1o de diciembre del 2021: miércoles de la primera semana de Adviento

 Mateo (15,29-37) «Siento compasión de la gente y no quiero despedirlos en ayunas”. Esta preocupación muy personal y humana de Jesús debería ofrecernos un gran consuelo al saber que Su cuidado es profundo y exhaustivo.



Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (25,6-10a):

EN aquel día, preparará el Señor del universo para todos los pueblos,
en este monte, un festín de manjares suculentos,
un festín de vinos de solera;
manjares exquisitos, vinos refinados.
Y arrancará en este monte
el velo que cubre a todos los pueblos,
el lienzo extendido sobre a todas las naciones.
Aniquilará la muerte para siempre.
Dios, el Señor, enjugará las lágrimas de todos los rostros,
y alejará del país el oprobio de su pueblo
—lo ha dicho el Señor—.
Aquel día se dirá: «Aquí está nuestro Dios.
Esperábamos en él y nos ha salvado.
Este es el Señor en quien esperamos.
Celebremos y gocemos con su salvación,
porque reposará sobre este monte la mano del Señor».


Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 22,1-3a.3b-4.5.6

R/.
 Habitaré en la casa del Señor por años sin término

V/. El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.

V/. Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

V/. Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.

V/. Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (15,29-37):

EN aquel tiempo, Jesús, se dirigió al mar de Galilea, subió al monte y se sentó en él.
Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies, y él los curaba.
La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y daban gloria al Dios de Israel.
Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
«Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino».
Los discípulos le dijeron:
«¿De dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?».
Jesús les dijo:
«¿Cuántos panes tenéis?».
Ellos contestaron:
«Siete y algunos peces».
Él mandó a la gente que se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, pronunció la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente.
Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete canastos llenos.

Palabra del Señor.

 

 

Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
«Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino».

Mateo 15,32

 

Lo primero que revela este pasaje podría pasarse por alto fácilmente.

Revela la profunda preocupación de Jesús por las multitudes de personas. No solo se preocupó por sus almas, también se preocupó por sus cuerpos porque no quería que se fueran con hambre. Esto revela el total y pleno cuidado de Jesús por sus seguidores.

Conocemos el resto de la historia. Jesús multiplica los panes y los peces y alimenta a la multitud. Y aunque este es un milagro increíble a nivel físico, es igualmente milagroso a nivel personal y espiritual.

Hablando personalmente, el milagro es que Dios, el Todopoderoso, el Omnipotente está profundamente preocupado por el pequeño detalle de alimentar a la multitud con su próxima comida. Esto revela que Dios no solo se preocupa por nuestra salvación eterna, sino que también se preocupa por nuestras necesidades diarias.

Tenga en cuenta que el pasaje cita a Jesús diciendo: «Siento compasión de la gente” y no quiero despedirlos en ayunas”. Esta preocupación muy personal y humana de Jesús debería ofrecernos un gran consuelo al saber que Su cuidado es profundo y exhaustivo.

La preocupación de Jesús por la necesidad física de alimento para sus seguidores también apunta a su preocupación espiritual por las almas de sus seguidores. Si Él se preocupa tanto por el cuerpo, se preocupa aún más por el alma y desea profundamente nutrir sus almas con el alimento de la vida eterna.

Reflexione hoy sobre el cuidado profundo y devorador de Jesús por usted. Sepa que no hay ningún detalle de su vida que escape a Su atención. Aunque eso puede ser difícil de creer a veces, ¡sepa que es absolutamente cierto! Entréguele todo a Él con confianza y sepa que Él está allí para ayudarlo en todas sus necesidades.

 

Señor, gracias por tu constante y perfecta preocupación por cada detalle de mi vida. Gracias por tu perfecta atención a mis necesidades. Que siempre confíe en Tu perfecto cuidado por mí y me entregue a Tu amorosa providencia. Jesús, en Ti confío

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