lunes, 13 de octubre de 2025

14 de octubre del 2025: martes de la vigesimoctava semana del tiempo ordinario-I- San Calixto I, Papa y mártir

 

Santo del día:

San Calixto I

Murió en 222. Antiguo esclavo, llegó a ser diácono y luego Papa. Luchó contra las herejías, pero mostró indulgencia hacia aquellos que se arrepintieron.

 


“¡Pidan el programa!” (Lc 11, 37-41)

Jesús ataca el legalismo que amenaza a todos los creyentes, incluidos los cristianos.

Nos invita a ir más allá de los ritos y de las prácticas, y a velar sobre nuestro corazón, porque “de él brota la vida” (Pr 4, 23).
Realizar un trabajo interior para no dejarse dominar por esas pasiones que son la codicia y la maldad, dejar que el Espíritu purifique el corazón y haga nuevas todas las cosas: éste es el programa que Jesús propone a cada uno.

Emmanuelle Billoteau, ermite

 


Primera lectura


Rom 1, 16-25


Habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como Dios

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

HERMANOS:
No me avergüenzo del Evangelio, que es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree, primero del judío, y también del griego.
Porque en él se revela la justicia de Dios de fe en fe, como está escrito: «El justo por la fe vivirá».
La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que tienen la verdad prisionera de la injusticia.
Porque lo que de Dios puede conocerse les resulta manifiesto, pues Dios mismo se lo manifestó.
Pues lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, son perceptibles para la inteligencia a partir de la creación del mundo a través de sus obras; de modo que son inexcusables, pues, habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como Dios ni le dieron gracias; todo lo contrario, se ofuscaron en sus razonamientos, de tal modo que su corazón insensato quedó envuelto en tinieblas.
Alardeando de sabios, resultaron ser necios y cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes del hombre mortal, de pájaros, cuadrúpedos y reptiles.
Por lo cual Dios los entregó a las apetencias de su corazón, a una impureza tal que degradaron sus propios cuerpos; es decir, cambiaron la verdad de Dios por la mentira, adorando y dando culto a la criatura y no al Creador, el cual es bendito por siempre. Amén.

Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 18, 2-3. 4-5b (R.: 2a)

R. El cielo proclama la gloria de Dios.

V. El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. 
R.

V. Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.
 R.


Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. La palabra de Dios es viva y eficaz; juzga los deseos e intenciones del corazón. R.

 

Evangelio

Lc 11, 37-41

Den limosna, y lo tendrán limpio todo

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.


EN aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo le rogó que fuese a comer con él.
Él entró y se puso a la mesa.
Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo:
«Ustedes, los fariseos, limpian por fuera la copa y el plato, pero por dentro rebosan de rapiña y maldad.
¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro?
Con todo, den limosna de lo que hay dentro, y lo tendrán limpio todo».

Palabra del Señor.

 

1

 

El Evangelio, dinamita que transforma el corazón

 

1. Introducción: el Evangelio como fuerza viva

San Pablo escribe a los Romanos: “No me avergüenzo del Evangelio, porque es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree” (Rm 1,16).
En el texto de hoy, esa palabra “fuerza” (en griego dýnamis) significa precisamente dinamita. La Buena Noticia no es una idea piadosa ni una ley fría: es poder transformador, una explosión de gracia que cambia la vida, derriba muros interiores, hace saltar las cadenas del egoísmo y del miedo.

Pablo conocía por experiencia ese poder. Él, que fue perseguidor, se convirtió en misionero. Su vida se volvió testimonio de esa dinamita espiritual que es Cristo vivo en nosotros. En este Año Jubilar, la Iglesia nos invita a redescubrir esa fuerza del Evangelio que no destruye para dejar ruinas, sino que dinamita lo viejo para construir lo nuevo, lo que nace del amor, de la fe y de la esperanza.


2. La fe que empuja hacia adelante

El Evangelio —dice alguien— “acompaña a cada ser humano y sacude sus costumbres, sus hábitos, sus certitudes”. Y es cierto: cuando Jesús entra en una vida, nada queda igual.
A veces quisiéramos una fe que nos acomode, que nos tranquilice, pero el Evangelio no vino a adormecer, sino a despertar. La fe no es anestesia, es energía; no es refugio de miedo, sino impulso hacia lo desconocido, confianza en el amor de Dios.

Los santos misioneros —pienso en San Francisco Javier, en Santa Teresita del Niño Jesús o en tantos misioneros anónimos de nuestras islas— fueron testigos de ese poder que empuja a ir más allá. Ninguno se sintió suficiente: se dejaron mover por la “dinamita” del Espíritu que los llevó a anunciar, servir y entregar la vida.

En este mes del Rosario y de las Misiones, María es modelo de esa fe que empuja. Al escuchar el anuncio del ángel, su corazón explotó en un “sí” generoso, y toda su existencia se volvió misión. Cuando rezamos el Rosario con devoción, pedimos a la Virgen que nos dé esa valentía para dejar que el Evangelio sacuda nuestra rutina y nos impulse a la caridad.


3. Jesús y la pureza del corazón

En el Evangelio (Lc 11,37-41), Jesús es invitado a comer por un fariseo. El anfitrión se escandaliza porque el Maestro no se lava antes de comer. Jesús aprovecha la ocasión para denunciar una enfermedad espiritual: la obsesión por las apariencias religiosas.
“¡Ustedes limpian el exterior de la copa y del plato, pero su interior está lleno de robo y maldad!” —les dice con fuerza—. Jesús no rechaza las normas; rechaza la hipocresía que se refugia en ellas. La pureza que Él propone no se mide en ritos, sino en donación interior: “Den más bien limosna de lo que tienen, y todo quedará limpio para ustedes”.

La verdadera limpieza del alma no viene del agua de las manos, sino de la caridad que lava el corazón. En este sentido, Jesús devuelve a la Ley su espíritu: vivir en justicia y amor, no en formalismos vacíos.


4. Una fe que se expresa en obras

La palabra final de Jesús es una invitación: “Den limosna”. Es decir, abran el corazón al otro. El Evangelio se convierte en dinamita cuando rompe el muro de la indiferencia.
Hoy damos gracias por nuestros benefactores, por esas personas que colaboran silenciosamente con la misión de la Iglesia, con nuestras comunidades, con los pobres, con la evangelización en San Andrés y Providencia.
Ellos son testigos vivos de esa fe que se traduce en obras. Son manos del Evangelio, corazones generosos que dan sin buscar aplausos, que viven el espíritu de María en su Magníficat: “El Señor hizo en mí maravillas”.


5. Aplicación jubilar y misionera

En este Año Santo Jubilar, el Papa León XIV nos invita a ser “peregrinos de la esperanza”. Ser peregrino es moverse, dejarse sacudir, no quedarse donde uno está. El Evangelio —esa dinamita divina— no nos deja quietos: nos lanza hacia los demás, hacia la misión, hacia la reconciliación.
La Buena Noticia nos libera de la esclavitud de las normas sin amor, del miedo al cambio, de la pereza espiritual. Nos hace constructores de puentes, sembradores de esperanza.

Y el Rosario, rezado con fe cada día, es como un detonador suave pero eficaz: cada Ave María es una chispa que hace estallar en el corazón el amor a Cristo y el deseo de llevarlo a los demás.


6. Conclusión: dejar que el Evangelio nos dinamite por dentro

Hermanos, hoy Jesús nos pregunta:
¿Estamos dejando que su Evangelio nos remueva por dentro, o vivimos tranquilos en nuestros hábitos religiosos sin conversión?
¿Rezamos el Rosario solo con los labios, o dejamos que nos transforme en discípulos misioneros?

Pidamos a María, Virgen del Rosario y Estrella de la Evangelización, que nos ayude a romper las corazas del egoísmo y del miedo, para que el amor de Cristo estalle dentro de nosotros como dinamita de gracia.
Y en este día, oremos con gratitud por todos los benefactores que sostienen nuestra fe y misión. Que el Señor los bendiga y los llene de su alegría.


🕊️ Oración final

Señor Jesús,
Tú eres la fuerza del Evangelio, la dinamita del amor de Dios.
Rompe en mí toda dureza del corazón,
limpia lo que está manchado, despierta lo que duerme,
y hazme testigo de tu esperanza.

Bendice a los benefactores de nuestra comunidad,
recompénsales con tu paz y con la alegría del servicio.

María, Virgen del Rosario,
enséñanos a rezar con el corazón,
a vivir con generosidad,
y a anunciar con entusiasmo el Evangelio.

Amén.

 

2

 

El programa de Jesús: limpiar el corazón, no solo las manos

 

1. Introducción: un programa espiritual exigente y liberador

En la vida, todos seguimos programas: programas de estudio, de trabajo, de televisión… Pero Jesús hoy nos ofrece otro programa, un “programa del corazón”. No se trata de reglas exteriores ni de protocolos religiosos; se trata de un itinerario interior, una pedagogía de conversión que apunta a lo esencial: “Cuida tu corazón, porque de él brota la vida” (Pr 4,23).

El Evangelio de Lucas nos presenta a Jesús invitado a comer en casa de un fariseo. Allí, el Maestro sorprende porque no se lava las manos antes de comer. Pero no es un descuido: es un gesto profético. Jesús aprovecha esa escena doméstica para poner el dedo en la llaga del legalismo religioso, esa tentación de medir la fe por las apariencias, por los ritos externos, por el cumplimiento mecánico de normas.

El Señor nos recuerda que el verdadero culto no está en el gesto exterior, sino en la pureza interior. Ese es su “programa”: una reforma del corazón antes que una reforma de costumbres.


2. Exégesis: del ritual al espíritu

El Evangelio (Lc 11,37-41) dice: “El fariseo se extrañó al ver que Jesús no se había lavado antes de comer. El Señor le dijo: ‘Ustedes, fariseos, limpian el exterior de la copa y del plato, pero por dentro están llenos de robo y maldad. ¡Necios! ¿Acaso el que hizo el exterior no hizo también el interior?’”

Jesús no condena los ritos en sí. El lavarse las manos tenía un valor simbólico de purificación. Pero Él ve cómo ese gesto se ha convertido en una máscara. El problema no es lavarse, sino reducir la religión a rituales vacíos.
La verdadera limpieza —dice Jesús— es dar limosna, es decir, abrirse al otro, compartir, practicar la misericordia. Cuando uno se dona, cuando sale de sí, el corazón se limpia.
Así, el rito alcanza su sentido: no por repetición, sino por conversión.


3. Un trabajo interior: vencer la codicia y la maldad

Hoy se nos invita a un “trabajo interior”. Y es una expresión muy bella: pues la fe no se improvisa, se trabaja desde dentro.
Ese trabajo consiste en no dejarnos dominar por la codicia —el deseo desmedido de poseer— ni por la malicia —esa sombra que nos lleva a juzgar, excluir o despreciar—.
Jesús propone un ejercicio espiritual continuo: dejar que el Espíritu Santo purifique las intenciones, sane las heridas, cambie la mirada.

El legalismo es la trampa de quien cumple todo, pero no ama. El programa de Jesús es exactamente lo contrario: amar profundamente, aunque no todo esté perfecto exteriormente.


4. Aplicación pastoral: el programa del corazón

Este Evangelio es una llamada de atención para todos los creyentes, incluso los más comprometidos. También nosotros podemos caer en el legalismo, cuando nos quedamos en la apariencia, en la rutina litúrgica, en la práctica sin alma.
Jesús nos dice hoy: “No basta con cumplir, hay que vivir con corazón”.

Por eso, su programa es doble:

  • Mirar hacia dentro, reconocer lo que nos contamina por dentro: orgullo, egoísmo, indiferencia.
  • Dejar actuar al Espíritu, que renueva todas las cosas y nos devuelve la frescura del amor primero.

En este mes del Rosario y de las Misiones, María nos enseña ese camino interior. Cada Ave María es como un golpe suave que pule el corazón. Ella, mujer de pureza interior, guardaba todas las cosas y las meditaba en su corazón (Lc 2,19).
Y como buena discípula, vivió el programa de su Hijo: dejar que Dios hiciera en ella cosas nuevas.


5. Dimensión jubilar: purificar para renovar

En este Año Jubilar “Peregrinos de la Esperanza”, el Papa León XIV nos invita a abrir puertas, pero sobre todo a abrir el corazón. El Jubileo no es solo una celebración externa: es tiempo de limpieza interior, de reconciliación, de renacimiento espiritual.
Jesús nos pide “no lavarnos las manos, sino el alma”, y eso se hace con misericordia, con perdón, con gestos concretos de amor.

Hoy, encomendamos especialmente a nuestros benefactores, hombres y mujeres que con su generosidad hacen posible la misión. Ellos son ejemplos vivos de corazones purificados por la caridad. En su entrega discreta, cumplen el programa de Jesús: “Den limosna de lo que tienen, y todo quedará limpio para ustedes.”


6. Conclusión: el programa que cambia la vida

El “programa” de Jesús no se estudia, se vive. No se aprende de memoria, se encarna en gestos diarios. Es un programa exigente pero liberador:

  • Cambiar el juicio por la comprensión.
  • Cambiar la avaricia por la generosidad.
  • Cambiar la apariencia por la autenticidad.
  • Cambiar la rutina por la pasión del Evangelio.

Dejemos que el Espíritu Santo limpie el interior de nuestra copa, que nuestra fe no se quede en la forma, sino que sea fuego y dinamismo interior.


🙏 Oración final

Señor Jesús, Maestro y amigo,
Tú nos invitas a cuidar el corazón más que las apariencias.
Purifica nuestro interior, líbranos de la codicia y del juicio fácil.
Haz de nosotros testigos limpios y alegres de tu Evangelio.

Derrama tus bendiciones sobre nuestros benefactores,
que sostienen con su amor y su generosidad la obra de la Iglesia.

Virgen del Rosario,
guía nuestros pasos en este mes misionero,
enséñanos a trabajar por dentro,
a dejar que el Espíritu renueve en nosotros
el fuego de la esperanza.

Amén.

 

3

 

Transformación interior: del ritual vacío al corazón renovado

 

1. Introducción: las palabras que despiertan

Hay frases de Jesús que nos acarician y otras que nos sacuden. Hoy escuchamos una de esas que duelen: “¡Necios!” (Lc 11,40).
No lo dice con desprecio, sino con amor firme. Es el grito de un médico que ve a su paciente en peligro y lo quiere salvar.
Jesús no se queda en el silencio diplomático: habla fuerte para despertar corazones dormidos. En este martes jubilar, Él también nos mira a los ojos y nos pregunta:

“¿Tu fe nace del corazón o de la costumbre?”


2. Primera lectura: la raíz de toda corrupción está en el corazón (Rm 1,16-25)

San Pablo afirma: “No me avergüenzo del Evangelio, porque es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree.”
Y luego, en un tono profético, denuncia cómo el hombre, al apartarse de Dios, oscurece su corazón y cambia la verdad por la mentira, adorando la criatura en lugar del Creador.

El apóstol está hablando de un mundo que ha perdido la dirección espiritual: conserva rituales, pero no fe viva.
Cuando el corazón se vacía de Dios, las prácticas religiosas se convierten en superstición o en rutina.
Por eso Pablo y Jesús coinciden: la verdadera conversión no es de manos lavadas, sino de corazón limpio.


3. El Evangelio: Jesús frente al fariseo

El relato de Lucas muestra a Jesús invitado a comer por un fariseo. Al no observar el lavado ritual de manos, el anfitrión se escandaliza.
Jesús responde con una claridad que desarma:

“Ustedes limpian el exterior de la copa y del plato, pero por dentro están llenos de robo y maldad. ¡Necios!”

Aparentemente, Jesús es duro. Pero en realidad, su dureza nace del amor.
El fariseo es un hombre correcto, cumplidor, observante… pero su religión ha perdido alma. Cumple con lo externo, pero su interior está lleno de juicio, orgullo y falsa seguridad.
Su amabilidad al invitar a Jesús es pura fachada: una máscara que encubre un corazón endurecido.

Jesús denuncia esa hipocresía con valentía. No quiere fariseos que aparenten santidad, sino discípulos que vivan desde dentro.
No busca gestos externos, sino corazones transformados.


4. Salmo 18: la pureza que nace de la Palabra

El salmista proclama:

“Los mandatos del Señor son rectos, alegran el corazón; los preceptos del Señor son claros, iluminan los ojos.”

La Palabra de Dios no se queda en la superficie. Entra, ilumina, renueva.
Cuando uno la escucha con sinceridad, comienza la verdadera purificación: no la del agua del ritual, sino la del agua viva del Espíritu.

Esa es la invitación de hoy: dejar que la Palabra penetre como dinamita suave, que rompa los muros de la hipocresía y del autoengaño.


5. “Transformación interior”: un proceso continuo

Jesús hoy  nos recuerda algo esencial: la verdadera transformación se da dentro, no fuera.
Podemos asistir a misa, rezar el Rosario, cumplir preceptos… y sin embargo no dejar que el Evangelio cambie nuestro interior.
Jesús nos llama a trabajar el corazón —como un jardinero que poda, limpia y riega— para que florezca el amor.

Esa transformación interior tiene tres pasos:

1.    Oración sincera: no para repetir fórmulas, sino para escuchar a Dios dentro.

2.    Humildad: reconocer lo que hay que cambiar, sin miedo a la verdad.

3.    Conversión constante: permitir que la gracia actúe, que la vida exterior refleje lo que el corazón vive.

El legalismo busca parecer bueno; el Evangelio busca ser bueno.


6. Aplicación jubilar: peregrinos que se dejan purificar

En este Año Santo, el Papa León XIV nos invita a ser peregrinos de la esperanza. Y todo peregrino lleva poco equipaje: deja atrás lo que pesa.
Jesús hoy nos enseña qué dejar: el orgullo, el juicio, la hipocresía, la fe de fachada.
El Jubileo no es solo atravesar una puerta santa: es dejar que Dios abra una puerta dentro de nosotros.

El que se deja transformar interiormente se convierte en misionero. Y por eso, en este mes del Rosario y de las Misiones, María es modelo y guía:
Ella no se lavó las manos para aparentar pureza, sino que dijo “sí” con el corazón.
Su pureza fue interior, su santidad fue disponibilidad total.


 

Memoria de San Calixto I, papa y mártir (†222)

Breve semblanza. Esclavo liberado y luego diácono en Roma, Calixto fue encargado de la administración del cementerio de la Vía Apia —las célebres Catacumbas de San Calixto— y elegido Papa (c. 217–222). Pastor firme y misericordioso, defendió la posibilidad de reconciliación para pecados graves tras auténtica penitencia, frente al rigorismo de su tiempo. Promovió la caridad organizada y el cuidado digno de los difuntos. Según la tradición, fue martirizado en el barrio de Trastévere (arrojado a un pozo). Su testimonio une doctrina, disciplina y misericordia.

Vinculación con el Evangelio (Lc 11,37-41).
Ante la tentación farisaica de “limpiar solo el exterior”, San Calixto enseña que la verdadera pureza nace de un corazón convertido que se traduce en obras: reconciliar, acoger, sostener a los pobres, honrar a los difuntos. Así encarna la palabra de Jesús: “Den limosna… y todo quedará limpio”. Su programa pastoral fue misericordia con disciplina, no legalismo sin amor.

Clave jubilar y misionera.
En el Año Jubilar, San Calixto nos recuerda que la Iglesia es casa abierta donde el pecador arrepentido encuentra perdón y futuro. Su cuidado por las catacumbas es anuncio misionero de esperanza pascual: la vida vence a la muerte. En el mes del Rosario, pedimos a María —Madre de la Iglesia— un corazón pastoral como el suyo: firme en la verdad, cercano en la misericordia.

7. Intención orante: los benefactores, testigos de una fe sincera

Como Calixto administró con rectitud los bienes para el bien de todos, agradecemos hoy a nuestros benefactores: gracias a su generosidad la Iglesia puede reconciliar, cuidar y evangelizar. Ellos son signo visible de esa “limosna” que purifica el corazón y sostiene la misión.

Hoy oramos con gratitud por aquellos que sostienen la vida parroquial, la evangelización y la caridad—.
Ellos no buscan reconocimiento: viven la fe desde dentro. Su generosidad es fruto de un corazón transformado por la gracia.
Son testigos de lo que Jesús quiere: que las obras visibles nazcan de una fe invisible, profunda y verdadera.


8. Conclusión: dejarse corregir por amor

Las palabras de Jesús —“¡Necios!”— no son una condena, sino una sacudida misericordiosa.
Nos invitan a examinarnos con humildad:

  • ¿Mi práctica religiosa nace del amor o del hábito?
  • ¿Busco parecer bueno o serlo de verdad?
  • ¿Dejo que Dios limpie mi interior?

Si hoy aceptamos esa corrección con docilidad, el Señor transformará nuestro corazón y nuestras acciones reflejarán su luz.


🙏 Oración final

Señor Jesús,
Tú que hablas con firmeza y con ternura,
no permitas que mi fe se vuelva apariencia.
Lava mi corazón con tu gracia,
para que mi vida refleje la verdad del Evangelio.

Enséñame a rezar con humildad,
a mirar con compasión y a actuar con coherencia.

Bendice, Señor, a todos los benefactores de tu Iglesia:
recompensa su generosidad con alegría y paz interior.

Virgen del Rosario,
misionera del Espíritu,
enséñanos a trabajar nuestra conversión
para que el mundo vea, en nuestras obras,
el resplandor del corazón de tu Hijo.

Amén.

 


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