sábado, 26 de febrero de 2022

27 de febrero del 2022: octavo domingo del Tiempo Ordinario (C)


Boca y corazón

Un proverbio dice que el silencio es de oro y la palabra de plata, pero a veces ocurre que la palabra se desvía de su cometido, de su curso. Y es a una palabra de verdad que Jesús nos convida, una palabra que habla de la abundancia del corazón. Pidámosle hoy al Señor un corazón sincero y verdadero.




PRIMERA LECTURA


Eclo 27, 4-7


No elogies a nadie antes de oírlo hablar

Lectura del primer libro de Samuel.

CUANDO se agita la criba, quedan los desechos;
así, cuando la persona habla, se descubren sus defectos.
El horno prueba las vasijas del alfarero,
y la persona es probada en su conversación.
El fruto revela el cultivo del árbol,
así la palabra revela el corazón de la persona.
No elogies a nadie antes de oírlo hablar,
porque ahí es donde se prueba una persona.

Palabra de Dios.

 

 

Salmo

Salmo responsorial: Sal 91, 2-3. 13-14. 15-16 (R/.: cf. 2a)

R/. Es bueno darte gracias, Señor.

V/. Es bueno dar gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh Altísimo;
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad. R/.

V/. El justo crecerá como una palmera,
se alzará como un cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios. R/.

V/. En la vejez seguirá dando fruto
y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
mi Roca, en quien no existe la maldad. R/.

 

 

SEGUNDA LECTURA: 1 Cor 15, 54-58

Nos da la victoria por medio de Jesucristo

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

HERMANOS:
Cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita:
«La muerte ha sido absorbida en la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?».
El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado, la ley.
¡Gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!
De modo que, hermanos míos queridos, manteneos firmes e inconmovibles.
Entregaos siempre sin reservas a la obra del Señor, convencidos de que vuestro esfuerzo no será vano en el Señor.

Palabra de Dios.

 

 

EVANGELIO: Lc 6, 39-45

De lo que rebosa el corazón habla la boca

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola:
«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, ¿sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.
Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca».

Palabra del Señor.





A guisa de introducción:

De lo que rebosa del corazón habla la boca

En el Evangelio de hoy escuchamos las parábolas finales del discurso lucano de la llanura. Jesús recurre a la tradición de los sabios de Israel —por eso se lee el libro sapiencial del Eclesiástico como primera lectura— para presentarnos la vieja enseñanza de los dos caminos, a través del símil de los dos árboles: el árbol bueno da buenos frutos; el dañado, malos. ¿Qué clase de árbol eres tú?

Antes, Jesús habla de dos ciegos: un ciego no puede guiar a otro ciego. Con ello, el maestro quiere enseñar que un creyente, mientras permanezca en la ceguera del pecado, no puede guiar con sus consejos a otros. Jesús, por tanto, exhorta a la formación y maduración cristiana de los fieles, especialmente de los guías de la comunidad. La siguiente exhortación —también del ámbito visual— consiste en sacar la viga del ojo propio y no fijarse en la mota del ajeno. Jesús precave así contra la tentación de deformar la imagen de los otros, mientras se defiende a toda costa la imagen propia. En conclusión, los dichos propuestos hoy son una seria invitación a una vida más auténtica, que nazca de la verdad del corazón, y sea más respetuosa con el bien del hermano.

Si la primera lectura y el evangelio pertenecen a la tradición sapiencial, en la que se confía en el hombre y su capacidad de cambiar las cosas; en la segunda lectura, san Pablo nos propone un texto de tradición apocalíptica, en la que se subraya la absoluta prioridad de Dios: solo Dios puede vencer al pecado que nos atrapa y liberarnos de la muerte que nos aflige. El texto es muy alegre, una acción de gracias a Dios por haber vencido a la muerte con la resurrección de su Hijo y habernos concedido una nueva esperanza. ¡Confiemos y esforcémonos!.

 




Discernimiento y humildad




Los textos de la Biblia que escuchamos este 8º domingo del tiempo ordinario nos invitan al discernimiento y a la humildad. La primera lectura nos habla de la zaranda que filtra los desechos. Nosotros también debemos hacer una selección, escoger lo mejor en nuestra vida. Pensemos en todas esas conversaciones inútiles, vanas, esas propagandas mentirosas, tramposas, esos slogans y frases huecas que escuchamos a lo largo del día. Todo eso nos impide ver claro en nuestra vida.

Algunas palabras revelan la estrechez o poquedad de espíritu de aquel que las pronuncia. La primera lectura del Eclesiástico nos recomienda no alabar o elogiar a nadie antes de haber hablado. Sus propósitos, todo lo que dice pueden revelar lo mejor o lo peor.

En el Evangelio de este domingo, Cristo nos invita a dar un paso más. Él nos recuerda que corremos el riesgo de ser descalificados, si no llevamos nuestra vida de acuerdo con el Evangelio. Aquellos que tienen la responsabilidad de guiar a los otros deben necesaria e imperativamente imitar a su maestro Jesús, deben dejarse moldear por Él, Y si no lo hacen serán como ciegos que pretenden guiar a otros ciegos. Es un llamado a disponernos cada día a escuchar atentamente el Evangelio y a dejarnos impregnar por él.

Hoy Cristo insiste en la forma como miramos a los demás, en particular a nuestros hermanos Nosotros vemos más fácilmente sus defectos que sus cualidades. Con estos defectos es necesario vivir, aceptarlos y no es algo fácil. A Nosotros nos gustaría ayudar a nuestro hermano a corregirse, pero no olvidemos que en ocasiones o casi siempre no somos los más indicados, o no estamos en posición para hacerlo, pues nosotros también tenemos nuestros propios defectos. Con frecuencia, somos como aquel hombre que quería quitar la paja del ojo de su hermano, pero no se da cuenta que hay una paja también en su ojo. Nosotros tendemos demasiado a juzgar severamente a los demás y a ser benignos y conciliadores con nosotros mismos. Los errores de los otros, sus falsos pasos, sus mentiras, las vemos más fácilmente.

Pero Cristo nos pone en guardia. Podría ser que veamos mal y que nuestro juicio sea falso. Es verdad, hay defectos en aquel o aquella que juzgamos, pero no olvidamos que también nosotros los tenemos. Pero los defectos que tenemos no los vemos o no los queremos ver, no tenemos la valentía de verlos…

Este Evangelio nos invita a cambiar nuestra mirada sobre los demás y sobre nosotros mismos. Juzgar a los demás, es hipocresía, es querer ocupar el lugar que le corresponde a Dios. Nosotros no somos los más indicados para juzgar. El juzgar le corresponde solamente a Dios. A nuestra manera de juzgar  le falta la misericordia.

Para comprender este Evangelio, es necesario mirar a Cristo. A lo largo de toda su vida, Él acogió a los publicanos, a los pecadores y a los indeseables de todo tipo. Él habría podido reprocharles su mala conducta y rechazarlos. Pero Él mismo nos dice que vino a buscar y salvar lo que estaba perdido. Y cuando alguno de ellos vuelve al Padre, Jesús nos dice que ese es un día de fiesta en el Cielo.

Este Evangelio toca nuestra Iglesia, dentro de todo lo que ella vive actualmente. A lo largo de los siglos, ella ha conocido y enfrentado crisis muy graves, herejías, abusos, anti testimonios de todo tipo. Pero el Señor siempre ha puesto en su camino las personas necesarias para ayudarla retomar la vía de acuerdo con el Evangelio. En momentos dramáticos, grandes testigos o mártires dela fe, han dado lo mejor de ellos mismos. A través de ellos es la voz del Señor que resonaba: “conviértanse y crean en el Evangelio”. Nosotros como cristianos de hoy somos enviados no para denunciar o acusar sino para ser los testigos y los mensajeros del Evangelio, cerca de aquellos que nos rodean. El Señor nos promete y asegura su presencia, siempre podemos contar con Él, al igual que en las situaciones más desesperadas.

En su Carta a los Corintios, San Pablo nos habla precisamente de la victoria de Cristo sobre la muerte y el pecado. Esta victoria es doble: primero, por su muerte, que nos salva, Él nos reconcilia con Dios: gracias a Él, la muerte puede llegar a ser entre nuestras manos un acto de total abandono al amor del Padre, todo el Evangelio nos dice una y otra vez que este amor es más grande que todos nuestros pecados. En segundo lugar, por su resurrección, Cristo es garantía de nuestra propia resurrección, y es a esta victoria sobre la muerte y el pecado que Cristo quiere asociarnos.

Al reunirnos para celebrar la Eucaristía, volvemos nuestra mirada hacia aquel que es la Luz del Mundo. Es esta luz del evangelio que queremos acoger en nosotros. Cristo quiere que brille a los ojos del mundo para que los hombres le den gloria a Dios. Hoy le pedimos pues que Él esté siempre con nosotros y que nosotros siempre estemos con Él para esta misión que nos confía.

Bendecido domingo,

Bendecida semana!




Aproximación psicológica al texto del Evangelio


El deber de juzgar

 

Al decirle a sus discípulos que ellos son “la sal de la tierra” y “la luz del mundo” (Mateo 5,13-14), Jesús los pone ante el desafío de un cierto liderazgo entre los hombres. Y nos advierte aquí que ese liderazgo implica exigencias en términos de lucidez. Es necesario localizar dentro de su ambiente y o lugar de vida las fuerzas “que pueden poner en peligro la vida” (Mateo 10,28) e identificar claramente las personas o grupos de personas que lideran esas fuerzas de muerte.

En ese sentido, Jesús ha debido, por su propia cuenta, identificar de una manera bien precisa las personas que eran sus aliadas y aquellas que eran sus enemigas, A pesar de que Él haya pedido “no juzgar” (lucas 6,37), se está obligado a decir que Jesús ha evaluado despiadadamente las actitudes de sus cercanos y de los principales actores sociales de su ambiente. Para Él, los fariseos no saben a dónde van, “ellos son ciegos que guían a otros ciegos” y por esta razón es necesario evitarlos (Mateo 15,14). Él mostrará por otra parte a sus discípulos como esas personas son opresoras (Mateo 23,4), hipócritas (v.5), aficionados a la vanagloria (vv.6-7), deshonestos (vv. 16-22) y demasiado laxos para mirar sus problemas cara a cara (vv. 25-28).

Y lejos de cerrar los ojos, los discípulos deben mostrarse tan lúcidos como Jesús, de cara a lo que pasa en su propio ambiente de vida: “todo discípulo bien formado será como su maestro cuando esté perfectamente instruido”.

Estas observaciones asestan un duro golpe al tabú cristiano contra la evaluación del comportamiento de los demás. Por miedo al conflicto, por miedo de ser confrontados cuando nos toque y ser así llevados a ser luz en nuestra propia existencia, en efecto, nosotros evitamos como a la peste de implicarnos en la evaluación abierta (en el doble sentido de público y de relajado) de lo que pasa alrededor de nosotros.

Y por lo tanto Jesús nos presiona a evaluar los demás: guárdense de los hipócritas, reconózcanles los frutos (ver Mateo 7,15-16) y cuando Él mismo se compromete en este proceso, Él va al final de sus conclusiones yendo hasta tratar a aquellos que lo merecen de “banda de serpientes” (Mateo 12,34).

No obstante, esta vigilancia en el plano social no debe llegar a ser intolerancia en el plano interpersonal. Está aquí la punta de la parábola de la paja y de la viga: arregla ante todo tus propios problemas, y enseguida podrás situarte más evangélicamente de cara a los problemas de tu prójimo. Reconcíliate con tu propia fragilidad y tus propios límites, y estarás más relajado de cara a las fragilidades y límites de los otros.

Jesús combinó una mordida despiadada frente a las fuerzas mortíferas que actuaban en medio de él con una bienvenida sorprendentemente cálida frente a quienes estaban ante él: "Todo discípulo bien formado será como su maestro"...



Reflexión Central:


La boca y el corazón



¿A ustedes les gusta los paparazzi? Son fotógrafos periodistas que espían las celebridades para sorprenderlas en situaciones comprometedoras. Enseguida ellos venden a un precio muy alto esas imágenes jugosas que los periódicos sensacionalistas publican. Y que la gente compra con frenesí. Se fotografía una actriz que se baña desnuda, un actor que cena tiernamente con una joven estrella que no es su esposa, Hay otro que se embriaga o hace una sobredosis. Se sabrá de la homosexualidad de la señora o del señor fulano de tal. En Inglaterra se rastrea a la familia real. Se puede pensar por otro lado que la princesa Diana murió por haber querido huir de los paparazzi. Vivimos en un mundo de voyeristas y todas las “Star Academies” no terminan de entrar en la intimidad de cada uno. Uno diría que la gente ya no tiene vida propia. Su vida, es la cámara. Extraño mundo donde uno se elabora una gloria yendo a espiar los mínimos secretos de cada uno y de cada una. ¿Pero qué necesidad de saber cómo el presidente Clinton hacía el amor con Mónica Lewinsky, o como Dave Hilton violaba a su propia hija? A mí me cuesta comprender cómo es que hay cristianos que se rebajen a esto.

Vean el evangelio de hoy. Jesús invita a los suyos a ser misericordiosos como el Padre celeste es misericordioso. La misericordia es la ternura, la propensión a perdonar, el negarse a juzgar y a rechazar a otro. “No juzguéis y no seréis juzgados”, nos decía el evangelio del domingo anterior (Lucas 6,37). Yo pienso que nosotros nos deleitamos descubriendo las debilidades de los otros porque finalmente esto nos disculpa de nuestras propias fallas, “En todo caso yo no he actuado como aquel o como aquella” Y de hilo en aguja, nos encontramos disculpados de nuestras propias faltas y satisfechos de nuestra mediocridad.

Jesús decía esta parábola: «¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Esto tiene buen sentido. Todo el mundo da consejos, que nadie por otro lado, no sigue. Lo importante no es dar consejos sino acoger la palabra de otro sin juzgarla. El otro es lo bastante maduro, digamos grande para encontrar su vía, con la condición de que él tenga la suficiente simpatía por lo que nos escucha para permitirle entrar al fondo de él mismo y ver claro en los pliegues de su corazón.

He aquí que Jesús continúa con una imagen que se ha convertido en un proverbio: ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? (Lucas 6,41). ¡Qué bella imagen y qué justa observación! Nosotros somos tan lúcidos con los demás, tan severos ante su actitud, y tan ciegos con nosotros mismos. Hay el ciego que guía a otro ciego. Pero también está el ciego que no quiere ver, que detecta la paja en el otro, pero no percibe nada en él mismo. El fabulista Jean de La Fontaine decía que la gente tiene dos bolsas: la una muy grande que se lleva en el pecho para los defectos del otro; y la otra que se lleva en la espalda para sus propios defectos. Uno no ve jamás la segunda.

Jesús desea de nosotros una conversión en la mirada. Por otra parte, la fe está en la mirada. La fe, es ver la vida desde la mirada de Dios, ver la vida con la mirada de Dios, es entrar en la existencia a partir de un nuevo prisma. Cuando se hace pasar la luz por un prisma, esta se descompone y nos da todos los matices del arco iris. Así es en la vida, cuando se le mira con los ojos de la fe. Renunciar a juzgar otro, es dejar de buscar sin cesar las fallas y debilidades de los otros, es pasar de la mezquindad a la generosidad.

Hay una canción infantil tradicional de Costa Rica que se llama “Se murió Lola” y que el grupo tropical oro sólido a mediados de los 90 parte de la canción la adaptó y popularizó en un merengue:  

Y cuando estoy caliente Me bebo un vaso de agua

Que agua Agua e ra

Que ra Rabo de mono

Que mono Monopolio

Que polio Policía

Que cía Se acabó

Que bo

Bocachica

Que chica

La de la tanguita roja…


Hay otra canción más inocente y propia para nuestro mensaje y no quedar como el padre Adam (fenómeno en internet):

Sal De Ahí chiva Chivita
Sal De Ahí De Ese Lugar
Vamos A Buscar Al Lobo
Para Que Saque A La Chiva
El Lobo No Quiere Sacar A La Chiva
La Chiva No Quiere Salir De Ahí


Sal De Ahí chiva Chivita
Sal De Ahí De Ese Lugar
Vamos A Buscar Al Palo
Para Que Le Pegue Al Lobo
El Palo No Quiere Pegarle Al Lobo
El Lobo No Quiere Sacar A La Chiva
La Chiva No Quiere Salir De Ahí

Sal De Ahí chiva Chivita
Sal De Ahí De Ese Lugar
Vamos A Buscar Al Fuego Para Que Queme Al Palo
El Fuego No Quiere Quemar El Palo
El Palo No Quiere Pegarle Al Lobo
El Lobo No Quiere Sacar A La Chiva
La Chiva No Quiere Salir De Ahí


Sal De Ahí chiva Chivita
Sal De Ahí De Ese Lugar
Vamos A Buscar Al Agua
Para Que Apague El Fuego
El Agua No Quiere Apagar El Fuego
El Fuego No Quiere Quemar El Palo
El Palo No Quiere Pegarle Al Lobo
El Lobo No Quiere Sacar A La Chiva
La Chiva No Quiere Salir De Ahí…

Es lo que se llama palabras enganchadas. Hay algo de esta técnica en el texto del evangelio. El ciego hace pensar en los ojos, los ojos en la paja, la paja en el árbol, el árbol en los frutos. Las imágenes se reenvían las unas a las otras. Jesús habla entonces de árboles y de frutos. Un buen árbol produce buenos frutos, un árbol malo frutos malos. Si un hombre da buenos frutos (el texto no dice buenos frutos, sino el bien) , es que su corazón es bueno. Si su fruto es malo es que su corazón es malo. Esto parece evidente y todo simple:

Ahora Jesús concluye: “de lo que rebosa el corazón habla la boca».

Nosotros conocemos la fórmula bajo una forma proverbial: “De la abundancia del corazón hablan los labios”.

La palabra de cada uno de nosotros puede dar la muerte o la vida, el amor o el odio, el bien o el mal. El corazón malo dice, habla mal de otro. El corazón malo es el chismoso, hombre o mujer. Es el voyerista, el espía que busca hurgar, escarbar en los secretos de otro, aquellos y aquellas que en otro tiempo escuchaban las conversaciones en la línea telefónica común. Es aquel que se deleita en los periódicos “registro de chismes”, que quiere todo saber de todos. El chismoso o chismosa, es la persona que juzga y que rumora con mala intención. El antiguo catecismo hablaba de “levantar falsos testimonios” y la calumnia. El chisme, es hablar del mal de los demás, pero del mal verdadero. Los paparazzi tienen por profesión chismosear de los otros. Muchos periodistas también lo hacen. Y es así como la lengua siembra la muerte.

Bajo el pretexto de la libertad de prensa, y de libertad de expresión, hemos llegado hasta hacer de la opinión pública un tribunal sobre cada uno. Ante la ley, alguien es inocente hasta que sea declarado culpable después del proceso. Antes se presume inocente. Ante la opinión pública, la gente, siempre se presume culpable. Basta con que en cualquier parte alguien lance un rumor. Y lo que se hace en la vía pública se hace también en los círculos más restringidos de la vida, en el trabajo, en la familia, en la escuela.

Está la palabra que sana y la palabra que mata. La palabra de Jesús cura, consuela, calma, devuelve la esperanza. Pero la palabra que viene de un corazón malo, la palabra de aquel que ve la paja en el ojo ajeno, simulando ignorar la viga en sus propios ojos, esta palabra hace morir. Ella siembra la desesperanza y el desprecio. Ella siembra el odio.

La semana pasada, Jesús nos invitaba a amar a los enemigos, a amar a los adversarios. Lo que nos dice hoy concierne al hermano y a la hermana, la persona cercana a nosotros. Necesitamos aprender a hablar bien de otros. Quien aprende a hablar bien de otro es sembrador de vida y de alegría, un relevo de esperanza.

En verdad de la abundancia del corazón hablan los labios.


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