29 de diciembre: Día 5o de la Octava de Navidad
(1 Juan 2, 3-11) Juan insiste de manera
vehemente: conocer y amar a Jesús, es amar a los otros, es comprometerse en el
mismo camino suyo. Cada página del Evangelio me instruye y me guia en este
proyecto.
Introducción
Dios viene a su pueblo como de incógnito, como un niño llevado en los brazos de su madre. Simeón, el anciano en el templo, tomó a Jesús en sus brazos y reconoció a este niño como al Salvador esperado por los judíos en el Antiguo Testamento, pero, al mismo tiempo también, como la salvación para todos los pueblos y todos los hombres. En Jesús el viejo Israel puede desvanecerse en paz. Este niño iba a ser gloria de Israel, sí, pero también luz de todos y cada uno de los paganos. Viene a nosotros ahora no solamente a ser la luz para nosotros, los cristianos. Él no nos pertenece a nosotros en exclusiva, sino que es de y para todos los hombres sin excepción. San Juan nos dice cómo reflejar la luz de Cristo: Todos los que aman a su prójimo están viviendo en la luz.
Reflexión:
1. En el evangelio hoy aparecen José y María presentando a su
hijo en el templo. Allí estaba Simeón –que significa “Dios-escucha”- . Era
hombre justo y piadoso, que oraba constantemente, esperaba y anhelaba y
aguardaba el consuelo de Israel. Al recibir en sus brazos al Niño, Simeón
reconoce al que estaba esperando, y la alegría le desborda en un canto
agradecido a Dios: «Ahora, Señor, según
tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a
tu Salvador a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a
las naciones y gloria de tu pueblo Israel». A nosotros en esta Navidad
también nos ha concedido Dios contemplar a nuestro Salvador hecho Niño por
amor. Por eso, Dios mío, mi corazón, lleno de gozo, quiere bendecirte y darte
gracias, porque el que es luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu
pueblo Israel ha bajado y se ha hecho uno de nosotros para enseñarnos el
camino de salvación que lleva al Padre.
2. Este camino pasa por el hermano. Por eso, hoy, arrodillados
ante la cuna del Niño, escuchemos atentamente lo de san Juan en su 1ª
carta.: “Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano, está aún en las
tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza.” Es fácil
arrodillarnos ante la cueva de Belén y adorar al Dios encarnado. Y hasta nos
emocionamos. Pero arrodillarnos ante el hermano enfermo, solo, emigrante,
necesitado, hambriento, etc. y servirle, escucharle, echarle una mano…, nos
cuesta más. Ilumínanos, Señor, para que tu luz nos haga descubrirte y servirte
en los más débiles y necesitados. Niño de Belén, libera nuestros corazones del
egoísmo, de la comodidad, del miedo a complicarnos la vida, que nos hacen
sordos a los gemidos de tantos hermanos nuestros que sufren y lo pasan
mal.
3. Muchos había en el templo. Muchos eran los que servían al
templo. Muchos oraban. Pero sólo Simeón, en el que “el Espíritu Santo moraba”,
reconoce al Salvador en aquel niño que entra en brazos de una mujer sencilla
del pueblo. Y es que la oración constante y confiada le ha abierto los
ojos para ver al que es el Mesías esperado, la Luz de las naciones. Los demás
vieron a una familia más y a un niño más. Pero Simeón tenía las ventanas del alma
abiertas y la Luz entró e iluminó su corazón y vio al Salvador y a la Madre del
Salvador. Concédeme, Señor, la gracia de la oración callada y perseverante. Que
constantemente pida y anhele tu venida liberadora a mí y a este mundo nuestro.
Y dame “la buena vista” de Simeón para reconocerte siempre que te me muestres,
hasta en los pequeños detalles de la vida, y en toda persona que se me
acerque.
Intenciones
Por todos los padres
que llevan a sus niños a la iglesia para bautizarlos, para que Dios los bendiga
a ellos y a sus hijos, roguemos al Señor.
Por todos los padres
que sufren cuando sus hijos les causan pena y dolor, para que sigan confiando
en el Señor y teniendo la fortaleza necesaria, roguemos al Señor.
Por todos los pueblos
que comienzan a conocer a Jesucristo, para que le acepten como su alegría y
vida, roguemos al Señor.
Fuentes:
prionseneglise.ca
ciudadredonda.org
totona.com
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