14 de abril del 2017: Viernes Santo de la Pasión y Muerte del Señor



Ofrecer su vida

La Cruz recapitula toda la existencia de Jesús: una vida ofrecida por los demás. El discípulo toma prestado el mismo itinerario del maestro: integrar la Cruz en su recorrido existencial, es decir vivir en el impulso del don de sí mismo.



A guisa de introducción

Todo AMOR!

El amor es un misterio. Amor-pasión, amor-fusión, amor-don…

El misterio de la química entre dos personas es total. El amor emprende muchas tentativas, y  a veces triunfa (o logra lo que se propone), a veces fracasa, otras veces  debe volver a intentarlo.

Recibimos en ocasiones testimonios impresionantes de personas que han dado todo por amor. Ante la narración de una persona  que durante décadas ha cuidado de una persona enferma  cercana  a la familia, uno dice con admiración: “Cuánto  (cómo) le amaba!”

Al contemplar Jesús clavado sobre la cruz,  una gran variedad de imágenes nos vienen a la cabeza: la crueldad humana, el suplicio, el sufrimiento, la muerte, la piedad quizás… Mirar un crucificado desfigurado no nos llevara probablemente de entrada a pensar en el amor. Y por tanto, si hay una fuerza que ha podido permitir a Jesús de ir hasta el final, es la fuerza del amor. Y no se trata de cualquier amor! Un amor que no recibe absolutamente nada como recompensa…sino la alegría de nuestra salvación. Solo un corazón puro, el corazón de Dios, podía ir tan lejos.

Cuando el Padre envía su Hijo, Él no tenía sino una idea en la cabeza: renovar o confirmar la alianza con nosotros.

Jesús nos ha dado prueba de un amor que no decepciona, que no tiene miedo, que se compromete sin limitaciones, realizando de este modo una alianza amorosa sin medida o sin reservas.

Durante estos días santos, fijamos la mirada en Cristo.  Atrevámonos a ver un signo del amor inmenso de Dios por cada uno de nosotros y exclamar: “Como Él nos ama!”



Reflexión:

El amor es crucificado


El largo relato de la Pasión según San Juan que leemos este viernes santo nos muestra a Jesús extenuado por la fatiga. No ha dormido en toda la noche, está ensangrentado y con fiebre. Y avanza hacia el Calvario llevando en sus hombros la pesada cruz de madera. A Simón el Cirineo se le obliga a cargar la cruz de Jesús, pues Jesús se tambaleaba, caía pero se levantaba otra vez. Todos y cada uno de nosotros tenemos una cruz para cargar. Esta cruz son los sufrimientos, las enfermedades, accidentes, dificultades familiares…La Cruz ilumina lo que vivimos. Nosotros no sufrimos menos que Jesús, sufrimos de otra manera.

Hay dos maneras de cargar nuestra cruz, aceptándola o rechazándola. Pero nada nos ganamos con hacerle el quite porque ella sigue ahí, se vuelve más pesada con la rebeldía. Así el sufrimiento se dobla. Si uno acepta su cruz, el mismo dolor sigue pero es un dolor apaciguado. Con los ojos elevados hacia el cielo, se soporta la vida como viene, tal cual es.

Al igual que Cristo podemos caernos con la cruz. Y como Él, uno se vuelve a levantar. No le temamos a nuestra debilidad, a nuestras fallas, a nuestra vulnerabilidad. Volvámonos a levantar para seguir avanzando. Solo una cosa nos está prohibida: la blasfemia, pues es eso justamente lo que Satanás espera. No le demos ese gusto (esa alegría) , como dicen nuestras madres.

Ayudamos a llevarle la cruz al otro cuando consolamos a un niño triste, a un anciano, cuando escuchamos, reconfortamos, prestamos un servicio o hacemos un favor…El fuego del amor y el amor es Cristo. Es Él quien nos ayuda a llevar nuestra cruz. Él nos comunica su fuerza.

Y luego es la crucifixión: Jesús muere en la Cruz entre dos ladrones. Es la hora de las tinieblas, lo paradójico del sufrimiento. El siente el abandono, el mismo que nosotros conocemos también. Él perdona a sus verdugos. Su misión divina llega a su fin: "Todo está consumado"…"Padre, en tus manos, encomiendo mi espíritu".

El amor es crucificado. El amor crucifica siempre…el más grande amor permanece siempre incomprendido…la raza de los hombres (el género humano) no ha cambiado. Unos son insensibles a sus palabras. Otros se dejan conmover por su amor…Entre más ama Jesús, más riesgo corre de ser despreciado. La peor de las tentaciones es el desaliento, desanimarse. Cristo ha conocido ese desánimo como nosotros y por nosotros. La única salida es la confianza, abandonarse al Padre: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Un día podremos decir: "todo está cumplido (consumado)".

En comunión con toda la Iglesia, podemos proclamar:
"Victoria tú reinaras!
Oh Cruz, tú nos salvaras!"




Referencia:

Pequeño Misal Prions en Église, Novalis, Québec, Canadá, 2012

http://vieliturgique.ca


http://dimancheprochain.org

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