viernes, 26 de abril de 2024

27 de abril del 2024: sábado de la cuarta semana de Pascua


A la altura del rostro


(Juan 14, 7-14) “Muéstranos al Padre.» ¡El deseo de Felipe es hermoso! Pero, paradójicamente, le ciega ante lo que ve. Todavía no sabe mirar a la altura del rostro, mirar a este Dios que se ofrece a su contemplación a través del rostro de Jesús y de lo que realiza. Felipe quiere ver; Jesús lo invita, y también a nosotros, a creer en los signos de una presencia. Nos hace una promesa: participaremos en la obra de Dios. ■

Colette Hamza, Javiera


(Hechos 13, 44-52) Pablo y Bernabé deciden dirigirse a los paganos debido a la negativa de la comunidad judía a aceptar el Evangelio. La palabra de Dios no puede permanecer encerrada. Nada podrá impedir que la luz de las naciones se extienda hasta los confines de la tierra.



Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (13,44-52):

EL sábado siguiente, casi toda la ciudad acudió a oír la palabra del Señor. Al ver el gentío, los judíos se llenaron de envidia y respondían con blasfemias a las palabras de Pablo. Entonces Pablo y Bernabé dijeron con toda valentía:
«Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: “Yo te he puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el confín de la tierra”».
Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y alababan la palabra del Señor; y creyeron los que estaban destinados a la vida eterna.
La palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región. Pero los judíos incitaron a las señoras distinguidas, adoradoras de Dios, y a los principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron de su territorio.
Estos sacudieron el polvo de los pies contra ellos y se fueron a Iconio. Los discípulos, por su parte, quedaban llenos de alegría y de Espíritu Santo.


Palabra de Dios



Salmo

Sal 97,1-2ab.2cd.3ab.3cd-4

R/.
 Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios


Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.

El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.



Lectura del santo evangelio según san Juan (14,7-14):

«Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
Felipe le dice:
«Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
Jesús le replica:
«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré».


Palabra del Señor

 

 

***********

 

“Las palabras que yo digo, no las digo por mi cuenta”

 

Jn 14, 10

 

Estas palabras de Jesús, una vez más, revelan la unidad íntima que tiene con su Padre. Él y el Padre son uno y lo que Él dice también proviene del Padre. El Evangelio de Juan está lleno de este lenguaje como una forma de resaltar su perfecta unidad.

Aunque es mucho lo que podríamos decir sobre la unidad del Padre y del Hijo, es importante recordar que estas palabras pronunciadas por Jesús también deberían ser idealmente palabras que hablamos. Qué maravilloso es poder decir que NOSOTROS tampoco hablamos por nuestra cuenta, sino que el Padre habla a través de nosotros. Este debería ser nuestro objetivo constante.

Si hablamos palabras a otros por nuestra cuenta, confiando en nuestra propia sabiduría e ideas, entonces también debemos admitir humildemente que nuestras palabras no serán tan poderosas. Esto es difícil de admitir, pero es cierto. Podemos caer fácilmente en la trampa de pensar que nuestras opiniones son correctas y que otros necesitan escucharnos.

Si, por otro lado, somos capaces de hablar palabras que cuentan con el respaldo del Padre, palabras que se hablan desde su corazón, entonces comenzaremos a ver que esas palabras hacen una verdadera diferencia en la vida de los demás. Las palabras son importantes y siempre debemos tener mucho cuidado con lo que decimos y cómo lo decimos.

Permitir que el Padre hable en y a través de nosotros de repente da a nuestras palabras una nueva convicción y poder. Se convierten en palabras que Dios habla a los demás y palabras que le permiten a Dios hacer una diferencia en sus vidas.

Reflexiona hoy sobre tu discurso diario. Si luchas por no saber qué decir, o cómo decirlo a veces, entonces una buena oración para orar es por la gracia de hablar solo lo que el Padre te da a hablar; Nada más y nada menos. Ora esa oración y confía en que Dios tiene mucho que decir a través de ti.


Señor, dame tus palabras para hablar. Ayúdame a recurrir siempre a ti en mi corazón con confianza para que seas la fuente de toda verdad y bondad. Que esa verdad y bondad salgan de mí todos los días. Jesús, confío en ti.


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