La
esperanza de una promesa
(1 Tesalonicenses 4,13-18) Pablo invita a cultivar
la esperanza frente a la finitud. ¿Cómo conciliar la resurrección de Cristo,
vencedor de la muerte, con esa misma muerte que sigue siendo para nosotros un
escándalo? ¿Cómo imaginar la entrada en la vida de aquellos que ya han muerto en
una época en la que se esperaba el retorno de Cristo de manera inminente?
Por
eso Pablo habla de esperanza, la cual – a diferencia de la simple expectativa o
ilusión – se apoya en una promesa que supera todas nuestras
representaciones y cuya realización solo puede venir de Dios.
Emmanuelle Billoteau, ermite
Primera lectura
1Ts
4,13-18
Dios
llevará con él, por medio de Jesús, a los que han muerto
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses.
HERMANOS, no queremos que ignoren la suerte de los difuntos para que no se
aflijan como los que no tienen esperanza.
Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual modo Dios llevará con él,
por medio de Jesús, a los que han muerto.
Esto es lo que les decimos apoyados en la palabra del Señor: nosotros, los que
quedemos hasta la venida del Señor, no precederemos a los que hayan muerto;
pues el mismo Señor, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina,
descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar;
después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos
entre nubes al encuentro del Señor, por los aires.
Y así estaremos siempre con el Señor.
Consuélense, pues, mutuamente con estas palabras.
Palabra de Dios.
Salmo
Sal
96(95) 1 y 3.4-5. 11-12a.12b-13 (R. 13b)
R. El Señor llega a
regir la tierra.
V. Canten al Señor
un cántico nuevo,
canten al Señor, toda la tierra.
Cuenten a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R.
V. Porque es grande el
Señor,
y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles no son nada,
mientras que el Señor ha hecho el cielo. R.
V. Alégrese el cielo,
goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque. R.
V. Delante del
Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad. R.
Aclamación
R. Aleluya,
aleluya, aleluya.
V. El Espíritu del Señor
está sobre mí; me ha enviado a evangelizar a los pobres. R.
Evangelio
Lc
4,16-30
Me
ha enviado a evangelizar a los pobres... Ningún profeta es aceptado en su
pueblo
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
EN aquel tiempo, Jesús fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la
sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la
lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró
el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido.
Me ha enviado a evangelizar a los pobres,
a proclamar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos, la vista;
a poner en libertad a los oprimidos;
a proclamar el año de gracia del Señor».
Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la
sinagoga tenía los ojos clavados en él.
Y él comenzó a decirles:
«Hoy se ha cumplido esta Escritura que acaban de oír».
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia
que salían de su boca.
Y decían:
«¿No es este el hijo de José?».
Pero Jesús les dijo:
«Sin duda me dirán aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”, haz también aquí,
en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún».
Y añadió:
«En verdad les digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo
asegurarles que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando
estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en
todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda
de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en
tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino
Naamán, el sirio».
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo
echaron del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que
estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.
Palabra del Señor.
1. Introducción: la gran pregunta
del corazón humano
La muerte siempre ha sido un misterio que inquieta
al hombre. Todas las religiones han buscado una respuesta. Para los cristianos,
esa respuesta se enraíza en la experiencia pascual: Cristo murió, resucitó y
se mostró vivo. Así lo proclaman Pablo, Silas y Timoteo a la comunidad de
Tesalónica: “No se entristezcan como los que no tienen esperanza”. La vida es
más fuerte que la muerte porque Cristo ha abierto para nosotros la eternidad.
2. El Evangelio: la promesa
cumplida hoy
Jesús en la sinagoga de Nazaret proclama la Palabra
de Isaías (61,1-2):
“El Espíritu del Señor está sobre mí… me ha enviado a anunciar la Buena Noticia
a los pobres, la liberación a los cautivos, la vista a los ciegos, la libertad
a los oprimidos”.
Y añade: “Hoy se cumple esta Escritura que acaban de escuchar”.
La felicidad no es un premio lejano para después de la muerte: es un don que
comienza hoy, en la vida de quien acoge a Cristo.
3. El Salmo: canto de alegría y
misión
El Salmo 95(96) nos invita a cantar:
“Canten al Señor un cántico nuevo, cuenten a los pueblos su gloria,
alégrense los cielos y la tierra, porque el Señor viene a gobernar con
justicia”.
Este salmo conecta la esperanza de la
resurrección con la misión universal del Evangelio: el Reino de Dios
no es privilegio de unos pocos, sino Buena Noticia para todos los pueblos.
Por eso, el Jubileo es ocasión de renovar nuestro canto misionero y nuestra
confianza en la justicia divina.
4. Una alegría que incomoda
El mensaje de Jesús generó rechazo en Nazaret. La
Buena Noticia no se limita a los cercanos, sino que se extiende a los
extranjeros, a los que están lejos. El Reino es universal, inclusivo y
liberador. Como entonces, hoy también el anuncio del amor sin fronteras
provoca resistencias. Pero la Iglesia, “Peregrina de la Esperanza”, está
llamada a anunciar un Evangelio que derriba muros y abre puertas.
5. En clave jubilar: pasos
concretos
- Vivir
con esperanza:
recordar que nuestros difuntos no están perdidos, sino en las manos de
Dios.
- Cantar
con alegría: hacer
del salmo una práctica vital, proclamando con obras la gloria de Dios.
- Construir
fraternidad:
abrirnos a la universalidad del amor de Cristo, sin exclusiones.
- Ser
testigos de resurrección: con gestos de justicia, consuelo y
solidaridad.
6. Intención orante por los
fieles difuntos
Hoy, en el marco del Jubileo, presentamos una
intención especial:
- Por
nuestros hermanos difuntos —familiares, amigos, bienhechores, servidores
de la patria y miembros de nuestra comunidad— para que Cristo resucitado,
que es la Vida más fuerte que la muerte, los reciba en su luz y
plenitud. Roguemos al Señor.
7. Conclusión y oración final
La promesa de Dios es clara: la vida vence a la
muerte, y la alegría es posible ya, hoy.
Que en este Año Jubilar aprendamos a vivir como Peregrinos
de la Esperanza, con la certeza de que el Señor juzga al mundo con justicia
y que nuestros difuntos viven en Él.
Oración:
Señor Jesús, Promesa del Padre y Alegría del mundo,
haz que el canto del salmo sea vida en nosotros.
Danos esperanza para recordar a nuestros difuntos,
alegría para anunciar tu Reino,
y valentía para ser testigos de tu amor universal.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
2
La esperanza de una promesa que
vence la muerte
1. Introducción: la inquietud
frente a la muerte
Hermanos, pocas realidades nos confrontan tanto
como la muerte. Ella nos recuerda nuestra fragilidad, nos arrebata seres
queridos y deja vacíos difíciles de llenar. Para muchos, sigue siendo un
escándalo y un misterio insondable. Pablo, escribiendo a los tesalonicenses,
reconoce esa dificultad, pero nos ofrece una clave preciosa: no estamos
condenados a una tristeza sin salida, porque nuestra fe se apoya en un
acontecimiento histórico: Cristo ha resucitado y ha vencido a la muerte.
2. La esperanza de la promesa
San Pablo distingue entre la esperanza cristiana
y un simple “esperar”.
- El
esperar humano muchas veces se apoya en cálculos, en probabilidades, en
deseos que quizás no se cumplan.
- En
cambio, la esperanza cristiana se fundamenta en una promesa fiel de
Dios: que así como Cristo murió y resucitó, también los que han
muerto en Él resucitarán para siempre.
En una época en la que los primeros cristianos
aguardaban la venida inminente del Señor, Pablo les recordó que ni los vivos ni
los muertos serían olvidados: todos juntos estarían con Cristo. La esperanza,
entonces, no niega la muerte, sino que la abraza desde la certeza de la
resurrección.
3. El Salmo 95(96): un canto que
anticipa la plenitud
El salmo de hoy nos invita a cantar:
“Canten al Señor un cántico nuevo, cuenten a los pueblos su gloria…
¡alégrense los cielos y la tierra… porque el Señor viene a gobernar la tierra
con justicia!”.
Este canto no es un simple himno poético, sino la proclamación
gozosa de que la historia tiene un final feliz: Dios reina y viene a
salvar. El salmista nos invita a hacer de la esperanza un cántico misionero, a
contar a todos los pueblos las maravillas del Señor. La liturgia nos recuerda
que la promesa de Dios ya está actuando en el presente y que la justicia
de Dios es garantía de plenitud para vivos y difuntos.
4. El Evangelio (Lc 4,16-30): la
promesa se cumple hoy
En la sinagoga de Nazaret, Jesús proclama las
palabras de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí…”. Y concluye: “Hoy
se cumple esta Escritura”.
La Buena Noticia no es para mañana ni para después de la muerte solamente; es
para hoy: la liberación de los cautivos, la vista a los ciegos, la dignidad
para los pobres.
Pero este anuncio universal provoca resistencia.
Sus paisanos se escandalizan: no aceptan que el Reino se abra a todos. Lo mismo
sucede hoy: nos cuesta aceptar que Dios no hace diferencias y que la salvación
es universal. La promesa de Dios desborda nuestros cálculos humanos.
5. En clave jubilar
El Papa nos ha invitado a vivir este año como Peregrinos
de la Esperanza. ¿Qué significa esto hoy?
- Para
los difuntos:
nuestra oración no es un recuerdo vacío, sino un acto de fe: ellos viven
en Cristo y nosotros caminamos hacia el mismo destino.
- Para
los vivos: la
alegría del Evangelio es para hoy; no pospongamos la felicidad para el
“después”, sino vivámosla en gestos de fraternidad, de justicia y de
servicio.
- Para
la Iglesia: ser
signo de una promesa cumplida, una comunidad que canta y cuenta las
maravillas de Dios, como el salmo nos pide.
6. Intención orante por los
fieles difuntos
Hoy, como comunidad orante, ponemos en manos de
Dios a nuestros hermanos difuntos:
- a
quienes amamos y recordamos,
- a
nuestros familiares y bienhechores,
- a
los servidores de la patria y a todos los que nos precedieron en la fe.
Que el Señor, vencedor de la muerte, los acoja en
su Reino de luz y nos dé a nosotros el consuelo de la esperanza.
7. Conclusión
La muerte sigue siendo un enigma, pero ya no es
la última palabra. La última palabra la tiene la vida, porque Cristo ha resucitado.
El salmo nos invita a cantar, el Evangelio nos recuerda que la promesa se
cumple hoy, y Pablo nos asegura que nuestros difuntos están llamados a
participar de la plenitud de la resurrección.
Vivamos este Jubileo con la certeza de que somos peregrinos de la esperanza:
caminamos hacia la vida eterna, sin miedo, porque ya desde ahora la alegría
del Señor está con nosotros.
Perfecto, Padre 🙏. Aquí le dejo la Oración de
los Fieles completa para este lunes de la XXII semana del tiempo ordinario,
año I, con la intención por los fieles difuntos, en el marco del Año
Jubilar:
📖 Oración
de los Fieles
Monición inicial:
Hermanos, reunidos en la esperanza que nos da
Cristo resucitado, elevemos nuestra oración confiada al Padre de la misericordia,
fuente de vida y de salvación, diciendo con fe:
R/. Señor de la vida, escúchanos.
1. Por la Iglesia
Para que,
sostenida por el Espíritu Santo, anuncie con valentía que la resurrección de
Cristo ha vencido a la muerte, y viva este Año Jubilar como tiempo de esperanza
y misión.
Roguemos al Señor.
2. Por los pueblos y gobernantes
Para que
busquen caminos de justicia y de paz, y trabajen para que todos, especialmente
los más pobres y excluidos, encuentren dignidad y vida plena.
Roguemos al Señor.
3. Por los fieles difuntos
Por
nuestros familiares, amigos, bienhechores y por todos los que nos han precedido
en la fe, para que Cristo resucitado los reciba en su Reino de luz y de paz
eterna.
Roguemos al Señor.
4. Por los que sufren y los que lloran una pérdida
Para que
el Señor consuele a quienes están de duelo, fortalezca a los enfermos, a los
que se sienten solos o tristes, y les regale la esperanza de su presencia.
Roguemos al Señor.
5. Por nuestra comunidad parroquial
Para que
seamos verdaderos Peregrinos de la Esperanza, viviendo la alegría del
Evangelio hoy, y acogiendo a todos con misericordia y fraternidad.
Roguemos al Señor.
Oración
conclusiva del sacerdote:
Padre bueno y fiel,
Tú que nos has dado a tu Hijo muerto y resucitado
como promesa de vida eterna,
acoge nuestras súplicas en este Año Jubilar
y fortalece nuestra esperanza
de que un día viviremos contigo y con nuestros difuntos
en la plenitud de tu Reino.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
3
1.
Introducción: la paradoja del rechazo
El
Evangelio de hoy nos sorprende con una reacción fuerte y violenta: los vecinos de Nazaret, que conocían a
Jesús desde niño, se llenaron de furia y quisieron despeñarlo.
Apenas un momento antes habían escuchado con admiración sus palabras, pero al
comprender el alcance universal de su misión —una salvación abierta a todos los
pueblos, no solo a Israel— pasaron de la admiración a la ira.
Esto
nos muestra que el mensaje de Jesús no deja a nadie indiferente: su palabra provoca adhesión o rechazo,
amor apasionado o enojo violento. La indiferencia solo se da
cuando su voz es ignorada. Pero cuando se le escucha de verdad, su mensaje
siempre nos pone en crisis y exige una decisión.
2.
Pablo: la esperanza más allá de la muerte
La
primera lectura (1 Tes 4,13-18) nos sitúa en otro ámbito donde también surge la
tentación del desánimo: la muerte de nuestros seres queridos. Pablo invita a la
comunidad de Tesalónica a no entristecerse como los que no tienen esperanza.
Cristo ha resucitado y esa es la promesa que ilumina incluso la noche de la
tumba. La muerte no es el
final, sino un paso hacia la plenitud de la vida en Cristo.
Esta es la esperanza cristiana: no es ilusión ni consuelo barato, sino una
certeza fundada en la promesa de Dios.
3.
El salmo: un cántico misionero
El
Salmo 95(96) nos invita:
“Canten al Señor un cántico nuevo, cuenten a los pueblos su gloria, alégrense
los cielos y la tierra, porque el Señor viene a gobernar con justicia”.
Es un himno de misión y de esperanza. La liturgia nos recuerda que la resurrección de Cristo abre un horizonte
universal: la salvación no es privilegio de unos pocos, sino un
don que se ofrece a todos los pueblos. El salmo nos anima a cantar con alegría,
incluso en medio del dolor por los difuntos, porque sabemos que el Señor viene a juzgar con misericordia
y a salvar con justicia.
4.
Jesús: verdad que incomoda, amor que exige
En
Nazaret, Jesús proclamó la llegada del Reino. Pero cuando dejó claro que la
salvación incluía a los extranjeros —como la viuda de Sarepta o Naamán el
sirio—, sus paisanos no soportaron escuchar más.
Aquí está la paradoja: la
Palabra de Dios libera, pero al mismo tiempo confronta. Nos
invita a salir de la comodidad, a derribar prejuicios, a abrirnos a los demás.
Por eso provoca reacciones extremas. Jesús no buscó complacer, sino ser fiel al
Padre. No retrocedió ante la violencia, pero tampoco devolvió violencia. Pasó
en medio de ellos y siguió adelante.
5.
Aplicación a nuestra vida (en clave jubilar)
·
La indiferencia no es opción: la palabra de Cristo
nos pide tomar postura. O lo acogemos y dejamos que cambie nuestra vida, o lo
rechazamos.
·
El Jubileo nos invita a ser “peregrinos de la
esperanza”:
a dejar que la resurrección de Cristo ilumine nuestro presente y nuestra mirada
hacia los difuntos. No caminamos solos: nuestros hermanos que han partido viven
en Él.
·
Hablar la verdad con amor: como Jesús en
Nazaret, también nosotros debemos proclamar la Buena Noticia aunque incomode,
aunque provoque reacciones adversas. Hablar con firmeza y misericordia es un
acto de caridad.
6.
Intención orante por los fieles difuntos
Hoy
oramos de manera especial por nuestros hermanos difuntos:
·
Por
los familiares y amigos que ya descansan en el Señor.
·
Por
nuestros bienhechores y servidores de la patria.
·
Por
todos aquellos cuyos nombres solo Dios conoce.
Que
Cristo resucitado, vencedor de la muerte, los acoja en su Reino de luz y paz, y
que a nosotros nos dé el consuelo de la esperanza.
7.
Conclusión
El
Evangelio nos muestra que no
hay neutralidad ante Jesús. Su mensaje incomoda, exige, provoca
decisiones. Hoy nos pide acoger su Palabra, cantar con el salmista la alegría
de su justicia, y vivir con la certeza de que la muerte no tiene la última
palabra.
En este Año Jubilar, seamos peregrinos
de la esperanza: con la mirada puesta en Cristo resucitado, con
la certeza de que nuestros difuntos viven en Él, y con la valentía de anunciar
la verdad del Evangelio aunque incomode.
Oración
final:
Señor Jesús,
tu palabra es fuego que purifica y amor que salva.
No permitas que caigamos en la indiferencia.
Danos la valentía de acogerte,
de anunciarte con alegría
y de recordar a nuestros difuntos con esperanza.
Haznos peregrinos jubilosos de tu Reino,
donde la vida vence para siempre a la muerte.
Amén.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por visitar mi blog, Deje sus comentarios que si son hechos con respeto y seriedad, contestaré con mucho gusto. Gracias. Bendiciones