Nuestra Palabra
(Mateo 5, 33-37) Claridad: esto es lo que hoy nos pide el Señor: «Que vuestra palabra sea “sí”, si es “sí”; “no”, si es “no”». Nuestra palabra debe ser limpia, franca, verdadera. Porque, en el fondo, toda palabra es una palabra dada: a los demás, a Dios o a nosotros mismos. En este sentido, nos compromete.
La fidelidad a la palabra dada no es un yugo o una carga; al contrario, es una
alianza, un puente tendido hacia el otro y hacia Cristo, la Palabra hecha
carne.
Primera lectura
2Co 5,14-21
Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios.
HERMANOS:
Nos apremia el amor de Cristo al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron.
Y Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos.
De modo que nosotros desde ahora no conocemos a nadie según la carne; si alguna vez conocimos a Cristo según la carne, ahora ya no lo conocemos así.
Por tanto, si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo.
Todo procede de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación.
Porque Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirles cuenta de sus pecados, y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación.
Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros.
En nombre de Cristo les pedimos que se reconcilien con Dios.
Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él.
Palabra de Dios.
Salmo
Sal 103(102),1-2.3-4. 8-9.11-12 (R. 8a)
R. El Señor es compasivo y misericordioso.
V. Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R.
V. Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura. R.
V. El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
No está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo. R.
V. Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre los que le temen;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos. R.
Aclamación
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Inclina mi corazón, oh, Dios, a tus preceptos; y dame la gracia de tu ley. R.
Evangelio
Mt 5,33-37
Yo les digo que no juren en absoluto
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Han oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”.
Pero yo les digo que no juren en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. Que su hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno».
Palabra del Señor.
1
"La fidelidad de la palabra que construye
puentes"
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy el Señor, en su pedagogía de amor, nos invita a
volver al núcleo de nuestras relaciones humanas y espirituales: la fidelidad
a la palabra dada. No cualquier palabra, sino la que brota de un corazón
sincero, puro, transparente, como nos dice el Evangelio: «Que vuestro “sí” sea
“sí”, y vuestro “no”, “no”» (Mt 5,37).
En nuestra vida cotidiana —en el hogar, en el
trabajo, en la comunidad, en la Iglesia—, la palabra es el instrumento que
tenemos para expresar nuestra fe, nuestro amor, nuestra disponibilidad. Y por
eso Jesús quiere que nuestras palabras no sean superficiales, ni vacías, ni
condicionadas por intereses escondidos. Las palabras engañosas destruyen la
confianza; las palabras verdaderas, en cambio, edifican, sanan, reconcilian.
1. Toda palabra es una palabra
dada
"Toda palabra es una palabra dada: a los demás, a Dios o a nosotros
mismos." Es decir, cada vez que pronunciamos una palabra, estamos
entrando en una pequeña o gran alianza: nos estamos comprometiendo. Y este
compromiso requiere la coherencia de la vida.
Por eso Jesús, en el Sermón de la Montaña, va más
allá de la simple prohibición de jurar en falso: Él quiere purificar la raíz de
nuestra comunicación. Porque cuando la verdad habita en el corazón, no se
necesita adornarla con juramentos, promesas exageradas o excusas ambiguas. El
cristiano habla con sencillez, con pureza de intención.
2. El amor de Cristo nos apremia
(2 Cor 5,14-21)
San Pablo, en la segunda lectura, nos revela el
fundamento de esta vida nueva de la verdad: el amor de Cristo.
Dice: "El amor de Cristo nos apremia, al pensar que uno murió por
todos, y que todos, por tanto, han muerto". Cristo nos ha reconciliado
con Dios y nos ha confiado el ministerio de la reconciliación.
Nuestra palabra sincera no es un simple ejercicio
moral o de urbanidad. Es consecuencia de un corazón transformado por Cristo,
que, al reconciliarnos con el Padre, nos hace también mensajeros de paz y de
unidad. Cada vez que decimos la verdad con caridad, cada vez que cumplimos lo
prometido, cada vez que somos fieles a nuestra palabra, estamos ejerciendo este
ministerio de reconciliación.
¡Cuánta falta hace esto hoy en nuestra sociedad tan fragmentada por la
desconfianza y la mentira!
3. El Señor es compasivo y
misericordioso (Sal 102)
Pero no estamos solos en este camino. El Salmo 102
nos recuerda que el mismo Dios es el primero en ser fiel:
"El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en
clemencia".
Su palabra nunca falla. Sus promesas son eternas. Aún cuando nosotros fallamos,
Él permanece fiel. Y esta fidelidad de Dios se convierte en el modelo de
nuestra propia fidelidad: ser hombres y mujeres de palabra, porque nuestro
Dios es un Dios de palabra fiel.
4. María: mujer de la Palabra
En este sábado mariano, contemplamos a la Virgen
María como el ejemplo perfecto de esta fidelidad a la palabra dada.
Cuando en Nazaret pronunció su "fiat", su "sí" a Dios, fue
un “sí” absoluto, total, sin reservas:
"Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38).
María no sólo pronunció palabras sinceras, sino que hizo de su vida entera una
respuesta fiel y constante a la voluntad de Dios.
Ella nos enseña que el "sí" verdadero no
es una palabra pronunciada una sola vez, sino una actitud constante de
confianza, disponibilidad, entrega. En la escuela de María aprendemos a ser
discípulos de la verdad, a vivir reconciliados, a tender puentes en un mundo de
divisiones.
Conclusión pastoral
Queridos hermanos:
Hoy el Señor nos invita a examinar nuestra vida:
- ¿Soy
fiel a mi palabra en mi familia, en mi trabajo, en mis relaciones?
- ¿Cumplo
lo que prometo?
- ¿Me
dejo apremiar por el amor de Cristo para ser embajador de reconciliación?
- ¿Soy
transparente como María en mi respuesta diaria a Dios?
Pidamos la gracia de ser hombres y mujeres de
palabra fiel, sencilla y verdadera, como el mismo Cristo que es la Palabra
hecha carne. Y como la Virgen, renovemos nuestro "sí" cada día, con
confianza filial.
Amén.
"Sí al amor, sí a la
verdad"
Introducción
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy la liturgia nos invita a detenernos en una
virtud fundamental para la vida cristiana: la sinceridad de corazón y la
honestidad en nuestras palabras y acciones. Jesús, en el Evangelio, nos
dirige una enseñanza profunda y directa:
«Que vuestro “sí” sea “sí” y vuestro “no” sea “no”» (Mt 5,37).
Esta es una llamada a la integridad interior, a
vivir en la verdad, a ser personas de palabra fiel, de corazones rectos. Y es
muy hermoso que esta invitación a la transparencia la contemplemos hoy, en este
sábado dedicado a la Virgen María, la mujer del "sí" fiel y permanente.
1️⃣ La palabra que compromete
El Señor nos enseña que nuestra palabra no debe
estar adornada con juramentos innecesarios. En la época de Jesús, algunos
solían invocar el nombre de Dios constantemente para dar credibilidad a lo que
decían, incluso en asuntos menores. Era, en muchos casos, un recurso para
compensar la falta de confianza y la tendencia a la mentira.
Pero el Señor va más al fondo: si vivimos en la
verdad, no necesitamos reforzar nuestras palabras con fórmulas huecas.
Nuestra honestidad debe ser tan sólida que el simple "sí" o
"no" sea creíble y suficiente.
Como dice el texto que hemos leído:
"Toda palabra es una palabra dada: a los demás, a Dios o a nosotros
mismos. En este sentido, nos compromete."
Cada vez que hablamos, tejemos un puente de confianza, un pequeño acto de
alianza con el otro y con Dios. La sinceridad no es un peso, sino un camino de
comunión.
2️⃣ El amor de Cristo nos apremia (2
Cor 5,14-21)
San Pablo ilumina esta enseñanza al recordarnos que
el motor de nuestra sinceridad no es simplemente una norma ética, sino el
amor redentor de Cristo:
«El amor de Cristo nos apremia...»
«Si uno murió por todos, todos murieron...»
Nuestra vida ha sido transformada por la muerte y
resurrección de Jesús. Él nos reconcilió con el Padre y nos hizo embajadores de
reconciliación. Por eso, nuestra palabra debe ser también instrumento de paz,
de verdad, de unidad.
Una persona que ha experimentado el perdón de Dios,
que ha sido tocada por la misericordia, se convierte espontáneamente en testigo
de la verdad, porque sabe que la mentira, el engaño y la duplicidad son caminos
de muerte.
3️⃣ El Señor es compasivo y fiel
(Sal 102)
El Salmo 102 es una alabanza a la fidelidad divina:
«El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la
ira y rico en clemencia.»
Nuestro Dios es fiel a su palabra. Lo que Él
promete, lo cumple. A lo largo de la historia de la salvación, Dios ha renovado
su alianza una y otra vez, aun cuando el pueblo ha sido infiel. Su fidelidad es
el fundamento de nuestra confianza.
Así, el creyente está llamado a reflejar en su
propia vida la fidelidad de Dios: ser hombres y mujeres de palabra, porque
somos hijos de un Dios de palabra fiel.
4️⃣ María: el "sí" que
permanece
Hoy, sábado, miramos a María, la llena de gracia,
como el modelo perfecto de esta sinceridad y fidelidad.
Cuando el ángel la visitó, su respuesta fue un sí
absoluto y confiado:
"Hágase en mí según tu palabra" (Lc
1,38).
Su "sí" no fue un simple acto verbal,
sino un compromiso total de vida, un camino de entrega cotidiana, en la alegría
y en la cruz. En María, la palabra y la vida son una sola cosa. Ella nos enseña
que la fidelidad se cultiva cada día, en lo pequeño y en lo grande.
Por eso, María es también modelo de los discípulos
misioneros: su sí es el fundamento de su maternidad espiritual para todos
nosotros.
5️⃣ La sinceridad cotidiana: una
misión de cada día
El segundo texto que hemos leído hoy lo subraya con
gran claridad:
"Nuestra honestidad diaria debe ser fruto de
nuestra integridad interior. [...] Si uno siente la necesidad de estar jurando
constantemente, es porque probablemente lucha con la deshonestidad."
Jesús no está prohibiendo los juramentos solemnes
—como los votos religiosos, las promesas matrimoniales, las ordenaciones—, sino
el abuso cotidiano del nombre de Dios para justificar lo que decimos.
La verdadera santidad consiste en ser siempre
sinceros, auténticos, veraces.
Cuando somos transparentes, los demás confían en
nosotros. Nuestra palabra adquiere peso porque nace de un corazón reconciliado,
purificado, en paz.
Conclusión: Caminemos en la
verdad
Queridos hermanos:
- ¿Somos
hombres y mujeres de palabra?
- ¿Cumplimos
lo que prometemos?
- ¿Somos
sinceros incluso en lo pequeño?
- ¿O
usamos excusas, medias verdades, justificaciones para eludir compromisos?
Pidamos hoy al Señor, con humildad, esta gracia
preciosa: la sinceridad de corazón, la integridad de vida, la honestidad profunda.
Que como María, nuestro "sí" diario sea verdadero, fecundo y
confiado.
Que como Pablo, el amor de Cristo nos apremie.
Y que, como el salmista, podamos cantar: "El Señor es compasivo y
misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia."
Amén.
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