivas.

2.    Tener fuego en el corazón: En el bautismo recibimos la luz de Cristo y el Espíritu Santo, y se nos llamó a mantener viva esa llama. Un cristiano encendido contagia amor, servicio y fe, dejando que el fuego purifique su vida y encienda a otros.

 

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El fuego de Jesús: amor que purifica, amor que divide


Lecturas: Jer 38,4-6.8-10 / Sal 39 / Hb 12,1-4 / Lc 12,49-53
Marco: Año Jubilar – Peregrinos de la Esperanza


Introducción

Queridos hermanos:

Hoy Jesús nos habla con palabras que descolocan: “¿Piensan que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división” (Lc 12,51). Y añade algo aún más desconcertante: esa división puede darse en el seno de la misma familia, donde lo normal sería el amor y la unión.

¿Cómo puede el Príncipe de la Paz anunciar división? ¿No nos dijeron los ángeles en Belén “paz a los hombres que Dios ama”? ¿No está centrado todo el mensaje cristiano en el amor? Sí… pero un amor que es exigente, que confronta, que desenmascara lo que no es auténtico. Y por eso, cuando el Evangelio entra en serio en una vida, provoca reacciones fuertes: aceptación o rechazo, unión o ruptura.


1. El contexto histórico y humano

En tiempo de Jesús, la familia era sagrada y la autoridad del padre, incuestionable. La pertenencia al grupo era tan fuerte que era casi imposible que alguien se convirtiera sin arrastrar a todos los suyos. Por eso, las palabras de Jesús sonaban extrañas e incluso escandalosas.

El exegeta quebequense André Beauchamp explica que esta división que Jesús anuncia se hizo realidad en las primeras persecuciones: ante la amenaza de exilio, tortura o muerte, algunos mantenían su fe, otros la abandonaban, y no faltaban las denuncias entre familiares por miedo o conveniencia. La unidad familiar se resquebrajaba y quedaban “tres contra dos y dos contra tres”.

Esta es una realidad dura: el amor y la fidelidad al Evangelio no siempre son aplaudidos; a veces se pagan con soledad y conflicto.


2. Jeremías: el profeta incómodo

La primera lectura (Jer 38,4-6.8-10) nos presenta a Jeremías en una situación parecida. Sus contemporáneos lo acusan de desmoralizar al pueblo y lo arrojan a un pozo fangoso para hacerlo callar. Jeremías no predicaba para agradar, sino para salvar: anunciaba la verdad que Dios le había confiado, aunque fuera impopular.

Aquí vemos el mismo patrón que en el Evangelio: la fidelidad a la misión provoca oposición, incluso de quienes deberían apoyarnos. El profeta no busca la división por capricho, sino que esta surge como consecuencia de decir la verdad.


3. El salmo: confianza en medio de la prueba

El Salmo 39 nos pone en la piel del justo que clama desde el abismo y experimenta que Dios escucha: “Me sacó de la fosa mortal, del cieno fangoso; puso mis pies sobre roca”.

Es una respuesta al desaliento: cuando la división, el rechazo o la injusticia nos hieren, Dios no se desentiende. Él nos saca del pozo como a Jeremías, nos sostiene, nos devuelve la esperanza y nos enseña un canto nuevo.


4. La carta a los Hebreos: correr con perseverancia

La segunda lectura (Hb 12,1-4) nos invita a correr la carrera de la fe con los ojos fijos en Jesús, sin dejarnos paralizar por la oposición o el miedo. El autor sagrado nos recuerda que aún no hemos resistido “hasta derramar la sangre”, y que no estamos solos: una nube de testigos —los santos, los mártires, los que perseveraron— nos acompaña y anima.

Esta es la clave para entender el Evangelio: Jesús mismo fue el primero en pasar por la incomprensión, la división, el rechazo… y la cruz.


5. El fuego que purifica y divide

Jesús dice: “He venido a prender fuego en el mundo, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lc 12,49). Ese fuego es el Espíritu Santo que ilumina, purifica y transforma, pero que también quema lo que es falso y destruye lo que impide la vida.

  • En la política: La fe no puede ser indiferente al bien común. Denunciar la injusticia y defender la dignidad humana incomoda a quienes viven de la corrupción o el abuso.
    📖 Ejemplo: como el joven campesino que llevó a la alcaldía la carta olvidada y dijo: “Si el puente se cae, no se cae solo… se cae con nuestras vidas.”
  • En la religión: El fuego del Evangelio nos saca del devocionalismo vacío —ritos y rezos sin compromiso— y nos lleva a una fe que transforma la vida.
    📖 Ejemplo: como aquella mujer que encendía cada día una vela en el templo, pero no dejaba que esa luz iluminara su hogar y su barrio.
  • En la sexualidad: Vivida según el plan de Dios, la sexualidad es un don hermoso; usada egoístamente, se degrada.
    📖 Ejemplo: como el músico que arruinó un violín valioso por descuidarlo; así se pierde el valor de algo sagrado cuando no se cuida.

6. Año Jubilar: encender la esperanza

El Papa Francisco nos llamó Peregrinos de la Esperanza. Pero esa esperanza no es ingenua: se construye enfrentando el miedo, superando divisiones y comprometiéndose con la verdad.

En Colombia y en el mundo, el fuego de Jesús nos impulsa a trabajar por una paz verdadera, no una paz de fachada. No basta firmar acuerdos; es necesario un cambio del corazón, una renuncia sincera a la mentira, la violencia y la manipulación.


Conclusión

Jesús nos muestra hoy que el amor verdadero tiene un costo. A veces será incomprendido, rechazado o combatido. Pero es el único camino que vale la pena. No temamos la división que provoca la fidelidad al Evangelio; temamos, más bien, una falsa paz que se consigue a costa de la verdad.

En este Año Jubilar, que el fuego de Cristo encienda en nosotros la pasión por la justicia, la coherencia y la misericordia.


Oración final

Señor Jesús,
enciende en nosotros el fuego de tu Espíritu.
Que no nos asuste la incomodidad de tu Evangelio
ni la división que provoca la verdad.
Líbranos del miedo y de la fe cómoda.
Haznos valientes como Jeremías, perseverantes como los santos,
y portadores de tu paz verdadera en nuestras familias, en la Iglesia y en nuestra patria.

Amén.

 

2


 “Fuego, lucha y esperanza”



Queridos hermanos y hermanas:

Hoy la Palabra de Dios nos sorprende y, a la vez, nos interpela con fuerza. Jesús, a quien llamamos “Príncipe de la Paz”, nos dice: “He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! (…) No he venido a traer paz, sino división” (Lc 12,49.51). Son palabras que rompen cualquier imagen de un cristianismo cómodo, sin tensión, sin riesgo y sin compromiso.

1. La incomodidad del profeta

La primera lectura (Jer 38,4-6.8-10) nos presenta al profeta Jeremías, un hombre fiel a la Palabra de Dios, pero incómodo para su pueblo. Sus palabras no coinciden con los intereses de los poderosos. No predica lo que agrada a los oídos, sino lo que Dios le manda, y por eso lo arrojan a una cisterna fangosa, condenado prácticamente a morir. Sin embargo, Dios no abandona a sus siervos: un extranjero, un etíope llamado Ebed-Mélec, intercede por él y lo salva.

En Jeremías descubrimos que la fidelidad a Dios no nos asegura el aplauso ni la aprobación de todos, sino muchas veces la persecución y la incomprensión. Como decía el Papa Francisco, de feliz memoria, : “El Evangelio siempre nos pone en crisis”. Y en este Año Jubilar, nuestra misión como peregrinos de la esperanza es asumir que la verdad del Evangelio incomoda, pero también libera.

2. Correr con perseverancia

La segunda lectura (Heb 12,1-4) nos invita a imaginar la vida cristiana como una carrera. San Pablo nos dice: “Corramos con perseverancia en la carrera que nos toca, fijos los ojos en Jesús, que inicia y completa nuestra fe”. En la vida hay cansancio, hay obstáculos y hasta heridas, pero el Señor nos recuerda que Él mismo soportó la cruz por amor a nosotros. No podemos pretender un cristianismo sin esfuerzo ni renuncias: el camino de la fe es un combate espiritual.

En este sentido, el Jubileo no es un tiempo de comodidad espiritual, sino de renovación interior. Es como si el Señor nos dijera: “Sacude el polvo de tus pies, deja el peso que te frena, y corre hacia mí”.

3. El fuego de Cristo

En el Evangelio, Jesús nos habla del fuego que ha venido a traer. El fuego en la Biblia es símbolo del amor purificador de Dios, de la fuerza del Espíritu Santo y también del juicio. Ese fuego es capaz de iluminar y calentar, pero también de quemar lo que es impuro. Por eso seguir a Cristo provoca divisiones: no porque Él quiera destruir la paz verdadera, sino porque su Palabra obliga a tomar postura. Frente al Evangelio no hay neutralidad: o lo acogemos y dejamos que transforme nuestra vida, o lo rechazamos.

En tiempos de relativismo, donde todo parece negociable, Jesús nos recuerda que el discipulado no es una opción a medias, sino una entrega total, incluso si eso significa incomprensiones familiares, rechazo social o persecución. Muchos de nuestros hermanos en distintas partes del mundo siguen viviendo esta radicalidad con riesgo de su vida.

4. Salmo de confianza

El Salmo 39 (40) es el canto del creyente que, aun en medio de la persecución, proclama: “Esperé en el Señor con gran confianza, Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor”. Este es el espíritu del Año Jubilar: no caminar con miedo, sino con la certeza de que el Señor escucha y rescata, incluso cuando nos sentimos en “la cisterna” de la soledad, del sufrimiento o del desprecio.

5. Llamado para nosotros, peregrinos de la esperanza

En este Jubileo, el Papa León nos invita a ser peregrinos que encienden el fuego del Evangelio en medio del mundo. No un fuego que destruye, sino que ilumina, calienta y purifica. Un fuego que exige conversión personal, valentía profética y compromiso con la verdad. Seguir a Cristo hoy significa:

  • Decir la verdad aunque moleste.
  • Amar sin medida incluso a los enemigos.
  • Renunciar a lo que me aparta de Dios, aunque me cueste.
  • Sembrar esperanza donde otros solo ven oscuridad.

Conclusión

Jesús nos advierte que su seguimiento implica lucha, pero también nos asegura que la luz de Pascua ilumina para siempre nuestro camino. El Jubileo es el momento para decidirnos, como dice el Deuteronomio: “He puesto delante de ti la vida y la muerte… escoge la vida”.

Que María, Madre de la Esperanza, nos enseñe a guardar el fuego de su Hijo en el corazón y a compartirlo con un mundo que tanto necesita luz y calor.

 

3

El fuego que purifica y divide: un llamado a la coherencia radical



Introducción

Queridos hermanos:

El Evangelio de hoy nos sorprende: Jesús dice que no ha venido a traer paz, sino división (Lc 12,49-53). Y, sin embargo, Él es el Príncipe de la Paz. ¿Contradicción? No. La paz que trae Jesús no es ausencia de conflictos, sino fruto de la verdad y de la justicia. Cuando la luz de Cristo ilumina las tinieblas del egoísmo, la corrupción o la mentira, inevitablemente se produce una reacción, y eso puede generar división, incluso en las familias.

Las demás lecturas lo confirman: Jeremías es arrojado a un pozo por decir la verdad (Jer 38,4-6.8-10); el salmista proclama que Dios escucha el clamor del pobre (Sal 39); la carta a los Hebreos nos llama a correr con perseverancia, soportando la oposición y el rechazo (Hb 12,1-4).

El fuego de Jesús no destruye, sino que purifica, ilumina y transforma. Ese fuego toca todas las áreas de nuestra vida: la política, la religión y la sexualidad. Y cuando lo dejamos actuar, inevitablemente rompe con la tibieza y las falsas seguridades.


1. El fuego que incomoda

Jesús no es un maestro que adormece conciencias, sino que las despierta. Como el profeta Jeremías, denuncia la falsa paz y la religión de apariencias. Su fuego nos confronta en las zonas más sensibles:

a) En la política

No es raro escuchar: “Un cristiano no debe meterse en política”. Pero la política, en su sentido noble, es búsqueda del bien común. Si renunciamos a ella, dejamos el campo libre a la corrupción y al abuso.

📖 Anécdota – “La carta que nunca llegó”
En un pequeño pueblo, un grupo de campesinos escribió a la alcaldía pidiendo arreglar el único puente que unía sus cultivos con el mercado. Nunca recibieron respuesta. Un joven llevó la carta en persona y preguntó:
—¿Por qué no contestan?
El funcionario, molesto, dijo:
—Ese no es asunto suyo.
El joven respondió:
—Es asunto de todos, porque si el puente se cae, no se cae solo… se cae con nuestras vidas.

Aplicación: El fuego de Cristo nos mueve a reclamar justicia, no con violencia, sino con la fuerza de la verdad. No podemos ser espectadores pasivos del bien común.


b) En la religión

La devoción es un bien, pero el devocionalismo —la fe reducida a rezos y ritos sin compromiso— es un riesgo real. Jesús quiere una fe que salga del templo a transformar la vida diaria.

📖 Anécdota – “La vela encendida”
Una mujer mayor encendía cada día una vela en el templo. Un seminarista le preguntó:
—¿Por qué nunca la veo en las obras de la parroquia?
Ella respondió:
—Porque mi fe es entre Dios y yo.
El seminarista le dijo:
—Si esa vela no ilumina su casa, su barrio y su vida, se apaga aquí mismo, en cuanto cierre la puerta.

Aplicación: La fe verdadera es luz para el mundo. La devoción sincera nos lleva al compromiso; el devocionalismo vacío nos encierra en nosotros mismos.


c) En la sexualidad

La sexualidad es un don sagrado, creada para la fidelidad, el amor y la dignidad. Mal entendida, se degrada en pornografía, prostitución o placer egoísta.

📖 Anécdota – “El violín roto”
Un músico heredó un violín antiguo. En lugar de cuidarlo, lo dejó al sol y la humedad. La madera se torció y las cuerdas se rompieron. Un amigo le dijo:
—Ese violín estaba hecho para dar belleza, pero lo trataste como un objeto cualquiera.

Aplicación: Así es la sexualidad: cuando se cuida según el plan de Dios, embellece la vida; cuando se usa egoístamente, se deforma y hiere.


2. Del devocionalismo al compromiso

La reforma litúrgica nos dio acceso directo a la Palabra y nos hizo entender lo que rezamos. Esa luz debe sacarnos del ritualismo frío para vivir una fe activa: visitar enfermos, perdonar ofensas, ayudar a quien lo necesita. Una fe “light”, cómoda, no enciende ningún fuego.


3. El costo de la coherencia

Seguir a Cristo en serio nos expone a incomprensiones, burlas y hasta persecución. El Año Jubilar nos llama a no tener miedo de la división que provoca la verdad, siempre unida a la caridad.


4. Un fuego para Colombia

Nuestro país necesita el fuego de Jesús para una paz verdadera, no negociada con intereses ocultos. La paz duradera solo será posible cuando la justicia, la verdad y el perdón se abracen. Como Iglesia, no podemos callar ante la violencia ni acomodarnos al poder corrupto.


Conclusión

Jesús nos pregunta hoy: ¿Quieres ser tibio o arder conmigo?
El fuego de su amor no se contempla desde lejos: hay que dejarse consumir en él. Que en este Año Jubilar seamos peregrinos de la esperanza, encendiendo con nuestras obras la llama de la verdad, la justicia y el amor.


Oración final

Señor Jesús,
enciende en nosotros el fuego de tu Espíritu.
Que no nos asuste la división que provoca tu verdad,
ni la incomodidad de tu Evangelio.
Líbranos del devocionalismo que no cambia la vida
y haznos cristianos coherentes,
capaces de transformar nuestra patria y nuestra Iglesia
con el calor de tu amor.

Amén.

 

4

 

Cristianos encendidos, no congelados

 

Queridos hermanos y hermanas:

Estamos en pleno Año Jubilar “Peregrinos de la Esperanza”, y la Palabra de Dios de este domingo nos recuerda que seguir a Cristo no es un paseo cómodo, sino una misión ardiente que puede provocar división, incomodidad y hasta persecución.

1. Jeremías: el profeta incómodo

En la primera lectura (Jer 38,4-6.8-10), vemos a Jeremías fiel a la voz de Dios, aunque su mensaje resultaba impopular. No dijo lo que el pueblo quería oír, sino lo que Dios le mandaba. Por ello lo acusaron de traición y lo arrojaron a una cisterna fangosa. Su historia nos recuerda que la fidelidad a Dios puede tener un alto costo. Pero también que Dios nunca abandona a sus enviados: así como Ebed-Mélec rescató a Jeremías, el Señor siempre suscita instrumentos para salvar a sus siervos.

En este Jubileo, estamos llamados a ser “profetas incómodos” que denuncian la injusticia y anuncian la verdad, aunque eso signifique remar contra la corriente.

2. Pablo: correr la carrera hasta el final

La segunda lectura (Heb 12,1-4) nos anima a correr con perseverancia, fijos en Jesús, el “pionero y perfeccionador” de nuestra fe. Los cristianos de origen judío eran rechazados por su antigua comunidad, pero Pablo les recuerda que están rodeados de una “nube de testigos” que los alienta desde el cielo.

Nosotros también tenemos que despojarnos de todo peso, de todo pecado que frena nuestra carrera, para llegar a la meta. El Jubileo es una oportunidad para revisar nuestra vida y dejar lo que nos impide avanzar.

3. Jesús: traer fuego y división

En el Evangelio (Lc 12,49-53), Jesús nos sorprende con palabras fuertes: “He venido a traer fuego a la tierra… No he venido a traer paz, sino división”. Ese fuego es el Espíritu Santo, es el amor que purifica y la justicia que transforma. Pero también es una fuerza que provoca reacciones: algunos lo acogen y otros lo rechazan.

Por eso, seguir a Cristo no es neutral: nos obliga a decidir. Y esa decisión puede dividir incluso a las familias, porque el Evangelio confronta nuestras prioridades y exige que Cristo esté por encima de todo vínculo humano.

4. El Salmo: confiar en medio de la prueba

El Salmo 39 nos recuerda: “Señor, ven pronto a socorrerme”. Jeremías pudo haberlo rezado desde la cisterna. Nosotros lo rezamos cuando el mundo no entiende nuestras opciones de fe. Y el Señor nos saca del fango, nos da un lugar firme y nos pone un canto nuevo.

5. Peregrinos de la esperanza con el corazón encendido

En este Año Jubilar, el Papa nos invita a ser cristianos encendidos, no congelados. Encendidos en la fe, en la caridad, en la esperanza. No podemos ser “cristianos inofensivos” que no incomodan a nadie; debemos ser testigos valientes que arden con el fuego del Espíritu y contagian a otros.

Preguntas para nosotros hoy:

  • ¿Mi fe enciende o adormece?
  • ¿Hay algo que deba dejar para correr mejor hacia Cristo?
  • ¿Estoy dispuesto a sufrir incomprensiones por el Evangelio?

Conclusión

Jesús no quiere que vivamos tibios. Él nos llama a encender la tierra con su amor, a purificar nuestras vidas y a ser luz para un mundo en tinieblas. Que María, Madre de la Esperanza, nos enseñe a guardar el fuego de su Hijo y a llevarlo con valentía allí donde más se necesita.

 

5

El fuego que purifica y divide para salvar

 

1. Introducción: el fuego que trae Jesús

Queridos hermanos, las palabras del Evangelio de hoy suenan duras y hasta desconcertantes:

“¿Creen que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división” (Lc 12,51).

Jesús, que tantas veces nos habló de la paz, hoy afirma que su presencia genera fuego y división. No se trata de una contradicción, sino de una verdad profunda: el Evangelio es fuerza transformadora, y cuando una luz entra en medio de la oscuridad, inevitablemente provoca contraste, reacción y a veces resistencia.

Estamos en el Año Jubilar, tiempo de gracia en que el Papa nos ha invitado a caminar como peregrinos de la esperanza. Esta peregrinación nos recuerda que no se puede seguir a Cristo de manera tibia, porque Él vino a encender en nosotros un fuego que purifica, que incomoda y que transforma.


2. La primera lectura: Jeremías, profeta incomprendido

La figura de Jeremías nos ayuda a comprender este mensaje. En la primera lectura (Jer 38,4-6.8-10), lo vemos arrojado a una cisterna por anunciar la verdad incómoda de Dios. Sus palabras no eran halagos, sino denuncia contra la injusticia y el pecado de su pueblo.
El profeta experimenta en carne propia que la Palabra de Dios divide: unos lo apoyan, otros lo persiguen. Jeremías no buscaba pleitos, pero ser fiel a Dios lo llevó a enfrentar la oposición.

Hoy también la Iglesia está llamada a ser profética, a no callar ante las injusticias, la corrupción, la violencia, la indiferencia ante los pobres. Y eso, inevitablemente, genera contradicción, incluso dentro de nuestras familias, comunidades o países.


3. El salmo: esperar confiados en el Señor

El Salmo 39 nos recuerda:

“Esperé en el Señor con gran confianza; Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor”.

La fidelidad al Evangelio puede costar lágrimas, incomprensiones y sufrimientos, como a Jeremías. Pero el salmista nos asegura que Dios no abandona al que confía en Él. El fuego de Cristo no es un fuego destructor, sino un fuego que salva, que limpia, que enciende la esperanza en medio de las pruebas.


4. La segunda lectura: correr la carrera de la fe

La carta a los Hebreos (12,1-4) nos invita a correr con constancia la carrera de la fe, teniendo la mirada fija en Jesús.
El autor nos recuerda que estamos rodeados de una “nube de testigos” que ya lucharon y vencieron, entre ellos los mártires, santos y hombres y mujeres que nos precedieron en la fe. Ellos no se dejaron vencer por el cansancio ni por la persecución, porque sabían que la meta era Cristo mismo.

En este Año Jubilar, estamos llamados a unirnos a esa procesión de testigos que no se dejaron apagar el fuego del amor de Dios. Y se nos advierte: todavía no hemos resistido “hasta la sangre” en nuestra lucha contra el pecado. Es decir, todavía queda camino por recorrer, valentía por demostrar y fuego por avivar.


5. El Evangelio: fuego y división

El Evangelio de Lucas nos golpea con fuerza:

“He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lc 12,49).

Ese fuego es el Espíritu Santo, es el amor ardiente de Dios, es la misericordia que brota de la cruz. Pero no todos lo aceptan. Algunos lo rechazan, otros lo apagan, otros lo ridiculizan.
Por eso Jesús habla de división: en una misma familia, unos estarán de su lado y otros no. No porque Él quiera romper la paz, sino porque la verdad divide entre la luz y la oscuridad, entre el pecado y la gracia, entre el sí y el no a Dios.

Y aquí viene la enseñanza clave: no se puede ser cristiano a medias. O dejamos que Cristo encienda en nosotros su fuego, o terminaremos apagados, tibios, sin esperanza.


6. Aplicación pastoral y psicológica

Hermanos, este mensaje nos toca muy de cerca. En nuestras familias y comunidades, muchas veces sentimos esa división de la que habla Jesús. ¿Quién no ha sufrido tensiones porque unos quieren caminar en la fe y otros se burlan de ello? ¿Quién no ha experimentado la soledad de defender valores cristianos en medio de un mundo que piensa diferente?

Desde una mirada psicológica, esta tensión puede ser dolorosa, pero también necesaria para crecer en identidad y en autenticidad. El conflicto, bien asumido, no destruye: purifica y hace madurar. Jesús nos invita a no temer esa división, sino a vivirla como un paso de fidelidad a la verdad.


7. Año Jubilar: peregrinos de la esperanza

El Jubileo es un tiempo para decidir de qué lado queremos estar. ¿De los que apagan el fuego o de los que lo dejan arder?
Hoy el Señor nos dice: “No tengan miedo de las divisiones ni de las incomprensiones. Yo estoy con ustedes. Mi fuego es más fuerte que sus dudas. Mi Espíritu los hará testigos de esperanza en medio de un mundo dividido”.

Ser peregrinos de la esperanza significa caminar con la antorcha de la fe encendida, aunque haya viento en contra. Significa, como Jeremías, no callar la verdad. Como el salmista, confiar en Dios en las pruebas. Como los testigos de Hebreos, correr con perseverancia. Y como Jesús, abrazar la cruz que purifica y salva.


8. Conclusión: oración final

Queridos hermanos, pidamos al Señor en esta Eucaristía que su fuego arda en nuestros corazones. Que no tengamos miedo de ser distintos, de ser profetas, de ser luz en medio de la oscuridad.
Y que en este Año Jubilar podamos ser verdaderamente peregrinos de esperanza, llevando la paz de Cristo, aunque pase primero por la cruz y la división.

Oración:
Señor Jesús, enciende en nosotros el fuego de tu amor. Haznos valientes para seguirte, aunque cueste incomprensiones o divisiones. Danos la gracia de confiar en Ti como Jeremías, de correr la carrera como los testigos de la fe, y de vivir siempre como hijos de la esperanza. Amén.

 

Referencias bibliográficas


https://www.prionseneglise.ca/textes-du-jour/commentaire/2025-08-17

https://padregusqui.blogspot.com/2019/08/18-de-agosto-del-2019-20o-domingo-del.html

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