6 de octubre del 2019: 27º Domingo del Tiempo Ordinario (C)



Servicio antes que todo
  
Estamos en el mes de octubre, y como nos lo ha sugerido el papa Francisco, mes dedicado a una gran misión extraordinaria, donde todos los bautizados estamos invitados a manifestar que somos enviados y por tanto evangelizadores…Es un tiempo en el que la Palabra de Dios anunciada por los misioneros nos hace más sensibles a las cosas del espíritu, a las verdades que proclama nuestra fe. 

Que la Palabra que escuchamos este domingo, nos ayude a reavivar el don de Dios, que es un espíritu de fuerza, de amor y de ponderación.

 *****

Abramos hoy  nuestro corazón a Dios. Él ha sembrado la semilla de la fe que nos permite realizar lo imposible: enviar un árbol a plantarse en el mar. Es esta fe la que nos da la fuerza para permanecer fieles a nuestros compromisos de todos los días.


Que esta celebración despierte en nosotros el don de la FE, para testimoniarla y ponerla al servicio de nuestros hermanos.




Primera lectura
Lectura de la profecía de Habacuc (1,2-3;2,2-4):

¿Hasta cuándo, Señor,
pediré auxilio sin que me oigas,
te gritaré: ¡Violencia!,
sin que me salves?
¿Por qué me haces ver crímenes
y contemplar opresiones?
¿Por qué pones ante mí
destrucción y violencia,
y surgen disputas
y se alzan contiendas?
Me respondió el Señor:
Escribe la visión y grábala
en tablillas, que se lea de corrido;
pues la visión tiene un plazo,
pero llegará a su término sin defraudar.
Si se atrasa, espera en ella,
pues llegará y no tardará.
Mira, el altanero no triunfará;
pero el justo por su fe vivirá.

Palabra de Dios



Salmo
Sal 94,1-2.6-7.8-9

R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».

V/. Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R/.

V/. Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R/.

V/. Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masa en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron,
aunque habían visto mis obras». R/.



Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (1,6-8.13-14):

Querido hermano:
Te recuerdo que reavives el don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos, pues Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza. Así pues, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor ni de mí, su prisionero; antes bien, toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios.
Ten por modelo las palabras sanas que has oído de mí en la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús. Vela por el precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros.

Palabra de Dios



 EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS

Lucas 17, 5-10

5 Los apóstoles le pidieron al Señor:
- Auméntanos la fe.
6 El Señor contestó: - Si tuvierais una fe como un grano de mostaza, le diríais a esa morera: “quítate de ahí y tírate al mar”, y os obedecería.
7 Pero suponed que un siervo vuestro trabaja de labrador o de pastor. Cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: “Pasa corriendo a la mesa”? 8 No, le decís: “Prepárame de cenar, ponte el delantal y sírveme mientras yo como; luego comerás tú”. 9 ¿Tenéis que estar agradecidos al siervo porque hace lo que se le manda? 10 Pues vosotros lo mismo: cuando hayáis hecho todo lo que os han mandado, decid: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”.




A guisa de introducción:


¿Y qué es la FE?


Jesús hoy nos habla de la fe, quizás la palabra más corta del diccionario teológico, pero a la vez la que más incidencias e importancia tiene en nuestra vida de cristianos, porque antecedida o precedida por el amor, ante la mirada de fe nos jugamos la vida, ella nos lleva a consecuencias existenciales y por ello hemos de abordarla con toda la seriedad que se debe.

Veamos cómo la aborda Jesús y se vale de una pequeña parábola para darnos una profunda enseñanza sobre ella, empujado por sus propios discípulos que han ensayado de curar (sanar) a algunos enfermos, pero no lo han podido hacer, se han sentido inermes e inútiles…son conscientes de que les falta algo esencial y vital para hacer suceder el milagro, y ese algo es la Fe, la que piden a Jesús con toda espontaneidad…

Una palabra monosílaba, como que los cristianos somos monoteístas.
La segunda sílaba de café y qué bueno es compartir sobre la fe alrededor de una taza del excelso grano…


Cuando éramos niños, nos dijeron que la FE, según el catecismo es “Creer en lo que no se ve” … ¿Y qué es lo que no se ve? Las cosas esenciales aquello que es solo visible para el corazón como diría “El Principito “de  Exúpery.


Fe, palabra que hace dudar y hasta reír a aquellos que solo aceptan para reemplazarla por términos como optimismo, positivismo, “buena vibra” en su vocabulario y vivir diario.


Fe que es más que aprender “doctrina”, dogmas, mandamientos y preceptos de memoria, sino que es el encuentro con ALGUIEN, con una persona, con Jesucristo.


FE, inmensa y sublime palabra, sostenedora de vidas, dadora de sentido a la existencia de tantos santos que ya partieron y otros que continúan iluminando el mundo y haciéndolo más fraterno, más bondadoso, más humano (¿“creo en la comunión de los santos”, Acaso no es eso lo que decimos en el Credo?)


Estamos en el mes de la misión extraordinaria, donde nos ha invitado el papa Francisco a salir a callejear nuestra FE, y el evangelio de este domingo nos presenta a Jesús compartiendo con sus discípulos sobre ella. Los discípulos la reclaman porque la admiran en su maestro. Perciben, se dan cuenta que con ella podrían realizar muchas cosas, grandes prodigios.


¡Señor, auméntanos la fe! Debería ser nuestro grito cotidiano, a todas horas. Sobre un mundo donde parece imperar la razón, lo práctico, la ciencia, el dinero, el mercado, el materialismo, lo que se toca…Necesitamos alimentarnos de ella y la Iglesia CATÓLICA nos sugiere:


1.    Conocer la carta que Dios ha dirigido a la humanidad: LA BIBLIA,


2.    Entrar en relación de diálogo con ese Dios que se nos ha revelado y nos ha contado sus más íntimos secretos. Escuchar su voz, dejarle que nos guíe, alabarle, agradecerle…eso es LA ORACIÓN.


3.    Su mayor muestra de amor fue enviarnos a su propio Hijo Jesucristo y posibilitarnos ver en Él su propio rostro, su propio pensamiento, sus sentimientos, su amor por la humanidad, inmenso que va hasta dar su vida por salvarnos.


4.    Cómo no fijarnos en María, admirarla, invocar su intercesión por haber aceptado el proyecto del Padre y decirle Si…Ella se constituye en el modelo y prototipo de todo creyente y amigo de Jesús.


5.    Los SACRAMENTOS, fruto de la resurrección y del Espíritu Santo resucitado de Cristo nos manifiestan la presencia de Dios en los momentos “fundantes” y más importantes de nuestra vida: nacimiento (bautismo),

infancia (Comunión o Eucaristía), 

adolescencia y juventud (confirmación),

edad madura y de responsabilidades (matrimonio u ordenación sacerdotal, consagración religiosa)

enfermedad, vejez y muerte (unción de los enfermos no ya “extremaunción”).


VIDA COTIDIANA (Eucaristía/comunión o la misa que es lo mismo, PERDÓN y o RECONCILIACIÓN/PENITENCIA.


6.    En Iglesia constituimos una familia universal (católica), que actúa con caridad, celebra en la liturgia (sacramentos) y nos invita a ayudarnos los unos a los otros. Por eso no se puede ser cristiano o creyente en soledad, aislados. Negar la Iglesia o criticarla es negar y criticar al mismo Cristo…Cuando tantos bautizados se den cuenta de esto, sin duda alguna que saldrán de los armarios.


7.    Como bautizados y miembros de la gran familia eclesial tenemos una MISIÓN, de evangelizar, compartir la Buena Noticia que Jesucristo por su ENCARNACIÓN (“El verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros”) nos ha encomendado (a sus apóstoles primero) antes de ascender al cielo: “Vayan por todo el mundo y anuncien el evangelio y a los que creen bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo …y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28).


Si, esa es la fe, creer en la presencia discreta y distinta de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo en nuestra vida cotidiana. Verlo en cada rostro humano, sentirlo en cada relación humana, dejarnos alimentar de la doble mesa o pan: escucharle a través de su palabra y alimentarnos de su cuerpo y sangre (eucaristía).


Por nuestra FE en Dios uno y trino, tenemos la convicción que siempre el amor será más fuerte que la muerte, que todo sufrimiento, enfermedad, envejecimiento tienen un sentido…


Como ocurrió con los discípulos, nuestra fe es a menudo puesta a prueba.


Vivimos en un mundo donde ella no es tan evidente (tan eficaz, ni tan protagonista de novela).


Pero la fe así sea pequeña como un grano o semilla de mostaza, puede hacer prodigios.


¿La más pequeña de todas las semillas no hace surgir acaso un árbol inmenso?

Nuestra fe nos ayuda a perseverar, a permanecer fieles en los momentos difíciles que vivimos en Iglesia. Es ella que nos impulsa a comprometernos cuando estaríamos tentados de “dejarlo todo” , "tirar la toalla", de sucumbir.


Ella, LA FE, nos permite lentamente llegar a perdonar, cuando humanamente se nos hace imposible, pues el ambiente, periodistas y “orgullosos incrédulos” nos dicen que eso es imposible…Sin embargo “para Dios no hay nada imposible”.


Si, nosotros podemos realizar lo imposible gracias a la fe.





APROXIMACIÓN PSICOLÓGICA AL TEXTO DEL EVANGELIO:


El amor puede estar ausente


El deber cumplido no otorga ningún derecho sobre Dios. A Dios no se le compra ni con grandes obras ni con misas solemnes. El amor exige la acción, pero la acción no fuerza u obliga al amor.

Desgraciadamente es posible trabajar fuertemente por alguien sin amarle verdaderamente, sin dejarse llevar a vivir la ternura y la reciprocidad con esa persona, sin dejarle vivir con toda su diferencia. Cuántos esposos y padres de familia trabajan como “burros” o “esclavos ”, por sus esposas y sus hijos, y enseguida se comportan con ellos (de manera injusta, opresora) como si el trabajo les diera derechos sobre ellos.

En el mismo sentido, Pablo hace ver que el amor puede faltar, mismo si “yo tengo toda la ciencia”, “la fe más grande”, y que “si yo distribuyo mis bienes entre los pobres…” (1 Corintios 13,1-3).

Porque el amor es un don, pero también es receptividad; implica que uno haga cosas por los otros, pero también implica que uno se deje transformar por ellos y se deje amar (es decir recibirlo). Y este alivio y libertad interior que prodiga el amor debe conservarse en los trabajos y tareas más acaparadores y en los combates más difíciles.

Y se trata de lo mismo de cara a Dios y frente al compromiso que Él me pide. Yo debo comprometerme en la historia, desarrollar todas mis capacidades y mi creatividad, emplear todas mis fuerzas en los combates que yo he descubierto y que son los más importantes para mis hermanos…Y al mismo tiempo creer que no soy yo quien los salva. La salvación crece, se hace representativa gracias a Aquel quien la ha dado, el Reino de Dios surge, emerge por su propia fuerza y yo me doy cuenta un día que al construirlo, yo no hacía más que acogerlo.

He aquí el sentido de la verdadera humildad, no la antigua humildad virtuosa que me llevaba a creerme o sentirme menos ,  pues la humildad existencial es una experiencia de FE. Yo no me atribuyo ningún mérito, ya que he descubierto que en cada segundo de mi vida y de mi compromiso, yo estoy precedido (me antecede) (de)  por un amor que me da la vida, el movimiento y el ser (Hechos 17,28). 

Y de cara (de frente) a esta dinámica misteriosa, yo soy de modo radical inútil, como el recién nacido apegado a su madre y que recibe todo de ella. Pero una vez hecha ésta experiencia, ella me lleva a descubrir que- sólo en los casos de traumas o problemas psicológicos-, es rigurosamente indiferente para la madre que su hijo sea útil o inútil. Lo que importa a la madre es amar a su hijo, que éste acoja  su amor paulatinamente con menos pasividad, cada día con más libertad, con más conciencia de todo lo que está implicado en esa relación madre-hijo. Inútil pero precioso! “Tú eres muy importante para mí, tú eres precioso y yo te amo”, dice Dios a su creatura (Isaías 43,4).



REFLEXIÓN CENTRAL


1



La danza de los árboles en el mar


A mí me gusta mucho, no se a ustedes, esta imagen completamente loca del Evangelio:

«Si tuvierais una fe como un grano de mostaza,
habríais dicho a este sicómoro (esta morera):
`Arráncate y plántate en el mar',
 y os habría obedecido.»

Cuando algo parecido ocurre, debemos decir que, en efecto, parece más una desgracia, un gran cataclismo. Uno piensa en los tifones, en los huracanes, en las tempestades tropicales, o todavía peor, en los tsunamis. En este caso, se trata de imágenes de terror y no de un prodigio feliz que sería obra de la fe. Cuando uno piensa en cosas como esa, uno pensaría estar soñando o estar en un mundo fantástico, de genios y hadas.

Yo espero tener la fe. Pero si fuera necesario que yo tuviera el poder de arrancar de raíz los árboles, yo sería alguien muy peligroso. Primero que todo sería para mí muy difícil negarme a la tentación de cometer algunas travesuras o pequeñas locuras. Mis amigos encontrarían su auto sobre una isla en medio del mar o en medio de un río, lejos de todo puente o puerto, o encontrarían su casa sobre una inmensa roca lejos de la ciudad… Yo pienso que alteraría algunos resultados de las elecciones.

Yo amo estas imágenes extravagantes e imposibles del Evangelio. Pero por suerte, hay un orden seguro y fiable de la naturaleza que permite la ciencia y el rigor y nos hace responsables de nuestras acciones. Pero la fe de arrancar los árboles y mover las montañas, permite la apertura a otra dimensión de nuestra vida.

 La vida es más que el bus, el metro o el Transmilenio, el trabajo, el descanso. La vida no solo es una sucesión razonable de secuencias razonables dentro de la monotonía de las cosas. Hay lo imprevisto en nuestra vida, hay lo inimaginable. Hay amores que nos iluminan, que nos aclaran, golpes de corazón que nos permiten romper nuestras cadenas y volver a comenzar, hay momentos de perdón y de verdad, tardes y noches de verano, donde la eternidad está delante de nosotros.

La fe, si nosotros la tuviéramos, cambiaría el color de la vida, el rostro de Dios nos aparecería más claro y más presente en la opacidad de las cosas. Y quizás el espesor de los odios y de las rivalidades que están en nuestro corazón y lo oprimen, se relajarían. Nosotros comenzaríamos de nuevo a respirar. En el vientre de su madre, el bebé no respira, pero su sangre es oxigenada por su madre. Cuando nace, de una sola vez, él debe aprender a respirar por sí mismo, y es por eso que nosotros esperamos tanto ese primer llanto o grito, por el cual él va expulsar el aire y apoderarse del reflejo de respirar.

Entrar en la fe, es un poco como eso. Es nacer a un mundo divino y aprender a respirar en el universo de Dios. Para ciertas personas la fe es como una muleta o una póliza de seguro. Y uno vive su vida como todo el mundo, y para no faltar con suerte, uno agrega algunas devociones o ritos suplementarios. Uno hace oraciones, ofrece misas,  y la cosa ya está hecha.

El profeta Habacuc tiene una mejor fórmula. Él dice: “el justo vivirá por su fidelidad”. De una manera más clara, esto quiere decir: el justo pondrá su seguridad solamente en la fe. No es en sí mismo, ni en sus fuerzas, ni en sus obras que el justo pone su confianza. Es en Dios. Creer, es salir de sí mismo, es confiar su vida a Dios y confiar en Él. Es desposeerse, desprenderse de su propia vida y hacerla reposar en Dios.

Es esto lo que explica una parte de la controversia entre Jesús y los fariseos. Los fariseos son piadosos, celosos de la Ley, generosos…pero por su forma de ser y de pensar, han construido un sistema de pensamiento que le pone la mano a Dios y que desplaza entonces el acento sobre las obras a hacer. Es por eso que ellos detestan y expulsan a los pecadores y no insisten en la misericordia de Dios.

Vivir de la fe, es confiar en Dios. Apostarle su vida a Dios. Es desaparecerse uno mismo para provecho de Dios. No es negarse, sino preferiblemente hacerse disponible para Él, vivir como en simbiosis, en intimidad y comunión con el Señor.

Es renunciar a controlarlo todo, a ser gerente de todo para ponerse en un cierto estado de pasividad. Es el sentido de la parábola que Jesús dice a sus discípulos sobre los servidores inútiles. Si la tomamos al pie de la letra, esta pequeña parábola tiene algo de revoltoso, es algo chocante. Se habla de un hombre agrario, que parece tener nada más que un sirviente que hace trabajar en el campo. Y cuando el sirviente termina su jornada, después de haber laborado o cuidado las bestias, es necesario que se vuelva a poner a trabajar, para cambiarse, disponerse a servir, preparar la cena y esperar que su amo o señor haya terminado. Es una situación servil, una situación de esclavitud o de siervo, que hace pensar, en la situación de la mujer, en los países llamados desarrollados, hace poco más de cincuenta años.

Por suerte, tenemos otras parábolas en las cuales Jesús explica que el amo que encuentre a su regreso, a sus servidores vigilando, él mismo se dispondrá a atenderlos y a servirles.
La parábola de hoy ilustra la situación de la fe.

La fe, si uno la tuviera, desarraigaría los árboles y desplazaría las montañas.
La fe es un poder divino que está más allá de nuestro dominio o alcance y de la eficiencia humana. Es por eso que cuando uno actúa con fe, es Dios quien actúa y no nosotros. Es necesario no creernos más que los demás, o unos superhumanos y atribuirnos a sí mismos lo que es obra de Dios. Esto es lo que nos quiere decir Jesús con esta parábola de los siervos inútiles, que probablemente también dirigió a los fariseos.

Cuando un servidor, un subalterno, ha hecho lo que se espera de él, él no ha hecho más que lo que debe hacer, es decir su deber.

En nuestros días nosotros hemos perdido el sentido del deber y hemos llegado a pensar que el salario es un derecho pero que el servicio a dar importa poco. Normalmente la regla debería ser: si no hay servicio, tampoco hay salario.

Llegar a ser discípulo de Jesús, es ponerse a su servicio. Es seguirlo, escucharlo, hacerse disponible para Él. Hay una cierta radicalidad en la fe. Pero Jesús habla a sus apóstoles quienes asumen responsabilidades precisas en el seno del pueblo de Dios, y que enseñan, presiden, administran o gerencian, dirigen. Me imagino que a ellos también en algún momento el honor o el deseo de ser superiores se le subió a la cabeza.

Ante ciertos éxitos, ellos pensaron que ese éxito venía de ellos, de su habilidad, de su trabajo, ellos comenzaron a creerse más, a juzgarse mejores o más preparados que los otros. Cuando Jesús envía los 72, en misión, estos vuelven muy orgullosos y contentos y dicen: “Mismo los espíritus malos se nos han sometido en tu nombre” y Jesús les responde diciéndoles que no se alegren por eso sino por el hecho de que sus nombres están inscritos en el cielo.

La parábola de hoy va en este mismo sentido. Ustedes han tenido éxito. Qué bueno. Pero no se hinchen, no se vanaglorien.  Ante todo, eso no viene de ustedes, sino de Dios. Considérense como servidores inútiles. Sepan desaparecerse, borrarse ante la obra que Dios realiza por ustedes y con ustedes. Jesús no dice esto para desanimar a la gente sino para situarla en la fe. Ninguno de nosotros puede vivir dentro del puro despojo o desinterés, en el servicio absoluto. Eso es imposible. Todo el mundo necesita ser amado, apreciado, escuchar que le digan que su trabajo está bien hecho, que hace bien las cosas con cuidado y eficiencia., que lo que él o ella hace es bueno, bello, útil, indispensable. Esto, Jesús lo sabe mejor que nadie. Pero su advertencia se apoya en la conciencia viva de la fe. Es necesario aprender a deponerse de su obra, a despegarse, no por ascetismo sino por la Verdad.

Vivir en la fe, en la conciencia de la presencia de Dios. Es apostar la vida en Él, jugársela por Él. Es entonces, hacer honestamente todo el trabajo con aplicación, alegría y confianza, y enseguida poner su vida en sus manos…

Las palabras consoladoras de Dios al profeta Habacuc que hemos escuchado en la primera lectura nos deben dar ánimo  y despertar nuestra fe, pues al igual que en los tiempos del profeta, hoy somos testigos de mucha violencia,  de bastante corrupción política, de muchos desórdenes sociales…No podemos pensar que Dios no se preocupa por nosotros, o que el culpable de todo lo malo y trágico que nos pasa es Él, no…Al contrario, la desgracia, la maldad son consecuencia de nuestra falta de fe, fidelidad y confianza en la Palabra del Señor.

Hagamos eco de las palabras finales que hoy Dios dirige al profeta y que son válidas también para nosotros: “El justo, el inocente vivirá gracias a su fidelidad”… El mal no tiene la última palabra, Dios siempre cumple sus promesas.

Es el mismo mensaje que Pablo en la segunda lectura dirige a su discípulo Timoteo. Pablo está en prisión y en ese tiempo, tal como sigue pasando hoy, estar en prisión no es ningún honor. Además, los creyentes creen en un crucificado, lo que era la última disminución, minusvaloración en la sociedad de su tiempo. Pablo dice a Timoteo: “No tengas vergüenza de dar testimonio ante nuestro Señor, no tengas vergüenza de mí, que estoy en prisión a causa de Él”.

Tener vergüenza, enrojecer, mismo tener miedo, es lo contrario de la fe y de la esperanza. El discípulo no debe enorgullecerse de lo que realiza, o hace. Es la obra de Dios, como ese árbol que va a danzar al mar. Pero Timoteo ni ninguno de nosotros, seguidores hoy de Cristo, debemos tener vergüenza de ciertos fracasos o  del escándalo de la Cruz. Basta con tener fe y perseverar firmes en la esperanza. “No es un espíritu de miedo el que Dios nos ha dado, sino un espíritu de fuerza, de amor y de razón”.
Que así sea.



2


La FE para permanecer eternamente joven



El texto del evangelio propuesto para este domingo, contiene elementos difíciles de aceptar y puede fácilmente chocarnos.

Comencemos por el relato de ese servidor que no recibe ningún agradecimiento por parte de su patrón por haber cumplido su trabajo, puesto que esto hacía parte del orden establecido; se escucha afirmar también que un cristiano no tiene por qué imaginar que hace cualquier cosa excepcional por su vida de creyente y esperar de este modo el agradecimiento de parte de Dios. 

Una manera de aceptar una afirmación tan ruda es escuchando a San Pablo: “Anunciar el evangelio, en efecto, no es para mí un motivo de envanecerme, sino que es una necesidad que me incumbe…Si yo tuviera la iniciativa de esta tarea, yo tendría derecho a una recompensa; si yo no la tengo (la iniciativa), quiere decir que es un encargo (una misión) que me ha sido confiada” (1 Carta a los Corintios 9,16-17).  Así, la vida cristiana no es una realización o empresa personal, sino la apertura y la fidelidad a una corriente (o caudal) que tiene su fuente u origen en Dios; nuestra recompensa, es lo que esa corriente (caudal) produce en nosotros.


Volvamos a la cuestión sobre la FE que inicia el texto de hoy. El papel que Jesús hace jugar a la FE no cesa de intrigarme: ¿por qué un papel tan fundamental? Y la imagen utilizada en el paisaje tiene algo excesivo: una morera (un árbol) que se arranca de raíz por sí misma y va a plantarse al mar.


Cuando se ha conocido el Medio Oriente, se sabe que nos encontramos ante un texto que no hay que tomar al pie de la letra. Pero con todo, la idea que transmite esta imagen, es que la FE tiene la potencia o el poder de cambiar el orden de las cosas y abrir un mundo nuevo. ¿Cómo es eso posible?

Todo comienza por una petición de los discípulos: “Señor, auméntanos la FE”, pero el texto litúrgico no nos da el contexto de su demanda. Antes Jesús había afirmado: “Y si 7 veces al día él peca contra ti y que 7 veces él regresa para decirte “Yo me arrepiento”, tú le perdonarás”. ¿Por qué entonces, los discípulos se ponen a hablar de FE? Y bien, justamente todo reposa en la fe, la FE en que la gente puede cambiar y que va a cambiar, puesto que lo que habita nuestra humanidad es más grande que lo que se ve.  Reubiquemos la demanda de los discípulos en nuestro contexto, por ejemplo el conflicto eterno entre israelíes y palestinos, donde seguramente, cada quien tiene razón; estos conflictos incesantes que causan hambre  en los países más pobres y mantienen itinerantes a poblaciones enteras; todos esos grupos reducidos, cerrados, de traficantes, de corruptos, de violentos, que revelan lo que hay de peor en el hombre y esas aves rapiñas que se aprovechan de la desgracia de los otros; a todas estas situaciones, cada quien podría agregar sus propios dramas a menor escala. Díganme, qué quiere decir exactamente: “si 7 veces al día tu hermano peca contra ti y te dice: “yo me arrepiento, tú le perdonarás”? Si, aumenta en mí la fe, Señor, porque perdonar significa creer que una relación impregnada de vida y de amor puede resurgir.


En pocas palabras, digámoslo: sin la fe, no hay más futuro para nuestra humanidad. 

Karl Marx había hablado de la religión como “opio del pueblo”, yo digo que hoy es el fútbol, la farándula, la adicción al juego, a la pornografía, a las sustancias psicoactivas, y tantas otras... Yo digo: solo la fe permite hacer actuar nuestra humanidad. Solo la fe me permite no quedarme paralizado por lo que veoSolo la fe me permite vencer mis miedos. Yo personalmente me acerco a la edad donde la gente se hace la pregunta: “¿De qué viviré yo, cuando ya no pueda trabajar?” y si mi rollo de lana no fuera suficiente?” Sin la fe, se puede querer buscar estúpidamente una seguridad muro a muro, despreciando toda solidaridad.


Algunos identifican la fe con la obstinación a creer que todo irá bien a pesar de los obstáculos de la vida. Yo sostengo que es desde todo punto de vista lo contrario. Es la fe la que nos permite aceptar, y acoger los eventos como una palabra y el hecho de cambiar de idea, de igual modo como es la fe la que nos mueve a la acción, con la esperanza de que la vida puede surgir de la muerte. Es la fe la que nos lleva a mirar el mañana como un alba (una aurora), y no como un crepúsculo. Es la fe la que nos conserva siempre jóvenes.

Muy probablemente que yo no seré creyente sin la acogida de Jesús y de su testimonio de vida. Cuando Él habla de la fe y del papel que ella juega, Él habla de su propia experiencia. Es esta FE la que le ha permitido poner de pie a seres humanos (devolverles su dignidad, reivindicarlos). Es esta FE la que le ha permitido afrontar la muerte del modo como lo ha hecho. Y finalmente, la resurrección es el resultado de la fe. Vemos aquí entonces por qué ella (LA FE) es tan fundamental en la existencia diaria de cada ser humano.




OBJETIVO DE VIDA PARA LA SEMANA:



1.    Evalúo, analizo, me pregunto o me fijo si tengo necesidad de DESPERTAR en mí el don de la FE (recibida por gracia en el bautismo y gracias a la fe y el asentimiento de mis padres y padrinos).


2.    Le doy gracias a Dios por el regalo, el don, LA GRACIA de la fe.


3.    Me valgo de los diferentes herramientas, útiles o medios para alimentar esta fe:  ESTUDIO DE LA BIBLIA, Tiempo de ORACIÓN, de MEDITACIÓN, de retiro, de lectura espiritual, tiempo para compartir con otros CREYENTES.


4.    Miro de qué modo estoy viviendo mi FE, si ella está comprometida, cumple con su responsabilidad en mi ambiente familiar, de trabajo, allí donde vivo.


5.    Permanezco fiel, sereno, y me confío al Señor en los momentos difíciles.





ORACIÓN –MEDITACIÓN


Señor, Tú eres el DUEÑO de mi vida.


ENSÉÑAME la obediencia dócil a tú Espíritu,

y dame la determinación y la fuerza para servir.


Cuando corro tras los títulos y los honores,

recuérdame que soy un simple servidor

y que, para amar, es necesario escoger el último lugar.


Libérame de mis miedos, de la tentación de “vivir relajado” y de mis dudas

y enséñame la verdadera confianza en TI.


Enséñame a decirle al árbol de mi orgullo

que vaya plantarse al mar;

enséñame a mandar irse las selvas de mis insolencias

a lo profundo del océano,

y a las montañas de mis infidelidades,

de aplanarse bajo tu sol.


Así, liberado de mis cadenas

yo escucharé el canto

del Amo y Servidor

que invita nuestros corazones

hambrientos de Verdad

a ocupar un lugar en el banquete

fraternal y gratuito

del amor que se da (que se entrega).





REFERENCIAS:



Pequeño misal “Prions en Église”, edición quebequense, Novalis, 2010, 2013.



HÉTU, Jean-Luc, Les Options de Jésus.










Antiguas entradas referente en mis blogs, referentes a este mismo evangelio: 







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