24 de abril de 2023 Lunes de la Tercera semana de Pascua
(Hch 6, 8-15) Llevamos, como Esteban, una esperanza: ¡el Resucitado ha abierto el cielo! ¿Se ve su presencia en mi familia, mis relaciones, mi vida de fe? ¿Estoy permitiendo que su gracia llene mi corazón e ilumine la forma en que actúo, amo y sirvo?
(Juan
6, 22-29) Recibir a los familiares para una comida es una forma de
demostrarles nuestro cariño o nuestra amistad. La comida se convierte
entonces en una celebración y el hambre queda en un segundo plano. Es un
poco lo mismo para Jesús: su pan es mucho más que pan; es prenda de vida
eterna.
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (6,8-15):
EN aquellos días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos cuantos de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba.
Entonces indujeron a unos que asegurasen:
«Le hemos oído palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios».
Alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas, y, viniendo de improviso, lo agarraron y lo condujeron al Sanedrín, presentando testigos falsos que decían:
«Este individuo no para de hablar contra el Lugar Santo y la Ley, pues le hemos oído decir que ese Jesús el Nazareno destruirá este lugar y cambiará las tradiciones que nos dio Moisés».
Todos los que estaban sentados en el Sanedrín fijaron su mirada en él y su rostro les pareció el de un ángel.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 118,23-24.26-27.29-30
R/. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor
Aunque los nobles se sienten a murmurar de mí,
tu siervo medita tus decretos;
tus preceptos son mi delicia,
tus enseñanzas son mis consejeros. R/.
Te expliqué mi camino, y me escuchaste:
enséñame tus mandamientos;
instrúyeme en el camino de tus mandatos,
y meditaré tus maravillas. R/.
Apártame del camino falso,
y dame la gracia de tu ley;
escogí el camino verdadero,
deseé tus mandamientos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,22-29):
DESPUÉS de que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos.
Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo has venido aquí?».
Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios».
Ellos le preguntaron:
«Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?».
Respondió Jesús:
«La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado».
Palabra del Señor
Buscando a Jesús
Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre ».
Esta Escritura va directo al corazón de nuestras prioridades en la vida. ¿Para qué estás trabajando? ¿Estás trabajando duro por el “alimento que perece” y solo trabajas levemente por el “alimento que permanece para vida eterna”? ¿O viceversa?
Por alguna razón, podemos obsesionarnos fácilmente con trabajar por las “cosas” de este mundo. En el pasaje anterior, la gente buscaba a Jesús porque les había dado de comer el día precedente y tenían hambre de nuevo. Estaban buscando comida, literalmente. Jesús los reprende suavemente, tomando esto como una oportunidad para señalar la verdadera razón por la que deberían buscarlo. La verdadera razón es que Él quiere proveer el alimento espiritual de la vida eterna. ¿Cuál es el alimento que Jesús quiere que busques? Esa es una pregunta que debes dejar que nuestro Señor responda en tu corazón.
Hay dos preguntas clave que debemos reflexionar aquí para dejar que Él nos responda. Primero, “¿Qué quiero en la vida?” Pasa tiempo con eso. Pasa tiempo solo y trata de ser honesto con esta pregunta. ¿Qué quieres? ¿Cuál es el deseo de tu corazón? Si eres honesto y te permites enfrentar tus deseos, lo más probable es que encuentres que tienes algunos deseos, o incluso muchos, que Cristo no ha puesto en tu corazón. Reconocer cuáles son estos deseos es el primer paso para descubrir cuál es el verdadero alimento que Jesús quiere darte.
La segunda pregunta clave es esta: “¿Estás buscando a Jesús por la razón correcta?” Cuando estamos enfermos buscamos un médico para una cura. Cuando un niño está lastimado, este niño a menudo corre hacia uno de sus padres en busca de consuelo. Esto está bien. Hacemos lo mismo. Cuando estamos perdidos y confundidos, a menudo recurrimos a Dios en busca de respuestas y ayuda. Pero, idealmente, eventualmente buscaremos a Dios por algo más que sanación o consuelo. En última instancia, buscaremos a Dios por la razón del amor. Lo buscaremos simplemente porque lo amamos y queremos amarlo aún más.
Reflexiona, hoy, sobre tu deseo de buscar o no a Jesús.
Cuando puedas comenzar a buscar a Jesús simplemente porque lo amas y quieres amarlo más, estás en el camino correcto. Y mientras caminas por ese camino, descubres que es un camino del mayor deleite y satisfacción.
Jesús, ayúdame a buscarte. Ayúdame a buscarte por la ayuda y la sanación que necesito. Pero más que eso, ayúdame a buscarte por amor. Jesús mío, te amo. Ayúdame a amarte más. Jesús, en Ti confío.
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