sábado, 2 de abril de 2022

3 de abril del 2022: 5o domingo de Cuaresma (C)



El evangelio de este domingo nos invita a adoptar una mirada nueva frente a nuestros semejantes que pretendemos juzgar y condenar, señalar con el dedo, olvidando que también nosotros tenemos errores. Hay que mirar primero la paja en nuestro ojo antes de sacar la del ojo ajeno.

Hemos de ser misericordiosos con nuestro prójimo, ser tolerantes, comprensivos, buscar que se convierta, que resurja, antes que condenarlo o hundirlo. El Señor Jesús nos invita hoy a tener la misma mirada del padre en amor y misericordia.







LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 8, 1- 11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al Monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los letrados y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio y colocándola en medio, le dijeron:
-- Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adulteras: tú, ¿qué dices?
Le preguntaban esto para comprometerlo, y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
-- El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos, hasta el último. Y se quedó solo Jesús y la mujer en medio de pie.
Jesús se incorporó y le preguntó:
-- Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Ninguno te ha condenado?
Ella le contestó
-- Ninguno, Señor.
Jesús dijo:
-- Tampoco yo te condeno. Anda y adelante no peques más.

Palabra del Señor



A guisa de introducción:

“Vete, y en adelante no peques más”


Estas palabras fueron pronunciadas por Jesús en presencia de una mujer sorprendida en flagrante delito de adulterio.

Los fariseos que la acusaban querían que se le lapidara (muerte a pedradas) como la ley lo mandaba.  Jesús se niega a tal condenación y dice simplemente a sus acusadores: “Aquel entre ustedes que no tenga pecado que tire la primera piedra”.

Palabras iluminadoras y salvadoras. Palabras de un corazón que ama y perdona. Estas palabras han atravesado el tiempo y aún perviven…y ellas nos iluminarán hasta el final de los tiempos a ustedes y a mí, a aquellos que nos rodean, y a todos aquellos que habrán habitado, habitan y habitarán la Tierra.

La mujer había sido llevada por varios hombres ante Jesús, solamente por hombres. Ella permanecía silenciosa, avergonzada. Ella bajaba la mirada, sabiéndose culpable, condenable y condenada.

“Vete y en adelante no peques más

Todo era oscuridad en ella y ante ella, y he aquí que un camino de luz se le abre. Todo estaba muerto en ella, y he aquí que la vida se le es ofrecida nuevamente. Generosidad de Dios. Indecible amor de Dios. Nosotros nunca contemplaremos ni valoraremos lo suficiente, este amor. Jamás lo cantaremos con la debida convicción, felices de saber que este amor nos es personalmente ofrecido como es ofrecido a todos.

La ley no ha sido abolida. Jesús no ha cerrado los ojos ante el mal que se ha cometido. Él, simplemente ha proclamado que el amor debe prevalecer o y ser puesto por encima de todo.





Aproximación psicológica al texto del Evangelio:


Arreglen ustedes sus problemas primero:



Podemos imaginar fácilmente a los fariseos exacerbados y o excitados por sus propios deseos sexuales o sus dudas pensando en la fidelidad de sus propias esposas.

Esta mujer que acababa de pasar la noche con su amante (la escena ocurre muy de mañana) podía entonces atizar tanto su envidia como su hostilidad.

Pero esta interpretación es hipotética y es posible igualmente ver a los fariseos furibundos por una moral sexual que ellos mismos estiman o consideran superada, al menos en lo que concierne a la represión del adúltero (a). El texto, en efecto no deja entender que ellos quieran ejecutar a la mujer. Pero la ocasión es propicia para empujar a Jesús hacia la trampa e implicarlo en una posible situación embarazosa donde Él debe tomar el riesgo de decir en voz alta lo que todo el mundo dice en voz baja, de acuerdo a lo que el texto cuenta explícitamente en el versículo 6.

De igual manera como en otras situaciones, donde siente que se le quiere poner una trampa, Jesús decide no pronunciarse sobre el contenido del problema. El v.11 muestra que Jesús no toma el adulterio a la ligera. Pero con esto les hace entender que el problema es de la mujer implicada y de su prometido (novio o compañero). Comiencen por arreglar sus propios problemas y enseguida ustedes verán de manera más clara para intervenir en la vida de los demás (cfr. Lucas 7,1-5). Dense cuenta de su propia fragilidad y sus propios errores, y esto les ayudará a situarse más humanamente frente a los pecados de los otros.

Según su costumbre, Jesús reenvía sus interlocutores a su propia experiencia vivida.  Consciente del carácter provocador de su reacción, se las arregla para que nadie muera de manera inútil al final de este proceso. Para librar a sus interlocutores de la vergüenza de cruzar su mirada y para dar tiempo de olvidar o hacer recular lo que acaba de suceder, Él se inclina de nuevo en el suelo y permanece en silencio.

Y cuando ya nadie les rodea y solo frente a la mujer le dice a ésta: “Yo tampoco, yo no te puedo condenar, conozco demasiado la fragilidad humana y la ternura del Padre”.

A través de la mujer es a nosotros que esta Palabra es dirigida: ve y no peques más, ni por debilidad, como ella, ni por dureza como ellos.



1

REFLEXIÓN CENTRAL


¿Cuál es el pecado más horroroso?

Como no conocemos el contexto de este relato, que es añadido al Evangelio, no sabemos las razones por las cuales a Jesús quieren “ponerle una trampa”. Pero dada la semejanza con los acontecimientos del final de la vida de Jesús, según nos cuentan los Sinópticos, podemos pensar que el drama ya se ha desencadenado y se pretende por todos los medios encontrar argumentos para un juicio que ya está decidido. En ese sentido, el texto es semejante al de la moneda del impuesto al César. Tampoco es fácil saber exactamente cuál es la trampa, pero parece ser que es poner a Jesús en la disyuntiva de entre ser fiel a la ley de Moisés, y consentir en que la adúltera sea apedreada, con lo que su insistencia en la misericordia se revela “hipócrita”, o insistir en la misericordia con lo que se manifiesta como infiel a lo mandado por Moisés.

A Jesús no van a buscarlo porque confíen en su buen criterio o porque reconozcan la autoridad de su palabra, o porque él pueda decidir la suerte de la mujer. En realidad, en este drama ni Jesús ni la mujer son importantes. Ambos son rechazados por los escribas y fariseos. Jesús, porque buscan atraparlo, la mujer porque es una simple excusa para ese objetivo. Por eso, porque su palabra en realidad no importa es que el Señor se inclina para escribir en tierra.  Manifiesta su desinterés por la cuestión, como ellos también la manifiestan.

Somos tan prontos a juzgar y condenar, nosotros los hombres. ¡Es tan fácil en este caso! Nada menos que una adúltera, descubierta en plena infidelidad. Hay que aplicarle el rigor de la ley: ¡debe ser apedreada! De paso, veremos cuánto de fiel a la ley es Jesús. La actitud del Señor no parece ser muy atenta; casi, hasta parece indiferente... Juzgar y condenar, en nuestras actitudes, muchas veces van de la mano, se le parecen. Los hombres ya condenaron, falta que hable Jesús, para condenarlo también a él.

¿Sexo? ¡Horror! Para tantos, todavía sigue siendo el más grave y horroroso de los pecados. Es cierto que muchas veces nos hemos ido al otro extremo, y no hablamos ya del tema, pero cuántas veces nos encontramos con actitudes o comentarios que parecen que el único pecado existente es el pecado sexual. La envidia, la ambición, la falta de solidaridad, la injusticia, la soberbia, y tantos otros, parecen no existir en la “lista”. El sexo es "el" pecado. Esa es, también, la actitud de los acusadores de la mujer: fue descubierta en pleno pecado, ¡debe ser apedreada! "-Muy bien, el que no tenga pecado, tire la primera piedra". Y, casualmente, los primeros en retirarse son los ancianos, los que ya no tienen "ese" pecado. Muchos pecados hay, no uno, pero nosotros juzgamos, ¡y hasta condenamos!

Sería casi sin sentido hacer una lista de todos los pecados de nuestro presente; sería sin sentido porque sería interminable: basta con leer casi cada página de los diarios... ¿Quién considera pecado sus opciones políticas que miran sus intereses y no lo que mejor beneficie la causa de los pobres? ¿Quién considera pecado su falta de solidaridad con los marginados de su mismo barrio o región? ¿Quién considera pecado su "no te entrometas", o su falta de compromiso político para que los pecados desaparezcan?... Y, en esa misma línea: ¿Quién no considera un pecado atroz y gravísimo a una madre soltera, o todo lo relacionado con el sexo?, ¿Quién no considera verdaderamente intolerable toda cercanía siquiera con prostitutas...? Este, que hoy leemos, fue el texto comentado por monseñor Romero en su célebre última homilía: “No encuentro figura más hermosa de Jesús salvando la dignidad humana, que este Jesús que no tiene pecado frente a frente con una mujer adúltera... Fortaleza, pero ternura: la dignidad humana ante todo... A Jesús no le importaban (los) detalles legalistas... Él ama, Él ha venido precisamente para salvar a los pecadores... convertirla es mucho mejor que apedrearla, ordenarla y salvarla es mucho mejor que condenarla... Las fuentes (del) pecado social (están) en el corazón del hombre... nadie quiere echarse la culpa y todos son responsables... de la ola de crímenes y violencia... la salvación comienza arrancando del pecado a cada hombre." "-No peques más".




2

Juntos vayamos hacia Jesús

Las lecturas bíblicas que se nos ofrecen este domingo son una nueva clave que nos ayuda a entrar mejor en el espíritu de la Cuaresma. Con demasiada frecuencia, usamos aquella clave que nos abre a soluciones fáciles. Los textos de este domingo quieren ayudarnos a vivir una Cuaresma liberadora, totalmente orientada hacia el futuro.

Es lo que aparece en el texto de Isaías (1ª lectura). Para los hebreos, las huellas del pasado ocupan un lugar importante. Tenían muy presente en su mente recordar las maravillas de Dios. Hubo la liberación de Egipto, el cruce del Mar Rojo y todos los años del Éxodo en el desierto. Hoy vemos a Isaías hablando de nuevo a un pueblo nuevamente en el exilio en Babilonia. El profeta le anuncia el regreso a la Tierra Prometida. Dios no es solo creador. Él es libertador y salvador. Su salvación se ofrece a todos, aquí y ahora. No basta con recordar sus maravillas del pasado. La buena noticia es que Dios nunca dejó de amar a su pueblo. Él siempre está ahí para salvarnos.

Es muy importante para nosotros hoy. A menudo tendemos a idealizar “los buenos viejos tiempos” cuando todo era maravilloso. Y hoy, muchos cristianos están desesperados porque sienten que todo va a la deriva. Pero hay una cosa que nunca debemos olvidar: Nuestro Dios no ha cambiado. Él sigue siendo el que quiere salvar el mundo. Él es capaz de hacer florecer todos los desiertos, los de nuestras familias, los de nuestro entorno de vida y los de nuestro mundo. La fiesta de la Pascua no es sólo la de nuestra liberación pasada. Es también la de nuestra propia liberación por un Dios que salva y perdona.

Es este Cristo salvador y liberador quien interviene en la vida de Pablo (2ª lectura). El que fue fiel observador de la ley nos dice que fue librado de un pecado más oculto y profundo: es el pecado de los que se creen perfectos e irreprensibles, el pecado de los que se permiten el orgullo. Pablo pensó que tenía la justicia que viene de la ley. Era un fariseo muy generoso. No pensó que debería ser liberado de un pecado porque se sentía inmune a él. Pero cuando se encontró con el Señor, comprendió que esta justicia según la ley no es la verdadera justicia según Dios. Pablo debe entender que necesita ser liberado de su orgullo. Debe aceptar que necesita ser salvado.

Además, Pablo pensó que estaba haciendo una buena obra al perseguir a los cristianos. Ahora entiende que fue injusto y criminal. Desde el momento en que conoció a Cristo, toda su vida dio un vuelco total. Pero ahora ha entendido que su relación con él es una relación que libera. Aparte de él, lo que parece esencial es solo "basura". Nos hace comprender a todos que la felicidad de conocer a Cristo es un bien que supera todo lo que el mundo pretende darnos. El apóstol nos muestra el propósito de nuestra vida, el mundo de Dios donde todos estamos llamados a unirnos a Cristo.

En su Evangelio, San Juan nos habla de la misericordia que libera. Nos habla del juicio de esta mujer culpable de adulterio. Sus acusadores son escribas y fariseos, expertos en la ley de Moisés, gente conocida por su fervor religioso. Según la ley de Moisés, esta mujer debía ser apedreada. Pero si se vuelven hacia Jesús, en primer lugar, es para atraparlo. Si se niega a condenarla, está quebrantando la ley de Moisés. Y si lo condena, contradice la misericordia que Él predica.

Pero la maniobra de ellos fracasa: Jesús abre un nuevo juicio, el de los acusadores: “Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que le tire la primera piedra”. Y ahora cada uno es devuelto a su propia conciencia. Ante Dios, nadie está libre de pecado. De una forma u otra, todos somos culpables.

Antes de sermonear a otros, necesitamos quitar la viga o paja que está en nuestro ojo. Esta viga es orgullo y desprecio por los que han pecado. Todo esto nos impide aceptar el amor que hay en Dios. Nunca debemos olvidar que Cristo vino a buscar y salvar a todos los pecadores, incluso a los que han cometido lo peor. Él quiere abrirnos a todos un camino de esperanza.

Hermanos, en este día hemos venido aquí, acudiendo a Jesús con el deseo de acoger su palabra y dejarnos transformar por ella. Él puede convertir nuestros corazones de piedra en corazones de carne. Es con él que encontraremos la alegría de ayudar, apoyar, consolar y amar. Que su Palabra sea luz para nuestro mundo y que su amor alivie a los que sufren. Amén



3


De la CEC

 

I.             Orientaciones para la Predicación

 

Introducción


Este domingo nos apartamos del evangelio de Lucas para entrar, dentro del evangelio de Juan, en un bellísimo pasaje que de todas formas tiene sabor lucano y no pierde de vista la experiencia de la misericordia.

 

Se trata del episodio de la mujer sorprendida en adulterio (Juan 8,1-11). Frente a ella y también frente a sus acusadores hoy vemos a Jesús como Señor de la misericordia y del perdón, que penetra en lo más íntimo del corazón del hombre. El contexto del pasaje es del conflicto.

 

Como vimos el domingo pasado, la misericordia de Jesús escandalizó a los fariseos y escribas de su tiempo. Por eso desaprobaron la praxis de Jesús y buscaron la manera de demostrarle que solamente su comportamiento era el que correspondía a la voluntad de Dios. Para ellos el punto de referencia era estrictamente la Ley. Precisamente en este punto es que ahora ponen a prueba a Jesús y ésta será la ocasión para una magnífica enseñanza sobre el dinamismo del perdón: reconocer el pecado, ser perdonado y perdonar a los demás. Y viceversa, así como no está autorizado para juzgar quien tiene motivos para ser juzgado, igualmente sólo quien perdona puede ser perdonado por Dios

 

1.    Lectio:

 

¿Qué dice la Sagrada Escritura?


A Jesús le presentan una mujer sorprendida en adulterio, con ello buscaban algún motivo para hacerle caer. Según la ley de Moisés, la mujer adúltera debía ser lapidada. Si Jesús aceptaba la lapidación, la misericordia que él predicaba quedaría desvirtuada; si la rechazaba, estaría contrariando la Ley. La respuesta de Cristo es una lección de justicia y misericordia: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Quienes pedían castigo por el pecado, estaban llenos también de culpa. A la mujer, quien ha quedado sola con Él, Jesús, le ofrece su misericordia diciéndole: “yo tampoco te condeno”, pero la invita a la conversión: “vete y no peques más”

 

2.    Meditatio:

 

¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? 

 

1.  Después de pasar la noche en el monte de los Olivos, Jesús madruga para ir al Templo y allí lo rodea una gran cantidad de gente que busca su enseñanza. El texto dice que el auditorio estaba compuesto por “todo el pueblo”. Pareciera exagerado, pero es la manera de ambientar la escena y preparar lo que viene: Jesús está ante la Ciudad Santa en calidad de “Maestro”, por eso dice “se sentó y se puso a enseñarles”. El reconocimiento de la autoridad de Jesús llega al máximo entre la gente.

Puesto que “todo” el pueblo está allí, un fracaso ante los otros maestros podría desautorizarlo definitivamente. La situación es peligrosa. La situación será aprovechada por los enemigos de Jesús para emboscarlo en una trampa jurídica, desacreditarlo y llevarlo al patíbulo. 

2. En esa circunstancia, “los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio”. Parece ser que el hecho es indudable. Al respecto la Ley es muy clara: “Si un hombre comete adulterio con la mujer de su prójimo, será muerto tanto el adúltero como la adúltera” (Levítico 20,10). 

Jesús es abordado como Maestro que debe dar el veredicto. Los acusadores le presentan a Jesús el hecho; le recuerdan la norma de la Ley: “Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres”; le piden el veredicto: “¿Tú que dices?”. 

Jesús es colocado entre la espada y la pared, en principio no le queda más alternativa que asociarse a la praxis de sus adversarios y responder pidiendo la pena de muerte de la mujer. De no hacerlo daría suficientes motivos para ser señalado de actuar contra la Ley de Dios. 

El evangelista nos dice que “esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle”. Oportuna precisión que saca a la luz la cuestión de fondo: Si Jesús aprueba el comportamiento de sus enemigos, también acepta su posición contra los pecadores; en consecuencia, tendría que ponerle fin a su praxis de misericordia y aparecer ante el pueblo como un falso maestro. Pero si Jesús no lo hace, resulta que termina desaprobando una Ley inequívoca ante un hecho inequívoco, e igualmente daría motivos para ser acusado de falso maestro que aparta a la gente de la Ley de Dios y, en consecuencia, debería ser quitado de en medio del Pueblo. 

Jesús responde con un gesto y con una frase. El gesto silencioso: “Inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra”. Jesús no se precipita para dar el veredicto, se toma un tiempo. Quizás esto sea lo más importante puesto que lo hace dos veces, enmarcando la única frase que pronuncia. Su primera respuesta es el silencio, un silencio que invita a todos a la reflexión. Jesús se comporta como si estuviera completamente solo, concentrado en su juego de hacer garabatos en la tierra. 

Este gesto podría ser interpretado como una indicación de la calma y la seguridad que Jesús tiene; como una manera de cansar e irritar a sus enemigos; como un gesto simbólico. 

Muchos han explorado la tercera posibilidad, una de las más interesantes es la que ve allí la referencia de Jeremías 17,13: “Los que se apartan de ti, en la tierra serán escritos, por haber abandonado el manantial de aguas vivas, Yahveh”. De ser así, ¿Jesús le estaría recordando a sus adversarios que son infieles a Dios y merecen ser escritos en el polvo y extinguidos? De cualquier forma, ellos pierden la paciencia y presionan a Jesús para que les dé una respuesta.

Jesús se levanta y les dice la siguiente frase: “Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra”. 

Por fin Jesús los toma en cuenta y se dirige directamente a sus adversarios citando de forma adaptada la norma de Deuteronomio 17,7. Con sus palabras, les hace caer en cuenta de un tercer elemento que no han tenido en cuenta: ellos apuntaron el delito, lo confrontaron con la Ley; pero no han tenido en cuenta sus propios pecados. Ellos no pueden presentarse como si no tuvieran ninguna falta y por eso también necesitan de la paciencia, de la misericordia y del perdón de Dios. ¿Por qué tienen tanto afán en la condenación de la mujer adúltera?

Los escribas y fariseos quieren tratar a la mujer como un caso más, fríamente, como si fuera un problema de aritmética. Jesús introduce una nueva consideración: la situación de los acusadores ante Dios. Los lleva a examinarse a sí mismos, ¿cómo quisieran ser tratados?  Jesús deja un nuevo espacio de reflexión.

Los adversarios son honestos y aceptan en su corazón la palabra de Jesús: “al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro”. Lo mismo hace todo el auditorio. ¡Qué increíble lección recibieron aquel día! Ninguno de los presentes afirmó que no tuviera ninguna culpa ni arrojó la primera piedra. Todos se fueron. Jesús y la mujer quedan solos. 

3. Jesús se levanta y se percata de que no quedan sino la mujer y él. Hasta el momento Jesús se ha dedicado a los acusadores, ahora se dirige a la mujer acusada. Este grandioso momento final gira en torno a un diálogo delicado y concreto entre los dos. Jesús hace dos preguntas y dos afirmaciones: Las dos preguntas aclaran la nueva situación: los acusadores ya no están y ninguno ha condenado a la mujer. 

En las dos afirmaciones Jesús plantea su propia posición: tampoco él la condena a la pena de muerte y la despide exhortándola a comenzar una nueva vida. En otras palabras: una absolución y el encargo de una nueva tarea. Interesante esta postura de Jesús: no le aprueba el pecado, pero tampoco se lo relativiza como si no hubiera pasado nada. Jesús le habla enérgicamente pidiéndole que se abstenga del comportamiento que la apartó de la voluntad de Dios y la expuso a la muerte.

 

3.    Oratio y Contemplatio:

 

¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?


“Ayúdame Señor, a que mis ojos sean misericordiosos para que yo jamás sospeche o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarle. Ayúdame, Señor, a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos. Ayúdame Señor, a que mi lengua sea misericordiosa para que jamás critique a mi prójimo, sino que tenga una palabra de consuelo y de perdón para todos” (Sor Faustina Kowalska).


_________________
Recomendaciones prácticas:


•  Comienza la semana de dolor. Por tanto, una oportunidad privilegiada para convocar a una celebración comunitaria del Sacramento de la Penitencia.




OBJETIVO DE VIDA PARA LA SEMANA:

-        Cada día, diré a Dios: “Gracias por todos los perdones que he recibido de Ti”.

-        Durante la semana, me esfuerzo por acercarme a una persona con la cual esté enojada o viviendo un conflicto (crisis de comunicación).


-        Pienso en los hombres que habían llevado la mujer adúltera ante Jesús. Me pregunto si se me ha ocurrido comportarme como ellos.




ORACIÓN-MEDITACIÓN

Señor,
como es de fácil reconocerse hoy
en la actitud de los escribas y de los fariseos del evangelio!
¡Nosotros también estamos prontos a juzgar y a condenar!
Tenemos siempre piedras en las manos,
listas para tirárselas a los demás!

Pero Tú, te niegas a condenar,
Tú te niegas a encerrar el ser humano en su pasado
o a reducirlo solo a su pecado.
Tú le das siempre una nueva oportunidad,
puesto que lo sabes capaz de cambiar,
de volverse a poner de pie y de reinventar su vida.

Dios de ternura y de piedad,
lo que has hecho hoy por la mujer adúltera,
Tú lo haces también por nosotros, cuando nos pasos nos alejan de Ti.
Y Tú nos invitas a hacer lo mismo por los otros.
Enséñanos siempre a mirar al fondo de nosotros mismos
antes de lanzar la piedra a los otros.
Ayúdanos a seguirte sobre el camino del perdón
y a saber darnos también una segunda oportunidad.
Permítenos siempre creer en un avenir posible,
Sin importar como sea nuestro pasado y nuestra historia.





REFERENCIAS:


-        Pequeño misal “Prions en Église”, edición quebequense, 2010.

-        HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.

-      BEAUCHAMP, André. Comprendre la parole. Novalis, 2007, Canadá.

- http:dimancheprochain.org

- Página web de la Conferencia Episcopal de Colombia




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