Santa Edith Stein
1891-1942. «Quien
busca la verdad busca a Dios, sea consciente de ello o no», escribió esta
filósofa de origen judío, que ingresó en el Carmelo con el nombre de Teresa
Benedicta de la Cruz. Murió en Auschwitz. Copatrona de Europa desde 1999.
Escuchar, creer y vivir para Dios
(Dt 6,4-13 / Sal 18(17),2-3a.3bc-4. 47 y 51ab (R. 2) /
Mt 17,14-20) Hoy, la Palabra de Dios
nos recuerda lo esencial de nuestra fe: “Escucha, Israel: el Señor es nuestro
Dios, el Señor es uno” (Dt 6,4). Amar a Dios con todo el corazón,
confiar en Él y poner en sus manos nuestras luchas es el camino seguro de vida.
El salmista proclama: “Tú eres mi Dios, el peñasco donde me refugio”,
y el Evangelio nos invita a tener una fe viva, aunque sea tan pequeña como un
grano de mostaza, capaz de mover montañas y abrir caminos imposibles.
En este espíritu de amor y confianza, recordamos hoy a Santa Edith Stein,
filósofa y buscadora incansable de la verdad, que encontró en Cristo la plenitud
de su vida y entregó su existencia como mártir de la fe. Que su testimonio nos
inspire a escuchar, creer y vivir para Dios con todo nuestro ser.
Primera
lectura
Amarás al
Señor, tu Dios, con todo tu corazón
Lectura del libro del Deuteronomio.
MOISÉS dijo al pueblo:
«Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues,
al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus
fuerzas.
Estas palabras que yo te mando hoy estarán en tu corazón, se las repetirás a
tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y
levantado; las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una señal;
las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales.
Cuando el Señor, tu Dios, te introduzca en la tierra que había de darte, según
juró a tus padres, Abrahán, Isaac y Jacob, con ciudades grandes y ricas que tú
no has construido, casas rebosantes de riquezas que tú no has llenado, pozos ya
excavados que tú no has excavado, viñas y olivares que tú no has plantado, y comas
hasta saciarte, guárdate de olvidar al Señor que te sacó de Egipto, de la casa
de esclavitud.
Al Señor, tu Dios, temerás, a él servirás y en su nombre jurarás».
Palabra de Dios.
Salmo
R. Yo te amo,
Señor; tú eres mi fortaleza.
V. Yo te amo,
Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R.
V. Dios
mío, peña mía, refugio mío,
escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos. R.
V. Viva el
Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador.
Tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu ungido. R.
Aclamación
V. Nuestro
Salvador, Cristo Jesús, destruyó la muerte, e hizo brillar la vida por medio
del Evangelio. R.
Evangelio
Si tuvieran
fe, nada les sería imposible.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
EN aquel tiempo, se acercó a Jesús un hombre que, de rodillas, le dijo:
«Señor, ten compasión de mi hijo que es lunático y sufre mucho: muchas veces se
cae en el fuego o en el agua. Se lo he traído a tus discípulos y no han sido
capaces de curarlo».
Jesús tomó la palabra y dijo:
«¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes, hasta
cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo».
Jesús increpó al demonio y salió; en aquel momento se curó el niño.
Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte:
«¿Y por qué no pudimos echarlo nosotros?».
Les contestó:
«Por su poca fe. En verdad les digo que, si tuvieran fe como un grano de
mostaza, le dirían a aquel monte: “Trasládate desde ahí hasta aquí”, y se
trasladaría. Nada les sería imposible».
Palabra del Señor.
1
“Escucha, Israel… y confía”
Lecturas: Dt 6,4-13; Sal 17; Mt 17,14-20
Memoria: Bienaventurada Virgen María en sábado
Marco: Año Jubilar Peregrinos de la Esperanza
6.
Introducción: Un llamado a escuchar y confiar
Queridos
hermanos y hermanas,
La Palabra de Dios hoy nos invita a volver a lo esencial. En el Deuteronomio
escuchamos las primeras palabras del Shema Israel, esa oración que todo
judío recita al amanecer y al anochecer:
“Escucha,
Israel: el Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Dt 6,4-5).
Este
mandato no es solo una regla de fe, es una declaración de amor. Dios pide que
su amor sea la raíz de nuestras acciones, la fuente de nuestra esperanza y la
meta de nuestra vida. Y en este Año Jubilar, cuando somos llamados Peregrinos
de la Esperanza, el Señor nos recuerda que la esperanza nace precisamente
de esa escucha atenta y de ese amor confiado.
2. El Shema: amor que se vive y se transmite
En la
tradición judía, los versículos del Shema no se quedan en un recitado
mecánico; se llevan en el corazón y en la vida. Por eso el texto manda que se
graben “en la memoria”, que se aten “a la muñeca como signo” y se coloquen “en
la frente como señal”, e incluso que se escriban “en las jambas de la casa y en
los portales”.
El
mensaje es claro: la fe no es algo escondido o íntimo solamente; es visible,
pública, encarnada. Lo que se ama se recuerda, se repite y se vive.
Y aquí la Virgen María nos enseña como nadie: ella guardaba todas las cosas
y las meditaba en su corazón (Lc 2,19), pero también las transmitía con gestos,
con su presencia, con su servicio. María llevó la Palabra en su corazón… y en
sus brazos.
En este
Año Jubilar, llevar la Palabra y vivirla significa que nuestras casas, nuestras
conversaciones y nuestras redes sociales deberían ser “jambas y portales” donde
otros puedan leer el amor de Dios.
3. El Evangelio: la fe que mueve lo imposible
En el
Evangelio, un padre angustiado trae a su hijo atormentado por un espíritu que
lo destruye. Los discípulos han intentado ayudar, pero no han podido. Jesús
entonces señala lo esencial:
“Si
tuvieran fe como un grano de mostaza, dirían a este monte: ‘Trasládate de aquí
allá’, y se trasladaría” (Mt 17,20).
Aquí
vemos dos cosas:
- Nuestra impotencia: como los discípulos,
muchas veces no tenemos fuerzas para cambiar ciertas realidades.
- La potencia de la fe: aunque sea pequeña como un
grano de mostaza, si está viva y confiada en Dios, abre caminos donde
parecía que no había salida.
El Shema
nos recuerda a Quién amamos; el Evangelio nos recuerda cómo amamos: con fe.
Y esa fe no elimina las dificultades, pero sí nos coloca en la posición
correcta: dejar que Dios tome el control.
4. Aplicación pastoral y jubilar
Hoy, en
este tiempo de gracia, el Señor nos llama a dos actitudes:
1.
Escuchar: Vivimos
en un mundo saturado de ruidos. Escuchar implica silencio interior,
discernimiento y apertura. Escuchar a Dios es dejar que su Palabra penetre y
transforme nuestra agenda, nuestras decisiones y nuestras prioridades.
2.
Confiar: La fe
es decirle a Dios: “Señor, aunque no entienda, confío en Ti”. Los jubilosos son
peregrinos que avanzan no porque tengan todas las respuestas, sino porque
conocen a Aquel que es el Camino.
Como
comunidad cristiana, somos enviados a encarnar este amor y esta fe. Cuando la
sociedad se llena de miedo, nuestra presencia debe ser signo de esperanza.
Cuando las familias se dividen, nuestra fe debe ser puente. Cuando parece
imposible, debemos recordar que la oración abre nuevas perspectivas.
5. La Virgen María, modelo de fe y escucha
En este
sábado mariano, miremos a María. Ella es la primera discípula que escuchó: “Hágase
en mí según tu palabra”. Ella es la mujer que confió incluso al pie de la
cruz, cuando todo parecía perdido. Y en el Cenáculo, ella enseñó a la Iglesia
naciente que la fe persevera en la oración hasta que llegue el Espíritu.
Pidámosle
que nos enseñe a amar a Dios con todo el corazón, a grabar su Palabra en
nuestras vidas, y a confiar incluso cuando el horizonte se nubla.
6. Conclusión
Queridos
hermanos,
El Shema Israel nos recuerda que la fe es escuchar, amar y vivir; el Evangelio
nos recuerda que la fe es confiar, aunque sea del tamaño de una semilla. En
este Año Jubilar, pidamos la gracia de vivir como verdaderos peregrinos de la
esperanza:
- Con el corazón lleno de la
Palabra.
- Con la fe puesta en el
Señor.
- Con las manos abiertas para
servir.
Oración final
Señor,
Tú eres nuestro único Dios y nuestro mayor tesoro.
Por tu Hijo Jesucristo nos has liberado de la esclavitud del pecado
y nos has dado tu amor como herencia.
Aumenta nuestra fe para que, como María,
guardemos tu Palabra y la vivamos en cada instante.
Haznos peregrinos que siembren esperanza
en las familias, en la Iglesia y en el mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén.
2
Homilía: Escuchar, creer y vivir para Dios
1. Introducción: Lo esencial de la vida de fe
Queridos
hermanos y hermanas,
en medio de tantas palabras, ruidos e imágenes que nos rodean cada día, la
liturgia de hoy nos llama a lo esencial. La primera lectura nos ofrece el
corazón de la fe de Israel y también de la nuestra:
“Escucha,
Israel: el Señor es nuestro Dios, el Señor es uno. Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Dt 6,4-5).
Este
mandato, que todo judío piadoso recita al amanecer y al anochecer, no es una
mera fórmula religiosa; es un compromiso de amor, una alianza de confianza
total en Dios. Y en este Año Jubilar, cuando nos reconocemos Peregrinos
de la Esperanza, el Señor nos invita a caminar con el oído abierto a su
voz, con la fe puesta en Él y con la vida entera orientada hacia su gloria.
2. Escuchar: un acto de amor
El verbo
clave en el Shema Israel es escuchar. No se trata solo de oír
sonidos, sino de acoger la Palabra de Dios para obedecerla con el corazón y las
obras. Escuchar, en la Biblia, es sinónimo de obedecer por amor.
Por eso,
Moisés pide que estas palabras queden grabadas en la memoria, atadas a la
muñeca, puestas en la frente y escritas en las puertas. Es un lenguaje
simbólico para decir: “Que el amor de Dios marque tus acciones, tus
pensamientos y tu hogar”.
En
nuestra tradición cristiana, este llamado se realiza plenamente en Jesucristo,
que es la Palabra viva de Dios. Y hoy, como María, la mujer que “guardaba
todas estas cosas y las meditaba en su corazón” (Lc 2,19), también nosotros
estamos invitados a hacer de nuestra vida un eco fiel de lo que Dios nos habla.
3. Creer: la fe que mueve lo imposible
El
Evangelio (Mt 17,14-20) nos presenta la historia de un padre que lleva a su
hijo atormentado por un espíritu. Los discípulos intentan ayudar, pero no
pueden. La situación parece incontrolable. Entonces Jesús les recuerda que todo
depende de la fe:
“Si
tuvieran fe como un grano de mostaza… nada les sería imposible”.
Aquí no
se trata de una fe mágica o de exigirle a Dios lo que queremos, sino de una
confianza radical que se apoya en su poder y en su amor, incluso cuando no
entendemos los acontecimientos. La fe de un grano de mostaza es pequeña en
tamaño, pero viva, capaz de crecer y dar fruto.
Cuántas
veces también nosotros nos sentimos impotentes frente a las situaciones de
nuestra vida, de la familia, de la comunidad o del mundo. En esos momentos, la
tentación es rendirnos o buscar soluciones humanas inmediatas. Pero el Señor
nos enseña que la fe y la oración son las llaves para que Él actúe.
4. Vivir para Dios: testimonio de Edith Stein
Hoy
recordamos a Santa Edith Stein (Teresa Benedicta de la Cruz), una mujer
que supo escuchar, creer y vivir para Dios hasta las últimas consecuencias.
Filósofa brillante y buscadora incansable de la verdad, pasó del ateísmo al
encuentro con Cristo al leer la vida de Santa Teresa de Ávila. En su corazón
resonó el Shema Israel en su sentido más pleno: amar a Dios con todo el
ser.
Su fe la
llevó a abrazar la vida carmelitana, y en medio de la persecución nazi, aceptó
la cruz de su pueblo y de la humanidad entera. Murió mártir en Auschwitz en
1942, uniendo su vida al sacrificio de Cristo. Edith Stein entendió que
escuchar a Dios conduce a creerle, y creerle conduce a vivir —y, si es
necesario, a morir— para Él.
5. Aplicación en clave jubilar
En este
Año Jubilar, el lema Peregrinos de la Esperanza nos invita a hacer lo que
nos dicen las lecturas de hoy:
1.
Escuchar: Apartar
un tiempo diario para la Palabra de Dios, para que no solo pase por los oídos,
sino que forme nuestra mentalidad y nuestras decisiones.
2.
Creer: No
dejar que la duda nos paralice, sino confiar en que el Señor puede obrar
incluso en lo que nos parece imposible.
3.
Vivir para Dios: Que nuestro amor por Él se note en nuestras relaciones, en la forma de
trabajar, en la manera de servir y en las opciones que tomamos.
Ser
peregrinos no es simplemente andar, sino caminar con un destino y con un
sentido. Y nuestro destino es Dios mismo.
6. Conclusión
Queridos
hermanos,
La vida cristiana se resume en tres verbos que hoy resuenan con fuerza: escuchar,
creer y vivir. Escuchar la voz de Dios que nos llama por nuestro nombre;
creer en su amor más allá de nuestras fuerzas; y vivir cada día para su gloria,
como lo hizo María, como lo hizo Edith Stein, como están llamados a hacerlo
todos los discípulos de Cristo.
Oración final
Señor,
Tú eres nuestro único Dios y el refugio de nuestra vida.
Haznos atentos a tu voz, firmes en la fe y generosos en el amor.
Que como María, tu sierva fiel, y como Santa Edith Stein,
vivamos para Ti sin reservas,
sembrando esperanza en medio del mundo.
A Ti la gloria por los siglos de los siglos.
Amén.
3
Escuchar, creer y vivir para Dios
1. Introducción: el llamado a lo esencial
Queridos
hermanos y hermanas,
la liturgia de este sábado nos devuelve a lo esencial de nuestra fe. Moisés
proclama a Israel el corazón de toda la Ley:
“Escucha,
Israel: el Señor es nuestro Dios, el Señor es uno. Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Dt 6,4-5).
Este
mandato, conocido como Shema Israel, no es una fórmula para repetir
mecánicamente; es una declaración de amor, un compromiso de vida, un
recordatorio de que todo lo que somos y tenemos pertenece a Dios.
En este Año
Jubilar, cuando nos reconocemos como Peregrinos de la Esperanza, la
Palabra nos llama a escuchar con atención, a creer con firmeza y a vivir cada
día para Dios.
2. Escuchar: abrir el corazón a la voz de Dios
El verbo escuchar
en la Biblia significa mucho más que oír. Implica acoger, guardar y poner en
práctica. Por eso Moisés dice que estas palabras deben quedar “en la memoria”,
atarse “a la muñeca como un signo” y colocarse “en la frente como señal”. La fe
no se vive en secreto, sino que impregna nuestras acciones, pensamientos y
hogares.
En
nuestra tradición cristiana, este llamado se cumple plenamente en Cristo, la
Palabra viva de Dios. Y María, cuya memoria celebramos hoy, es el ejemplo más
puro de esta escucha: “María guardaba todas estas cosas y las meditaba en su
corazón” (Lc 2,19). Ella nos enseña a escuchar con un corazón disponible,
sin condiciones ni reservas.
3. Creer: la fe que mueve lo imposible
El
Evangelio nos presenta un momento de aparente fracaso: un padre suplica por su
hijo poseído por un demonio, pero los discípulos no logran liberarlo. Jesús
actúa con autoridad, expulsa al demonio y luego explica a sus discípulos la
razón de su fracaso:
“Por la
poca fe que tienen. Si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza… nada les
sería imposible” (Mt
17,20).
Aquí
Jesús no nos invita a una fe mágica, sino a una fe obediente: escuchar la voz
de Dios, entender su voluntad y responder con confianza. La verdadera fe es
adhesión a lo que Dios quiere, no a lo que yo imagino o deseo.
Jesús usa
la imagen de la montaña para hablarnos de esos obstáculos que parecen
inamovibles en nuestra vida: heridas del corazón, pecados que se repiten,
situaciones familiares difíciles, divisiones en la comunidad, miedos que
paralizan. Con fe viva, unida a la oración, Dios puede mover esas “montañas”
interiores y exteriores.
4. Vivir para Dios: testigos que transforman vidas
Mover una
montaña física sería algo asombroso, pero de corta duración. Mucho más grande
es que Dios transforme un alma para la eternidad. Ser instrumento para la
conversión de alguien, para su liberación del pecado, para su encuentro con
Cristo, es una obra infinitamente más gloriosa.
Hoy
recordamos a Santa Edith Stein, filósofa brillante, buscadora incansable
de la verdad, que encontró en Cristo la plenitud de sentido. Su fe la llevó a
abrazar la vida carmelitana y, en medio de la persecución nazi, a ofrecer su
vida como víctima de amor. En Auschwitz, unió su destino al de su pueblo y al
sacrificio de Cristo. Edith Stein escuchó, creyó y vivió para Dios hasta las
últimas consecuencias.
5. Aplicación en clave jubilar
El lema
jubilar Peregrinos de la Esperanza nos invita hoy a tres pasos
concretos:
1.
Escuchar: Dedicar
cada día un momento de silencio y oración para que la voz de Dios oriente
nuestras decisiones.
2.
Creer: Confiar
en que Dios puede actuar incluso en lo que nos parece imposible, no según
nuestros caprichos, sino según su voluntad.
3.
Vivir para Dios: Que nuestro amor se traduzca en gestos concretos de servicio, perdón y
solidaridad.
Así se
hace real el Shema Israel en nuestras vidas y así nuestras comunidades
se convierten en signos visibles de esperanza.
6. María, maestra de fe
En este
sábado, la Virgen María se nos presenta como la primera peregrina de la
esperanza:
- Escuchó la voz de Dios en la
Anunciación.
- Creyó contra toda lógica
humana.
- Vivió para Dios, acompañando
a su Hijo hasta la cruz y perseverando en oración con la Iglesia naciente.
Ella es
nuestra maestra en el camino de la fe que mueve montañas.
7. Conclusión
Queridos
hermanos,
hoy el Señor nos recuerda que la fe no se mide por su tamaño, sino por su
autenticidad. Un grano de mostaza es pequeño, pero está vivo y crece. Así debe
ser nuestra fe: pequeña quizás, pero alimentada cada día con la escucha, la
oración y el amor.
Pidamos
que, como María y como Santa Edith Stein, vivamos para Dios sin reservas,
dejando que Él mueva las montañas de nuestra vida y nos use para mover las
montañas de los demás.
Oración final
Señor,
Tú eres nuestro único Dios y nuestra roca firme.
Aumenta nuestra fe para escuchar tu voz,
creer en tu poder y vivir para tu gloria.
Por intercesión de la Virgen María y de Santa Edith Stein,
haznos peregrinos de la esperanza,
capaces de mover con Tu gracia
las montañas del miedo, del egoísmo y de la desesperanza.
Amén.
9 de agosto:
Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), Virgen y Mártir — Memoria
libre
1891–1942
Patrona de Europa
Canonizada por el Papa San Juan Pablo II en 1998
Cita:
«¡Santo Padre! Como hija del pueblo judío que, por la gracia de Dios, desde
hace once años es también hija de la Iglesia católica, me atrevo a hablar al
Padre de la cristiandad sobre aquello que oprime a millones de alemanes…
Durante años los líderes del nacionalsocialismo han predicado el odio contra
los judíos. Ahora que han tomado el poder del gobierno y armado a sus
seguidores, entre los cuales se encuentran elementos criminales comprobados,
esta semilla de odio ha germinado… Todos nosotros, hijos fieles de la Iglesia
que vemos con los ojos abiertos la situación en Alemania, tememos lo peor para
el prestigio de la Iglesia si el silencio continúa por más tiempo. Estamos
convencidos de que este silencio, a la larga, no podrá comprar la paz con el
actual gobierno alemán. Por el momento, la lucha contra el catolicismo se
llevará a cabo de forma silenciosa y menos brutal que contra el judaísmo, pero
no menos sistemática. Muy pronto, ningún católico podrá ocupar un cargo público
en Alemania a menos que se dedique incondicionalmente a la nueva línea de
acción. A los pies de Su Santidad, solicitando su bendición apostólica.»
~Hermana
Teresa Benedicta, carta al Papa Pío XI, 1933
Reflexión:
A los
diecinueve años ingresó a la universidad local, donde estudió filosofía,
psicología, historia y lengua alemana. A los veintidós, viajó unos 480
kilómetros al este para estudiar filosofía en la Universidad de Gotinga bajo la
dirección del célebre profesor y fundador de la fenomenología, Edmund Husserl.
La fenomenología es un método intelectual que busca describir de manera
sistemática, clara e imparcial el mundo tal como se experimenta, en vez de
explicarlo desde teorías o perspectivas abstractas como ocurre en otros
enfoques filosóficos.
En 1914
estalló la Primera Guerra Mundial y Edith se ofreció como voluntaria en la Cruz
Roja, cuidando soldados con enfermedades infecciosas. Esa labor compasiva le
dio mucho que reflexionar durante ese año, y tales reflexiones alimentaron su
tesis doctoral, centrada en la comprensión de la empatía desde la perspectiva
fenomenológica. Obtuvo su doctorado en la Universidad de Gotinga en 1916, a los
veinticinco años, y luego siguió a su mentor Husserl a la Universidad de
Friburgo, donde fue su asistente de cátedra por dos años.
En aquella
época en Alemania, un doctorado no bastaba para ser profesor universitario; se
requería una habilitación, una tesis original de posdoctorado que solía incluir
otros requisitos como enseñar, dirigir estudiantes y dar conferencias públicas.
En 1918 intentó completar su habilitación en Gotinga, pero se la rechazaron
porque las mujeres no podían entonces ser profesoras universitarias.
En 1921,
durante unas vacaciones de verano, visitó a su amiga Hedwig Conrad-Martius en
Bergzabern. Hedwig, también fenomenóloga y pionera en la filosofía alemana, se
había convertido recientemente al catolicismo y tenía muchos libros católicos.
Durante su estadía, Edith tomó la autobiografía de Santa Teresa de Ávila y la
leyó. Al terminarla, exclamó: «¡Esta es la verdad!». Su búsqueda la había
llevado del judaísmo al agnosticismo, de la empatía por los soldados heridos a
la investigación filosófica, y finalmente a una de las más brillantes
escritoras espirituales de la historia de la Iglesia. Aunque Teresa de Ávila no
era académica como ella, Edith reconoció la verdad cuando la vio. La lectura de
esa autobiografía transformó su vida: dejó su puesto con Husserl, aprendió la
fe católica y fue bautizada el 1 de enero de 1922 en la iglesia de San Martín,
en Bergzabern.
De 1923 a
1931 enseñó historia, filosofía y lengua alemana en el convento dominico de
Santa Magdalena, en Speyer, mientras profundizaba en el estudio del
catolicismo, traduciendo al alemán partes de Santo Tomás de Aquino y otros
teólogos y filósofos católicos. En 1932 fue profesora en el Instituto Católico
de Pedagogía Científica de Münster, pero debió renunciar por las leyes
antisemitas nazis. Sin embargo, se cumplió en ella lo que dice Romanos 8,28: «Sabemos
que todo contribuye al bien de los que aman a Dios». Sin trabajo y oprimida
por el régimen, en octubre de 1933 fue aceptada en el Carmelo de Nuestra Señora
de la Paz en Colonia-Lindenthal. Tomó el nombre de Hermana Teresa Benedicta de
la Cruz, en honor a Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz.
Como
carmelita, continuó sus estudios y escritos filosóficos. En Colonia redactó El
ser finito y el ser eterno, un intento de armonizar la filosofía de Santo
Tomás de Aquino con la fenomenología de Husserl. Con el ascenso de Hitler en
1933, la vida para un judío, incluso convertido, se volvió cada vez más
peligrosa. En 1938, sus superiores la trasladaron secretamente, junto con su
hermana Rosa (externa del Carmelo), al monasterio carmelita de Echt, Países
Bajos. Allí escribió La ciencia de la cruz, una profunda explicación del
misterio de la Cruz a la luz de San Juan de la Cruz y con referencias a Santa
Teresa de Ávila.
En 1940,
los nazis invadieron los Países Bajos. En 1942, la Conferencia Episcopal
holandesa publicó una carta, leída en todas las Misas, condenando la
persecución nazi contra los judíos. En represalia, los nazis arrestaron a todos
los conversos católicos de origen judío, incluida Teresa Benedicta y su hermana
Rosa. El 9 de agosto de 1942 fueron llevadas a las cámaras de gas de Auschwitz,
donde sus cuerpos perecieron, pero sus almas entraron victoriosas en la gloria.
Es considerada mártir porque murió a causa de la postura moral de los obispos
contra la opresión nazi y por haber permanecido fiel a su vocación a pesar del
riesgo evidente.
Al honrar
hoy a esta santa y su fascinante recorrido, contemplemos su búsqueda de la
verdad. Se apartó de sus raíces judías en su juventud y estudió filosofía para
encontrar sentido a la vida. Su servicio a los soldados heridos le reveló la
profundidad de la empatía humana. Su estudio riguroso de la filosofía la llevó
al doctorado. Su apertura de corazón la condujo a la conversión al leer la vida
de Santa Teresa. Ya como teóloga y filósofa católica, eligió radicalmente el
Carmelo. Vivió la Cruz en carne propia durante la opresión nazi y desarrolló
una profunda teología de la Cruz. Finalmente, entregó su vida en martirio junto
a otros conversos judíos en Auschwitz. Toda su vida fue un testimonio de que la
verdad más honda se encuentra en el sufrimiento y la muerte de Cristo. Que su
experiencia intelectual y vivida de la Cruz nos inspire a abrazar con más
plenitud la vida de entrega a la que Dios nos llama.
Oración:
Santa Teresa Benedicta de la Cruz, tú viste de cerca el sufrimiento humano y
permitiste que esa experiencia abriera tu mente y corazón a una comprensión más
profunda de la verdad. Encontraste la verdad más honda en la vida de Santa
Teresa de Ávila y, sin vacilar, entraste en la Iglesia y en el convento.
Intercede por mí, para que siempre esté abierto a las verdades más profundas y
misteriosas de nuestra fe, especialmente al misterio de la Cruz, y así viva la
Cruz de Cristo en mi propia vida hasta donde me sea posible.
Santa Teresa Benedicta de la Cruz, ruega por mí.
Jesús, en Ti confío.
zebible
http://prionseneglise.ca
http://ciudadredonda.org
https://catholic-daily-reflections.com/2025/08/08/doing-the-unimaginable-3/
https://mycatholic.life/saints/saints-of-the-liturgical-year/august-9---saint-teresa-benedicta-of-the-cross-edith-stein-virgin-and-martyr/
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