Vivir de otra
manera con el Resucitado
Cristo ha
resucitado! Podemos ver los signos de tan sublime misterio en nuestra vida y en
el mundo. Su presencia nos transforma y nos permite vivir de otra manera
nuestra vida ordinaria.
///
En esta
mañana de Pascua, afirmamos nuestra fe de manera alegre y solemne. Cristo ha
resucitado de verdad, aleluya! Esta Buena Noticia reaviva nuestra esperanza.
EVANGELIO DE NUESTRO SENOR
JESUCRISTO SEGÚN SAN JUAN
20, 1-9:
1.El primer día después del sábado,
María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, y
vio que la piedra que cerraba la entrada del sepulcro había sido removida.
2.Fue corriendo en busca de Simón
Pedro y del otro discípulo a quien Jesús amaba y les dijo: «Se han llevado del
sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
3.Pedro y el otro discípulo salieron
para el sepulcro.
4.Corrían los dos juntos, pero el
otro discípulo corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro.
5.Como se inclinara, vio los lienzos
tumbados, pero no entró.
6.Pedro llegó detrás, entró en el
sepulcro y vio también los lienzos tumbados.
7.El sudario con que le habían
cubierto la cabeza no se había caído como los lienzos, sino que se mantenía
enrollado en su lugar.
8.Entonces entró también el otro
discípulo, el que había llegado primero, vio y creyó.
9.Pues no habían entendido todavía la
Escritura: ¡él "debía" resucitar de entre los muertos!
A guisa de introducción:
El deseo de vivir
Sin lugar a dudas, lo que todos deseamos es una VIDA PLENA, humana, en salud, en bienestar. Esta es una
de las aspiraciones más profundas, uno de los deseos más reales y o verdaderos,
anclados en nuestra existencia. Nosotros
deseamos vivir…FELICES.
Jesús había comprendido este deseo de vivir. Más allá del fracaso, de las
apariencias, Él ha vuelto a encontrar la vida. Él les ha devuelto el gusto de vivir a
todos aquellos que han creído en Él.
La ceremonia del Sábado Santo
habla de la vida, por las lecturas bíblicas de la Creación, del Éxodo (deseo de
vivir libre), por la Carta de San Pablo a los Romanos (vida del bautismo), por
el Evangelio de la Resurrección.
El deseo de vivir puede ser
colmado en parte por nuestra energía o esfuerzo personal, por nuestros medios
modernos. Debemos dejar de VIVIR en un estilo que no tiene futuro (el de AMO y
sirvientes o esclavos). Volvamos a encontrar un estilo de vida acorde con nuestros días, que tenga cuenta
de lo humano, del buen sentido; no escamoteemos la realidad con principios de
antaño. Vivamos la realidad de hoy, con principios que den cuenta de la VIDA,
de una vida arraigada en este mundo, puesto que nosotros vivimos en esta época
y no en otro tiempo, ni en otro lado, con el objetivo de ir más lejos.
Volvamos a sentir el gusto de
implicarnos en nuestros asuntos, como Iglesia de Bautizados; sintiéndonos las
“partes” o miembros de una empresa, dando ánimo a los empleados para que
realicen bien su trabajo y diciéndoles esto les pertenece, es nuestra
propiedad… Los Bautizados tienen el deber de informarse sobre lo que ellos son,
de formarse, de ser y de llegar a ser lo que ellos son.
La vida supera los sacramentos.
Es muy importante mirar cómo se evangeliza en el corazón o centro de la vida y
de la existencia (en lo cotidiano).
El deseo de vivir puede ser satisfecho,
sobre todo por la FE en la Resurrección de Cristo.
Los cristianos, convencidos de la
Resurrección de Cristo, poseen un optimismo, un entusiasmo comunicativos, esta
es la esperanza en su esencia, genuina.
Cristo es vencedor. Él ha
merecido y ganado bien la medalla de Oro en la carrera contra la muerte.
La vida de Pascua es la esperanza
de vivir por (para) siempre.
Vivir inmediatamente, enseguida con Cristo
viviente.
Una aproximación psicológica al texto
del evangelio:
El discípulo
que Jesús AMA
Inmediatamente después de la muerte de un ser querido, es natural que uno vuelva a
recordar los
acontecimientos, reviva los momentos que esa persona ha vivido con nosotros. Y uno constata,
que es después de
darle sepultura o la incineración que viene el tiempo de la interiorización.
¿No encuentran ustedes que hay algo parecido en el
relato del sepulcro vacío de este domingo de Pascua? Sin lugar a dudas, el
tiempo de exposición ha sido abreviado, ese tiempo de descender el cuerpo de la cruz y envolverlo
en las sabanas.
Demasiado rápido, somos proyectados y obligados a ir
después de los funerales, cuando ya no hay cuerpo, a esta etapa de
interiorización.
Me permito aquí abrir un paréntesis para preguntar,
¿qué habría pasado, si el cuerpo de Jesús hubiera permanecido siempre ahí,
dentro del sepulcro o tumba y que se hubiera podido pasar un tiempo cerca de
este cuerpo envuelto en sábanas? No me respondan, no me digan: “este escenario sería imposible, ya que
Jesús resucito!”
Como nos decía
entre humor y seriedad un viejo sacerdote profesor en el Seminario: "muchachos no se asusten, no pierdan la
fe, si un día encontraran los huesitos
de Jesús"…
Se podría afirmar la resurrección de Jesús, aun mismo
si su cuerpo apareciera acostado en la tumba: el estado de resurrección no
necesita un cuerpo mortal. Por otro lado, hay un consenso en el medio bíblico
para afirmar que la tradición de la resurrección y aquella del sepulcro vacío
son totalmente independientes. Lean las cartas de Pablo y no encontrarán ninguna mención o referencia de la
tumba vacía. Yo vuelvo entonces a mi pregunta, en efecto, si el cuerpo hubiera estado
siempre ahí y admitiendo que no se habría descompuesto, yo pienso que se
hubiera desarrollado una forma de fijación castrante sobre el pasado: se
arriesgaba con ser una religión del recuerdo.
Henos aquí entonces confrontados con la ausencia del
cuerpo. Con ese cuerpo ausente se pueden incorporar cosas de nuestra propia
vida: la ausencia de tantas cosas que podrían hacer mi vida excitante y
palpitante, la ausencia de seres queridos que yo retendría cerca de mí; la
ausencia de esta sagrada seguridad que todos buscamos, la ausencia de un cuerpo
joven y ágil que ya he
tenido. Uno podría agregar esos deseos no satisfechos de comprender una
historia personal, de dar sentido a todos esos azares y esos accidentes de una
vida, de explicarse una historia de vida que puede aparecer
insignificante y sin frutos sobre los demás. María Magdalena llora: “Yo tengo necesidad de ese cuerpo, dígame
donde lo han puesto”.
Miremos la actitud de Pedro y del otro discípulo.
Pedro entra en el sepulcro vacío. Él aparece como el
primero en abrirse a esta experiencia de ausencia, y la acepta. Uno encuentra con él a todos aquellos que ante esta experiencia se hacen muchas,
dolorosas e incesantes
preguntas.
El discípulo que Jesús ama, a su turno entra
al sepulcro y contrariamente
a Pedro, en el centro de esta experiencia de ausencia, él ve y él cree. He aquí
el primero en hacer experiencia de la FE. ¿Qué ha visto y qué ha creído Juan?
Juan comprende por un esfuerzo de memoria y de
profundización. Él recuerda las palabras de Jesús. Él se acuerda de la
Escritura, la larga tradición espiritual de su pueblo. Dios no deja a su
servidor sumido en la muerte. Jesús está vivo…Como dice mi ex-colega eudista el
Padre Linero: “el man está vivo”. Él es el Señor. Dios ha hecho por Él lo que no
había hecho por ningún otro hombre.
A causa de esto, en adelante la vida ha cambiado. Los
discípulos buscaban un cadáver. No hay cadáver. No hay más que una tumba o
sepulcro vacío. Y enseguida, de repente, ellos comprenden. No buscan ya más el
cadáver de Jesús, sus despojos mortales. Ellos buscan al Señor Jesús, al
Resucitado. Ellos entran en la FE. Otros relatos nos permitirán comprender que
el Resucitado es verdaderamente el mismo crucificado, pero que está en un
estado radicalmente diferente. Él aparece y desaparece entre las puertas cerradas, Él es visto
sin ser reconocido, etc. Eso importa poco.
Toda la fe pascual, toda la fe cristiana, está aquí
presente. Jesús se ha levantado de entre los muertos. El sepulcro está vacío.
No busquen más un cadáver, no permanezcan más encerrados en sus tumbas. No
continúen más encerrados en el miedo y la zozobra. Pues ni siquiera
la muerte no ha podido retenerlo. El Padre ha
tomado la mano de su Hijo y lo ha hecho levantarse de entre los muertos… Esto es más que una fiesta, es la ruptura
radical, el horizonte que nos abre a la esperanza. Jesús Resucitado no muere
más. Él ha entrado en una humanidad nueva.
Sin lugar a dudas, existe aún el viejo orden de las
cosas: nosotros envejecemos, nos morimos, cedemos ante el
cansancio, el miedo,
el odio. El pecado hace parte todavía de nuestra experiencia humana. Pero en alguna parte de nosotros, algo ha nacido y que no sabrá morir: es la esperanza que
se arraiga en la resurrección de Jesús.
La Fiesta de Pascua, es la fiesta de la gente que
quiere vivir de pie, que no acepta podrirse en la tumba y que ha decidido, a
causa de la fuerza de Jesús que les habita, estar
convencidos que en adelante, nada sabrá impedirles de
vivir y desafiar la muerte.
¡Felices son ustedes de estar aquí en esta fiesta de
Pascua!
¡Que la Resurrección de Jesús haga de ustedes personas
vivas, innovadoras y transformadoras…Que han pasado del pecado a la gracia, de la
luz a las tinieblas, de la muerte a la vida!
1
Reflexión central:
El otro discípulo vió y creyó!
El primer día
de la semana, María Magdalena va al sepulcro de Jesús. Para ella, es un día
triste. Y a nosotros nos pasa lo mismo, nos acongojamos cuando visitamos el cementerio
y contemplamos la tumba de un ser querido. Pero hoy hay una tristeza más: no es
solamente el cuerpo de un amigo que termina en la tumba; es la esperanza de un
reino nuevo que ha sido acabada.
El Evangelio
de San Juan nos dice que "todavía
estaba oscuro"; comprendamos bien: no habla solamente de la oscuridad
de la noche, Él quiere mostrarnos que la luz está venciendo las tinieblas. La
luz acaba con la noche en la cual los hombres se han sumergido a causa de su pecado.
Jesús Resucitado es la luz que brilla en las tinieblas. Esta luz no puede ser
detenida; nada ni nadie puede impedirle brillar.
Una vez llega
al sepulcro, María Magdalena descubre que la piedra ha sido desplazada, ha sido
removida y deduce que alguien se ha llevado el cuerpo de Jesús y entonces corre
para prevenir a Pedro y a Juan. Todos dos llegan ante el sepulcro vacío. Ellos
ven los lienzos tumbados en el lugar y bien organizados. Pedro está perplejo;
pero en Juan ocurre algo diferente, y con unas palabras expresa su fe: "El
vío y creyó". Nosotros recordamos que él siguió a Jesús hasta el pie de la
cruz; él había participado en el embalsamiento y sepultura del cadáver. Él ve
que no hay desorden provocado por una violación de sepultura. Más tarde, Jesús
dirá: "Dichosos o felices aquellos
que creen sin haber visto".
Esto es
importante para nosotros hoy, cristianos del siglo XXI: nunca tendremos otra
prueba de la resurrección de Jesús más que el sepulcro vacío. Ciertamente,
tenemos además las apariciones de Cristo resucitado y de las cuales testimonian
los evangelios. Pero en ninguna de estas pruebas se nos hace difícil creer. Si
creemos en Cristo Resucitado, es porque le hemos creído, le tenemos confianza al testimonio de los apóstoles y de las comunidades
cristianas que nos ha sido transmitido de generación en generación.
La primera
lectura de los Hechos de los Apóstoles nos presenta un discurso de Pedro
después de la resurrección. Recordemos que él habia negado a su maestro delante
de unas mujeres sencillas. Hoy, en la ciudad de Cesarea, residencia de Pilato y
de sus legiones, él se atreve a proclamar la Buena Noticia de la resurrección
de Jesús. Las palabras de Pedro son muy audaces: "Lo mataron colgándolo de un madero…pero Dios lo resucitó al tercer día". Todo esto
pasa en la casa del centurión (porque tenía a su cargo o mando 100 soldados) del ejército romano. Es una manera de decir
que la salvación se ofrece a todos, incluyendo a los paganos. Dios no excluye a
nadie.Cualquiera sea la nación o lengua, toda persona puede recibir la
salvación en la medida que ésta acoja el Evangelio. Esta buena noticia debe ser
proclamada a todos los pueblos del mundo entero. Es por todos que Jesús ha dado
su vida en la cruz.
Es el mismo
testimonio de la fe en Jesús resucitado que encontramos en la segunda lectura
de la Carta de San Pablo a los Colosenses (habitantes de Colosas). Esta
resurrección no es una simple vuelta atrás como fue el caso de Lázaro. Pablo
nos dice que Él está sentado a la derecha de Dios. Él ha subido al Cielo; ÉL ha
recibido la autoridad de su Padre. Es un llamado para nosotros a que levantemos
los ojos hacia el cielo y busquemos las cosas de arriba (las realidades de
arriba). Si creemos en Jesús resucitado y si lo seguimos, nada puede volver a
ser como antes. Esta resurrección de Cristo nos incita a renovar nuestra vida,
a renovar la oración, a experimentar la alegría de descubrir y vivir el
Evangelio.
Todo esto
pasa por decisiones concretas:
salir del "sepulcro"
de nuestro egoísmo para vivir un amor verdadero,
remover la
piedra del desaliento, del desanimo que nos aprisiona y nos impide avanzar,
no dejarnos
llevar por el rencor y la venganza, sino hacer que triunfen el perdón y la
misericordia.
Es por
nuestra manera de vivir que podremos mostrar que Cristo está vivo y que ÉL
transfigura aquellos que acogen su fuerza vital.
Viviendo así
es como podremos ser mensajeros de vida y esperanza. Cristo resucitado quiere
asociarnos a todos a su victoria sobre las fuerzas del mal que buscan destruir
al hombre.
Todos estamos
llamados a optar por la vida, a elegir la vida, a defenderla y a dejarnos
invadir por el amor de Dios.
Vivimos en un
mundo donde muchos sufren por causa de la guerra, de la violencia, del odio, la
discriminación, del desprecio de los otros. Pero el Señor Resucitado no nos
exige sino que removamos de nuestros corazones esta piedra que nos encierra en
las tinieblas. Él quiere que la luz de la Pascua brille en el mundo entero.
En comunión
con toda la Iglesia, seamos todos testigos de esta Buena Noticia ante todos
aquellos que nos encontremos en nuestra casa, en nuestro vecindario, nuestro trabajo,
en nuestro estudio…en la vida de todos los días.
Amén!
2
El compromiso es ya!
Pascua es la fiesta cristiana más grande del año. Es la
fiesta de la vida, de la primavera, de la renovación, de la alegría.
Lo que distingue los cristianos de los no creyentes es la
resurrección, es la fe y la confianza en un Dios que rechaza la idea de poner
fin a la vida y que no acepta que todo se termine en el cementerio. De otro
lado, la palabra que los cristianos utilizaban para indicar el lugar donde ellos
enterraban sus difuntos era la palabra griega “koimiterion”, que ha llegado a
ser nuestra palabra “cementerio” y que quería decir “hotel para visitantes
extranjeros”, “refugio de pasaje”.
La liturgia del domingo
de Pascuas está impregnada de paz y serenidad.
“El Señor ha resucitado!”; “El sol se ha puesto: no busquen
más entre los muertos a Aquel que vive. EL ha roto las cadenas de la muerte!”.
Jesús le había dicho a María la hermana de Lázaro: “Yo soy la resurrección y la
vida. Si alguien cree en mí, mismo si él muere vivirá”.
La resurrección, es la respuesta de Dios Padre a la
violencia, a la injusticia de la tortura y de la cruz. Aquellos que han
condenado a Jesús creían que podían hacerle callar y deshacerse definitivamente
de Él. Pero el padre lo ha resucitado, aprobando los valores que Él ha querido
promover durante su vida.
Nuestra fe cristiana no se limita a recordarnos que Cristo ha
resucitado y que nuestra vida no se termina con la muerte. La Pascua y la
resurrección conducen a una nueva primavera después del invierno frío y
despiadado.
La pascua y la resurrección nos incitan a comprometernos
ahora, a tomar la vida en serio. Cristo nos invita a vivir plenamente desde
ahora, a salir de nuestros sepulcros, de nuestras decepciones o desalientos, de
nuestros miedos, de nuestros temores.
“Salgan de sus tumbas”, de sus vidas sin esperanza.
Recomiencen a respirar a pleno pulmón…”Yo
he venido para que tengan vida y la vida en abundancia” (Juan 10,10).
Después de la ultima cena, yendo al Monte de los Olivos,
Jesús había dicho a sus discípulos: “Una
vez que haya resucitado, yo iré delante de ustedes en Galilea”. Es esta
misma invitación que Jesús transmite a las mujeres después de la resurrección: “Vayan a anunciar a mis hermanos que deben
estar presentes en Galilea: es ahí que ellos me verán”. Ellos son
convidados a retornar a su Galilea natal, a su lugar de origen, a sus familias,
a sus barcas y a sus redes.
Nuestra religión es una religión pascual. Y
por lo tanto no ignoramos el mal presente en el
mundo, pero eso sí, nos negamos a creer que este mal tendrá la última
palabra, y nos proponemos hacer todo
lo posible para que él
sea vencido.
Es verdad que vivimos en un mundo de muerte. Cien millones de
personas han perdido la vida a causa de la guerra durante el último siglo, 60%
de la población mundial sufre de pobreza crónica y de malnutrición. Vivimos en
un mundo de discriminación, de violencia, de terrorismo, de suicidio, de
drogas, del abuso de alcohol, de malos hábitos alimentarios, de falta de
respeto hacia la naturaleza. Y sin embargo nosotros queremos luchar contra
todos esos fenómenos y esos abusos mortales.
Es por eso , que al recordar la Pascua, cada “primer día de
la semana”, nos reunimos alrededor del Señor. El Sabbat (sábado) era el último
día de la semana : “el séptimo día”…Para los cristianos, “el primer día de la
semana” es un día de fiesta y de adoración antes del trabajo que va continuar.
El domingo cristiano inaugura e impregna los días que seguirán.
Cristo resucitado está presente entre nosotros: “cada vez que dos o tres se reúnen en mi
nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”. Él nos invita a escuchar su
palabra, a compartir su vida, a retomar fuerzas antes de volver a “nuestra Galilea”, donde Él nos
acompaña día a día: “He aquí que yo estoy
con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28,28).
Hoy, festejamos la más grande fiesta cristiana del año, la
fiesta de Pascua. Cristo resucitado nos da el coraje para volver al interior de
nuestras familias, a nuestro trabajo, para vivir la primavera de Dios.
En este primer día de la semana, en este día de la
Resurrección del Señor,
Felices Pascuas para todos. “El Señor resucito, aleluya,
aleluya!”
3.
La resurrección del cuerpo
El primer día después del sábado,
María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, y
vio que la piedra que cerraba la entrada del sepulcro había sido removida.
Fue corriendo en busca de Simón Pedro
y del otro discípulo a quien Jesús amaba y les dijo: «Se han llevado del
sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Juan 20:1–3
¡Felices Pascuas! Nuestro Señor ha resucitado, ha vencido a
la muerte y ha abierto las puertas del Cielo a todos los que creen y reciben el
don de la salvación. ¡Aleluya! ¡Qué glorioso día celebramos!
El Evangelio de hoy concluye diciendo: Pues no habían entendido todavía la Escritura: ¡él "debía"
resucitar de entre los muertos!
Esto
es evidente por la reacción inicial de María Magdalena, Simón Pedro y el
Apóstol Juan. María primero pensó que alguien había tomado el cuerpo de
Jesús y lo había sacado de la tumba. Pedro estaba confundido y corrió a
ver por sí mismo. Juan también fue y cuando vio el sepulcro vacío, creyó. Eventualmente,
todos los Apóstoles llegarían a entender y creer.
La reacción inicial ante la tumba vacía nos enseña una lección
importante. Aunque la Resurrección de Cristo nos es claramente conocida
hoy en día, nuestro conocimiento de este glorioso evento debe profundizarse
continuamente. Esto se evidencia por el hecho de que los discípulos de
Jesús llegaron a comprender la Resurrección con el tiempo. No
comprendieron Su Resurrección cuando Jesús les enseñó por primera vez. No
lo entendieron completamente cuando vieron la tumba vacía. Ni siquiera lo
comprendieron completamente cuando vieron al Señor resucitado. Fue solo
después de que recibieron el don del Espíritu Santo en Pentecostés que sus
mentes se abrieron a este increíble misterio de la fe para que pudieran
comenzar a penetrar y comprender este misterio más claramente.
La Resurrección de Cristo fue un acontecimiento histórico real. Pero
también es un acontecimiento que trasciende el tiempo. Es un
acontecimiento que debe impregnar todos los tiempos y transformar cada momento
de nuestras vidas. Cuando Jesús resucitó de entre los muertos, fue muy
diferente a un simple regreso a la vida. No volvió simplemente a la vida
que vivía antes de morir. En cambio, Su estado resucitado fue un nuevo
comienzo. Ahora era diferente. Él fue transformado. Su cuerpo
ahora nunca envejecería. No podía morir. Podría pasar a través de
puertas cerradas. Este cuerpo resucitado de nuestro Señor, que está
perfectamente unido a su alma divina, permanecerá con Él para siempre.
El cuerpo resucitado de nuestro Señor también hizo posible que
nosotros participáramos de Su estado resucitado. Ahora tenemos la
esperanza de que, si compartimos Su sufrimiento y muerte, también compartiremos
Su Resurrección. Pero ¿qué significa eso? Santo Tomás de Aquino creía
que nuestros cuerpos resucitados serán gloriosos más allá de la imaginación. Nunca
envejeceremos, no necesitaremos alimentos, nunca experimentaremos enfermedades,
estaremos libres de todos los trastornos y viviremos de esta manera para
siempre.
De
alguna manera, a través de nuestros cuerpos, también seremos capaces de
compartirnos con los demás de una manera pura y santa, comunicando a los demás
el amor de Dios vivo dentro de nuestras almas. Tendremos el don de la
agilidad, pudiendo movernos de un lugar a otro con inmediatez simplemente con
pensarlo. Nuestros nuevos cuerpos glorificados manifestarán las formas en
que amamos y servimos a Dios en este mundo. Por ejemplo, El cuerpo
resucitado de Jesús tenía heridas en las manos, los pies y el costado. Pero
ahora esas heridas irradian Su gloria y dan testimonio para siempre de Su acto
de amor perfecto.
Reflexione, hoy, sobre la Resurrección del Salvador del Mundo. Mientras
lo hace, reflexione también sobre Su invitación a compartir esta nueva vida. Aunque
gran parte de nuestra comprensión de la Resurrección de Jesús, así como nuestra
esperanza de compartir en este estado resucitado, solo se entenderá cuando lo
compartamos, es importante colocar estas ideas en nuestras mentes para que
tengamos algo que anticipar. Como mínimo, debemos saber y entender que nuestra
participación en el estado resucitado de Jesús es gloriosa más allá de lo que
podemos imaginar. Esto es lo que celebramos hoy. Y esta celebración
debe llenarnos con esperanzada anticipación de nuestra participación en esta
gloriosa nueva vida por venir.
Mi Señor resucitado, Tu cuerpo y alma sagrados están unidos para
siempre como uno en un estado nuevo y glorificado. Ahora nos invitas a
todos a compartir Tu sufrimiento y muerte en esta vida para que podamos
compartir Tu Resurrección. Por favor, llena mi mente con la comprensión de
este don para llenarme de esperanza para que trabaje incansablemente por ese
día en el que espero compartir Tu Resurrección. Jesús, en Ti confío.
Para la revisión de vida:
1. Una vez que descubre el sepulcro vacío, María Magdalena da media
vuelta y en medio de la urgencia , el narrador no toma tiempo para explicar lo
que ella ha visto e inmediatamente María
corre en otra dirección. Va a reunirse con los discípulos. Ella necesita de los
otros para enfrentar esta nueva prueba: es que yo soy como ella plena del
reflejo, del deseo de buscar el apoyo de los demás, o más bien me veo tentado a
vivir mis pruebas solo? Ante las
dificultades es que pienso en buscar mi comunidad, mi grupo que tiene la misma
fe, la Iglesia? Señor en mis dificultades o pruebas, permíteme contar con los
otros, concédeme estar presente para ellos, manifestarme, solidarizarme cuando
ellos también me requieran.
2. El domingo de Pascua nos invita a regocijarnos al escuchar estas dos palabras referentes a San Juan, el discípulo amado por
Jesús: "Él creyó". Él ve y cree. Hoy, nosotros sabemos lo que debemos
creer:
la vida es más fuerte que la muerte,
la historia no se termina aquí…Ella continúa todavía con las apariciones,
localizadas y poco numerosas.
Ella continúa todavía con Jesús Resucitado que nos dice: "Yo estaré
con ustedes hasta el fin del mundo".
La historia en fin, continúa con la Iglesia alegre de su Pascua, que
celebra la Vida y debe anunciarla… En el trabajo de todos esos hombres y
mujeres comprometidos con la justicia y con la paz en el mundo entero…En la
Eucaristía, en los Sacramentos…
No retengamos nuestro aliento para cantar hoy "Aleluya" y dejémonos proyectar al
mundo como testigos de esta pequeña frase: "Él creyó".
ORACIÓN-CONTEMPLACIÓN
Fuimos hechos como criaturas de la
tierra,
pero fuimos hechos para el cielo,
nada menos.
Fuimos hechos en el tiempo, como Adán
y Eva,
pero no para permanecer en un paraíso
terrenal,
sino para ser llevados a la vida
eterna de Dios mismo.
Ahora, el cielo ha sido descubierto para nosotros
con la muerte y resurrección de
Jesucristo.
Ahora se da la Comunión para la que
Dios nos ha creado.
Ahora, el cielo toca tierra y te
espera.
Jesucristo mismo te dice:
«mira, estoy a la puerta y llamo;
si alguno escucha mi voz y abre la
puerta,
entraré a él y comeré con él y él
conmigo» (Ap, 3, 20).
La puerta se abre ahora a la
cena nupcial del Cordero.
(“LA CENA DEL CORDERO”, La Misa, el
cielo en la tierra de SCOTT HAHN)
Referencias:
http://vieliturgique.ca
http://prionseneglise.ca
Biblia
Latinoamericana
http://paroissesaintefamilledevalcourt.org
http://mystereetvie.com
http://dimancheprochain.org
http://cursillos.ca
http://versdimanche.com
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