Prepararse para ser sorprendidos
(1 Tesalonicenses 5, 1-6.9-11) Pablo
nos invita a la vigilancia, porque el día del Señor vendrá “como un ladrón
en la noche”.
¿Estamos preparados para
dejarnos visitar por Cristo? No solamente en su visita definitiva, sino también
en lo ordinario de nuestros días. Si se trata de dejarnos sorprender, también nos
corresponde prepararnos abriéndonos a la luz de Dios que nos transforma y nos
configura poco a poco con Cristo, “Luz del mundo” (Jn 8,12).
Emmanuelle Billoteau, ermite
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
1. La urgencia del presente
La primera lectura (1 Tes 5,1-6.9-11) nos muestra a
San Pablo exhortando a la comunidad de Tesalónica a vivir despiertos, atentos,
no preocupados por calcular el momento de la venida del Señor, sino preparados
en el hoy. Pablo insiste: “No sabemos ni el día ni la hora”. Lo que realmente
importa no es adivinar el futuro, sino vivir el presente en Cristo, con fe,
amor y esperanza.
Aquí está el corazón del mensaje: el hoy es el
lugar del encuentro con Dios. No podemos quedarnos paralizados por
nostalgias del pasado ni por ansiedades del mañana. El Jubileo que celebramos
es precisamente un llamado a renovar la confianza en que Dios camina con
nosotros ahora, en este instante, y que su gracia nos capacita para amar,
servir y agradecer.
2. Galilea: cruce de caminos,
lugar de misión
El Evangelio (Lc 4,31-37) nos lleva a Cafarnaúm, en
Galilea, esa tierra despreciada por Jerusalén por ser frontera de pueblos y
culturas, un lugar de mezcla y comercio. Pero precisamente allí, en la
periferia, Jesús enseña y actúa con autoridad. Sus palabras no quedan en
discursos vacíos, se vuelven gestos concretos: libera a un hombre de un
espíritu impuro y lo devuelve a la vida, lo reintegra en la comunidad.
Esto nos dice algo muy actual: el Señor sigue
obrando en las periferias de nuestras sociedades, en los lugares que parecen
“menos importantes” o “menos puros”. Allí donde hay sufrimiento, exclusión,
heridas del alma y del cuerpo, allí llega la fuerza de su Palabra que libera y
sana. Y no sana solo para que la persona se quede tranquila, sino para que
pueda ponerse nuevamente en pie, servir y anunciar la Buena Noticia.
3. El Año Jubilar: oportunidad
para abrir los ojos
El Papa Francisco —a quien encomendamos en su
descanso eterno— convocó este Jubileo con el lema “Peregrinos de la esperanza”.
Y la esperanza se vive siempre en el presente. El Jubileo nos invita a revisar
nuestra vida, a preguntarnos:
- ¿Estoy
viviendo mi hoy con Cristo, o me quedo atrapado en las nostalgias o
miedos?
- ¿Me
dejo paralizar por el mal, o permito que la Palabra del Señor me libere y
me reintegre?
- ¿Soy
testigo de la esperanza en mi comunidad, como alguien que acompaña,
sostiene y anima?
4. Acción de gracias por los
benefactores
Hoy hacemos memoria agradecida de quienes nos han
apoyado con su generosidad: benefactores visibles y anónimos que, con su
tiempo, sus bienes y su oración, sostienen la misión de la Iglesia. Gracias a
ellos es posible que sigamos evangelizando, acompañando a los pobres, formando
a los niños y sosteniendo las obras pastorales.
A ellos les aplica la enseñanza de San Pablo: “No
durmamos como los demás, estemos vigilantes y sobrios”. Porque vigilar no es
solo esperar pasivamente, sino estar atentos al hermano necesitado. Un
benefactor es alguien que encarna la caridad de Cristo y la traduce en gestos
concretos de solidaridad.
5. Aplicación pastoral
- El
presente es el tiempo del amor: no esperemos “mañana” para perdonar,
reconciliarnos o hacer el bien.
- El
Jubileo es oportunidad para redescubrir la fuerza sanadora de la Palabra
que no solo consuela, sino que también reintegra y da nueva misión.
- La
comunidad cristiana está llamada a ser Galilea de hoy: lugar de
acogida, donde nadie se sienta excluido, donde cada persona pueda ponerse
en pie y servir.
6. Conclusión jubilar
Queridos hermanos, el Señor nos dice: “Hoy se
cumple esta Palabra”. No mañana, no en otro lugar, sino ahora, en medio de
nosotros. La urgencia del presente es vivir en Cristo, caminar como peregrinos
de la esperanza y dar gracias por los benefactores que nos ayudan a seguir
construyendo el Reino.
Que al participar en esta Eucaristía renovemos
nuestra fe en el Cristo que habla y actúa con autoridad, que nos libera del mal
y nos envía como testigos de su amor.
Amén.
2
Queridos
hermanos y hermanas:
1. Prepararse a ser sorprendidos
La exhortación de San Pablo a los Tesalonicenses es
clara: “El día del Señor vendrá como un ladrón en la noche”. Con esta
imagen tan fuerte nos recuerda que no podemos vivir distraídos ni dormidos,
sino despiertos y vigilantes. El Señor no nos avisa con calendario ni agenda,
sino que se manifiesta en lo inesperado.
Ahora bien, la pregunta es decisiva: ¿estamos
listos para dejarnos visitar por Cristo, no solo en el último día de nuestra
vida o en el juicio final, sino en lo cotidiano? Porque el Señor también viene
a nuestro encuentro en lo pequeño: en la sonrisa de un niño, en la paciencia de
un enfermo, en el gesto solidario de un vecino, en el pan compartido. La
vigilancia cristiana no es estar angustiados, sino con el corazón abierto para
reconocer la presencia de Dios en cada jornada.
2. La luz que disipa las
tinieblas
Pablo habla de la diferencia entre hijos de la luz
e hijos de las tinieblas. En un mundo donde abundan sombras de violencia,
egoísmo y desesperanza, el Jubileo que celebramos nos invita a vivir como “peregrinos
de la esperanza”, es decir, hombres y mujeres que caminan con la certeza de
que Cristo, la Luz del mundo, ilumina nuestros pasos.
Abrirnos a esa luz significa permitir que la
Palabra de Dios nos transforme, que el Espíritu Santo nos renueve desde dentro
y que nuestra vida poco a poco se configure con la de Cristo. No se trata solo
de portarnos bien, sino de dejar que la gracia nos convierta en testigos de
luz.
3. El Evangelio: palabras que se
hacen actos
El Evangelio de hoy (Lc 4,31-37) nos muestra a
Jesús en Cafarnaúm, enseñando con autoridad y expulsando un espíritu impuro. La
gente queda sorprendida porque descubre que sus palabras no son teoría, sino
que tienen poder transformador.
Aquí también hay una sorpresa: el poder del Señor
no está en gritos ni en amenazas, sino en la fuerza de su Palabra que libera y
devuelve dignidad. El hombre poseído por el demonio es reintegrado a la vida,
se le devuelve la paz y puede volver a ser parte de la comunidad. Así actúa
Jesús: su luz penetra las tinieblas del mal, su presencia devuelve la vida y
la esperanza.
4. Una mirada agradecida a los
benefactores
Hoy, de manera especial, elevamos nuestra oración
por los benefactores, por todos aquellos que con sus oraciones, gestos y
aportes sostienen la misión de la Iglesia. Ellos son signos de la luz de
Cristo, pues gracias a su generosidad se multiplican las obras de
evangelización, caridad y formación cristiana.
En un mundo donde a menudo domina el interés
personal, los benefactores nos recuerdan que la fe se hace concreta en el
compartir y en la solidaridad. Ellos son testigos vivos de lo que dice Pablo: “Anímense
y edifíquense unos a otros”.
5. Aplicaciones para nuestra vida
jubilar
- Vivir
despiertos: no
dejarnos adormecer por la rutina, sino estar atentos a las sorpresas de
Dios en lo pequeño de cada día.
- Abrirnos
a la luz:
permitir que Cristo nos ilumine en nuestras decisiones, en nuestras
relaciones y en nuestro servicio.
- Ser
benefactores de esperanza: cada uno, desde su lugar, puede convertirse
en un bienhechor, alguien que da vida, que aporta, que ayuda. No se trata
solo de dinero, sino de tiempo, escucha, servicio y oración.
- Hacer
de nuestra comunidad una Galilea actual: un espacio donde la Palabra se convierte en
acto, donde los excluidos son acogidos y donde la fe se traduce en gestos
concretos de amor.
6. Conclusión
Queridos hermanos, la liturgia de hoy nos recuerda
que el Señor viene, y viene de maneras que no siempre esperamos. Dejémonos
sorprender por Él, con el corazón vigilante, agradecido y lleno de esperanza.
En este Año Jubilar, sigamos caminando como
peregrinos de la esperanza, agradeciendo a nuestros benefactores, y permitiendo
que la luz de Cristo nos transforme y nos convierta en testigos de su amor en
medio del mundo.
Amén.
3
1. Vigilancia y esperanza
(Primera lectura)
San Pablo en la carta a los Tesalonicenses nos
dice: “El día del Señor vendrá como un ladrón en la noche”. Por eso
invita a los cristianos a vivir vigilantes, no adormecidos ni distraídos. Pero
la vigilancia que Pablo pide no es miedo ni tensión, sino confianza: somos “hijos
de la luz e hijos del día”, no de las tinieblas.
En este Año Jubilar, este llamado a la vigilancia
se convierte en una invitación a vivir despiertos, atentos al paso de Dios en
la vida diaria. ¿De qué sirve especular sobre el futuro, si lo esencial es
dejarnos sorprender por Cristo hoy? La vigilancia es vivir abiertos a la acción
del Espíritu, con los ojos del corazón dispuestos a reconocer que el Señor
viene en lo sencillo, en lo cotidiano, en lo inesperado.
2. El Señor es mi luz y mi
salvación (Salmo 26)
El salmo responsorial responde maravillosamente a
esta exhortación: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El
Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?”.
Aquí está la clave: no vigilamos con miedo, sino
con esperanza. Dios es luz que disipa nuestras tinieblas, es defensa en
nuestras luchas, es fuerza que sostiene en nuestras fragilidades. Esta
confianza es también la que anima a nuestros benefactores: ellos han puesto su
confianza en Dios y por eso comparten con generosidad, convencidos de que el
Señor es providente. El salmista termina diciendo: “Espero gozar de la dicha
del Señor en el país de la vida”. Ese es el horizonte de nuestro caminar
jubilar: la esperanza cierta de que el Señor nos conduce hacia la plenitud de
la vida.
3. Autoridad y poder de la
Palabra (Evangelio)
El Evangelio nos presenta a Jesús en Cafarnaúm,
enseñando con autoridad y expulsando un espíritu impuro. Lo que asombra no es
solo su enseñanza, sino la fuerza de su Palabra que libera. A diferencia de
Nazaret, donde se encontró con incredulidad, aquí la gente se abre y su poder
puede desplegarse.
Esto nos enseña que el Señor es siempre el mismo,
con autoridad y poder infinitos, pero su gracia solo fructifica donde hay
apertura y fe. La disposición de nuestro corazón marca la diferencia.
4. Una lectura unificada
Podemos ver cómo las tres lecturas se iluminan
mutuamente:
- Pablo
nos llama a vivir despiertos, vigilantes, hijos de la luz.
- El
salmista proclama que el Señor es nuestra luz y salvación,
fundamento de esa vigilancia confiada.
- Jesús
en el Evangelio se manifiesta como la Palabra con autoridad que
hace retroceder al mal y devuelve paz, libertad y dignidad.
Así, el Año Jubilar nos invita a dejarnos
sorprender por Cristo que viene hoy, a reconocerlo como nuestra luz y a
permitir que su Palabra poderosa libere lo que está oprimido en nuestra vida.
5. Acción de gracias por los
benefactores
Hoy rezamos por nuestros benefactores. Ellos son
signo de esa vigilancia cristiana: no viven dormidos en el egoísmo, sino
atentos a las necesidades de la Iglesia y de los pobres. Su generosidad
ilumina, da esperanza y multiplica el bien. Ellos mismos son como faros de luz
en medio de la comunidad, encarnando el salmo: “El Señor es mi luz y mi
salvación”.
6. Aplicaciones pastorales
- Ser
vigilantes: no
adormecernos en la rutina, sino estar atentos a los signos de Dios.
- Vivir
en la luz: no
permitir que las tinieblas del pecado y la indiferencia nos roben la
esperanza.
- Abrirnos
a la Palabra con autoridad: dejar que Jesús ordene nuestra vida, venza el
mal y traiga paz a nuestro corazón.
- Agradecer
y ser benefactores: imitar a quienes con generosidad sostienen la misión, y
convertirnos también en instrumentos de luz para otros.
7. Conclusión jubilar
Hermanos, el Señor viene siempre, y viene hoy. Nos
pide vigilancia, confianza y apertura. Que su Palabra poderosa nos libere de
toda esclavitud y nos haga hijos de la luz. Que nuestros benefactores, testigos
de esperanza, sean bendecidos por Dios, y que nosotros, como peregrinos del
Jubileo, vivamos siempre abiertos a la autoridad y el poder de Cristo, nuestra
luz y nuestra salvación.
Amén.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por visitar mi blog, Deje sus comentarios que si son hechos con respeto y seriedad, contestaré con mucho gusto. Gracias. Bendiciones