Testigo de la fe
San Silvestre.
Primer papa de la «paz constantiniana», constructor de iglesias.
Este Santo Padre
ejerció su pontificado en la época en la que Constantino decretó la libertad
para los cristianos, dando alto a las persecuciones. El emperador Constantino
le regaló a San Silvestre el palacio de Letrán en Roma, y desde entonces estuvo
allí la residencia de los Pontífices.
También tuvo este
Pontífice la suerte de poder construir la antigua Basílica de San Pedro en el
Vaticano, y la primera Basílica de Letrán. Durante su Pontificado se reunió en
el Concilio de Nicea (año 325), en el cual los obispos de todo el mundo
declararon que quien no crea que Jesucristo es Dios, no es católico.
Compusieron allí el Credo de Nicea. Dicen que a San Silvestre le correspondió
el honor de bautizar a Constantino, el primer emperador cristiano.
El Pontificado de San
Silvestre duró 20 años. Murió el 31 de diciembre del año 335.
(Juan 1, 1-18) ¿El Verbo se hizo carne? ¿Por qué? ¿Por
qué no lo hemos reconocido? ¿Por qué todavía y siempre tanta injusticia, odio y
violencia en este mundo? ¡Quiera Dios que nunca me desanime de dar testimonio
de la vida que está por venir y que resplandece sobre toda la humanidad!
Primera lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan
(2,18-21):
Hijos míos, es el momento final. Habéis oído que iba a venir un Anticristo;
pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta de
que es el momento final. Salieron de entre nosotros, pero no eran de los
nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros.
Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros. En
cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Santo, y todos vosotros lo conocéis.
Os he escrito, no porque desconozcáis la verdad, sino porque la conocéis, y
porque ninguna mentira viene de la verdad.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 95, 1-2. 11-12. 13-14
R/. Alégrese
el cielo, goce la tierra
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria. R/.
Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque. R/.
Delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad. R/.
Comienzo del santo evangelio según san Juan
(1,1-18):
En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y
la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio
de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.
En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en
la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios,
que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz,
para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la
luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino,
y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la
conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la
recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos
no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y
la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria:
gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da
testimonio de él y grita diciendo: «Éste es de quien dije: "El que viene
detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo."» Pues de su
plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por
medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios
nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien
lo ha contado.
Palabra del Señor
1
La luz
disipa la oscuridad
(1 Juan 2, 18-21) El tiempo
que me queda es el tiempo de reconocer que el Espíritu está en mí y dejar que
me instruya. Me muestra a Cristo para amar en cada uno de mis encuentros
con los demás, especialmente con mis hermanos y hermanas más vulnerables.
En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La
luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Qué gran
imagen para la meditación: “…la
luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió”. Otra versión dice: “La luz en las tinieblas resplandece,
y las tinieblas no prevalecieron contra ella."
Esta línea completa el enfoque
único tomado por el Evangelio de Juan para presentar a Jesús, la “Palabra”
Eterna que existió desde el principio y por quien todas las cosas llegaron a
ser.
Aunque hay mucho para meditar
en las primeras cinco líneas del Evangelio de Juan, consideremos la última
línea sobre la luz y la oscuridad.
Dentro del mundo material, hay
mucho que podemos aprender acerca de nuestro Divino Señor, por ejemplo, del
fenómeno físico de la luz y la oscuridad.
Si consideramos brevemente la
luz y la oscuridad desde la perspectiva de la física, sabemos que no son dos
fuerzas opuestas que luchan entre sí. Más bien, la oscuridad es
simplemente la ausencia de luz. Donde no hay luz, hay oscuridad. Del
mismo modo, el calor y el frío son de la misma manera. El frío no es otra
cosa que la ausencia de calor. Introduce calor y el frío desaparece.
Estas leyes básicas del mundo
físico también nos enseñan sobre el mundo espiritual.
La oscuridad, o el mal, no es
una fuerza poderosa que lucha contra Dios; más bien, es la ausencia de
Dios. Satanás y sus demonios no pretenden imponernos un oscuro poder del
mal; más bien, buscan extinguir la presencia de Dios en nuestras vidas al
hacer que rechacemos a Dios a través de nuestras elecciones, dejándonos así en
la oscuridad espiritual.
Esta es una verdad espiritual
muy significativa de entender, porque donde hay Luz espiritual, la Luz de la
gracia de Dios, se disipan las tinieblas del mal. Esto se ve claramente en
la línea “las tinieblas no prevalecieron contra ella." Vencer
al maligno es tan fácil como invitar a la Luz de Cristo a nuestra vida y no
permitir que el miedo o el pecado nos aparten de la Luz.
Reflexiona hoy sobre la
batalla espiritual muy real que tiene lugar todos los días dentro de tu
alma. Pero reflexiona sobre ello en la verdad de este pasaje
evangélico. La batalla se gana fácilmente. Invita a Cristo la Luz, y
Su Presencia Divina reemplazará rápida y fácilmente cualquier oscuridad
interior.
Señor, Jesús, Tú eres la Luz
que disipa toda oscuridad. Eres la Palabra Eterna que responde a todas las
preguntas de la vida. Te invito a mi vida este día para que Tu Divina
Presencia me llene, me consuma y me guíe por el camino hacia los gozos
eternos. Jesús, en Ti confío.
En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a
Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios.
Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se
ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz
brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
En este, el séptimo día de la Octava de
Navidad, se nos da un misterio. El misterio de la "Palabra". Es
un lenguaje velado y al mismo tiempo revelador. Nos presenta a Jesús como
el "Verbo". Él es el Verbo que se encarna y es eterno, desde
"el principio con Dios". El pasaje continúa diciendo que el
Verbo era Dios y que el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
El término "Palabra", que se le dio
a Jesús en este pasaje, es una traducción de la palabra griega
"Logos". Logos significa "plan", "razón",
"lógica". También puede entenderse como la palabra hablada. En
este pasaje, nos revela especialmente que Dios "habló" desde la
eternidad Su plan perfecto de salvación y esta sabiduría hablada es una
Persona. La Persona es el Divino Hijo de Dios. Así, cuando el Hijo
"habla" y cuando el Padre "habla", todas las cosas llegan a
ser.
Quizás eso sea bastante confuso. De
hecho, este es en parte el punto. El punto es que este comienzo del
Evangelio de Juan nos revela que la acción de Dios creando todas las cosas y
finalmente cumpliendo Su sabiduría a través de la Encarnación, el Hijo hecho
carne, es un plan misterioso mucho más allá de lo que jamás podríamos
comprender o sondear.
Deberíamos ver este lenguaje misterioso como una declaración en sí
misma. La declaración es esta: Trate de comprender el misterio, pero sepa
que el misterio de la Navidad y la Creación está más allá de usted. Pero, no
obstante. Trate de comprender y asimilar,
La Navidad debe ser una época de gran alegría
y celebración. Debe ser un tiempo en el que reflexionemos sobre la
natividad de Cristo el Señor. Debemos leer la historia, escuchar música
navideña y no dejar todo eso a un lado hasta que termine nuestra temporada
navideña. Pero mientras hacemos todo eso, siempre debemos recordar el
hecho de que la Navidad es un gran misterio de fe.
Reflexione hoy sobre este lenguaje de San
Juan. “En el principio era el Verbo…” “El Verbo era Dios…” “El Verbo se
hizo carne…” Déjese saber, este día, que usted no conoce completamente este
misterio y al enfrentar esta realidad, permita que el Verbo Eterno lo atraiga a
un paso más profundo mientras continuamos celebrando la gloriosa octava del día
de Navidad.
Señor, Jesús, Palabra eterna del Padre, te doy
gracias por venir entre nosotros y por hacernos presente Tu morada eterna. Gracias
por el gran misterio de la Navidad. Ayúdame a celebrar siempre esta
temporada con gran alegría y gratitud, y también con un sentido de misterio. Que
siempre me dé cuenta de que el misterio de la Navidad nunca se comprenderá por
completo. Que este misterio me acerque cada día más para enamorarme más
profundamente de Ti, mi Dios eterno. Jesús, en Ti confío.
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