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22 de junio del 2025: Fiesta del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo- Ciclo C

«Denles ustedes mismos de comer»

La Eucaristía es el más grande de los sacramentos. Su celebración nos permite escuchar la Palabra de Dios, que puede inspirar nuestros pensamientos y acciones para que tomemos las decisiones más acertadas para nuestra vida y la de nuestros hermanos y hermanas. Podemos bendecir a Dios que nos invita a poner en práctica su Palabra con generosidad. Y podemos alabarlo por esa Palabra inédita que ensancha nuestro corazón, invitándonos a compartirla con los demás.

San Pablo añade lo que también él ha recibido del Señor y que nos transmite día tras día: las palabras de la institución de la Eucaristía. Jesús nos invita a repetirlas en cada celebración: «Hagan esto en memoria mía». Palabras y gestos que, por la gracia de Dios, hacen del pan y del vino consagrados una presencia real en medio de nosotros. El camino no termina ahí. Continúa en medio de las comunidades cristianas invitadas a revivir la Eucaristía, y sobre todo, a vivir de ella.

En el tiempo pascual, lo que está en juego es la vida: vida de Dios y vida de los hombres. Y si hoy podemos tomar un momento de adoración eucarística, también podemos buscar compartir esta «comunión» con los fieles de nuestras asambleas. ¿Cómo podemos vivir este sacramento? Invitando al mayor número posible de hermanos y hermanas. Sí, la Eucaristía es para las multitudes que se reúnen en torno a la Palabra, y al Cuerpo y la Sangre de Cristo. La Eucaristía adorada puede así convertirse también en verdadero «sacramento del hermano».

¿Qué puedo descubrir en la adoración eucarística?
¿Qué lugar tienen mis hermanos y hermanas cuando participo en la Eucaristía?

Tommy Scholtes, prêtre jésuite, Prions en Église Belgique


Primera lectura

Gn 14,18-20

Ofreció pan y vino

Lectura del libro del Génesis.

EN aquellos días, Melquisedec, rey de Salén, sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino, y le bendijo diciendo:
«Bendito sea Abrán por el Dios altísimo,
creador de cielo y tierra;
bendito sea el Dios altísimo,
que te ha entregado tus enemigos».
Y Abrán le dio el diezmo de todo.


Palabra de Dios.

 

Salmo

Sal 110(109),1.2.3.4 (R. cf. 4b)

R. Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.

V. Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies». 
R.

V. Desde Sion extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
 R.

V. «Eres príncipe desde el día de tu nacimiento
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, desde el seno,
antes de la aurora». 
R.

V. El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec».
 
R.


Segunda lectura

1Co 11,23-26

Cada vez que comen y beben, proclaman la muerte del Señor

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

HERMANOS:
Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez les he transmitido:
que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía».
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:
«Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; hagan esto cada vez que lo beban, en memoria mía».
Por eso, cada vez que comen de este pan y beben del cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que vuelva.


Palabra de Dios

Hoy puede decirse la secuencia Lauda, Sion, Salvatorem.

Secuencia (forma larga)

Alaba, alma mía, a tu Salvador;
alaba a tu guía y pastor
con himnos y cánticos.

Pregona su gloria cuanto puedas,
porque él está sobre toda alabanza,
y jamás podrás alabarle lo bastante.

El tema especial de nuestros loores
es hoy el pan vivo
y que da vida.

El cual se dio en la mesa de la sagrada cena
al grupo de los doce apóstoles
sin género de duda.

Sea, pues, llena, sea sonora,
sea alegre, sea pura
la alabanza de nuestra alma.

Pues celebramos el solemne día
en que fue instituido
este divino banquete.

En esta mesa del nuevo rey,
la pascua nueva de la nueva ley
pone fin a la pascua antigua.

Lo viejo cede ante lo nuevo,
la sombra ante la realidad,
y la luz ahuyenta la noche.

Lo que Jesucristo hizo en la cena,
mandó que se haga
en memoria suya.

Instruidos con sus santos mandatos,
consagramos el pan y el vino,
en sacrificio de salvación.

Es dogma que se da a los cristianos,
que el pan se convierte en carne,
y el vino en sangre.

Lo que no comprendes y no ves,
una fe viva lo atestigua,
fuera de todo el orden de la naturaleza.

Bajo diversas especies,
que son accidentes y no sustancia,
están ocultos los dones más preciados.

Su Carne es alimento y su Sangre bebida;
mas Cristo está todo entero
bajo cada especie.

Quien lo recibe no lo rompe,
no lo quebranta ni lo desmembra;
recíbese todo entero.

Recíbelo uno, recíbenlo mil;
y aquel lo toma tanto como estos,
pues no se consume al ser tomado.

Recíbenlo buenos y malos;
mas con suerte desigual
de vida o de muerte.

Es muerte para los malos,
y vida para los buenos;
mira cómo un mismo alimento
produce efectos tan diversos.

Cuando se divida el Sacramento,
no vaciles, sino recuerda
que Jesucristo tan entero
está en cada parte como antes en el todo.

No se parte la sustancia,
se rompe solo la señal;
ni el ser ni el tamaño
se reducen de Cristo presente.

He aquí el pan de los ángeles,
hecho viático nuestro;
verdadero pan de los hijos,
no lo echemos a los perros.

Figuras lo representaron:
Isaac fue sacrificado;
el cordero pascual, inmolado;
el maná nutrió a nuestros padres.

Buen Pastor, Pan verdadero,
¡oh, Jesús!, ten piedad.
Apaciéntanos y protégenos;
haz que veamos los bienes
en la tierra de los vivientes.

Tú, que todo lo sabes y puedes,
que nos apacientas aquí siendo aún mortales,
haznos allí tus comensales,
coherederos y compañeros
de los santos ciudadanos.

SECUENCIA (forma breve).

He aquí el pan de los ángeles,
hecho viático nuestro;
verdadero pan de los hijos,
no lo echemos a los perros.

Figuras lo representaron:
Isaac fue sacrificado;
el cordero pascual, inmolado;
el maná nutrió nuestros padres.

Buen Pastor, Pan verdadero,
¡oh, Jesús!, ten piedad.
Apaciéntanos y protégenos;
haz que veamos los bienes
en la tierra de los vivientes.

Tú, que todo lo sabes y puedes,
que nos apacientas aquí siendo aún mortales,
haznos allí tus comensales,
coherederos y compañeros
de los santos ciudadanos.


Aclamación

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo-dice el Señor- el que coma de este pan vivirá para siempre. R.


Evangelio

Lc 9,11b-17

Comieron todos y se saciaron

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquel tiempo, Jesús hablaba a la gente del reino y sanaba a los que tenían necesidad de curación.
El día comenzaba a declinar. Entonces, acercándose los Doce, le dijeron:
«Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado».
Él les contestó:
«Denles ustedes de comer».
Ellos replicaron:
«No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para toda esta gente».
Porque eran unos cinco mil hombres.
Entonces dijo a sus discípulos:
«Hagan que se sienten en grupos de unos cincuenta cada uno».
Lo hicieron así y dispusieron que se sentaran todos.
Entonces, tomando él los cinco panes y los dos peces y alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron lo que les había sobrado: doce cestos de trozos.

Palabra del Señor.




A guisa de introducción:


Otro pan, otra hambre

El hambre, las ganas de saciarse, hace parte de las primeras sensaciones que siente todo ser humano desde su nacimiento.

Saciar nuestra hambre, una necesidad fundamental

Nosotros consagramos una gran parte de nuestras energías a satisfacer esta necesidad diariamente. Pero una vez se asegura nuestra supervivencia, el hambre se refina, es decir se hace más exigente. El deseo se mezcla con la necesidad.

Nuestros apetitos, nuestras hambres, de cualquier modo, están ligados, unidos a nuestro deseo de absoluto, a nuestra aspiración a la plenitud.

Parece ser que Jesús haya percibido este vínculo con una clarividencia particular. Jesús se muestra sensible ante la multitud hambrienta, como nos lo cuenta el evangelio de hoy. Él se niega a despedirlos con el vientre vacío.

Y más todavía, los símbolos del alimento son omnipresentes (presentes en todas partes) en los evangelios: el pan, el pescado, el vino, el banquete.

Esto culmina en el compartir del pan y del cáliz (copa) de la EUCARISTIA, el signo más fuerte y representativo que nos ha dejado Jesús. Es así como Cristo continúa haciéndonos el don de Sí mismo, como continúa respondiendo a nuestras necesidades (hambres, apetitos) más profundas, a nuestras aspiraciones más vivas.

Mas el don de la EUCARISTIA supera nuestras hambres. Él nos ofrece mucho más de lo que podemos contener. Y este Pan lejos de poner fin a nuestro deseo, lo transforma en profundidad.

¿Qué hambre nos conduce a la EUCARISTIA hoy?



Aproximación psicológica al texto del evangelio

La EUCARISTÍA, experiencia de FE, LUCIDEZ y compartir para Jesús y para nosotros

¿Es legítimo acaso utilizar el pasaje de la multiplicación de los panes que se encuentra en Lucas para celebrar la fiesta de la EUCARISTÍA? Sin ninguna duda que sí, puesto que Lucas multiplica en su texto las alusiones de los eventos de la Semana Santa: él hace seguir directamente este pasaje después de un anuncio de la Pasión; él utiliza textualmente las palabras de la consagración para introducir la distribución del pan (tomar, bendecir, partir, dar); él subraya el lugar o la plaza de los apóstoles en esta distribución; en fin, él asocia el pan que alimenta (v.17) y la palabra que es proclamada (v.11), preparando así todo, para ver en la Eucaristía una proclamación de fe (cfr.  1 Corintios 11,26).

Mismo si los detalles son claros, la significación en conjunto no lo es necesariamente. ¿Qué significa entonces celebrar la Eucaristía?

Imposible responder sin pasar por lo que el mismo Jesús ha vivido luego de la primera Eucaristía. Para Él, esta fue una experiencia humana profunda, que le permite situar claramente su experiencia vivida en relación a su fe.

A pocas horas de morir, Jesús se siente amenazado por la ansiedad: Él debe luchar, combatir consigo mismo, para descubrir el sentido de lo que vive y apropiárselo. Y como HIJO que Él era, no era fácil; al igual que todo el mundo, Él debe “aprender a través de sus sufrimientos” (Hechos 5,8).

Para salir de esta ansiedad y de esta tentación de lo absurdo (Dios mío, Dios mío, ¿por qué...?) – Mateo 27,46, Jesús no tiene más que un recurso, situar su propia partida, su propio “éxodo” como dice Lucas (9,31), en el contexto del primer éxodo de Egipto, donde sus ancestros han atravesado la otra orilla, han superado la situación difícil, porque Dios “estaba de su lado” (de su orilla) (Salmo 124).

Jesús decide entonces celebrar la Pascua con sus discípulos a partir de su drama interior. Al hacerlo, hace de esta experiencia no solamente una experiencia de lucidez, donde contempla la muerte de frente (cara a cara), y no solamente es una experiencia de fe, sino que también es una experiencia de apertura y de compartir.

De este modo, podríamos describir la primera eucaristía parafraseando a Juan: Jesús que había comenzado a compartir con sus discípulos su búsqueda y sus esperanzas, vivió este compartir hasta el fin (cfr. Juan 13,1).

Dentro de un contexto ligeramente ritualizado (como el de la pascua judía) la eucaristía de Jesús fue entonces una triple experiencia de lucidez, de fe y de comunicación, centrada toda ella en la acción de Gracias al Padre. Y más allá de la repetición de estos gestos en un modo ritual, es esta triple experiencia que Jesús nos invita a rehacer por nuestra propia cuenta, a partir de nuestra propia experiencia de vida, “en memoria de Él”.

Desde luego que, si bien no es inexacto decir que al consumir las santas especies se recibe a Dios, uno percibe que una tal comprensión, estrecha, amilana y empobrece la experiencia eucarística.

Necesitamos volver a descubrir el sentido de la experiencia vivida por Jesús en la Eucaristía, y la fuerza de este movimiento pedagógico, de su vivencia, para nosotros. “Aquel que pretenda estar con Dios, sentir su presencia” (al recibirlo en la Eucaristía, podría uno agregar), es necesario que camine él mismo sobre la misma vía (camino) en que Jesús ha marchado” (1 Juan 2,6).



1
Reflexión central


Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Hoy celebramos con gozo y reverencia la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, lo que tradicionalmente conocemos como la fiesta del Corpus Christi. Esta solemnidad no es simplemente una conmemoración litúrgica más. Es la afirmación jubilosa de que nuestro Dios no es lejano ni indiferente, sino un Dios que se queda con nosotros, se hace alimento y se convierte en comunión.

1. “Denles ustedes mismos de comer” (Lc 9,13)

Estas palabras de Jesús, dirigidas a sus discípulos ante una multitud hambrienta, resuenan con fuerza en el corazón de esta fiesta. No es sólo una frase logística o práctica; es una llamada profunda al compromiso y a la entrega. El milagro de la multiplicación de los panes es signo anticipado de la Eucaristía, donde Cristo toma nuestros pocos recursos —nuestras pobrezas, nuestras buenas intenciones— y los convierte, por su gracia, en un banquete que sacia a todos.

Cristo no obra el milagro solo, lo hace a través de sus discípulos. Ellos reparten. Ellos alimentan. Así también hoy, la Iglesia —tú y yo— estamos llamados a ser servidores de ese banquete, a compartir el Pan que da vida con todos, especialmente con los más necesitados, con los que tienen hambre de sentido, de esperanza, de ternura, de Dios.


2. La Eucaristía: escucha, consagración y misión

La Eucaristía no es sólo algo que se recibe, sino una experiencia que se vive. En cada Misa, como lo enseña san Pablo en la segunda lectura, recordamos el gesto eterno de Jesús que se entrega: “Esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”.

¿Y qué es lo que debemos “hacer en memoria suya”?

No se trata solamente de repetir los ritos, sino de hacer presente el amor que brota del sacrificio. En cada celebración escuchamos la Palabra, ofrecemos el pan y el vino —signo de nuestra vida— y salimos enviados a compartir lo que hemos recibido. De ahí que la Eucaristía nos convoca, nos forma y nos envía. Nos convierte en pueblo, en comunidad, en cuerpo vivo de Cristo que se prolonga en la historia.


3. Adorar y vivir la Eucaristía

Hoy también es un día especial para renovar nuestra adoración eucarística. No como un acto aislado de devoción personal, sino como un encuentro íntimo con Cristo que transforma el corazón y ensancha nuestra mirada hacia los demás.  

“La Eucaristía adorada puede así convertirse también en verdadero ‘sacramento del hermano’”.

¿A quién ves cuando te acercas a comulgar? ¿Eres consciente de que ese mismo Cuerpo de Cristo que recibes, también lo reciben los demás? ¿Y qué lugar tienen ellos en tu corazón?

Adorar la Eucaristía es, también, reconocer a Cristo en el que sufre, en el pobre, en el enfermo, en el migrante, en el solitario. El mismo Jesús que adoramos en el Sagrario está vivo y presente en el hermano que nos necesita. Por eso, la Eucaristía que no se transforma en compasión, en justicia, en servicio, se convierte en un rito vacío.


4. Eucaristía para las multitudes

El Evangelio nos muestra que la Eucaristía es para todos. No es un tesoro reservado para unos pocos. No es un premio para los perfectos, sino un alimento para los caminantes, una medicina para los heridos, una caricia para los que buscan amor. Por eso, en el Año Jubilar que vivimos como Peregrinos de la Esperanza, estamos llamados a abrir caminos para que muchos se acerquen a esta Mesa.

Hoy, al contemplar el pan consagrado, le pedimos al Señor un corazón como el suyo: abierto, generoso, incluyente, compasivo. Que nuestra adoración no se encierre en los templos, sino que se desborde en gestos concretos de amor.


🙏 Conclusión

Queridos hermanos: celebremos con alegría esta solemnidad. Adoremos al Señor presente en la Eucaristía. Alimentémonos de su Cuerpo y Sangre. Y sobre todo, vivamos la Eucaristía en la vida diaria: en la familia, en el trabajo, en el barrio, en la parroquia.

Porque sólo así la comunión que recibimos se hace comunión compartida, pan multiplicado, vida entregada, esperanza para el mundo.

Amén.

 


2

🕊Homilía para el Corpus Christi – Ciclo C

Queridos hermanos en el Señor:

La solemnidad del Corpus Christi es una de las celebraciones más bellas y teológicamente más ricas del año litúrgico. Es la fiesta del Amor que se queda. Es la fiesta de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Hoy, la Iglesia proclama solemnemente al mundo que el Señor Jesús, el Verbo encarnado, no sólo murió y resucitó por nosotros, sino que permanece vivo y real entre nosotros, bajo la forma humilde del pan y del vino.

1. La Palabra hecha pan: un Dios que se queda

El evangelio de hoy, tomado de san Lucas, nos relata la multiplicación de los panes. Un signo que anticipa el don de la Eucaristía. Jesús ve a la multitud hambrienta y pronuncia esas palabras que hoy siguen resonando en el corazón de cada creyente y de cada sacerdote: “Denles ustedes mismos de comer.”

Y así lo hace Jesús con nosotros: no nos da un símbolo ni un recuerdo vacío. Nos da su Cuerpo verdadero, su Sangre redentora. Nos da su vida entera, para que tengamos vida en Él. Esta es la esencia del Misterio Eucarístico: un Dios que no se conforma con salvarnos desde lejos, sino que quiere unirse profundamente a nosotros, alimentarnos y transformarnos desde dentro.


2. El Misterio de la Fe

Durante la Misa, después de la consagración, el sacerdote pronuncia una breve pero poderosa frase: “Este es el misterio de la fe.” No se trata de un enigma por resolver, como si de un acertijo se tratara. No. En este contexto, el misterio es una realidad divina que nos sobrepasa y solo puede conocerse por la fe.

Creemos que al pronunciar las palabras de la consagración —“Esto es mi Cuerpo”, “Esta es mi Sangre”—, Jesucristo está realmente presente, en su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. No vemos, no tocamos, no razonamos esa verdad según los sentidos humanos. Pero con los ojos del alma, con los ojos de la fe, proclamamos con Tomás: “Señor mío y Dios mío.”

Y como recordaba san Juan Pablo II, en cada Misa se hace presente el mismo Misterio Pascual, la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús. No es un recuerdo; es una presencia viva, un encuentro real y actual.


3. Una fe que asombra y transforma

Querido hermano, querida hermana: ¿te asombras aún ante el milagro eucarístico? ¿O ya lo das por hecho, como un rito más en la semana? ¿Percibes que cuando el sacerdote eleva el Cuerpo y la Sangre del Señor, el cielo se abre, los ángeles adoran, y Cristo se entrega nuevamente, sacramentalmente, por ti?

El verdadero fruto de una fe eucarística es la adoración, el asombro, la entrega. Cuando dejamos que la fe penetre en lo profundo de nuestro corazón, entonces brota la reverencia, la gratitud, el amor.

Por eso hoy es un día para renovar nuestra fe en la Eucaristía. Para que cuando escuches de nuevo “el Cuerpo de Cristo”, no respondas “Amén” de forma automática, sino con el corazón encendido, sabiendo que estás recibiendo al Dios vivo.


4. Vivir la Eucaristía: Sacramento del Hermano

La Eucaristía no termina al salir del templo. Cristo nos alimenta para que nosotros también alimentemos. Nos entrega su Cuerpo para que seamos Cuerpo de Cristo vivo en el mundo. Nos da su Sangre para que vivamos reconciliados, perdonando y amando como Él.

La Eucaristía adorada se convierte en el sacramento del hermano. No podemos adorar a Cristo en el altar y negarlo en el pobre, en el migrante, en el enfermo, en el descartado. Celebrar la Misa es también comprometerse con el Reino: justicia, caridad, comunión.


5. Una procesión hacia el mundo

En muchas comunidades, esta fiesta culmina con la procesión del Corpus Christi. No es una simple tradición devocional. Es una declaración de fe. Es decirle al mundo: “Cristo está vivo y camina con su pueblo.” Y también es un compromiso: llevar a Jesús donde más se le necesita, donde hay hambre de Dios, donde no se le conoce o se le rechaza.


🙏 Conclusión: Señor mío y Dios mío

En este día santo, te invito a renovar tu fe. A dejarte sorprender otra vez por el milagro de amor que es la Eucaristía. A postrarte, a adorar, a comulgar con el alma despierta. A decir, como aquel astronauta que llevó una píxide a la luna: “Jesús está aquí, y yo me uno a Él.”

Que cada misa sea para nosotros el encuentro más importante del día. Que cada comunión sea una comunión con Cristo y con los hermanos. Que la Eucaristía no sea solo algo que recibimos, sino una vida que vivimos.

Amén.



3

🕊Homilía Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo – Ciclo C

“Danos hoy nuestro pan de cada día”: Vivir, aprovechar y amar la Eucaristía como Pueblo Peregrino de Esperanza
A la luz del Año Jubilar y de la realidad del Vicariato Apostólico de San Andrés, Providencia y Santa Catalina


Queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús:

Hoy nos congregamos como Iglesia jubilar, como Pueblo Peregrino de la Esperanza, para celebrar uno de los misterios más sublimes y más cercanos del amor de Dios: el misterio de Cristo presente en la Eucaristía, en su Cuerpo y en su Sangre, donados para la vida del mundo.

Celebrar Corpus Christi aquí, en nuestro Vicariato Apostólico insular, no es solo levantar la Custodia en procesión —aunque eso ya es signo poderoso—. Es también elevar nuestras vidas, nuestras islas, nuestras comunidades, nuestras luchas y alegrías al Corazón de Jesús que sigue partiéndose como Pan para alimentar la esperanza de los pobres, de los migrantes, de los jóvenes desorientados, de las familias divididas, de los que buscan sentido en medio del ruido del turismo y las llagas sociales de nuestro mar.


1. “Dios Altísimo... bendito sea” (Gn 14,18-20): El altar en la tierra caribeña

La primera lectura nos presenta a Melquisedec, sacerdote y rey, ofreciendo pan y vino. Él prefigura a Cristo, el verdadero y eterno sacerdote que hoy —a través de nuestras manos consagradas, de nuestros cálices pobres pero sagrados— sigue ofreciéndose en esta tierra caribeña, rodeada de mar pero también de muchas necesidades.

¿Quién es el Melquisedec de hoy en nuestras islas? Es el catequista que lleva la comunión al anciano en casa. Es el joven que descubre su vocación al sacerdocio o al servicio misionero. Es la madre raizal que enseña a sus hijos a rezar antes de comer. Es también el sacerdote que, aunque agotado y muchas veces solo, sigue celebrando la Eucaristía para su pueblo.


2. “Hagan esto en memoria mía” (1 Cor 11,23-26): No solo asistir, sino participar

San Pablo nos recuerda que la Eucaristía no es un espectáculo, sino memoria viva y actual del amor más grande: el de un Dios que se parte y se derrama. Aquí está la clave de nuestro jubileo: no basta asistir a Misa de vez en cuando. Estamos llamados a vivirla, a participar con fe, con conciencia, con gratitud, no por costumbre ni por tradición vacía, sino con hambre de Dios.

La Iglesia en su doctrina, el Papa, nuestros sacerdotes, permanentemente nos llaman a redescubrir la centralidad de la Eucaristía, y nosotros aquí, como Vicariato, debemos preguntarnos con valentía:

·        ¿Estamos formando a nuestro pueblo para amar la Misa como lo más importante del domingo?

·        ¿Nuestros niños y jóvenes comprenden lo que celebramos en el altar?

·        ¿Los ministros de la comunión, los lectores, los músicos, preparan su servicio como un verdadero encuentro con Jesús?

No hay renovación misionera sin renovación eucarística.


3. “Denles ustedes de comer” (Lc 9,11-17): Una Iglesia que parte el pan y también la vida

El evangelio de Lucas nos sitúa en el corazón de la lógica eucarística: compasión, generosidad, multiplicación. Jesús no hace el milagro solo; pide la colaboración de sus discípulos. Así también hoy, la Eucaristía debe prolongarse en la solidaridad, en la atención al turista vulnerable, en el diálogo intercultural con nuestros hermanos angloparlantes, en la acogida del migrante continental que llega a nuestras costas.

En esta tierra insular, el “milagro de los panes” sigue ocurriendo cuando:

·        Una parroquia comparte víveres con las familias más necesitadas.

·        Un consejo pastoral se reúne no para quejarse, sino para soñar y planear evangelización.

·        Una comunidad ora junta delante del Santísimo, y luego sale a servir al hermano.

El Pan Eucarístico exige una Iglesia en salida, una Iglesia que también se hace pan para otros.


4. Exhortación jubilar: amar, aprovechar y participar la Eucaristía

En este Año Santo 2025, que nos invita a peregrinar como testigos de la esperanza, la Eucaristía es nuestro sustento de camino, nuestro maná en el desierto, nuestra fuente de sentido.

Queridos fieles del Vicariato:

·        Aprendamos a amar la Eucaristía: adorándola con fe, comulgando con reverencia, preparándonos con confesión y oración.

·        Aprendamos a aprovecharla: dejando que transforme nuestra semana, nuestro lenguaje, nuestra manera de amar y servir.

·        Aprendamos a participar en ella: no como espectadores, sino como miembros vivos del Cuerpo de Cristo que se forma en el altar.

Si celebramos mejor la Eucaristía, nuestro Vicariato será más misionero, más unido, más alegre, más fuerte ante los desafíos pastorales y sociales.


5. Conclusión: el Pan que nos transforma

En cada misa, Jesús se hace presente. No como un recuerdo emocional. Está vivo, real, resucitado, en el pan y en el vino que consagramos.

Hoy, Corpus Christi nos llama a volcar nuestra vida sobre el altar: nuestras esperanzas y heridas, nuestras divisiones y búsquedas. Y a dejarnos transformar por Aquel que se nos da en humildad y en gloria.

Que esta solemnidad renueve nuestro amor por la Eucaristía, y que nuestras comunidades insulares aprendan a vivir de ella, por ella y para ella.

Señor Jesús, Pan vivo bajado del cielo,
danos hambre de Ti.
Enséñanos a reconocerte en el altar, en el pobre, en el hermano.
Haz de nuestras comunidades eucarísticas, comunidades misioneras.
Y que, al partir tu Cuerpo, aprendamos también a partirnos nosotros
en amor y servicio para que el mundo crea.

Amén.



🙌 ANÉCDOTAS EUCARÍSTICAS


1. El niño que sabía quién estaba ahí

Durante una catequesis para la Primera Comunión, una catequista preguntó:
—¿Quién sabe por qué se guarda el pan consagrado en el sagrario?
Un niño alzó la mano y dijo con seguridad:
—¡Para que Jesús no se quede solo en la iglesia cuando todos nos vamos!

Reflexión: A veces, los niños captan mejor que los adultos el misterio del amor escondido en el Sagrario. ¿Visitamos a Jesús Eucaristía como se visita a un amigo?


2. El beato Carlo Acutis y su amor por la Misa

Carlo solía decir: “La Eucaristía es mi autopista al cielo.” Desde niño asistía a Misa diaria, y animaba a otros diciendo:
"La gente hace filas para un concierto o para el estadio, pero no sabe que en la Eucaristía hay algo mucho más grande que cualquier espectáculo.”

Reflexión: ¿Cuánto valoramos el tesoro que tenemos en cada parroquia, cada día?


3. Santa Teresa de Calcuta y el silencio del amor

Una periodista le preguntó:
—Madre, ¿qué le dice a Dios cuando lo adora en la Eucaristía?
Y ella respondió:
—No le digo nada. Él me mira, y yo lo miro. Eso basta.

Reflexión: A veces no hacen falta palabras. La adoración es contemplación que transforma.


😄 CHISTES CATÓLICOS EUCARÍSTICOS (para momentos distendidos o charlas)

1. El niño curioso

—Mamá, ¿quién es ese señor vestido de blanco?
—Es el padre, hijo.
—¿Y por qué se viste así?
—Porque va a celebrar la Misa.
—¡Ah! Entonces debe ser el cumpleaños de Dios todos los días.


2. Misa exprés

Un joven le dice al sacerdote:
—Padre, me gusta venir a Misa… pero si pudiera durar 10 minutos sería perfecto.
Y el padre le responde:
—Y a Jesús le gustas tú… pero si pudieras durar toda la eternidad, sería mejor.


3. La voz de Dios

Un niño en plena adoración eucarística mira fijamente la custodia y le dice a su catequista:
—Estoy esperando que Jesús me hable…
La catequista le pregunta:
—¿Y qué le has dicho tú?
Y el niño responde:
—Nada, estoy esperando que me diga si quiere jugar fútbol o rezar el rosario.


🪔 REFLEXIONES CORTAS PARA PROFUNDIZAR

La Eucaristía no es una recompensa para los perfectos, sino el alimento para los débiles que quieren ser santos.

(Papa Francisco)


No hay mayor locura de amor que la Eucaristía: Dios escondido en pan para no asustarnos, para alimentarnos, para hacernos suyos.


Jesús no dijo: “tomen y analicen”, sino “tomen y coman”. En la Eucaristía se entra con el corazón más que con la cabeza.


Cada Misa es más poderosa que mil milagros, porque en ella ocurre el Milagro por excelencia: Dios se da a ti.

 


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La "rara" mayoría que amamos la setentera-ochentera serie de tv "The little house on the prairie" ("La familia Ingalls" en Latinoamerica, "La petite maison dans la prairie" en Francia y Quebec), no podríamos dejar pasar esta fecha 2 de abril para evocar al actor Dabbs Greer (cuyo nombre completo era Robert William Greer), quien en 77 capítulos de las 9 temporadas que duró el show caracterizó al querido pero adusto Reverendo Alden. En efecto el actor nació hace 100 años, un día como hoy el 2 de abril de 1917 en Fairview estado de Missouri, pero se crió en Anderson, villa del mismo Estado. Era el único hijo de un padre farmacéutico y una madre terapeuta del lenguaje. Su primera experiencia como actor en el escenario la tuvo a los 8 años en una producción teatral infantil. Asistió al Drury College en Springfield, Missouri, donde obtuvo una Licenciatura y de 1940 a 1943, dirigió el departamento de drama y pequeño teatro en Mounta...

Subsidio para Hora Santa del Jueves 6 de febrero del 2025

  GUION HORA SANTA PARA EL JUEVES 6 DE FEBRERO DEL 2024  (A la luz de la liturgia del jueves de la cuarta semana del tiempo ordinario-año I) 1.     1.  Oración de alabanza introductoria (15 minutos)   Canto Bendito, alabado, adorado… Padre Nuestro… Oración de Alabanza Introductoria ante el Santísimo Sacramento Señor Jesucristo, presencia viva y amorosa en este Sacramento de la Eucaristía, nos postramos ante Ti con corazones llenos de gratitud y alabanza. Hoy, en este jueves de la cuarta semana del tiempo ordinario, queremos meditar a la luz de las lecturas que nos has ofrecido, que nos hablan de tu cercanía, tu vocación a la santidad, y tu llamado a ser instrumentos de tu amor y salvación en el mundo. Hoy, al escuchar tus palabras en el Evangelio, recordamos que nos has llamado a ser sal de la tierra y luz del mundo. Señor, queremos ser fieles a esa misión que Tú nos confías, dispuestos a dejar que tu luz brille en nosotros para iluminar a...

PARA VIVIR LA SEMANA SANTA: 10 de abril del 2017 Lunes santo

La violencia verbal o física no tiene lugar en el servicio del anuncio de la Buena Noticia. No se salva al otro, humilándolo ni despreciándolo. El Espíritu es masedumbre, ternura, por lo tanto uno no puede maltratarlo, pisotearlo. Primera lectura Lectura del libro de Isaías (42,1-7): Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará. Manifestará la justicia con verdad. No vacilará ni se quebrará, hasta implantar la justicia en el país. En su ley esperan las islas. Esto dice el Señor, Dios, que crea y despliega los cielos, consolidó la tierra con su vegetación, da el respiro al pueblo que la habita y el aliento a quienes caminan por ella: «Yo, el Señor, te he llamado en mi justicia, te cogí de la mano, te he formé e hice de ti alianza de ...