26 de marzo del 2017: 4o Domingo de Cuaresma
La fe abre los ojos
En
el camino hacia la Pascua, el Señor se nos ofrece como una luz para guiar
nuestros pasos. Él viene a abrir nuestros ojos para que podamos reconocer su
presencia. Él ve las dificultades que tenemos y nos recuerda su presencia,
especialmente en los días sombríos u oscuros, como éstos de pandemia.
///
Por
la fe y el bautismo, acogemos a Cristo que nos abre los ojos. La experiencia del
ciego de nacimiento, muestra bien lo que
significa llegar a ser cristiano, hijo de la LUZ.
Primera lectura
Lectura del primer libro de Samuel
(16,1b.6-7.10-13a):
En aquellos días, el Señor dijo a Samuel: «Llena la cuerna de aceite y vete, por encargo mío, a Jesé, el de Belén, porque entre sus hijos me he elegido un rey.»
Cuando llegó, vio a Eliab y pensó: «Seguro, el Señor tiene delante a su ungido.»
Pero el Señor le dijo: «No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón.»
Jesé hizo pasar a siete hijos suyos ante Samuel; y Samuel le dijo: «Tampoco a éstos los ha elegido el Señor.»
Luego preguntó a Jesé: «¿Se acabaron los muchachos?»
Jesé respondió: «Queda el pequeño, que precisamente está cuidando las ovejas.»
Samuel dijo: «Manda por él, que no nos sentaremos a la mesa mientras no llegue.»
Jesé mandó a por él y lo hizo entrar: era de buen color, de hermosos ojos y buen tipo.
Entonces el Señor dijo a Samuel: «Anda, úngelo, porque es éste.»
Samuel tomó la cuerna de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. En aquel momento, invadió a David el espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante.
Palabra de Dios
En aquellos días, el Señor dijo a Samuel: «Llena la cuerna de aceite y vete, por encargo mío, a Jesé, el de Belén, porque entre sus hijos me he elegido un rey.»
Cuando llegó, vio a Eliab y pensó: «Seguro, el Señor tiene delante a su ungido.»
Pero el Señor le dijo: «No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón.»
Jesé hizo pasar a siete hijos suyos ante Samuel; y Samuel le dijo: «Tampoco a éstos los ha elegido el Señor.»
Luego preguntó a Jesé: «¿Se acabaron los muchachos?»
Jesé respondió: «Queda el pequeño, que precisamente está cuidando las ovejas.»
Samuel dijo: «Manda por él, que no nos sentaremos a la mesa mientras no llegue.»
Jesé mandó a por él y lo hizo entrar: era de buen color, de hermosos ojos y buen tipo.
Entonces el Señor dijo a Samuel: «Anda, úngelo, porque es éste.»
Samuel tomó la cuerna de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. En aquel momento, invadió a David el espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 22,1-3a.3b-4.5.6
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.
Tu bondad y tu misericordia
me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.
Tu bondad y tu misericordia
me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san
Pablo a los Efesios (5,8-14):
En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz –toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz–, buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciadlas. Pues hasta da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas. Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz. Por eso dice: «Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz.»
Palabra de Dios
En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz –toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz–, buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciadlas. Pues hasta da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas. Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz. Por eso dice: «Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz.»
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san
Juan (9,1.6-9.13-17.34-38):
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).»
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a pedir?»
Unos decían: «El mismo.»
Otros decían: «No es él, pero se le parece.»
Él respondía: «Soy yo.»
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.»
Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.»
Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?»
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?»
Él contestó: «Que es un profeta.»
Le replicaron: «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?»
Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?»
Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.»
Él dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.
Palabra del Señor
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).»
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a pedir?»
Unos decían: «El mismo.»
Otros decían: «No es él, pero se le parece.»
Él respondía: «Soy yo.»
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.»
Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.»
Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?»
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?»
Él contestó: «Que es un profeta.»
Le replicaron: «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?»
Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?»
Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.»
Él dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.
Palabra del Señor
A guisa de
introducción:
Llegar a ser luz
Este domingo conmemoraremos
en mi familia los 15 años de fallecimiento de nuestra madre María Nelly, un día
como hoy pero era martes santo del 2002.
Si, mi mamá quien particularmente me hizo abrir los ojos ante el
verdadero Dios, quien con su testimonio de oración, acogida y ternura por los
pobres alentó mi vocación hacia el servicio y fue la patrocinadora más intensa
de mi vocación sacerdotal. No nos equivocamos al decir que las madres son la luz
del hogar. Muchas canciones populares lo han manifestado. Leo Dan (quien
celebrara esta semana 75 años de vida) en su legendaria canción "A
la sombra de mi mamá", reza:
Todos
tienen una madre
ninguna como la mía,
que arde como lucecita
haciéndome compañía…
ninguna como la mía,
que arde como lucecita
haciéndome compañía…
Las madres que
han recibido la luz de Dios, la transmiten a sus hijos: la luz del amor, de la
acogida, de la ternura…
La liturgia de
este domingo nos habla de esa luz perenne…que nos hace seres nuevos, llevándonos
a la plenitud de nuestro bautismo.
No se si
ustedes sabrán y o recordarán que los evangelios del 3er, 4o y 5o domingo de
cuaresma están dirigidos a los catecúmenos, a quienes se preparan para recibir
el bautismo. Cada Evangelio pretende evocar una imagen de Jesús clave para
nuestra vida consagrada de fe y de servicio:
el domingo
pasado (3o) se nos presentaba en el encuentro con la Samaritana a Jesús como
fuente inagotable de vida,
el domingo que
viene (5o) se hará referencia a Jesús como la Resurrección y la Vida al
devolverle la vida a Lázaro y
este 4o domingo nos presenta el encuentro de Jesús con
el ciego de nacimiento, para manifestarnos que Él es la única y verdadera, y
definitiva luz del mundo.
Además de mostrar a
Jesús como el Salvador, esta curación del ciego nos enseña la profunda significación del bautismo. Por este
sacramento, llegamos a ser hijos de la luz. Recibimos la luz de Cristo
resucitado: luz de Pascua que ha vencido la noche de la tumba y es fuego de
Pentecostés que inunda nuestros corazones del amor a
Dios y a los demás.
Esta luz, la hemos
recibido para vivir todos los días y propagarla alrededor de nosotros.
En el evangelio de San Juan, vemos a un que hombre nunca ha visto una sonrisa, ni
lágrimas. Él no puede admirar el azul del cielo ni el verde de la primavera.
Vive en un mundo sin luz, donde solo cuentan el tacto y el oído. A la salida
del templo, Jesús lo ve. En él reconoce a todos los seres humanos, esos ciegos
que andan a tropezones en un mundo de tinieblas y de horizontes cerrados. Es
ahora cuando Jesús toma la iniciativa de repetir el gesto del Creador (Gen
2,7). Con el barro y por su palabra: “ve
a lavarte…”, hace del ciego un ser nuevo. El invidente pasa de las
tinieblas de la noche a la luz del día, a la luz de la fe que abre los ojos de
su corazón: “yo creo Señor”.
Una de las Gracias de
la Cuaresma es tomar conciencia de que somos bautizados llamados a vivir como
hijos (as) de la luz.
Una aproximación
psicológica al texto del Evangelio:
Estás seguro de que ves?
En su primera carta,
Juan nos pide mantener nuestras “entrañas
abiertas” de cara a nuestros hermanos; es decir, dejarnos
invadir interiormente por lo que ellos son y por
lo que ellos viven (1 Jn 3,17).
Cuando por egoísmo o
por miedo, yo cierro mis entrañas, cuando yo me vuelvo duro interiormente, la
realidad exterior no puede tocarme más ni tampoco interrogarme. El diálogo
extraído de este pasaje del evangelio, ilustra bien este fenómeno de
insensibilidad, presentándonos la reacción de fariseos después de la curación
realizada en el hombre y ante quien sus ojos están cerrados.
- -No es
aquel que estaba ciego?;
- -Sí,
es él;
- -Sí,
pero ha sido curado un día de Sabbat, entonces Jesús no viene de Dios;
- -…Y por tanto Él ha hecho un
milagro…;
- -Vamos
a preguntarle a sus padres si él estaba verdaderamente ciego;
- Si,
él lo estaba;
- -Nosotros,
de todas formas preferimos ser discípulos de Moisés;
- -…ustedes,
a pesar de todo, están en presencia de alguien que hace milagros en nombre de
Dios…
- -Tú, no vengas para darnos lecciones, tú no eres nadie!
Los fariseos de
ninguna manera se dejan interpelar por los eventos nuevos, mismo si Jesús les
recuerda que su misión consiste justamente en cuestionarse. Él les dice: “si ustedes fueran ciegos no
tendrían pecado” (v.41).
Dicho de otra manera,
si ustedes admitieran que tienen un problema, y que hay cosas que dificilmente ustedes ven, que les cuesta comprender, ustedes
no tendrían pecado, pero ustedes niegan su problema, su dificultad de ver: “ustedes dicen: nosotros vemos; por
eso su pecado permanece”.
Jesús interroga a
todo el mundo. Cuando digo que yo no veo, yo estoy preparado para interrogarme,
para morir (renunciar) a mis viejas creencias o actitudes que me impiden ver. Y
de repente, yo llego a ser capaz de aprender de nuevo a ver, a
amar y a vivir. Porque Jesús hace que me pregunte en mi incapacidad
confesada y me dice: estas seguro
de que no ves nada? Fija tu mirada acá
(sobre mí) para ver…y yo comienzo entonces a comprender cosas…
Inversamente, Jesús
les dice a aquellos que dicen ver, o que se dicen “que todo está
bajo control”: “estás plenamente seguro de que ves claro, y que comprendes
todo?” Y de repente, la persona llega a comprender que no ve todo, que no todo
está bajo control como pensaba. Y una vez que ella acepta o dice: “Yo no veo”,
se alista para nacer de nuevo, para comprometerse en el momento indicado en su
liberación personal.
El pecado no es tener
problemas, sino más bien, el pecado consiste en
negarlos para evitar tomarlos en serio, en las manos…Como nos decía un viejo profesor
sabio en el seminario: “no te
preocupes o te despreocupes… ocúpate!”
Para un
cuestionamiento:
Jesús afirma: “es
para una interrogación (una dificultad, una protesta) que yo he venido al
mundo”. Acoger la salvación,
es aceptar dejarse interrogar o cuestionar por Jesús. Esta afirmación puede
llevarnos a parafrasear la primera carta de San Juan: “Quien no ama a su hermano a quien
ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (Jn
4,20) llegando a ser: “Aquel
que no se deja inquietar (cuestionar) por su hermano, a quien ve, no puede
dejarse interrogar por Jesús a quien no ve”. Aquel que no tolera que se le
hable de sí mismo, de sus actitudes y de sus comportamientos, no tolerará en suma que Jesús lo haga de igual manera por su
Palabra”.
Una de las razones
por las cuales nosotros rechazamos los cuestionamientos, es evidentemente por
nuestro miedo a cambiar algo en nuestra manera de ver y de hacer. Es por ello
que nosotros somos- de manera más tendenciosa- llevados a mantener los otros
(“a raya”) a distancia, por miedo a que un verdadero encuentro con ellos no
venga a descubrirnos nuestra vivencia de engaño. “En efecto, todo el que obra mal
odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean
descubiertas” (Jn 3,20).
Como Jesús lo dice
aquí, nosotros no queremos ser desenmascarados, preferimos conservar nuestra máscara de tal modo que los demás
no sepan qué pasa en realidad en nuestra vida. Pues, si ellos llegaran a
conocernos tal como realmente somos, quizás entonces dejarían de amarnos. Y si
hay algo que no queremos perder, es bien seguro, la estima de los otros. En
efecto, cuando nosotros funcionamos (lo que ocurre frecuentemente) teniendo
como principio extravagante (raro, loco…) que si los otros dejan de pensar bien
de nosotros, nuestra vida no tiene ningún sentido.
Ahora, Jesús ha
vivido justamente lo contrario y nos dice también exactamente lo contrario. Tú, relájate , no intentes
pretenderte perfecto, no ambiciones nunca de ningún modo arreglar tus problemas
antes de dejarte conocer. “Quien
buscara conservar su vida (a los ojos de los hombres) la perderá, y quien la
perdiera la salvará” (Lucas
17,33). Si quieres salvar todo sin arriesgar nada, sin cambiar nada, tú
perderás todo. Pero si aceptas arriesgar cosas (la bella imagen que los otros
tienen de ti, tu seguridad interior…), si asumes el riesgo de reconocer y o
admitir tus limitaciones, tus errores y tus contradicciones, tu saldrás
adelante. Y es para ayudarte a vivir este caminar de cuestionamiento para lo que
yo he venido…
Reflexión Central
La sanación del ciego de nacimiento
Este 4o domingo de Cuaresma
es domingo de la alegría:
Es la alegría de Jesé y su hijo David, designado este último para ser rey, superando toda expectativa y mirada humana. Dios por medio de Él intervendrá para darle la salvación al pueblo de Israel. En efecto de la rama de David surgirá José y finalmente Jesús el Mesías.
Es también la alegría de los
catecúmenos que en aquellos lugares donde se preparan para el bautismo, viven
hoy la 2a etapa de su bautismo. Niños en edad escolar y adultos, aquí y allá,
se han puesto en camino para este gran evento de su bautismo.
A lo largo de toda esta
Cuaresma, hemos sido invitados a "cambiar nuestros corazones". Los
textos bíblicos que hemos escuchado nos invitan a cambiar nuestra mirada sobre
las personas y los acontecimientos.
"Dios no mira como
miran los hombres. Los hombres miran la apariencia. Dios ve el corazón. Tener
el corazón de Dios es ver las cualidades y la grandeza de aquel que es pequeño,
débil y despreciado. Es reconocer que él también, es capaz de grandes cosas.
El día de nuestro bautismo,
fuimos introducidos en el mundo de la luz. San Pablo nos dice que esto fue
posible por la gracia de Cristo. Él es la "Luz del mundo". Él mismo
nos invita a vivir como "hijos de la luz". Lo que nos debe guiar es
la Luz que está en Jesús, es decir su amor. Él está siempre ahí para enseñarnos
a ver los otros con la mirada de Dios, una mirada plena de misericordia.
En el Evangelio, vemos a
Jesús que sana a un mendigo ciego de nacimiento. Él le abre los ojos dos veces.
Él comienza por darle la vista que le permitirá ver a las personas y el mundo
que le rodea. Y en un segundo momento, le abre los ojos de la fe. Todo esto se
hace de manera progresiva. En un primer momento, el hombre curado habla del "hombre
a quien se le llama Jesús"; enseguida el ciego ve en Jesús un profeta;
pues cuando se encuentra delante de Él, se arrodilla diciendo: "Yo creo
Señor".
Al igual que este hombre,
nosotros estamos llamados a pasar de las tinieblas a la luz, a menudo, nosotros
somos ciegos o mal videntes.
Este ciego de nacimiento es el símbolo de la
humanidad sumergida en las tinieblas. Pero por el bautismo, ella descubre la
luz de Cristo. Para los que se convierten por primera vez, es una iluminación.
Es la Palabra del Evangelio de San Juan que se realiza: "El verbo era la Luz venida a este mundo que ilumina a todo
hombre".
El escritor portugués ateo ya
fallecido José Saramago, escribió un librito llamado "Ensayo sobre la ceguera", su
historia fue llevada al cine en 2008. En él, el escritor lusitano nos presenta
una metáfora sobre las catástrofes sanitarias, tipo gripa aviar; es una
parábola sobre la ceguera espiritual de una civilización obnubilada por el
confort material y nos ofrece una reflexión sobre los límites de las sociedades
democráticas, es una interrogación sobre la animalidad del hombre en situación
extrema. La única luz de esperanza en esta historia es una
mujer a quien no la ha tocado la extraña ceguera y se
ofrece como voluntaria para ser guía y esperanza de los múltiples ciegos que va
provocando la epidemia…
Así pues, ante este hombre
curado y salvado del evangelio, están todos aquellos que están ciegos en su
espíritu y en su corazón; están aquellos que se sumergen cada vez más en su
ceguera que es aquella del pecado. Como el buho o la lechuza el murciélago,
ellos son ciegos ante la luz del día. La Luz de Dios, la luz del día, los
atemoriza, los confunde.
Pero nosotros no debemos
tener miedo de la luz de Jesucristo; Él se nos presenta como el sol que hará
luminosa y radiante nuestra vida.
Hay otra constatación: a
veces sucede que el sol se esconde: hay nubes, dificultades, pruebas; también
está la noche. Pero cuando es de noche, no nos asalta la idea de dudar de la
existencia del mismo sol a pesar que no lo veamos. El amor del Señor está
siempre presente, mismo cuando todo va mal. Él está siempre ahí para
iluminarnos y con frecuencia es Él quien nos lleva de la mano. Él quiere
conducirnos hacia la victoria sobre el pecado y sobre la muerte. Todo el
Evangelio no hace más que repetirnos una y otra vez que Él ha venido para
buscar y salvar los que estaban
perdidos. "La Gloria de Dios es el
hombre viviente", dice san Ireneo.
Enseguida el Evangelio nos
hablará de sufrimientos, de la Pasión y de la muerte de Jesús; es ahí donde Él
ha asumido todas las miserias y todos los handicaps (limitaciones) del mundo.
Jesús nos revela un Dios que
no explica el por qué del sufrimiento, que no condena, pero que echa sobre sus
hombros el pecado del mundo. Él se hace solidario de todos aquellos que
"nacen así". Y sobre todo, Él llega a ser fuente de toda sanación y
de la salud total del ser humano.
Dios no toma partido por la
miseria del hombre, Él la asume, no siente lástima sino que va más allá, se
compadece (padece con). La Cruz no es un signo de fracaso o de resignación; es
una protesta, una victoria sobre todo aquello que denigra, disminuye, hace perder al ser humano.
Jesús nos da un signo de victoria pascual abriendo los ojos del ciego de
nacimiento, donándole un acceso a otra luz, la luz de la FE.
Es también a esta luz que la
samaritana ha podido acceder ( domingo pasado). Y el próximo domingo,
descubriremos a Jesús devolviendole la vida a Lázaro. A través de este signo,
Él se consolidará como el vencedor, dominador de todas las limitaciones,
incluyendo al último, la muerte.
Vivir la Cuaresma, es acoger
esta luz que viene de Jesús. Esta luz es la de la FE. Ella nos ayuda a ver las
personas y los acontecimientos, repito, con la mirada de Dios. Como el ciego
curado, llegaremos a ser testigos de Cristo. Podremos proclamar nuestra fe con
decisión y arrojo:
"Yo
creo en Dios quien es LUZ,
yo
creo en Dios, Él es mi Padre".
Amén!
2
“Yo solo sé que
estaba ciego y ahora veo”
A través de muchas
imágenes y símbolos, San Juan nos revela la identidad de Jesús:
Él es el vino nuevo de las bodas de Caná;
el buen pastor que guía sus ovejas;
el agua fresca del pozo de Sicar (evangelio del domingo
pasado);
el pan compartido para la multitud en el desierto;
el nuevo templo de Dios;
la luz del mundo (evangelio de hoy);
el camino, la verdad, la resurrección y la vida (evangelio del próximo
domingo).
En todos sus textos
se encuentra la proclamación pascual de la divinidad de Jesús.
El tema de la luz
aparece por 5 veces en el evangelio de Juan y afirma que Jesús es la luz del
mundo.
El episodio de la
curación del ciego de nacimiento es una ilustración de esta revelación
evangélica.
En los 41 versículos
del relato de hoy, en dos solamente (v. 6-7) se hace alusión propiamente dicha
a la curación del ciego. Esto nos indica que el interés del evangelista no se
sitúa en el aspecto maravilloso y extraordinario de la curación, sino sobre su
función de signo y de revelación. Juan nos dice que “esos signos” (milagros)
han sido puestos por escrito, para que nosotros creamos que Jesús es el Cristo,
el Hijo de Dios, y para que creyendo tengamos la vida en su nombre (Jn 20,31).
En el arte cristiano
de las catacumbas, la escena de la curación del ciego de nacimiento aparece 6
veces y casi siempre como ilustración del bautismo. A partir del siglo 4º, el
texto de hoy con el texto de la samaritana (leído el domingo anterior) y aquel
de la resurrección de Lázaro (domingo próximo), preparaba a los nuevos
cristianos para recibir el bautismo durante la liturgia de la vigilia de
Pascua. Aquella noche, los nuevos bautizados mientras cantaban el salmo 22 (El
señor es mi Pastor), recibían el sacramento de la confirmación y participaban
en su primera eucaristía.
El bautismo era visto
como el debut de una relación con Dios, una fuente de agua viva, una vida
nueva. Este sacramento permitía hacer parte del Reino de Dios.
Estos textos de los
domingos de cuaresma eran una preparación para los catecúmenos, pero a la vez
invitaba a los cristianos a renovar sus promesas bautismales. La fe no es jamás
estática; ella es un camino, un crecimiento, una maduración que progresa a lo
largo de la vida y cada año el tiempo de cuaresma es una excelente ocasión para
profundizar nuestra fe y madurarla más.
El texto de hoy
cuenta entonces mucho más que un milagro. El encuentro de Jesús y del ciego de
nacimiento sucede poco después que el señor había dicho: “Yo soy la luz del
mundo. Aquel que me sigue no camina en tinieblas y tiene la luz de la vida” (Jn
8,12)
Cristo le ha
permitido al ciego ver con sus ojos pero
sobretodo, le ha posibilitado una nueva visión de la vida y del mundo.
El ciego incapaz de
distinguir la luz y los colores es la imagen de todo ser humano desorientado,
que busca ver y comprender. Nosotros estamos habituados más que todo a percibir el exterior de las cosas, el aspecto más
superficial. Nuestra cultura afirma que las personas son hermosas en función de
su belleza física, de sus vestidos, de sus bellas casas, de sus autos lujosos,
de su posición social, de sus grandes riquezas, etc. Pero ello puede ser una
máscara que esconde una realidad más angustiante y mucho más materialista que
espiritual…(aparente)
Saint- Exupéry en su
libro “El Principito” decía: “No se ve
que con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”. Nuestros
encuentros en la misa del domingo nos permiten ver con el corazón, de ver el
mundo a través de los ojos de Dios. Jesús nos invita a mejorar nuestra manera o
modo de ver las cosas. Él nos propone una nueva visión de la vida de familia,
de nuestra relación con los otros, de nuestra capacidad de perdonar, de nuestra
fragilidad humana, de la enfermedad y de la muerte. Él nos invita a ver todo
ello con los ojos de Dios!
Esta nueva mirada
puede aportarnos la alegría, la serenidad y la paz. Dios está con nosotros, Él
nos acompaña y nos ofrece una solución de amor para los problemas cotidianos.
San Pablo agrega: “En otro
tiempo ustedes eran oscuridad, pero ahora (en el presente) ustedes son luz en
el Señor; conduzcámonos como hijos de la luz, porque el fruto de la luz
consiste en toda bondad, justicia y verdad” (Efesios 5,8-9).
Como cristianos no
podemos contentarnos de ser iluminados, debemos también ser
« testigos de la luz » (Jn 1,8) En el drama de Paul Claudel, "El Padre humillado",
la joven ciega decía a un cristiano: “ustedes
que ven, que han hecho de la luz?”
La fe no se reduce a
una serie de creencias teóricas, de tradiciones y de costumbres. La fe es una
nueva manera de ver el mundo y de vivir bien su vida.
La realidad iluminada
por el Señor Jesús toma entonces otra coloración.
3.
De quién es la culpa?
A quienes creemos o tenemos FE se nos dice a menudo frases de corte existencialista sartriano como ésta: “Si Dios existiera no habrían guerras, aquellas epidemias, estas desgracias. “
Sin pretender responder de entrada a esta cuestión, sugerimos un elemento de reflexión. Cada minuto, 23 niños mueren de hambre en el mundo. Y uno puede decir, en efecto: “Por qué Dios permite que en el mundo mueran 23 niños?”. Sin embargo, en el mismo minuto se gasta más de un millón de dólares para comprar fusiles, cañones, bombarderos, Ahora entonces, Dios puede decirnos: “yo les doy un millón de dólares. Si con eso no basta para alimentar 23 niños, yo puedo darles un poco más, pero ustedes quizás podrían ensayar, tratar de solucionar el problema con ese millón de dólares…”
EL Director del Centro de Investigaciones Demográficas en Francia decía: “La tierra tiene con qué alimentar 40 mil millones de habitantes (de los 7000 millones que tiene hoy aproximadamente)”. Entonces, parece ser que Dios ha dado todo lo necesario. Es justo de nuestra parte acusar a Dios? Y cuando nosotros miramos a Cristo sobre la cruz, podemos seguir acusándolo aun?
Cuando se ven niños sufriendo por cáncer u otras enfermedades, la cuestión es lanzada por personas, mismo creyentes: “Es que Dios existe verdaderamente?” “Como puede Él permitir que los niños sufran? “
Confrontados al mismo misterio de un mundo imperfecto y a veces destructor, creyentes e incrédulos pueden ponerse de acuerdo aquí: Si un Dios Bueno y amoroso existe, por qué ha creado un mundo con tantas lagrimas y sufrimientos?
Para estas preguntas no existe ninguna respuesta. Miremos de nuevo la respuesta de Jesús a sus discípulos en el evangelio de este domingo, cuando estos le piden que explique por qué este hombre nació ciego. Su respuesta podría ser parafraseada así: “yo no tengo explicación, y no pierdan tiempo buscando un culpable. Eso no aportará ninguna solución. Al contrario, este tipo de discusión nos paralizará en “Lo que está establecido” (statu quo), esto nos encerrara en nuestras limitaciones, en nuestro horizonte estrecho, dentro de lo que ya sabemos.
Miremos mejor una tal situación como un llamado que se le hace a nuestro corazón y a nuestra inteligencia para actuar, para encontrar soluciones, para ayudar y al hacerlo, seremos los brazos y las piernas de Dios.
Haciendo esto, estaremos marchando hacia horizontes infinitos para profundizar por nuestra misma acción cada vez más, en el misterio de este mundo”.
Miremos. Cuando nos vemos confrontados a un ser querido que tiene limitaciones físicas, un hándicap, o que está herido o que sufre terriblemente, nosotros actuamos por amor, pero también con la esperanza de que nuestros gestos contribuyan a mejorar su situación. De igual manera, todo enfermo acepta de luchar, mientras que crea que puede salir de su situación.
Esta FE puede ser alimentada por la Palabra de Jesús contenida en el evangelio de este día: “La situación del ciego de nacimiento posibilitará la ocasión de ver las acciones de Dios a través de él”. En otras palabras, no solamente los hándicaps, o limitaciones o heridas físicas o la enfermedad no son obra de Dios, pero el solo hecho de cuidar las personas marcadas por los avatares de la vida y el trabajar por su bienestar, reflejan el corazón de Dios, nos pone en el diapasón de su acción en el mundo.
Nosotros no estamos solos, puesto que trabajamos con Dios. No me digan: “pero por qué entonces no ha hecho un mundo mejor desde el primer instante, para no vernos confrontados a reparar las vasijas quebradas?” Quizás nos sea necesario y urgente olvidar la imagen de un Dios Todopoderoso, y volvernos hacia la figura del Todo humilde y compasivo?
La clave para comprender el evangelio del ciego de nacimiento, es la de comprender, « meternos en la cabeza « que es necesario morir a ciertas imágenes de Dios para poder ver claro al fin. Es que Dios existe? Ciertamente no aquel que se encuentra en muchas de nuestras imágenes. Ciertamente no aquel de los sicarios colombianos que pedían (y aun piden, quizás) a Él y a la Virgen bendecir sus armas y municiones para cometer sus asesinatos.
Ciertamente no aquel de los fariseos fijos y anclados (paralizados) en sus prácticas religiosas. Yo encuentro revelador el gesto de Jesús, al escupir para formar el lodo con su saliva y con el fin de solidificarla sobre los ojos del ciego. Es, aceptando este lodo como el ciego progresará hacia la luz.
Aquí no se puede osar comparar el lodo con la “bacinilla” o “pato”, pensando tanto en el enfermo como en la persona que debe vaciarla (s)?
Tratar de comprender este mundo, es tratar de conocer a Dios. Y al aceptar morir a muchas de nuestras ideas (creencias fijas, prejuicios, agüeros…), no estamos abriendo acaso la puerta a Aquel que se ha presentado como LA LUZ DEL mundo?
Para la revisión de vida:
1. Este evangelio describe con humor las peripecias vividas por un
mendigo ciego con vistas a ser sanado. Qué camino el suyo! Pasa por todo tipo
de emociones: alegría de ser curado, miedo ante ciertas reacciones, paz en el
encuentro con el Señor….cuántos santos han pasado por diferentes emociones que
han pensado en un determinado momento que sus proyectos fracasarían antes de
ser conducidos a la alegría. Señor, continúa abriéndome los ojos y ayúdame a
avanzar en mi camino de fe.
2. En la mayoría de los
relatos de sanación, la palabra y una imposición de manos son suficientes para
hacer el milagro. Aquí, los gestos de Jesús son sorprendentes: Él escupe por
tierra, hace lodo o barro que aplica sobre los ojos del hombre, después lo
envía a lavarse en un lugar que significa precisamente "enviar". El
agua y la tierra son utilizados para anunciar una nueva creación y esta
sanación convierte al hombre en un enviado. Le pido al Señor la gracia de ser
tocado por Él y ser a mi turno un ENVIADO.
3. Esta sanación desconcierta,
confunde. En efecto, cómo es posible sanar una ceguera de nacimiento, signo de
un gran pecado? Por qué este curandero hace esto en día de sabbat (sábado)
cuando no es permitido trabajar con sus manos, no es permitido hacer barro ni
lavarse? Nada cuadra en esta escena y la alabanza por la sanación pasa en
último plano. Reconozco la dificultad, que tengo a veces de alabar ante aquello
que no comprendo o que no entra en las normas, en mi lógica humana y mental (en
mis razonamientos). Libérame Señor de mis perjuicios.
ORACIÓN- CONTEMPLACIÓN
Hay días Señor,
en que la indiferencia o los prejuicios me enceguecen.
Los ojos se me cierran ante la grandeza y belleza de los demás.
Permíteme ver todo el amor que tú les ofreces.
En los momentos de debilidad, de fatiga,
mismo en los días que yo pierdo de vista la razón de mi vida,
tócame Señor.
Pon barro sobre los ojos de mi corazón para que yo vea
todas las personas que me aman, me guían y me dan seguridad.
Ellas son la luz sobre la ruta de mi fe.
Abre mis ojos ante todo lo que es bello y bueno alrededor mío:
El arroyo que canta en el verano,
las parejas que irradian la confianza,
la ternura de mi esposo (a), la de mis suegros y mi madre,
la mirada luminosa de mis nietos.
Permíteme ver Señor,
las personas que tienen necesidad de mis manos y de mi inspiración
para que ellas vuelvan a encontrar gusto ante la vida y la alegría.
Amén!
Referencias
bibliográficas:
http://vieliturgique.ca
http://prionseneglise.ca
http://ciudadredonda.org
(para los textos de la liturgia)
Pequeño Misal
"Prions en Église"
HÉTU,
Jean-Luc. Les Options de Jésus
http://dimancheprochain.org
http://cursillos.ca
(Reflexión del P. Allard)
http://mystereetvie.com
http://versdimanche.com
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