jueves, 26 de junio de 2025

27 de junio del 2025: Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

El Corazón de Jesús y San Cirilo de Alejandría

Hoy la Iglesia celebra con inmensa alegría la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, fuente inagotable del amor divino, símbolo del Cristo que ama sin medida, que busca, perdona y consuela a cada uno de sus hijos. Esta fiesta nos invita a sumergirnos en el misterio de un Corazón traspasado por amor, que sigue latiendo por la salvación del mundo.

En este mismo día, con gratitud recordamos también a San Cirilo de Alejandría, obispo y doctor de la Iglesia, ardiente defensor de la fe y de la maternidad divina de María. Cirilo, con profunda claridad teológica, nos ayudó a comprender que el Corazón de Cristo es verdaderamente el Corazón de Dios hecho hombre, y que en Él reside la plenitud de la misericordia.

Que la intercesión de San Cirilo nos ayude a penetrar con fe el misterio del Corazón de Jesús y a responder con amor y entrega al fuego que de Él emana.

Celebremos con fervor este día de gracia



Salvar incluso a los enemigos

Dios no es enemigo de nadie. En cambio, quien, cediendo a la lógica de la escasez y del miedo, se hace esclavo del pecado, se comporta como enemigo de Dios. Así como quien descuida su cuerpo se vuelve enemigo de su salud y sufrirá, en consecuencia, su 'ira'. Es a favor de estos enemigos —que somos todos, en algún momento— que Cristo hace el inaudito don de su propia vida."

Jean-Marc Liautaud, Fondacio




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Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel 34, 11-16

Esto dice el Señor Dios:
«Yo mismo buscaré mi rebaño y lo cuidaré.
Como cuida un pastor de su grey dispersa, así cuidaré yo de mi rebaño y lo libraré, sacándolo de los lugares por donde se había dispersado un día de oscuros nubarrones.
Sacaré a mis ovejas de en medio de los pueblos, las reuniré de entre las naciones, las llevaré a su tierra, las apacentaré en los montes de Israel, en los valles y en todos los poblados del país. Las apacentaré en pastos escogidos, tendrán sus majadas en los montes más altos de Israel; se recostarán en pródigas dehesas y pacerán pingües pastos en los montes de Israel.
Yo mismo apacentaré mis ovejas y las haré reposar —oráculo del Señor Dios—.
Buscaré la oveja perdida, recogeré a la descarriada; vendaré a las heridas; fortaleceré a la enferma; pero a la que está fuerte y robusta la guardaré: la apacentaré con justicia».

Palabra de Dios

 

 

Salmo de hoy

Sal 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6

 

R. El Señor es mi pastor, nada me falta.

 

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque caminé por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.

 

 

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5, 5b- 11

 

Hermanos:
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado.
En efecto, cuando nosotros estábamos aún sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; ciertamente, apenas habrá quien muera por un justo; por una persona buena tal vez se atrevería alguien a morir; pues bien: Dios
nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvados del castigo!
Si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvados por su vida!
Y no solo eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.

Palabra de Dios

 

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas 15, 3-7

 

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos y a los escribas esta parábola:
«Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra?
Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice:
“¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”.
Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse».

Palabra del Señor

 

A guisa de introducción:

Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

 


Celebramos el Sagrado Corazón de Jesús. En español significa el lugar de la bondad, de la ternura. Suele decirse: “Tiene buen corazón”.

En la Biblia, el corazón es el centro de la persona donde se juntan la razón y la emoción. El corazón califica a la persona.

Así nos dice Jesús: “Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mt 6,21) y también: “Lo que sale del corazón del hombre es lo que lo contamina” (Mc 7,15). .

Sabemos por experiencia que en el corazón del hombre hay trigo y paja. El Evangelio nos revela la imposibilidad de seleccionar o decidir  por uno mismo.
En el corazón de Dios, sólo hay amor. ¿Y qué da el amor? La vida !

El Corazón traspasado de Jesús produjo agua y sangre. Es el agua del Bautismo que nos introduce en la Vida de Dios y la sangre derramada de la Eucaristía que hace crecer la vida y la da "en abundancia": "Yo he venido para que las ovejas tengan vida, vida en plenitud" ( Juan 10:10).

El corazón de Dios puede salvar el corazón del hombre cuando se extravía. En el corazón del hombre puede haber celos, perversión y codicia.

Convertirse es volver el corazón hacia el Corazón de Dios. Y para convertirse, el amor debe ser más fuerte que la desesperación.

El Sagrado Corazón de Nuestro Señor es un refugio seguro donde nuestro corazón encuentra su verdadera dimensión humana al acoger el verdadero Amor.

Hermanos y hermanas, Con una mirada iluminada por la fe, la Iglesia nos invita hoy a mirar un corazón humano abierto, herido por una lanza, para contemplar allí el corazón de Dios.

 Pasar de mirar una realidad humana a contemplar el misterio de Dios. El corazón humano de Jesús muerto en la cruz es ciertamente el corazón humano que ha cumplido perfectamente el mandamiento del amor. “Corazón más humano que nunca fue el corazón de un hijo de la tierra” dice una famosa canción. Por el don total de sí mismo, Jesús amó a Dios con todo su corazón, con toda su alma, con toda su mente y con todas sus fuerzas, hasta su último aliento. Y amó a sus verdugos hasta el punto de perdonarlos. 

Si hay un corazón humano que ha amado de verdad, ese es el corazón de Jesús. Esto es lo que ven nuestros ojos.
Pero la mirada no se queda ahí. A la luz de la resurrección de Jesús, nuestros ojos contemplan, bajo el signo del corazón traspasado, otra dimensión del amor ofrecido. 

En la vulnerabilidad de su corazón, Jesús, el Hijo de Dios, nos revela la inmensidad del amor de Dios. Un amor de corazón abierto. “Corazón más abierto que un cielo infinito, un mar sin orillas”…
Para expresar el amor de Dios por su pueblo, la Escritura usa imágenes. La del pastor es una. Un pastor que no se atreve a perder ninguna de sus ovejas y que va en busca de la perdida o enferma. Sólo tiene un deseo: llevar a sus ovejas a los mejores pastos. Jesús tomó esta imagen para ilustrar su propia misión.


En la cruz, nos muestra hasta dónde llega el compromiso del pastor por su pueblo. Allí, el pastor se convierte en cordero inmolado, oveja de matadero. En la cruz, ocupa el último lugar de los condenados. “Él murió por los culpables que éramos”. “Prueba irrefutable de que Dios nos ama”, añade Pablo. La herida del corazón abierto es la firma definitiva del Dios del Amor por los hombres perdidos que fuimos. “Corazón demasiado amoroso que sólo recibió de nosotros una cruz en respuesta”.


Pero la manifestación del Amor de nuestro Dios no se detiene ahí. Hay otra firma de su Amor, es “el amor de Dios derramado en nuestros corazones, por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”. El agua y la sangre que brotaban del corazón abierto prefiguraban el don del Espíritu, el Amor de Dios ofrecido como parte a todos los hombres. El Amor no tiene mayor alegría que despertar el Amor. Dios no sólo salva a los condenados que éramos, sino que quiere capacitarnos para amar como él, a través de su Espíritu derramado en nuestros corazones. El Espíritu en nuestros corazones nos lleva a amar como Jesús. Él quiere hacer de nuestras vidas amorosas firmas del Amor de Dios ofrecido a los hombres. “Corazón de Jesús que hizo el corazón nuevo de la Iglesia nueva”.


En esta celebración, acerquémonos con confianza a la fuente de este Amor, que brota del Corazón de Cristo. Si nos sentimos débiles, quiere fortalecernos. Si somos tan poco capaces de amar a los más pobres y pequeños, quiere enseñarnos a darnos. Su Amor, siempre ofrecido en cada Eucaristía, quiere renovarnos y atraernos a su corazón. Allí sacaremos “gozo de las fuentes vivas de la salvación”.


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– Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús


Año Jubilar – Día Penitencial de Oración por quienes sufren en el alma y en el cuerpo




I. Introducción: Una Fiesta que brota del Amor más profundo

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy celebramos el misterio más tierno y al mismo tiempo más transformador de nuestra fe: el Sagrado Corazón de Jesús. En esta solemnidad contemplamos no solo un símbolo piadoso, sino la revelación misma del amor de Dios, desbordante, herido y ofrecido hasta el extremo por la humanidad. En este año jubilar, siendo “Peregrinos de la Esperanza”, esta fiesta nos llama a una parada espiritual para mirar con sinceridad el Corazón que nunca ha dejado de latir por nosotros, especialmente por los que sufren en el cuerpo o en el alma.


II. Una promesa de búsqueda y ternura (Ez 34, 11-16)

El profeta Ezequiel nos presenta una de las imágenes más conmovedoras del amor de Dios: la del pastor que no delega su misión. No espera que las ovejas vengan a él, sino que él mismo se pone en camino: “Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y velaré por ellas”. Las recogerá de sus extravíos, vendará sus heridas, fortalecerá a las débiles.

Este pasaje es una promesa, pero también una realidad hecha carne en Cristo. Su Corazón es el cumplimiento de ese pastoreo divino. En esta fiesta, el Sagrado Corazón nos recuerda que no importa cuán dispersos estemos, Él mismo viene por nosotros. En un mundo herido por el individualismo, la violencia, las enfermedades y la soledad, la imagen del Buen Pastor es un bálsamo y un compromiso.


III. Un amor que salva incluso a los enemigos (Rm 5, 5-11)

dicen un comentarista francés:
"Dios no es enemigo de nadie. En cambio, quien, cediendo a la lógica de la escasez y del miedo, se hace esclavo del pecado, se comporta como enemigo de Dios. Así como quien descuida su cuerpo se vuelve enemigo de su salud y sufrirá, en consecuencia, su 'ira'. Es a favor de estos enemigos —que somos todos, en algún momento— que Cristo hace el inaudito don de su propia vida."

San Pablo lo expresa con fuerza: “Dios nos amó cuando aún éramos pecadores”. Este es el escándalo de la Cruz y del Corazón traspasado: no espera conversión previa, ni méritos humanos, ni siquiera nuestra simpatía. Es un amor que se adelanta. Que se ofrece incluso por quienes lo rechazan. Por eso, este día penitencial no es una jornada de tristeza, sino de reconciliación. Porque no hay pecado, ni ruina, ni herida que no pueda ser acogida y sanada por este Corazón que perdona.


IV. El gozo de encontrar lo perdido (Lc 15, 1-7)

Jesús nos habla hoy de la oveja perdida. No de manera casual, sino como una clave de lectura de su misión. Esta parábola, profundamente unida a la profecía de Ezequiel, nos revela el gozo de Dios por cada uno de nosotros.
No es el rebaño completo lo que motiva la fiesta en el cielo, sino el regreso del que se había ido. Es el reflejo de un Corazón que no se resigna a las estadísticas ni a la lógica humana: deja noventa y nueve para ir por uno.

Cuántas veces nos hemos sentido extraviados, ajenos incluso a nuestra fe. Cuántos de nuestros hermanos —enfermos, abandonados, violentados, deprimidos— han perdido el rumbo. Hoy es el día para recordar que el Corazón de Cristo no descansa hasta rescatarlos. Y nos invita a unirnos a esa búsqueda. En este Año Jubilar, cada comunidad, cada familia, cada parroquia está llamada a ser pastora, no juez; puente, no muralla.


V. Orar por los que sufren en el cuerpo y en el alma

En este contexto, oramos especialmente por quienes sufren. El dolor físico consume, pero muchas veces el dolor del alma es más profundo: soledad, abandono, culpa, vacío, traumas no sanados. El Corazón de Cristo es refugio para todos. Y nosotros, como Iglesia, estamos llamados a ser prolongación de ese Corazón: en el consuelo, en la escucha, en la visita, en la caridad.

Que esta jornada penitencial nos mueva no solo a pedir perdón por nuestras faltas, sino a ofrecer gestos concretos de reparación: reconciliarnos con quienes hemos herido, volver al sacramento de la confesión, ayudar a quien lo necesita, escuchar sin juzgar.


VI. Conclusión: Que nuestro corazón aprenda del suyo

Queridos hermanos y hermanas, el Sagrado Corazón no es solo objeto de devoción, es modelo de vida. Solo un corazón como el de Cristo puede sostenernos en la esperanza, puede romper la lógica del odio, puede salvar a los enemigos, puede buscar a los olvidados, puede sanar al herido.

En este Año Jubilar, en esta jornada penitencial, pidamos la gracia de un corazón semejante al suyo:
— valiente para amar,
— humilde para pedir perdón,
— fuerte para no rendirse ante la injusticia,
— abierto para acoger incluso al enemigo.

Corazón de Jesús, herido por amor,
haz de nuestro corazón un refugio para los que sufren.
Corazón de Jesús, Pastor bueno,
condúcenos a los que están perdidos.
Corazón de Jesús, esperanza del mundo,
sé Tú nuestra paz y nuestra alegría
. Amén.

 

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El Fuego Inagotable del Amor – Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

Queridos hermanos:

Celebramos hoy la fiesta más entrañable del amor divino: el Sagrado Corazón de Jesús. En este año jubilar, como Peregrinos de la Esperanza, el Corazón traspasado del Salvador nos llama a detenernos, mirar dentro del nuestro y dejarnos amar, sanar y enviar.


I. Un Pastor que busca a cada oveja – (Ez 34,11-16; Salmo 23)
La primera lectura y el salmo nos presentan a Dios como Pastor. Pero no uno distante, sino uno que “busca”, “cura”, “fortalece”, “descansa”, “unge”. El Corazón de Jesús es ese pastoreo hecho carne: cuida a la herida, busca a la perdida, y se convierte en banquete para la fatigada. El salmo 23 no es una poesía romántica, sino la descripción precisa de la ternura de Cristo hacia nosotros.


II. Un Amor para los enemigos – (Rm 5,5-11)
San Pablo nos dice que Cristo murió por nosotros cuando aún éramos pecadores. ¡Murió por sus enemigos! Eso nos incluye a todos en algún momento. ¿Quién ama así? ¿Quién se entrega sin condición a quien le ignora, le rechaza o le traiciona? Solo un Corazón divino.
Hoy es un día penitencial, y no porque Dios quiera castigo, sino porque Él quiere ofrecernos su misericordia. El pecado se combate con reparación, y la reparación nace del amor agradecido.


III. La Oveja que vale más que noventa y nueve – (Lc 15,1-7)
Jesús no solo busca ovejas perdidas. Las lleva sobre sus hombros. Se alegra con ellas. Hace fiesta. ¿Cuántas veces tú has sido esa oveja? ¿Cuántos de nuestros hermanos —marginados, pobres, tristes, enfermos— esperan ser levantados por un amor como el suyo?
El Corazón de Jesús se inflama con fuego no para castigar, sino para acoger.


IV. Una Devoción que transforma vidas
La experiencia de Santa Margarita María, que recibió de Cristo el deseo de que su Corazón fuera honrado y amado, nos desafía.
¿Lo hemos amado con todo nuestro ser? ¿O lo hemos herido con la tibieza, la irreverencia, la indiferencia?
Jesús mismo prometió gracias, paz, consuelo, perfección, y sobre todo un refugio seguro en su Corazón. ¿Quién no desea vivir y morir en ese fuego que no consume, sino que transforma?


V. Conclusión: ¿Qué haremos con este Amor?
El Sagrado Corazón late hoy con la misma intensidad que en el Gólgota. Su amor no se ha agotado. Su anhelo por ti no ha menguado.
¿Lo consolarás con tu fe? ¿Lo amarás en el pobre, en el enfermo, en el que sufre? ¿Harás reparación con tu entrega y tu oración?


Oremos:
Corazón de Jesús, que ardes de amor por nosotros, haz que también nuestro corazón arda por Ti. En este año jubilar, enséñanos a reparar, a confiar y a anunciar. Sé nuestro refugio en la vida, y nuestra esperanza en la hora de la muerte. Amén.

 

 

Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús – Solemnidad

Viernes después del segundo domingo después de Pentecostés

 

Cita:
Cierta vez, estando ante el Santísimo Sacramento y disponiendo de un poco más de tiempo de lo habitual, me sentí completamente colmada por esta Divina Presencia, y tan profundamente movida por ella que me olvidé de mí misma y del lugar donde me encontraba. Me abandoné a este Espíritu Divino y entregué mi corazón al poder de su amor. Él me hizo reposar largo rato sobre su divino pecho, donde me reveló las maravillas de su amor y los secretos inexplicables de su Sagrado Corazón, que hasta entonces me había mantenido ocultos. Ahora me los abrió por primera vez, pero de una manera tan real, tan sensible, que no me quedó lugar a dudas, aunque siempre temo engañarme a mí misma.
~ Visión de Santa Margarita María de Alacoque


Reflexión:
Puede decirse que la devoción al Sagrado Corazón de Jesús comenzó a escribirse en el Evangelio de Juan, cuando este relata que durante la Última Cena se recostó y apoyó su cabeza en el corazón de Jesús. En el siglo XIII, el 27 de diciembre, fiesta de San Juan Apóstol, la religiosa y mística alemana Santa Gertrudis la Magna tuvo una visión de San Juan con Jesús, durante la cual conversaron sobre ese momento de la Última Cena. En esa visión, San Juan dijo a Santa Gertrudis:
“Ven, Esposa de mi Maestro, pongamos juntos nuestras cabezas sobre el más tierno pecho del Señor, en el que están encerrados todos los tesoros del cielo y de la tierra.”

Cuando ella apoyó su cabeza sobre el Corazón de Jesús, su alma fue profundamente conmovida por la devoción, y preguntó a San Juan:
“¿Estas armoniosas palpitaciones, que alegran mi alma, también alegraron la tuya cuando reposaste durante la Última Cena sobre el pecho del Salvador?”
San Juan respondió: “Sí, las oí, y mi alma fue penetrada por su dulzura hasta el centro mismo.”
Entonces ella preguntó: “¿Por qué, entonces, hablaste tan poco en tu Evangelio sobre los secretos amorosos del Corazón de Jesucristo?”
Y San Juan respondió: “Mi ministerio, en esos primeros tiempos de la Iglesia, se limitó a hablar del Verbo Eterno... pero a estos últimos tiempos se reservó la gracia de oír la elocuente voz del Corazón de Jesús. Ante esa voz, el mundo envejecido renovará su juventud, despertará de su letargo y se inflamará nuevamente con el ardor del amor divino.”
(Revelaciones de Santa Gertrudis la Magna)


Aproximadamente 400 años después, el 27 de diciembre de 1673, fiesta de San Juan Apóstol, una monja visitandina francesa, la hermana Margarita María Alacoque, recibió la primera de cuatro visiones durante los siguientes dieciocho meses, en las que Jesús le reveló su Sagrado Corazón y su deseo de que se instituyera una fiesta en su honor.
Aunque tuvo otras visiones y experiencias místicas, estas estaban directamente relacionadas con el Sagrado Corazón.

“Mi Corazón Divino está tan apasionadamente enamorado de los hombres, que ya no puede contener dentro de sí las llamas de su ardiente caridad. Debe derramarlas por medio de ti y manifestarse a ellos para enriquecerlos con sus preciosos tesoros, que contienen todas las gracias necesarias para salvarse de la perdición. Te he elegido como un abismo de indignidad e ignorancia para cumplir tan grande designio, para que todo sea hecho por Mí.”
(Primera visión)

“Estaba resplandeciente de gloria; sus cinco llagas brillaban como cinco soles. Llamas brotaban de todas las partes de su santa humanidad, pero especialmente de su adorable pecho, que parecía un horno, y que, al abrirse, me mostró su amoroso y amable Corazón, fuente viva de esas llamas.”
(Segunda visión)

“He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres, que no ha escatimado nada, hasta agotarse y consumirse, para testimoniarles su amor. En retorno, no recibo sino ingratitud de la mayor parte, por sus irreverencias, sacrilegios, frialdad y desprecio en este sacramento de amor. Y lo más doloroso para Mí es que son corazones consagrados a Mí. Por eso te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus Christi se dedique a una fiesta especial, para honrar mi Corazón comunicando en ese día y haciendo reparación por las ofensas que ha recibido. Y prometo que mi Corazón se dilatará para derramar abundantemente la influencia de su amor sobre todos los que me rindan ese honor o lo procuren.”
(Tercera visión)


Jesús también hizo doce promesas a quienes honren su Sagrado Corazón:

1.    Les daré todas las gracias necesarias para su estado de vida.

2.    Estableceré la paz en sus familias.

3.    Los consolaré en todas sus aflicciones.

4.    Serán refugio seguro en la vida y, especialmente, en la hora de la muerte.

5.    Derramaré abundantes bendiciones sobre todas sus empresas.

6.    Los pecadores hallarán en mi Corazón un océano infinito de misericordia.

7.    Las almas tibias se volverán fervorosas.

8.    Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección.

9.    Bendeciré los hogares donde se exponga y honre la imagen de mi Corazón.

10.                   Daré a los sacerdotes el poder de tocar los corazones más endurecidos.

11.                   Los que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón, para nunca ser borrado.

12.                   A todos los que comulguen durante nueve primeros viernes consecutivos les concederé la gracia de la perseverancia final. No morirán en desgracia ni sin recibir los sacramentos. Mi Corazón será su refugio seguro en la última hora.


Difusión y Reconocimiento Eclesial:
Cuando la hermana Margarita María contó sus visiones, su superiora y luego su director espiritual las dudaron. Finalmente, el jesuita san Claudio de la Colombière las reconoció como auténticas y dedicó su vida a difundir la devoción.

Cinco años antes, en Francia, san Juan Eudes ya había compuesto una misa en honor al Sagrado Corazón. En 1670, con aprobación del obispo, celebró su misa y oficio del Sagrado Corazón, impulsando la devoción hasta su muerte. Aunque Juan Eudes y Margarita María no se conocieron, Dios los usó a ambos para hacer arder al mundo con el fuego del amor de su Corazón.

En 1756, el papa Clemente XIII aprobó oficialmente la devoción, y en 1856 el papa Pío IX la extendió a toda la Iglesia.


Mensaje central de la devoción:
El mensaje es el amor infinito y compasivo que brota del Corazón de Jesús. Amor que se entrega en sacrificio, que llama a la conversión, y que invita a reparar por los pecados, especialmente la indiferencia y la ingratitud.
Cuando ese amor es acogido, consuela. Cuando es rechazado, sigue esperando, ardiendo en deseo de ser recibido.


Oración:
Sacratísimo Corazón de Jesús, te amo, te adoro y deseo apoyar mi cabeza en tu Corazón para que la efusión de tu amor sea acogida y seas amado aún más. Te pido perdón por cada sacrilegio, indiferencia y rechazo que sufres. Te ruego que consuma mis pecados en el fuego de tu amor. Corazón de Jesús, en Ti confío.

 

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