21 de junio del 2025: sábado de la decimoprimera semana del tiempo ordinario, año I- San Luis Gonzaga, religioso
Santo del día:
San Luis Gonzaga
1568-1591. Hijo de una familia
noble, desde muy joven se dedicó a la oración y la penitencia. Se unió a la
Compañía de Jesús y falleció a los 23 años tras servir a las víctimas de la
peste. Patrón de la juventud estudiantil.
“Busquen primero”
(Mateo 6:24-34) “No se
preocupen tanto […]. Busquen primero el reino de Dios.” Jesús
nos revela un horizonte que a veces nos cuesta alcanzar. También nos muestra un
terreno de combate espiritual, porque la confianza en Dios no es algo
automático. Él nos enseña a jerarquizar nuestras prioridades: «Busquen
primero». Una actitud que puede permitirnos afrontar los problemas muy reales
de nuestra vida con una perspectiva más serena, porque está enraizada en la
esperanza del Reino.
Emmanuelle Billoteau, ermitaña
Primera lectura
Muy a gusto
me glorío de mis debilidades
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios.
HERMANOS:
¿Hay que gloriarse?: sé que no está bien, pero paso a las visiones y
revelaciones del Señor.
Yo sé de un hombre en Cristo que hace catorce años —si en el cuerpo o fuera del
cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe— fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y sé que
ese hombre —si en el cuerpo o sin el cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe— fue
arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables, que un hombre no es capaz de
repetir.
De alguien así podría gloriarme; pero, por lo que a mí respecta, solo me
gloriaré de mis debilidades.
Aunque, si quisiera gloriarme, no me comportaría como un necio, diría la pura
verdad; pero lo dejo, para que nadie me considere superior a lo que ve u oye de
mí.
Por la grandeza de las revelaciones, y para que no me engría, se me ha dado una
espina en la carne: un emisario de Satanás que me abofetea, para que no me
engría. Por ello, tres veces le he pedido al Señor que lo apartase de mí y
me ha respondido:
«Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad».
Así que muy a gusto me glorío de mis debilidades, para que resida en mí la
fuerza de Cristo.
Por eso vivo contento en medio de las debilidades, los insultos, las
privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque
cuando soy débil, entonces soy fuerte.
Palabra de Dios.
Salmo
R. Gusten
y vean qué bueno es el Señor.
V. El
ángel del Señor acampa en torno a quienes le temen
y los protege.
Gusten y vean qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R.
V. Todos
sus santos, teman al Señor,
porque nada les falta a los que le temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada. R.
V. Vengan,
hijos, escúchenme:
los instruiré en el temor del Señor.
¿Hay alguien que ame la vida
y desee días de prosperidad? R.
Aclamación
V. Jesucristo,
siendo rico, se hizo pobre para enriquecerlos con su pobreza. R.
Evangelio
No se agobien
por el mañana
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Nadie puede servir a dos señores. Porque despreciará a uno y amará al otro; o,
al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No pueden
servir a Dios y al dinero.
Por eso les digo: no estén agobiados por la vida de ustedes pensando qué van a
comer, ni por el cuerpo de ustedes pensando con qué se van a vestir. ¿No vale
más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Miren los pájaros del
cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, su Padre celestial
los alimenta. ¿No valen ustedes más que ellos?
¿Quién de ustedes, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su
vida?
¿Por qué se agobian por el vestido? Fíjense cómo crecen los lirios del campo:
ni trabajan ni hilan. Y les digo que ni Salomón, en todo su esplendor, estaba
vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y
mañana se arroja al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por ustedes,
gente de poca fe? No anden agobiados pensando qué van a comer, o qué van a
beber, o con qué se van a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe
su Padre celestial que tienen necesidad de todo eso.
Busquen sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se les dará por
añadidura. Por tanto, no se agobien por el mañana, porque el mañana traerá su
propio agobio. A cada día le basta su desgracia».
Palabra del Señor.
1
📖 “No se
preocupen por el día de mañana” (Mt 6, 24-34)
Esquema de homilía/reflexión
✨ Introducción:
¿A quién servimos realmente?
Jesús, en el Evangelio de hoy, nos presenta un
principio espiritual fundamental: “Nadie puede servir a dos señores” (v.
24). Se nos invita a discernir dónde está verdaderamente nuestro corazón. ¿Está
en Dios, fuente de nuestra vida y alegría? ¿O está en los bienes
materiales, que ofrecen una falsa seguridad y pueden esclavizar
silenciosamente el alma?
🔍 I. El
compromiso imposible: Dios vs. el dinero
- Jesús
utiliza la palabra Mamón (el dinero como ídolo) para establecer un
contraste radical: Dios no es una opción más; debe ser nuestro único y
verdadero Señor.
- El
dinero, los bienes, el éxito o el estatus no son malos en sí, pero pueden
ocupar el lugar de Dios en nuestro corazón si se convierten en nuestra
prioridad o en nuestra fuente de identidad.
- Esos
bienes son instrumentos para amar, compartir y servir. Nunca son
un fin en sí mismos.
→ Pregunta para meditar: ¿Estoy usando lo que tengo al
servicio de los demás? ¿O estoy siendo poseído por lo que poseo?
🛑 II. El
precio de la preocupación: Daño espiritual y humano
Jesús nos exhorta con ternura: “No se preocupen
por su vida…” (v. 25). No es ingenuidad ni irresponsabilidad, sino una invitación
radical a confiar.
1. La preocupación debilita
nuestra relación con Dios:
- Cuando
vivimos angustiados, actuamos como si Dios no existiera o como si
estuviéramos solos en el mundo.
- Pero
somos hijos e hijas de un Padre que conoce nuestras necesidades (v.
32b). La fe significa creer que Él cuida de nosotros.
2. La preocupación daña el
cuerpo:
- Las
palabras de Jesús coinciden con lo que hoy confirma la ciencia: la
ansiedad provoca hipertensión, enfermedades del corazón, insomnio,
entre otras.
- Dios
quiere nuestra paz interior, pero también nuestro bienestar físico.
El término bíblico shalom significa plenitud, salud y paz.
3. La preocupación enferma la
mente:
- Da
lugar al miedo, al desánimo, a la depresión y a patrones obsesivos.
- La
mente pierde su libertad para crear, amar y soñar.
🕊️ III. El
camino evangélico hacia la paz
Jesús nos señala la naturaleza—las aves, los
lirios, los campos—como maestros silenciosos de confianza.
Ellos trabajan, crecen, pero no se angustian.
Nos invita a:
1. Vivir en el presente: “No se preocupen por el día
de mañana…”
El ayer ya pasó, el mañana está en manos de Dios. Solo tenemos el hoy,
que es el día de la gracia.
2. Buscar primero el Reino de Dios:
Dar prioridad a la voluntad de Dios no en teoría, sino en elecciones diarias
concretas:
perdonar, servir, orar, actuar con justicia, amar con generosidad.
3. Abandonarnos con fe:
No se trata de pasividad, sino de una dependencia activa, como la de un
niño en brazos de su padre.
🕯️ Aplicaciones
prácticas para nuestro camino de fe
- Comienza
cada día con esta breve oración: “Señor, confío en tu cuidado hoy.”
- Suelta
el deseo obsesivo de control—sobre el dinero, el tiempo o el éxito.
- Comparte
con alguien necesitado lo que tienes. La generosidad abre el alma a la
confianza.
- Termina
tu día dando gracias: nombra tus bendiciones en lugar de tus cargas.
🙏 Conclusión:
Jesús no niega las dificultades reales de la vida.
Nos ofrece un camino mejor: una vida vivida con confianza en la providencia
de Dios,
arraigada en el momento presente, y sostenida por la certeza de que
nunca estamos solos.
🕊️ “El Padre celestial sabe lo
que ustedes necesitan” (v. 32).
Que eso nos baste por hoy.
2
Sábado de la XI semana del Tiempo Ordinario,
Memoria de la Virgen María en sábado, en el marco del Año Jubilar 2025
Lecturas:
1ª Lectura: 2 Corintios
12, 1-10
Salmo: Salmo 33
Evangelio: Mateo 6, 24-34
🕊️ Introducción
Queridos hermanos y
hermanas:
En este sábado
consagrado a la Santísima Virgen María y dentro del marco de este Año
Jubilar de la Esperanza, la Palabra de Dios nos invita a
detenernos, a mirar nuestra vida con ojos nuevos, y a escuchar una exhortación
clara del corazón de Jesús: “No se preocupen tanto... Busquen
primero el Reino de Dios”.
En medio de un mundo
saturado de prisas, ansiedades y preocupaciones legítimas —por el sustento, la
salud, la seguridad, el futuro— Jesús nos propone una inversión radical de
prioridades. No se trata de ignorar la realidad, sino de mirarla con los ojos
de la fe. Y es allí donde María, la mujer del “sí”, la mujer confiada, se nos
presenta como modelo y guía.
🔍 1. No se puede servir a dos señores (Mt
6,24)
El Evangelio inicia con
una advertencia directa: “Nadie puede servir a dos señores”.
Esta frase apunta al corazón dividido del ser humano. Podemos confesar con los
labios que Dios es nuestro Señor, pero vivir con el corazón gobernado por la
inseguridad, el afán de poder, el dinero o el prestigio.
Jesús no nos llama a
renunciar al trabajo ni a nuestras responsabilidades, sino a liberarnos de la
tiranía de una vida regida por el miedo y la ansiedad. Cuando el corazón se
enreda en la búsqueda de lo que pasa, olvida lo que permanece: el Reino de
Dios.
¿A
quién le hemos dado realmente el trono de nuestro corazón? Esa es la pregunta
clave del jubileo.
🛐 2. El combate de la confianza
Hay una verdad
profundamente espiritual: confiar en Dios es un combate.
No es fácil. Supone desaprender formas de control, dejar de querer manejarlo
todo y vivir con humildad y apertura.
San Pablo, en la
primera lectura, nos abre su corazón: habla de su “aguijón en la carne”, esa
debilidad que no desaparece pese a sus ruegos. Pero es ahí, en su
vulnerabilidad, donde escucha una palabra que transforma su visión: “Te
basta mi gracia”. No se le quita el dolor, pero se le concede
fuerza para vivirlo. No se le concede poder humano, sino gracia
divina.
Este es también el
itinerario de María: no entendió del todo el anuncio del ángel, pero dijo “sí”.
No tuvo certezas humanas, pero tuvo fe. No controló los acontecimientos, pero puso
su confianza en el Dios que “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los
humildes” (cf. Lc 1,52).
🌿 3. Buscar primero el Reino de Dios
La clave está en ese
imperativo de Jesús: “Busquen primero el Reino de Dios y su
justicia”. ¿Qué es buscar el Reino? Es vivir cada día como si
Dios ya reinara plenamente entre nosotros. Es amar más que acumular, es
perdonar más que criticar, es dar más que retener.
El jubileo nos impulsa
a dejar atrás cadenas interiores: la idolatría del dinero, del éxito, de la
autosuficiencia. Nos invita a una conversión del corazón que ponga a Dios y su
justicia en el centro.
¿Cómo
sería nuestra vida si cada decisión pasara por este filtro: “¿Esto construye el
Reino de Dios?”
¿Y si nuestras preocupaciones fueran depositadas en las manos del Padre, como
lo hacía María, como lo vivió Jesús?
🙏 4. María, modelo de confianza y libertad
interior
Celebrar a María en
este sábado es volver la mirada a quien vivió esta Palabra con radicalidad.
Ella no se aferró a seguridades. No necesitó entenderlo todo para amar del
todo. Ella vivió
el Reino desde la pobreza de Nazaret hasta el silencio de la cruz.
En ella no hay ansiedad
ni desconfianza, sino humildad activa. María no se encierra en sí misma, sino
que sale deprisa a servir a su prima Isabel. Su fe la hace libre,
disponible, y confiada.
En este Año Jubilar, el
Papa nos ha llamado a ser “Peregrinos de la Esperanza”.
¿Y quién más peregrina en esperanza que María, caminando con José, huyendo a
Egipto, esperando en oración con los discípulos la venida del Espíritu Santo?
✨
Conclusión:
Un camino de paz en medio de la tormenta
Queridos hermanos:
La Palabra de hoy no
niega que tengamos preocupaciones. Pero nos enseña que no son ellas las que
deben guiar nuestros pasos. Es el Reino. Es la confianza en el
Padre. Es la certeza de que cada día tiene su propio afán, pero también su
propia gracia.
En medio de nuestras
luchas —personales, familiares, eclesiales— escuchemos hoy a Jesús decirnos con
ternura pero con firmeza: “No teman. Busquen primero el Reino de
Dios”. Si lo buscamos a Él, todo lo demás se ordenará en su
lugar.
Y que María, Madre de
la Esperanza, interceda por nosotros para que no nos dejemos dominar por el
miedo, sino que vivamos cada día con el corazón anclado en el cielo y los pies
comprometidos en la tierra.
🙌 Propuesta de oración final
“Señor
Jesús, tú conoces nuestros miedos y nuestras luchas. Enséñanos a vivir con el
corazón puesto en tu Reino. Que no nos paralice la ansiedad, ni nos desvíen las
falsas seguridades. Ayúdanos a buscarte primero, como lo hizo tu Madre María, y
a confiar en que tu gracia nos basta cada día. Amén.”
*********
21 de junio: San Luis Gonzaga, Religioso —
Memoria
1568–1591
Patrono de los
estudiantes, jóvenes cristianos, novicios jesuitas, pacientes con SIDA y
quienes los cuidan
Invocado contra problemas
oculares y epidemias
Canonizado por el Papa
Benedicto XIII el 31 de diciembre de 1726
Cita:
La bondad divina, señora amadísima, es un
océano sin fondo ni orilla, y confieso que, cuando mi mente se sumerge en su
pensamiento, queda arrastrada por su inmensidad y se siente completamente
perdida y desconcertada. En recompensa por mis breves y débiles esfuerzos, Dios
me llama al descanso eterno; su voz desde el cielo me invita a la dicha
infinita que he buscado tan lánguidamente, y me promete esta recompensa por las
lágrimas que tan rara vez he derramado… Escribo todo esto con el único deseo de
que usted y toda mi familia consideren mi partida como una alegría y un favor,
y que usted, especialmente, me despida con su bendición de madre en mi travesía
por las aguas hasta alcanzar la orilla donde residen todas las esperanzas.
Escribo con gusto, porque no tengo manera más clara de expresar el amor y el
respeto que le debo como su hijo.
~ De una carta a su madre escrita en su lecho de muerte
Reflexión:
Luis
Gonzaga fue el hijo primogénito de ocho hermanos, heredero de una noble y rica
familia. Nació en el Ducado de Mantua, en la actual Italia septentrional,
gobernado por su familia, la casa principesca de Gonzaga. Su nombre italiano
era Luigi; Aloysius es la forma latina. Su padre, Ferrante Gonzaga, fue
gobernador de Milán, virrey de Sicilia y general en el ejército de los
emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico Carlos V y Felipe II. Como hijo
mayor, se esperaba que Luigi siguiera la carrera militar de su padre. Ferrante
comenzó a entrenarlo como soldado cuando tenía apenas cuatro años. Su madre,
una católica devota, albergaba esperanzas diferentes para su hijo.
A
los cinco años, fue enviado a un campamento militar con 3.000 soldados para
aprender guerra y manejo de armas. Se ganó el respeto de los soldados e incluso
los dirigía en marchas, pero también adquirió su lenguaje rudo. Cuando llevó
ese lenguaje a casa, su madre lo corrigió de inmediato. Aunque el incidente fue
relativamente inocente —pues no sabía el significado de las palabras que
repetía—, la reprimenda materna marcó su vida y fue un punto de inflexión:
desde esa edad temprana comenzó a cultivar la piedad y una conciencia moral más
profunda.
La
piedad de Luigi floreció a los siete años. Rezaba diariamente, recitando el
Oficio de Nuestra Señora, los salmos penitenciales y muchas otras devociones, a
menudo de rodillas en el suelo frío y duro. Por esta época también sufrió una
enfermedad de unos dieciocho meses, con fiebre y largos períodos en cama. A
pesar de ello, nunca dejó sus oraciones diarias. Muchos de los que lo
conocieron en su niñez creyeron que nunca cometió pecado mortal, dada la
profundidad de su devoción.
A
los ocho años, Luigi y su hermano menor fueron enviados a Florencia bajo la
tutela del Gran Duque de Toscana, Francesco I de Médici. Florencia, ciudad
vibrante en cultura y saber, los expuso al arte, la música y la ciencia. Allí,
los hermanos sirvieron como pajes en la corte, recibiendo formación en
etiqueta, servicio doméstico y relaciones sociales. Luigi estudió latín,
literatura, filosofía e historia, además de disciplinas físicas como esgrima y
equitación.
Pero
a los nueve años, Luigi —ya usando su nombre en latín, Aloysius— mostraba más
interés en la piedad y las vidas de los santos que en los placeres mundanos. La
mayor parte de su tiempo libre lo dedicaba a aprender sobre la fe y a orar.
Ferrante
llevó a sus hijos de regreso al hogar cuando Aloysius tenía once años. Luego de
unirse a la corte del duque Guillermo Gonzaga de Mantua, Aloysius leyó cartas
de misioneros jesuitas y quedó profundamente tocado por una carta proveniente
de las Indias. En ese tiempo hizo voto privado de castidad y decidió renunciar
a sus derechos de primogenitura. Abrazó toda virtud, especialmente la pureza, y
comenzó a enseñar catecismo a otros niños.
A
los doce años, conoció al entonces cardenal y futuro santo Carlos Borromeo. Al
expresar su deseo de ser misionero jesuita, el cardenal lo examinó y quedó tan
impresionado que lo preparó personalmente y le dio su Primera Comunión,
animándolo a comulgar con frecuencia.
A
los trece años, su padre tuvo que acompañar a la emperatriz de Austria a
España, y llevó consigo a sus hijos. Aloysius fue paje en la corte del infante
príncipe español. Continuó allí sus estudios y vida de oración, y empezó a
considerar seriamente su ingreso a la Compañía de Jesús. Su madre se alegró,
pero su padre se enfureció y llegó a amenazarlo con violencia. Aloysius debía
renunciar a su herencia y nobleza para ser jesuita. Cuando algunos familiares
propusieron que fuera sacerdote secular —e incluso obispo—, Aloysius se negó.
Se sentía llamado a los jesuitas y no tenía interés por los honores del mundo.
Cuando
el infante murió al año siguiente, regresaron a Italia. Con el paso del tiempo,
su deseo vocacional se consolidó. Su padre y otros intentaron disuadirlo,
incluso confinándolo durante nueve meses. Pero por la gracia de Dios, los
corazones se ablandaron y Ferrante cedió. Como noble, Aloysius solo podía
renunciar con aprobación del emperador. Una vez concedida, cedió sus derechos a
su hermano y entró al noviciado jesuita en Roma el 25 de noviembre de 1585, a
los dieciocho años.
Pese
a su origen noble, vivió humildemente. Avanzó en la oración, alcanzando
profunda contemplación. Oraba ante el Santísimo, desarrolló una gran devoción a
la Virgen y meditaba siempre la Pasión de Cristo. Fue obediente, puro, pobre y
caritativo, sobre todo con los pobres. Tuvo como guía espiritual y maestro a
San Roberto Belarmino.
Volvió
brevemente a su casa por un conflicto familiar de tierras, pero regresó a Roma
en 1591, cuando la peste bubónica asolaba la ciudad. A pesar del temor
generalizado, Aloysius se entregó a cuidar a los enfermos. Atendía sus
necesidades físicas y espirituales con gozo. Finalmente, contrajo la enfermedad
y sufrió mucho. Aceptó el sufrimiento con alegría, y profetizó la fecha de su
muerte, revelada en una visión: el día de la Octava del Corpus Christi. Tenía
solo 23 años.
San
Luis Gonzaga tuvo acceso a toda riqueza terrenal, pero eligió la riqueza de
Dios: una vida de oración profunda y entrega total. La herencia que ganó por su
obediencia a la voluntad de Dios supera todo tesoro humano. Al reflexionar
sobre este joven jesuita santo, pregúntate: ¿estás dispuesto a dejarlo todo para servir a Dios?
¿Buscas riquezas auténticas o te distraes con las que pasan?
Imita
a San Luis, y hallarás el tesoro eterno de la fidelidad a Dios.
Oración:
San Luis, tú elegiste las verdaderas riquezas en lugar de
las de este mundo. Abandonaste el dinero, la comodidad, el poder y los honores
por la gracia de Dios. Ruega por mí, para que ordene mis prioridades en la vida
y elija la riqueza del Reino de Dios por encima de todo.
San Luis Gonzaga, ruega por
mí.
Jesús, en Ti confío.
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