Insumergibles
Colette Hamza, xavière
En aquellos días, los ángeles urgieron a Lot: «Anda, toma a tu mujer y a esas dos hijas tuyas, para que no perezcan por culpa de Sodoma.»
Y, como no se decidía, los agarraron de la mano, a él, a su mujer y a las dos hijas, a quienes el Señor perdonaba; los sacaron y los guiaron fuera de la ciudad.
Una vez fuera, le dijeron: «Ponte a salvo; no mires atrás. No te detengas en la vega; ponte a salvo en los montes, para no perecer.»
Lot les respondió: «No. Vuestro siervo goza de vuestro favor, pues me habéis salvado la vida, tratándome con gran misericordia; yo no puedo ponerme a salvo en los montes, el desastre me alcanzará y moriré. Mira, ahí cerca hay una ciudad pequeña donde puedo refugiarme y escapar del peligro. Como la ciudad es pequeña, salvaré allí la vida.»
Le contestó: «Accedo a lo que pides: no arrasaré esa ciudad que dices. Aprisa, ponte a salvo allí, pues no puedo hacer nada hasta que llegues.»
Por eso la ciudad se llama La Pequeña. Cuando Lot llegó a La Pequeña, salía el sol. El Señor, desde el cielo, hizo llover azufre y fuego sobre Sodoma y Gomorra. Arrasó aquellas ciudades y toda la vega con los habitantes de las ciudades y la hierba del campo. La mujer de Lot miró atrás y se convirtió en estatua de sal. Abrahán madrugó y se dirigió al sitio donde había estado con el Señor. Miró en dirección de Sodoma y Gomorra, toda la extensión de la vega, y vio humo que subía del suelo, como el humo de un horno. Así, cuando Dios destruyó las ciudades de la vega, arrasando las ciudades donde había vivido Lot, se acordó de Abrahán y libró a Lot de la catástrofe.
Palabra de Dios
R/. Tengo ante los ojos, Señor, tu bondad
Escrútame, Señor, ponme a prueba,
sondea mis entrañas y mi corazón,
porque tengo ante los ojos tu bondad,
y camino en tu verdad. R/.
No arrebates mi alma con los pecadores,
ni mi vida con los sanguinarios,
que en su izquierda llevan infamias,
y su derecha está llena de sobornos. R/.
Yo, en cambio, camino en la integridad;
sálvame, ten misericordia de mí.
Mi pie se mantiene en el camino llano;
en la asamblea bendeciré al Señor. R/.
En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía.
Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole: «¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!»
Él les dijo: «¡Cobardes! ¡Qué poca fe!»
Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma.
Ellos se preguntaban admirados: «¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!»
Palabra del Señor
“No mires atrás… camina con fe”
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy la Palabra de Dios nos confronta con dos
escenas impactantes: por un lado, la dramática huida de Lot y su familia de
Sodoma, una ciudad condenada por su maldad; por otro, la tempestad en el mar,
donde Jesús revela su poder divino ante el asombro de sus discípulos. Ambas
escenas, tan distintas en contexto, tienen una raíz común: la llamada
urgente a confiar plenamente en Dios y no en nuestras seguridades humanas.
“¿Qué vio la mujer de Lot?”
Hace unos años, un autor español, Marius Lleget,
escribió un libro titulado “¿Qué vio la mujer de Lot?”, en el que, desde
una perspectiva especulativa y ufológica, proponía que Sodoma y Gomorra habrían
sido destruidas por una explosión nuclear. Más allá de la teoría —que fascinó a
muchos lectores no creyentes—, lo cierto es que la Biblia es parca en detalles.
Lo que sí nos dice con claridad es que la mujer de Lot desobedeció una orden
clara del Señor: “¡No mires hacia atrás!”.
La tradición judía le dio un nombre a esta mujer: Edith.
Su historia es breve, pero su desenlace ha quedado como símbolo del apego al
pasado, la desobediencia, la falta de fe. Dios, a través de sus mensajeros,
había dado tres instrucciones muy precisas a Lot y su familia: salir con
urgencia, no detenerse en ninguna parte del valle y no mirar
hacia atrás.
¿Por qué Edith miró? ¿Fue nostalgia? ¿Fue duda?
¿Fue una especie de duelo interior al dejar atrás todo lo que conocía? Puede
que todo eso junto. Pero lo que queda claro es que su mirada reveló una
resistencia interior a dejar atrás lo que Dios ya había sentenciado. Como
bien dicen algunos predicadores: “Edith salió de Sodoma, pero Sodoma no
salió de ella”.
Y así pereció. No por castigo arbitrario, sino por
su incapacidad de confiar y obedecer. El apego al pasado puede ser mortal
para la vida espiritual.
El apego que paraliza
Queridos hermanos: ¿cuántas veces nosotros también
quedamos como paralizados en el camino de la fe por mirar hacia atrás?
- Miramos
hacia atrás con nostalgia: “cuando todo era más fácil”, “cuando éramos más
jóvenes”, “cuando teníamos más salud o más estabilidad económica”.
- Miramos
hacia atrás con resentimiento: “si no me hubieran hecho esto...”, “si yo
hubiera tomado otra decisión...”.
- Miramos
hacia atrás por miedo al futuro: “prefiero lo malo conocido que lo
incierto que viene”.
Y en todas esas miradas hay una tentación: la
tentación de quedarnos donde Dios ya no está.
La fe se vive hacia adelante
El Evangelio de hoy (Mt 8,23-27) nos presenta otra
escena de movimiento y crisis. Los discípulos están en la barca, y Jesús
duerme. Una gran tormenta amenaza con hundirlos. Ellos, como Edith, sienten
miedo. Gritan, dudan, se desesperan. Y Jesús, con una sola palabra, calma el
viento y el mar.
Y les dice: “¿Por qué tienen miedo, hombres de
poca fe?”
Es el mismo reproche que, en cierto modo, recibe la
esposa de Lot. En medio del caos, Dios pide fe. No que miremos el desastre,
sino que sigamos caminando.
Jesús no prometió que no habría tempestades.
Prometió que Él estaría con nosotros en medio de ellas. El verdadero
problema no es la tormenta, sino la falta de fe. Y la fe no es mirar
atrás, sino mirar al frente, avanzar, confiar.
Santa María, modelo de fe sin
retroceso
En contraste con Edith, tenemos a la Virgen
María, modelo de quien no mira atrás. Cuando el ángel le anunció algo que
rompía todos sus esquemas, ella no pidió garantías ni quiso mirar hacia la
tranquilidad de su antigua vida. Dijo sí. Y caminó.
María también conoció la oscuridad, el dolor, la
incertidumbre… pero nunca se detuvo. Guardaba todo en su corazón, como dice el
Evangelio, y seguía caminando. Por eso, le pedimos hoy: “Santa María, madre
de los que creen, ruega por nosotros para que nunca miremos hacia atrás con
desconfianza, sino siempre hacia adelante con esperanza.”
Conclusión: El camino de la
confianza
Las dos lecturas de hoy, unidas por el salmo que
proclama: “Tu misericordia está delante de mis ojos, Señor”, nos llaman
a una espiritualidad del presente y de la esperanza. Dios actúa en el
hoy. En lo que viene. No en lo que dejamos atrás.
No seas como Edith. No te quedes congelado por lo
que fue. No mires atrás con tristeza, miedo o culpa. Dios ya no está allí.
Mira adelante. Camina. Aunque no entiendas. Aunque
no veas con claridad. Aunque la tormenta arrecie. Porque si caminas con fe,
Jesús calmará la tempestad, y te conducirá a puerto seguro.
Pidamos al Señor en esta Eucaristía la gracia de tener un corazón
libre como el de Abraham, obediente como el de Lot, confiado como el de los
discípulos cuando al fin reconocen la presencia del Maestro en la barca, y
firme como el de María, que nunca retrocedió, sino que avanzó con fe hasta el
pie de la Cruz.
Amén.
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