Santo del día:
Santa Rosa de Lima
1586-1617.
Oración, caridad y austeridad: tres palabras que resumen la existencia de esta
terciaria peruana, dominica y primera santa de América.
Valorar lo esencial
(Mt 13, 44-46) Este
evangelio de la memoria de nuestra doncella peruana, nos habla del tesoro
escondido y de la perla preciosa por la que vale la pena dejarlo todo.
Santa Rosa de Lima descubrió
en Cristo ese tesoro y lo eligió como único Esposo de su vida. Escuchemos con
atención, y dejemos que también nosotros aprendamos a valorar lo esencial: el
Reino de Dios, que es amor y entrega total al Señor.
Primera lectura
2
Cor 10, 17 – 11, 2
Los
he desposado con un solo marido, para presentarlos a Cristo como una virgen
casta
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios.
HERMANOS:
El que se gloría, que se gloríe en el Señor, porque no está aprobado el que se
recomienda a sí mismo, sino aquel a quien el Señor recomienda.
¡Ojalá me toleraran algo de locura!; aunque ya sé que me la toleran.
Tengo celos de ustedes, los celos de Dios, pues los he desposado con un solo
marido, para presentarlos a Cristo como una virgen casta.
Palabra de Dios.
Palabra de Dios.
Salmo
Sal
148, 1bc-2. 11-13a. 13c-14 (R.: cf. 12a. 13a)
R. Aleluya.
O
bien:
R. Jóvenes y doncellas,
alaben el nombre del Señor.
V. Alaben al Señor en el
cielo,
alaben al Señor en lo alto.
Alábenlo todos sus ángeles;
alábenlo todos sus ejércitos. R.
V. Reyes del orbe
y todos los pueblos,
príncipes y jueces del mundo,
los jóvenes y también las doncellas,
los ancianos junto con los niños,
alaben el nombre del Señor. R.
V. Su majestad sobre el
cielo y la tierra.
Él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido. R.
Aclamación
R. Aleluya, aleluya,
aleluya.
V. Permanezcan en mi
amor —dice el Señor—; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto
abundante. R.
Evangelio
Mt
13, 44-46
Vende
todo lo que tiene y compra el campo
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
EN aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido
en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder
y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el
campo.
El reino de los cielos se parece también a un comerciante
de perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va
a vender todo lo que tiene y la compra».
Palabra del Señor.
Homilía
Introducción
Queridos
hermanos y hermanas en Cristo:
Hoy la Iglesia nos invita a celebrar con alegría y
gratitud la memoria de Santa Rosa de Lima, primera santa de América
Latina, patrona de nuestro continente y testimonio luminoso de santidad. Su
vida sencilla y radical nos recuerda que la santidad no es un privilegio de
unos pocos, sino una vocación universal. Al mismo tiempo, al ser sábado,
recordamos a la Santísima Virgen María, madre y modelo de discípula,
bajo cuyo manto se cobijan los santos, como Rosa, que aprendió de ella a
guardar la Palabra en su corazón y a entregarse sin reservas a Cristo.
En este Año Jubilar, "Peregrinos de la
Esperanza", miramos a Santa Rosa y a María como guías en nuestro
propio camino de fe. Ellas nos enseñan que el verdadero tesoro de la vida se
encuentra en el amor a Dios y en la entrega generosa a los demás.
La gloria de Dios en nuestra
pequeñez (2 Cor 10, 17 – 11, 2)
San Pablo nos recuerda hoy: “El que se gloría,
que se gloríe en el Señor”. No se trata de vanagloriarnos de nuestras
obras, de nuestros méritos humanos, sino de reconocer que todo lo que somos y
hacemos proviene de Dios. Santa Rosa vivió esto con radicalidad. Desde joven
entendió que la belleza, la inteligencia o los dones personales no debían ser
motivo de orgullo, sino de servicio y oblación.
Ella misma, para no dejarse atrapar por la vanidad,
eligió austeridades y penitencias que hoy nos pueden parecer extremas, pero que
en su tiempo eran un signo de libertad interior frente al afán de protagonismo.
Su vida nos enseña a los cristianos de hoy, inmersos en un mundo de apariencias
y redes sociales, que nuestra verdadera gloria está en ser “esposa de Cristo”,
como dice Pablo: pertenecerle totalmente al Señor.
La creación alaba a su Señor (Sal
148)
El salmo responsorial convoca a toda la creación a
alabar a Dios: ángeles, reyes, jóvenes y ancianos. Santa Rosa, con su
sensibilidad, percibía la creación como un reflejo de la bondad divina. Se
cuenta que en su jardín, donde cultivaba flores y medicinas, pasaba largos
ratos en oración. Ese jardín se convirtió en su “claustro”, donde la naturaleza
misma se unía a su alabanza.
Aquí podemos conectar con la memoria de María en
sábado: ella es la mujer que canta el Magníficat, un cántico en sintonía
con el Salmo 148. Tanto María como Rosa nos recuerdan que la vida es un canto
de alabanza, aun en medio del dolor, y que la creación entera se orienta hacia
Dios.
El tesoro escondido y la perla
preciosa (Mt 13, 44-46)
El Evangelio nos presenta dos parábolas muy breves
y muy intensas: el hombre que encuentra un tesoro escondido y el comerciante
que busca perlas finas. Ambos venden todo lo que tienen para poseer aquello que
descubrieron. Ese tesoro es Cristo mismo, su amor, su Reino.
Santa Rosa descubrió ese tesoro en la Eucaristía y
en la oración. Decidió vender todo lo que el mundo le ofrecía —comodidades,
proyectos de matrimonio, prestigio social— para consagrarse radicalmente a
Dios. Su vida fue una parábola viviente de estas palabras de Jesús. En un
contexto difícil, de desigualdades y tensiones sociales, ella se hizo pobre con
los pobres, consoló a los enfermos y fue misionera sin salir de su tierra.
Hoy, en el marco del Año Jubilar, estas parábolas
nos interpelan: ¿cuáles son nuestros tesoros? ¿Qué nos impide venderlo todo
para seguir a Cristo? Quizás no se trata de renunciar a bienes materiales, sino
de dejar los egoísmos, las seguridades falsas, los apegos que nos atan. Santa
Rosa y la Virgen María nos animan a buscar primero el Reino, seguros de que lo
demás se nos dará por añadidura.
Aplicación pastoral y jubilar
En este tiempo de gracia jubilar, donde somos
llamados “Peregrinos de la Esperanza”, la figura de Santa Rosa nos anima a:
1. Vivir la humildad: no gloriarnos de lo que tenemos
o hacemos, sino reconocer que todo es don de Dios.
2. Orar con el corazón: como Rosa en su celda y en su
jardín, como María en Nazaret, hacer de nuestra vida un espacio de encuentro
con Dios.
3. Comprometernos con los más
necesitados: Santa
Rosa cuidaba a los enfermos y marginados de Lima; nosotros estamos llamados a
ser presencia de consuelo en medio de tantas pobrezas materiales y
espirituales.
4. Buscar lo esencial: venderlo todo, como el hombre del
Evangelio, para quedarnos con lo único necesario: Cristo.
Conclusión
Queridos hermanos, que este día dedicado a Santa
Rosa de Lima y a la Virgen María sea para nosotros un recordatorio de que el tesoro
más grande es Jesucristo. Ellas nos invitan a descubrirlo, a cuidarlo y a
dar la vida por Él.
Pidamos al Señor, por intercesión de Santa Rosa y
de la Virgen María, que nos conceda la gracia de ser verdaderos peregrinos de
la esperanza: humildes, orantes, solidarios y fieles al Reino que no pasa.
Oración final
Señor
Jesús, tesoro escondido y perla preciosa,
haz que como Santa Rosa de Lima y la Virgen María
sepamos dejarlo todo para seguirte.
Que nuestra gloria sea sólo tu cruz y tu resurrección,
y que en este Año Jubilar, caminando como peregrinos de la esperanza,
aprendamos a alabar tu Nombre con toda la creación
y a servirte en cada hermano que sufre.
Amén.
*********
23 de agosto:
Santa Rosa de Lima, virgen — Memoria opcional
1586–1617
Patrona de las Américas, del Perú, de los bordadores, floristas, jardineros,
costureros y de las personas ridiculizadas por su piedad.
Invocada contra la vanidad y el amor propio.
Canonizada por el Papa Clemente X en 1671
Cita:
Señor, aumenta mis sufrimientos, y con ellos aumenta tu amor en mi corazón…
Fuera de la cruz no hay otra escalera por la cual podamos llegar al Cielo.
~Santa Rosa de Lima
Reflexión:
En 1532, los exploradores españoles llegaron al
actual Perú. Pronto codiciaron la plata y el oro que abundaban en este Nuevo
Mundo. Durante los siguientes años, misioneros mercedarios, dominicos,
franciscanos y agustinos llegaron en barcos españoles con el propósito de
compartir el Evangelio hasta los confines de la tierra. Los misioneros
intentaban moderar a los conquistadores españoles, a menudo brutales. En 1537,
el papa Paulo III, preocupado por los informes de crueldad española hacia los
pueblos nativos, emitió una bula papal llamada Sublimis Deus en la cual
destacó la dignidad intrínseca de los nativos, pidió el fin de la crueldad y
animó a los misioneros a compartir el Evangelio en estas nuevas tierras para
que todos pudieran conocer y amar a Cristo. En 1541, el papa estableció la
diócesis de Lima y nombró a su primer obispo, acelerando los esfuerzos
misioneros.
La santa de hoy, Santa Rosa de Lima, nació en la
ciudad capital del recién establecido Virreinato del Perú, gobernado por el
Reino de España, cincuenta y cinco años después de que llegaran los primeros
conquistadores españoles y comenzaran a colonizar el territorio. Nació como
Isabel Flores de Oliva, la séptima de once hijos. Se dice que recibió el apodo
de “Rosa” poco después de nacer cuando una de las sirvientas de la familia dijo
que vio transformarse el rostro de la niña en una rosa. Su padre era español y
miembro del ejército español. Aunque su madre había nacido en Perú, al menos
uno de sus padres era un colono español. Ambos padres de Isabel eran católicos
devotos que inculcaron una fe profunda a sus hijos desde temprana edad.
De niña, Isabel manifestó una profunda devoción a
Dios. Se dice que con frecuencia pasaba largos períodos de oración en medio de
la noche ante un pequeño altar que había montado en su habitación. A los once
años, recibió el sacramento de la Confirmación y tomó formalmente el nombre de
Rosa. Lo más probable es que su confirmación la administrara el obispo
diocesano que más tarde fue canonizado como San Toribio de Mogrovejo.
Cuando Rosa maduró y se convirtió en una joven, era
conocida por su belleza física, llamando la atención de muchos jóvenes y de sus
familias, quienes la consideraban una futura esposa ideal. Sin embargo, Rosa no
tenía interés en casarse y quería ser monja. Le preocupaba que su belleza fuera
una distracción e incluso una tentación para otros. Su remedio fue cortarse el
cabello para hacerse menos atractiva. También se frotaba el rostro con pimienta
y las manos con jugo de limón para hacer su piel menos agradable a los jóvenes.
Aunque esto pueda parecer extremo, su intención era permanecer pura para Dios y
tomar a Jesús como su único Esposo. Aunque su padre le negó durante años el
permiso para hacerse monja, finalmente accedió a su deseo de no casarse,
permitiéndole vivir en una pequeña cabaña en la propiedad familiar donde
pudiera estar con su Esposo divino en soledad y oración.
Su cabaña, o ermita, se convirtió en un lugar donde
Rosa realizaba obras de caridad. Llevaba allí a pobres y enfermos, les daba de
comer y cuidaba de ellos hasta su recuperación. Para mantenerse a sí misma y a
su familia, que pasaba por dificultades, vendía en el mercado encajes y
bordados que hacía, así como flores que cultivaba. Tras conocer la vida de
Santa Catalina de Siena, buscó imitarla. Practicó severas penitencias: dormía
en el suelo, llevaba una corona de espinas cuando estaba sola en su habitación,
ayunaba e imponía numerosas penitencias cada día. Eventualmente decidió
abstenerse de la carne. Pronto descubrió que las penitencias abrían la puerta a
una abundancia espiritual. Una vez descubrió esto, nunca volvió atrás. Asistía
a misa diariamente y adoraba al Santísimo Sacramento en la iglesia.
Cuando cumplió veinte años, como no pudo hacerse
monja, siguió los pasos de su modelo, Santa Catalina de Siena, y se convirtió
en miembro laico de la Tercera Orden de Santo Domingo. Continuó con su vida de
oración y penitencia continua, durmiendo sólo dos horas por noche para disponer
de más tiempo para orar. Su cama estaba hecha de vidrio roto, piedras, tejas y
espinas. Llevaba continuamente su corona de espinas, que le perforaba el
cráneo, pero estaba cubierta de rosas para ocultar los clavos de metal. Usaba
una cadena de púas alrededor de la cintura. Sus ayunos eran extremos, sus
penitencias duplicadas, pero para Rosa la vida era buena, muy buena, y no podía
ser más feliz.
Durante los siguientes once años, Rosa llevó una
vida hermosa y escondida. Continuó sus obras de caridad y entró profundamente
en unión con Dios. Algunos santos hacen grandes cosas de manera visible en el
mundo y en la Iglesia. Algunos dan testimonio supremo de su fe mediante el
martirio. Otros ingresan o fundan órdenes religiosas, u organizan nuevos
movimientos en la Iglesia. Rosa se hizo santa porque entró en unión divina, en
la “séptima morada”, lo que se ha llamado “matrimonio espiritual” con su
Salvador. Durante esos once años de su vida, con frecuencia tuvo visiones de
Jesús, de la Madre de Dios y de los santos, con quienes conversaba y recibía
guía espiritual. Entraba en éxtasis y arrobamientos, y experimentaba
innumerables gracias espirituales interiores de su Señor. Uno de los mayores
dones que recibió de su Esposo divino fueron largos períodos de sequedad
espiritual dolorosa. Esta cruz interior produjo abundante fruto, ya que
perseveró en su fidelidad a su Esposo, profundizando así su unión con Él. A
medida que se completaron sus purificaciones interiores y se desprendió completamente
del egoísmo, su alma fue inundada con la recompensa de la presencia manifiesta
de Jesús. Él se comunicaba con ella como su amada.
Debido a su íntima unión con Dios, Rosa pudo
predecir el día de su propia muerte. Su Señor la quería plenamente con Él en el
Cielo, por lo que, a la edad de treinta y un años, Jesús la llevó consigo,
donde podría vivir para siempre unida a Él. El arzobispo celebró su misa
fúnebre, y fue rápidamente reconocida como santa. Alrededor de cincuenta años
después de su muerte, fue canonizada en la tierra, siendo la primera de las
Américas en recibir ese honor. Se le habían atribuido milagros en vida, y
continuaron después de su muerte. Una leyenda afirma que, tras su
fallecimiento, toda Lima percibió olor a rosas que caían del cielo.
La vida de Santa Rosa de Lima nos revela muchas
cosas. La penitencia es buena, pero se necesita gran santidad para descubrir
esta misteriosa y profunda verdad. La “buena vida” no es la que está llena de
éxitos mundanos, riquezas u honores, sino la que se descubre sólo en un acto de
unión divina. Además, quienes hacen la mayor diferencia en este mundo para el
bien son aquellos que se entregan radical y completamente al servicio de Dios,
sin reservarse nada, para que Dios pueda tomar para sí todo lo que son. Al
honrar a esta gran santa del Perú, contemplemos su vida simple y escondida.
Todos podemos imitar su vida y virtudes, aunque la profundidad de su oración y
compromiso con la penitencia puedan parecer intimidantes al principio.
Intentemos descubrir las verdades que ella descubrió, e imitémosla tomando al
menos una decisión pequeña cada día para vivir una vida más profunda de oración
y penitencia. Desde el Cielo, nunca lamentaremos tal decisión.
Oración:
Santa
Rosa de Lima, te enamoraste de tu Señor a temprana edad, y desde ese momento no
pudiste elegir a nadie más. Jesús tomó tu amor y te transformó en un faro de
luz que brillaba desde tu pequeña ermita. Por favor, ruega por mí, para que yo
pueda descubrir lo que tú descubriste, de modo que entre más profundamente en
una vida de oración y penitencia, y a través de estas prácticas, entre en unión
con mi Señor. Santa Rosa de Lima, ruega por mí.
Jesús, en Ti confío.
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