sábado, 1 de agosto de 2020

2 de agosto del 2020: 18º Domingo del Tiempo Ordinario A


Jesús nunca se mostró insensible ante las necesidades y esperanzas (expectativas) de la gente que sufría y sentía hambre. Pidámosle que nos posibilite estar atentos ante los llamados de la gente que encontramos y que nosotros podamos responder generosamente compartiendo lo poco que somos y tenemos.



Lectura del santo evangelio según san Mateo (14,13-21):

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.» 
Jesús les replicó: «No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.» 
Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.» 
Les dijo: «Traédmelos.» 
Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.




A guisa de introducción:       

Lastima y o compasión?

Cuando leí los evangelios por primera vez, recuerdo que me centré demasiado en el relato de la pasión, crucifixión y muerte de Jesús.

El sensacionalismo, la sangre, la violencia, la prensa amarilla o roja, como quiere llamársele nunca dejaran de fascinar al ser humano.

No es gratuito que los noticieros y demás medios  que destacan la crónica roja, esa tv que ha puesto en primer rango las series o películas sobre capos criminales y asesinos no deje de ser atractiva y venda para muchos y de paso permita enriquecerse.

En las Sagradas Escrituras (sobre todo en el Antiguo Testamento)  y el evangelio, como en la vida, es preciso ver más allá para encontrar lo que es verdaderamente esencial. Como nos enseñaba la semana pasada Jesús con las parábolas del tesoro escondido y la perla rara, Dios no es evidente, las cosas divinas no se encuentran a la vuelta de la esquina y no somos sensibles ante ellas con facilidad…es necesario buscar y cuando se encuentra,  la alegría está antes que la conversión a partir de las renuncias y los sacrificios…Es la alegría, esa felicidad inefable de descubrir a Dios en la vida, en la existencia, en el mundo es  la que nos hace capaces de emprender un camino hacia el cambio, hacia algo mejor.  La conversión sucede a la alegría del encuentro. Los santos junto a Jesucristo nuestro hermano mayor nos han dado muestras de esta gran verdad.

La primera preocupación de Jesús de cara a las multitudes que le seguían, antes que satisfacer su hambre física fue “saciar, llenar sus corazones” y por eso su frase “no solo de pan vive el hombre sino de toda Palabra que viene de Dios” será siempre de actualidad.

El evangelio de este domingo nos dice que Jesús al ver las personas que le seguían (leprosos, enfermos de muchas cosas, ciegos, marginados sociales, gente en búsqueda de felicidad, insatisfechos de la vida y sociedad de su tiempo…) “sintió lástima y curó los enfermos”. Personalmente no me gusta esta traducción, la palabra “lástima” que en francés es traducida de manera más feliz y correcta por “compasión” y en ingles por “compassion”, pienso que es peligrosa y arriesgada ya que  esta palabra nos puede hacer comprender mal el evangelio y toda la vida caritativa del discípulo cristiano.  En español hemos mal entendido la palabra LASTIMA y la confundimos con PESAR, sentir tristeza por la grave situación del otro…y no, es otra cosa completamente distinta la que nos quiere transmitir.

Así por ejemplo dice el teólogo Albert Nolan en su libro “Jesús antes del cristianismo”:

El término «compasión», sin embargo, es todavía demasiado inexpresivo para reflejar la emoción que movía a Jesús. El verbo griego esplagjnizomai, usado en todos estos textos, se deriva del sustantivo esplagjnon, que significa vientre, intestinos, entrañas, corazón, es decir, las partes internas de donde parece surgir las emociones profundas. El verbo griego, por consiguiente, indica un movimiento o impulso que fluye de las propias entrañas, una reacción visceral. Por eso los traductores han recurrido a expresiones como «se sintió movido de compasión o lástima», «sintió pena» o «su corazón se derramó hacia ellos». Pero ni siquiera estas expresiones captan las profundas connotaciones físicas y emotivas de la expresión griega para referirse a esa compasión.

 Así pues compasión es en realidad “sentir pasión con… el otro”, es como un dolor que viene desde las entrañas y se siente ante la miseria del otro”, ese es el sentido pleno de la palabra en griego, fuente  original de la traducción al español.

Y como entonces no sentirse tocado, emocionado por esta mirada de Jesús? No solamente Él ve nuestra miseria sino que al curar los enfermos, muestra que el Reino de los Cielos está ya  presente, activo  (a la obra, trabajando) entre nosotros. Por este evento constatamos que Cristo se muestra atento, compasivo y generoso ante las necesidades humanas. Y más allá de este gesto, Él nos muestra a Dios su Padre y nuestro Padre.

Al pedirles a sus discípulos que sean ellos mismos los que distribuyan los panes y los peces, Jesús nos invita a tomar parte en su generosidad y  la generosidad de Dios. He aquí la misión de la Iglesia (la asamblea, la familia que sigue a Cristo, sus discípulos): hacer conocer y amar al Verdadero Dios! Hoy Cristo continúa haciendo  sin cesar la multiplicación del pan, con la condición de que nosotros pongamos entre sus manos lo poco que somos y que tenemos. De esta manera   Él satisface a todos los que tienen hambre: los hambrientos del pan  tan necesario en nuestras mesas, y el pan de la presencia que reconforta, el pan  de la ternura.

Finalmente para los que creemos en la presencia de Jesucristo que se hace pan partido para la vida del mundo en la Eucaristía, es necesario que comprendamos que no podemos romper el pan de Dios sin comprometernos a multiplicar el pan cotidiano.




Aproximación psicológica al texto del evangelio:

En el largo caminar…

La existencia humana es un peregrinar individual y grupal (no gregario) por el mundo hacia Dios. “De Dios venimos y a Dios hemos de volver”.

 Nuestro paso por la historia (no circular o cíclica sino lineal)  desde la Biblia y en toda la tradición cristiana ha siempre sido visto como caminar hacia una meta eterna, que está más allá (cielo), así la muerte física en resumen, y o simple y llanamente  como decimos en los funerales, es un pasaje hacia algo desconocido, misterioso pero mejor, nos lo dice la FE.

Muchos comentaristas cuestionan la autenticidad de los milagros de Jesús y en especial del género como el que se nos relata en el evangelio de este domingo. No obstante lo que es incontestable o que no se puede poner en duda es lo que este episodio nos enseña sobre la práctica o acción de Jesús.

Los 4 evangelistas (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) luego de este episodio, comparten la misma percepción o impresiones sobre Jesús: Él es Aquel que alimenta las multitudes para que no “desmayen en el camino”  (Mateo 15,32). Así como Moisés guiaba al pueblo judío durante el largo caminar por el desierto, de esto modo también Jesús guía a la gente en su toma de conciencia de lo vivido y en la toma en manos de su destino. De igual modo como Dios daba el maná a su pueblo, símbolo de su presencia y de su preocupación y cuidado por él, así también Jesús da el pan, que acá es símbolo de la presencia de Dios y de la misma preocupación por su pueblo.

Esta manera de describir la acción de Jesús que lo muestra sosteniendo al pueblo durante su larga marcha, aparece tan característica que ella podría definir el corazón o núcleo mismo de su misión. El segundo relato de la multiplicación de los panes está en efecto inmediatamente seguido de una demanda de “señal o signo venido del cielo” para identificar la acción de Jesús.

Este proceso tiene por efecto mostrar la cólera de Jesús (Marcos 8,12) quien se rehúsa claramente, utilizando la misma palabra que Dios utilizaba para manifestar su propia cólera en una situación semejante o parecida: “Porque esta generación demanda un signo? ningún signo se le dará a esta generación.” Esto reenvía directamente a la reacción de Dios: “Ésta generación me da asco; vuestros padres me han puesto a prueba y tentado” (es decir, me han pedido signos), “y por lo tanto ellos veían mis acciones” (es decir el sostén o apoyo que yo les aportaba en su salida de Egipto y su caminar en el desierto) Salmo 95,9-10. En el pasaje paralelo de Marcos 8,11-13, Jesús responde: sabéis distinguir el aspecto del cielo !mas las señales de los tiempos (los signos de los tiempos)  no podéis!” (Mateo 16,3). Ustedes no son capaces de mirar lo que yo hago, de descubrir el aspecto liberador (mesiánico) de mi acción! Yo alimento la gente y trato de hacerles salir de su desierto. Quieren algo más ustedes?

Esto debería ser ampliamente suficiente para que ustedes se hicieran una idea clara sobre lo que yo soy y lo que espero de ustedes: la confianza que hace caminar, y el compartir de los bienes y de los recursos que hace posible el largo caminar.


Reflexión Central:

Darle una mano a Dios



En el Evangelio de este Domingo, se constata que Jesús alimenta primero los corazones y enseguida los cuerpos: si, Él cura –sana yendo más allá de las necesidades que tiene la gente y esto como respuesta a lo poco que se le ha ofrecido  (5 panes y 2 peces) 5+2= 7, símbolo de plenitud, el todo es lo que tenemos y somos al momento de dar (mucho y casi siempre poco), solo Dios puede dar plenamente, así somos inspirados por Él, entonces participamos de su plenitud generosa.

Así pues, es necesario tomar conciencia de que Jesús hace un llamado a la colaboración (y o participación) de todos. Él invita a sus discípulos a participar en el milagro de la multiplicación.

y he aquí entonces otro signo importante de lo que Cristo realiza en nuestras vidas: Él nos invita a desarrollar nuestras riquezas personales poniéndonos al servicio de los demás.

La Asamblea de Creyentes (cristianos en Iglesia e iglesias) tendrá siempre algo que ofrecer a la sociedad gracias a los compromisos hechos en el bautismo y otros sacramentos (a pesar mismo si estos compromisos son mínimos o son presa de la desidia, pereza y negligencia), por la responsabilidad ejercida en la libertad. No hay que pretender convertir a los otros con discursos cansones o sermones largos y condenatorios, sino simplemente se debe predicar con el ejemplo, testimoniando un gran respeto por cada persona en una franca solidaridad con los que son heridos por la vida y o son marginados por la sociedad. Decir sus convicciones de FE sin arrogancia ni violencia verbal, aceptar las incomprensiones de los otros con humildad, no buscando nunca los privilegios o los honores,  ese el más bello discurso que expresa que el amor de Dios se traduce en el servicio autentico del prójimo.

Yo creo que la más grande miseria humana a la cual Jesús aporta una respuesta en este evangelio de la multiplicación de los panes es la pérdida de nuestra dignidad humana. Una dama decía un día a su párroco:  “como creer que uno es alguien importante ante los ojos de Dios cuando todo el mundo nos mira con indiferencia, cuando nuestro único amigo es nuestro perro o mascota de compañía …?” Otra dama decía: “como quiere usted que yo ore y que medite cada día cuando yo me rompo la cabeza pensando y queriendo saber cómo alimentar mis 5 hijos con mis ollas vacías?”

Uno nunca sale de su miseria: uno sale de ella solamente sintiéndose respetado por al menos una persona entre todas las que nos rodean. Eso toma un mínimo de seguridad material para  tener un espacio de generosidad que devuelva la dignidad humana.

Después de un día con Jesús, aquella gente fue capaz de compartir todo lo que tenían, que en aquella circunstancia no era más que unos pedazos de pan duro, y unos peces resecos. Para nosotros ese es el verdadero mensaje.

Nosotros, después de años y años junto a Jesús, ¿qué somos capaces de compartir? No debemos hacer distinción entre el pan material y el alimento espiritual. Sólo cuando compartimos el pan material, estamos alimentándonos del pan espiritual. En el relato, el nivel espiritual y el material se entremezclan y no hay manera de separarlos. La compasión y el compartir son la clave de toda identificación con Jesús. Es inútil insistir porque es el tema de todo el evangelio.

Preguntémonos a quien podríamos hacer un guiño de ojo afectuoso en las próximas horas, a quien podríamos decirle algunas palabras de consuelo, de motivación o simplemente decirle la admiración que le tenemos ya que ante nuestros ojos, esta persona multiplica la vida de Dios con su actuar. 

El verdadero mensaje del evangelio de hoy está en que, cada vez que se comparte el pan, se hace presente a Dios que es amor. No hay otra manera de acercarnos a Dios y de acercar a Dios a los demás.


UNA ORACION

Cristo, Tú no tienes mano; Tú no cuentas más que con nuestras manos para hacer tu trabajo hoy.
Cristo Tú no tienes pie; Tú no tienes nada más que nuestros pies para conducir los humanos sobre tu camino.
Cristo Tú no tienes labios; Tú no tienes sino nuestros labios para hablar de Ti a los seres humanos de hoy.
Cristo Tú no tienes ayuda; Tú no tienes más que nuestra ayuda para llevar los seres humanos a tu lado.
Nosotros somos hoy la sola Biblia que el publico lee todavía.
Nosotros somos el último mensaje de Dios, escrito en actos y en palabras.

 (Basada en una oración del Siglo  XIV)




REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS: 


http://vieliturgique.ca  (para la intro)

http://ciudadredonda.org (para el texto del evangelio)

Pequeño Misal “Prions en Église”, edición Quebec, 2011-2014

HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus. (para la aproximación psicológica)





Comentario del evangelio de Mateo por Marcos Rodriguez en http://feadulta.org



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