1o de noviembre del 2019: Solemnidad de Todos los Santos
(Mateo 5, 1-12a) Los mansos o la mansedumbre a la cual se refiere Jesús en sus
Bienaventuranzas están lejos de rimar con pasividad. Es la mansedumbre de los
artesanos de la paz, de la gente que decide, que elige ser luz del mundo.
Primera lectura
Lectura del libro del Apocalipsis (7,2-4.9-14):
Yo, Juan, vi a otro Ángel que subía del Oriente y tenía el sello de Dios vivo; y gritó con fuerte voz a los cuatro Ángeles a quienes había encomendado causar daño a la tierra y al mar: «No causéis daño ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los siervos de nuestro Dios.»
Y oí el número de los marcados con el sello: ciento cuarenta y cuatro mil sellados, de todas las tribus de los hijos de Israel. Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.
Y gritan con fuerte voz: «La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero.»
Y todos los Ángeles que estaban en pie alrededor del trono de los Ancianos y de los cuatro Vivientes, se postraron delante del trono, rostro en tierra, y adoraron a Dios diciendo: «Amén, alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza, a nuestro Dios por los siglos de los siglos, amén.»
Uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: «Esos que están vestidos con vestiduras blancas quiénes son y de dónde han venido?»
Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás.»
Me respondió: «Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la Sangre del Cordero.»
Palabra de Dios
Yo, Juan, vi a otro Ángel que subía del Oriente y tenía el sello de Dios vivo; y gritó con fuerte voz a los cuatro Ángeles a quienes había encomendado causar daño a la tierra y al mar: «No causéis daño ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los siervos de nuestro Dios.»
Y oí el número de los marcados con el sello: ciento cuarenta y cuatro mil sellados, de todas las tribus de los hijos de Israel. Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.
Y gritan con fuerte voz: «La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero.»
Y todos los Ángeles que estaban en pie alrededor del trono de los Ancianos y de los cuatro Vivientes, se postraron delante del trono, rostro en tierra, y adoraron a Dios diciendo: «Amén, alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza, a nuestro Dios por los siglos de los siglos, amén.»
Uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: «Esos que están vestidos con vestiduras blancas quiénes son y de dónde han venido?»
Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás.»
Me respondió: «Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la Sangre del Cordero.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 23,1-2.3-4ab.5-6
R/. Este es el grupo que viene a tu presencia, Señor
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R/.
Quién puede subir al monte del Señor?
Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R/.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R/.
R/. Este es el grupo que viene a tu presencia, Señor
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R/.
Quién puede subir al monte del Señor?
Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R/.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R/.
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan
(3,1-3):
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él porque le veremos tal cual es. Todo el que tiene esta esperanza en él se purificará a sí mismo, como él es puro.
Palabra de Dios
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él porque le veremos tal cual es. Todo el que tiene esta esperanza en él se purificará a sí mismo, como él es puro.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,1-12):
Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.»
Palabra del Señor
Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.»
Palabra del Señor
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Vivir la santidad...
Celebramos estos días 1o y 2 de Noviembre dos de las más
grandes fiestas del año litúrgico: LA FIESTA DE TODOS LOS SANTOS y LA FIESTA DE
TODOS LOS FIELES DIFUNTOS.
Al comienzo de noviembre, recordamos toda esta larga cadena
de testigos que nos han precedido…
Los psicólogos afirman que el recuerdo de aquellos que han
sido importantes en nuestra vida contribuyen a construir nuestra identidad. Las
personas que hemos olvidado no tienen verdadera influencia sobre nosotros,
mientras que aquellos de quienes nos acordamos y que han jugado un rol o papel
importante en nuestra vida, continúan influyendo en nosotros después su
partida.
El año litúrgico abre el gran libro de los recuerdos. Nos
acordamos de personajes importantes de la historia del cristianismo: Pedro,
Pablo, Agustín, Tomas de Aquino, Francisco de Asís, Teresa de Ávila, Juan de la
Cruz, la Madre Teresa, San Martin de Porres, San Juan Pablo II, Santa Laura
Montoya, Martin Luther King, y tantos
otros…Pero, también están las personas menos conocidas, que han ejercido una
influencia determinante en nosotros: nuestros padres, nuestros abuelos, algunos
educadores, vecinos, colegas de trabajo…personas sencillas, que han marcado
nuestra vida…Estas personas son como faros que iluminan nuestras vidas. Ellas
han sido guías y nos han ayudado a enfrentar los obstáculos de la vida. Son
ellos quienes nos han permitido llegar a ser lo que somos hoy. Nosotros no
hemos sido creados de una sola vez y enteros (de una sola pieza). Nosotros
somos el fruto de una familia, de una parroquia, de un barrio, vereda,
pueblo o ciudad.
En el cristianismo, tenemos la excelente tradición de orar
por aquellos que nos han precedido. Y en nuestras oraciones, no separamos los
ricos de los pobres, los hombres de las mujeres, los buenos de los menos
buenos.
Nosotros oramos por todos…
Esta primera semana de noviembre es nuestra semana de
recordar, y evocar con gratitud aquellos que han vivido antes que nosotros.
Las celebraciones de noviembre son así también una excelente
preparación para nuestra propia muerte. Nuestro mundo moderno hace todo
lo posible por borrar o hacernos olvidar la muerte... Los
medios están llenos (ante todo) de informaciones superficiales, livianas,
lights, después de violencia y agresividad…y se trata siempre de la
muerte de los otros. Se nos presenta sin parar anuncios comerciales que
prometen la eterna juventud. No tenemos sino que utilizar sus productos
milagrosos para parecer diez años más jóvenes.
Nosotros los cristianos, no creemos en una muerte cruel donde
se termina con la tumba, en el cementerio. Nosotros creemos en un paraíso donde
la vida se transforma y cambia. Creemos que la muerte es una entrada, un pasaje
y o una puerta abierta hacia la eternidad. En el libro del profeta Isaías,
encontramos este bello texto: “El Señor enjugara todas las lagrimas de nuestros
rostros…sobre su santa montaña, él preparará una fiesta de abundante comida…Él
hará desaparecer la muerte para siempre…" Alegrémonos en la salvación que ofrece el Señor”.
Nosotros viviremos entonces la paz del Reino de Dios donde: “
El lobo habitará con el cordero, el puma se acostará junto al cabrito, el
ternero comerá al lado del león y un niño chiquito los cuidará. La vaca y el
oso pastarán en compañía y sus crías reposarán juntas, pues el león también
comerá pasto, igual que el buey. El niño de pecho jugará sobre el nido de la
víbora, y en la cueva de la culebra el pequeñuelo meterá su mano. No
cometerán el mal, ni dañarán a su prójimo en todo mi Cerro santo” (Isaías 11,6-9).
Y san Juan agrega en el Apocalipsis : "Después vi un
cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra habían
desaparecido, y el mar no existe ya. [2] Y vi a la Ciudad Santa, la nueva
Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia que
se adorna para recibir a su esposo. [3] Y oí una voz que clamaba desde el
trono: «Esta es la morada de Dios con los hombres; él habitará en medio de
ellos; ellos serán su pueblo y él será Dios-con-ellos; [4] él enjugará las
lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte ni lamento, ni llanto ni pena, pues
todo lo anterior ha pasado.»
Hay esperanza en plenitud en estas fiestas de noviembre.
Esto nos recuerda que la muerte no es el final de todo.
Esto también nos recuerda que el tiempo que se nos da es un
don precioso y que hemos de utilizar lo mejor posible.
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