1. Una voz que el mundo quiere silenciar
Hoy vivimos en un tiempo en el que levantar la voz para defender los valores cristianos
y la Voluntad de Dios se ha vuelto un acto de valentía. Las redes sociales y
los medios de comunicación suelen premiar lo que degrada la moral y ridiculiza
la fe. Jesús ya nos advirtió: «Si
el mundo los odia, sepan que me ha odiado a mí antes que a ustedes»
(Jn 15,18).
2. Silencio y proclamación en la vida cristiana
En el contexto católico, el silencio no siempre es complicidad: puede ser un
tiempo para escuchar profundamente la voz de Dios, discernir su voluntad y
prepararse para la acción. Puede evitar responder con ira a la provocación y
prevenir conflictos innecesarios (cf. Sant 1,19). Pero la proclamación es un
deber: «Vayan por todo el
mundo y proclamen el Evangelio a toda criatura» (Mc 16,15). La
misión de la Iglesia es anunciar a Jesucristo mediante la predicación, la
catequesis, la liturgia, la acción social y el testimonio personal.
3. El equilibrio necesario
La vida cristiana exige un equilibrio: el silencio que escucha y el anuncio que
proclama. Sin silencio, la proclamación puede ser vacía; sin proclamación, el
silencio se vuelve estéril. Ambos son necesarios para el crecimiento espiritual
y para la misión evangelizadora.
4. Lo sagrado convertido en burla
En nuestro tiempo, lo sagrado es tratado con ligereza: se hacen bromas sobre la
Eucaristía, se caricaturiza a los sacerdotes y se desprecia lo santo. La
Palabra es clara: «No tomarás
el nombre del Señor tu Dios en vano» (Ex 20,7) y «No den lo sagrado a los perros»
(Mt 7,6). Defender la fe implica no callar ante estas ofensas, aunque cueste
ser impopular.
5. El peligro de callar cuando hay que hablar
El profeta Ezequiel recibió esta advertencia: «Si tú no adviertes al malvado… de ti pediré cuenta de su
sangre» (Ez 33,8). Hay silencios prudentes, pero también hay
silencios culpables. No podemos dejar que el mal avance sin resistencia por
miedo al rechazo.
6. Un mundo que se parece cada vez más a Sodoma
En Colombia, la natalidad disminuye, el matrimonio se desprecia, muchos jóvenes
prefieren uniones sin compromiso y la mentalidad antinatalista se expande.
Paralelamente, se normalizan prácticas contrarias a la ley divina, mientras la
televisión y el entretenimiento glorifican el libertinaje y degradan la
dignidad humana. Jesús advirtió: «Como
en los días de Lot… llovió fuego y azufre del cielo» (Lc 17,28-29).
La historia se repite cuando la humanidad se aleja de Dios.
7. Formas de proclamar la verdad en tiempos de silencio
social
·
Testimonio personal: vivir la fe de manera
coherente, incluso ante la incomprensión o el rechazo (cf. Mt 5,16).
·
Acción social: trabajar por la
justicia, la paz y la defensa de los más vulnerables (cf. Is 1,17).
·
Enseñanza y catequesis: transmitir la fe a las
nuevas generaciones con claridad y amor (cf. 2 Tim 4,2).
·
Uso de medios de comunicación: evangelizar y
denunciar injusticias con prudencia y discernimiento (cf. Mt 10,27).
8. El llamado urgente a la conversión
El mensaje no cambia: «Conviértanse
y crean en el Evangelio» (Mc 1,15). Dios quiere que todos se salven
(Ez 18,23), pero la decisión no puede postergarse. El Apocalipsis es
contundente: «No eres frío ni
caliente… estoy para vomitarte de mi boca» (Ap 3,15-16).
9. Nuestra misión como creyentes
Quienes creemos en Dios y en su proyecto estamos llamados a:
·
Permanecer
firmes en la oración (1 Tes 5,17).
·
Dar
testimonio valiente de la fe.
·
Proclamar
la verdad desde los “techos modernos” de las redes sociales, sin miedo a las
críticas.
Conclusión:
En tiempos de silencio, proclamar la verdad es un compromiso valiente y
consciente. Exige escuchar al Espíritu Santo, confiar en la gracia de Dios y
vivir el Evangelio sin concesiones. Como dijo San Pablo: «Predica la Palabra, insiste a tiempo y
a destiempo» (2 Tim 4,2). Solo así podremos ser luz en medio de la
oscuridad.
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