8 de marzo del 2023: Miércoles de la segunda semana de Cuaresma
Testigo de la fe
San Juan de Dios
Fundador de la Comunidad
de Hermanos Hospitalarios
de San Juan de Dios
Nació y murió un 8 de marzo. Nace en Portugal en 1495 y muere en Granada, España, en 1550 a los 55 años.
(Jeremías
18, 18-20 y Mateo 20, 17-28) Nos gusta mucho más que nos sirvan que servir.
Queremos ocupar los primeros lugares en lugar de los últimos. ¡Sin duda es
parte de la naturaleza humana! Sin embargo, Jeremías y Jesús nos recuerdan hoy
que servir significa querer el bien de los demás, incluso de aquellos a quienes
consideramos nuestros enemigos.
(Mateo
20, 17-28) ¡Qué diferentes de los nuestros son los pensamientos de
Dios! Para él, ser grande es servir a los pequeños; para nosotros,
muchas veces consiste en ser atendidos por los pequeños... Dios nos llama a crecer.
Primera lectura
Lectura del libro de Jeremías (18,18-20):
ELLOS dijeron:
«Venga, tramemos un plan contra Jeremías porque no faltará la ley del
sacerdote, ni el consejo del sabio, ni el oráculo del profeta. Venga, vamos a
hablar mal de él y no hagamos caso de sus oráculos».
Hazme caso, Señor,
escucha lo que dicen mis oponentes.
¿Se paga el bien con el mal?,
¡pues me han cavado una fosa!
Recuerda que estuve ante ti,
pidiendo clemencia por ellos,
para apartar tu cólera.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 30,5-6.14.15-16
R/. Sálvame,
Señor, por tu misericordia
V/. Sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R/.
V/. Oigo el cuchicheo de la gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la vida. R/.
V/. Pero yo confío en ti, Señor;
te digo: «Tú eres mi Dios».
En tu mano están mis azares:
líbrame de los enemigos que me persiguen. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo
(20,17-28):
EN aquel tiempo, subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les
dijo por el camino:
«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a
los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán
a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al
tercer día resucitará».
Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se
postró para hacerle una petición.
Él le preguntó:
«¿Qué deseas?».
Ella contestó:
«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el
otro a tu izquierda».
Pero Jesús replicó:
«No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?».
Contestaron:
«Podemos».
Él les dijo:
«Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a
mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y
llamándolos, Jesús les dijo:
«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los
oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros,
que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea
vuestro esclavo.
Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar
su vida en rescate por muchos».
Palabra del Señor
…subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo
por el camino:
«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a
los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán
a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al
tercer día resucitará».
¡Qué conversación debió haber sido aquella! Mientras
Jesús viajaba a Jerusalén con los Doce justo antes de la primera Semana Santa,
Jesús habló abierta y claramente sobre lo que le estaría esperando en
Jerusalén. Imagínese lo que habrían pensado los discípulos. En muchos
sentidos, habría sido demasiado para ellos comprenderlo en ese momento. En
muchos sentidos, los discípulos probablemente prefirieron no escuchar lo que
Jesús tenía que decir. Pero Jesús sabía que necesitaban escuchar esta
difícil verdad, especialmente cuando se acercaba el momento de la crucifixión.
A menudo, el mensaje completo del Evangelio
nos resulta difícil de aceptar. Esto se debe a que el mensaje completo del
Evangelio siempre nos señalará de manera centralizada el sacrificio de la Cruz. El
amor sacrificado y el abrazo pleno de la Cruz deben ser vistos, comprendidos,
amados, abrazados plenamente y proclamados con confianza. Pero, ¿Cómo se
hace esto? Comencemos con nuestro Señor mismo.
Jesús no temía la verdad. Sabía que Su
sufrimiento y muerte eran inminentes, y estaba listo y dispuesto a aceptar esta
verdad sin dudarlo. No vio Su Cruz en una luz negativa. No lo veía
como una tragedia a evitar. No permitió que el miedo lo disuadiera. En
cambio, Jesús miró sus inminentes sufrimientos a la luz de la verdad. Vio
su sufrimiento y muerte como un glorioso acto de amor que pronto ofrecería y,
por lo tanto, no temió no solo abrazar estos sufrimientos, sino también hablar
de ellos con confianza y coraje.
En nuestra propia vida, se nos invita a imitar
el valor y el amor de Jesús cada vez que debemos afrontar algo difícil. Cuando esto sucede, algunas de las tentaciones más comunes son enojarse
por la dificultad, o buscar formas de evitarla, o culpar a otros, o ceder a la
desesperación y cosas por el estilo. Existen numerosos mecanismos de
afrontamiento que se activan mediante los cuales tendemos a tratar de evitar
los cruces que nos esperan.
Pero, ¿y si seguimos el ejemplo de nuestro
Señor? ¿Qué pasaría si afrontamos todas y cada una de las cruces
pendientes con amor, coraje y un abrazo voluntario? ¿Qué pasaría si en
lugar de buscar una salida, buscáramos una forma de entrar, por así decirlo? Es
decir, buscáramos la manera de abrazar nuestro sufrimiento de manera
sacrificada, sin dudarlo, a imitación del abrazo de Jesús de su cruz. Cada
cruz en la vida tiene el potencial de convertirse en un instrumento de mucha
gracia en nuestra propia vida y en la vida de los demás. Por tanto, desde
la perspectiva de la gracia y la eternidad, las cruces deben abrazarse, no
evitarse ni maldecirse.
Reflexione hoy sobre cualquier dificultad que
esté enfrentando. ¿La ve de la misma manera que la ve Jesús? ¿Puede
ver cada cruz que se le da como una oportunidad para el amor sacrificado? ¿Es
capaz de abrazarla con esperanza y confianza, sabiendo que Dios puede sacar el
bien de eso? Trate de imitar a nuestro Señor abrazando con alegría las
dificultades que enfrenta y esas cruces finalmente compartirán la resurrección
con nuestro Señor.
Mi sufriente Señor, Tú abrazas libremente la
injusticia de la Cruz con amor y coraje. Viste más allá del aparente
escándalo y sufrimiento y transformaste el mal que te habían hecho en el mayor
acto de amor jamás conocido. Dame la gracia de imitar Tu perfecto amor y
hacerlo con la fuerza y la confianza que Tú tenías. Jesús, en Ti confío.
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