13 de marzo del 2023: lunes de la tercera semana de Cuaresma
(2
Reyes 5, 1-15a y Lucas 4, 24-30) La bondad de Dios no tiene límite. Se
manifestó fuera de las fronteras de Israel. ¿Por qué entonces sentirnos
amenazados cuando se manifiesta fuera de las fronteras de la Iglesia?
Primera lectura
Lectura del segundo libro de los Reyes (5,1-15a):
EN aquellos días, Naamán, jefe del ejército del rey de Siria, era hombre
notable y muy estimado por su señor, pues por su medio el Señor había concedido
la victoria a Siria.
Pero, siendo un gran militar, era leproso.
Unas bandas de arameos habían hecho una incursión trayendo de la tierra de
Israel a una muchacha, que pasó al servicio de la mujer de Naamán. Dijo ella a
su señora:
«Ah, si mi señor pudiera presentarse ante el profeta que hay en Samaría. Él lo
curaría de su lepra».
Fue (Naamán) y se lo comunicó a su señor diciendo:
«Esto y esto ha dicho la muchacha de la tierra de Israel».
Y el rey de Siria contestó:
«Vete, que yo enviaré una carta al rey de Israel».
Entonces tomó en su mano diez talentos de plata, seis mil siclos de oro, diez
vestidos nuevos y una carta al rey de Israel que decía:
«Al llegarte esta carta, sabrás que te envío a mi siervo Naamán para que lo
cures de su lepra».
Cuando el rey de Israel leyó la carta, rasgó sus vestiduras, diciendo:
«¿Soy yo Dios para repartir vida y muerte? Pues me encarga nada menos que curar
a un hombre de su lepra. Daos cuenta y veréis que está buscando querella contra
mí».
Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus
vestiduras y mandó a que le dijeran:
«Por qué has rasgado tus vestiduras? Que venga a mí y sabrá que hay un profeta
en Israel».
Llegó Naamán con sus carros y caballos y se detuvo a la entrada de la casa de
Eliseo. Envió este un mensajero a decirle:
«Ve y lávate siete veces en el Jordán. Tu carne renacerá y quedarás limpio».
Naamán se puso furioso y se marchó diciendo:
«Yo me había dicho: “Saldrá seguramente a mi encuentro, se detendrá, invocará
el nombre de su Dios, frotará con su mano mi parte enferma y sanaré de la
lepra”. El Abaná y el Farfar, los ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas
las aguas de Israel? Podría bañarme en ellos y quedar limpio».
Dándose la vuelta, se marchó furioso. Sus servidores se le acercaron para
decirle:
«Padre mío, si el profeta te hubiese mandado una cosa difícil, ¿no lo habrías
hecho? ¡Cuánto más si te ha dicho: “Lávate y quedarás limpio”!».
Bajó, pues, y se bañó en el Jordán siete veces, conforme a la palabra del
hombre de Dios. Y su carne volvió a ser como la de un niño pequeño: quedó
limpio.
Naamán y toda su comitiva regresaron al lugar donde se encontraba el hombre de
Dios. Al llegar, se detuvo ante él exclamando:
«Ahora conozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel».
Palabra de Dios
Salmo
Sal 41,2.3;42,3.4
R/. Mi
alma tiene sed del Dios vivo:
¿Cuándo veré el rostro de Dios?
V/. Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío. R/.
V/. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? R/.
V/. Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada. R/.
V/. Me acercaré al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
y te daré gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas
(4,24-30):
HABIENDO llegado Jesús a Nazaret, le dijo al pueblo en la sinagoga:
«En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo
aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando
estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo
el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de
Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en
tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino
Naámán, el sirio».
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron
fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que
estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.
Palabra del Señor
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Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y,
levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del
monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.
Uno de los primeros lugares a los que Jesús
fue para comenzar Su ministerio público fue Su propia ciudad natal. Después
de entrar a la sinagoga y leer del profeta Isaías, Jesús proclamó que la
profecía de Isaías ahora se cumplía en Su misma persona. Esto hizo que la
gente de su pueblo se indignara con él, pensando que estaba blasfemando. Así
que, sorprendentemente, buscaron matar a Jesús de inmediato expulsándolo de su
pueblo a la cima de una colina de la que tenían la intención de arrojarlo. Pero
entonces sucedió algo fascinante, Jesús “se
abrió paso entre ellos y seguía su camino".
El Padre eventualmente permitió que ocurriera
el grave mal de la muerte de Su Hijo, pero solo en Su tiempo. No está
claro en este pasaje cómo Jesús pudo evitar ser asesinado en ese momento al
comienzo de Su ministerio, pero lo que es importante saber es que Él pudo
evitar esto porque no era Su momento. El Padre tenía más que hacer para
Jesús antes de permitirle ofrecer su vida gratuitamente por la salvación del
mundo.
Esta misma realidad es válida para nuestras
propias vidas. Dios permite que ocurra el mal, a veces, debido al don
irrevocable del libre albedrío. Cuando las personas eligen el mal, Dios
les permitirá seguir adelante, pero siempre con una advertencia. La
advertencia es que Dios solo permite que el mal sea infligido a otros cuando
ese mal puede ser utilizado en última instancia para la gloria de Dios y para
alguna forma de bien. Y solo está permitido en el tiempo de Dios. Si
hacemos el mal por nosotros mismos, eligiendo el pecado en lugar de la voluntad
de Dios, entonces el mal que hagamos terminará en nuestra propia pérdida de la
gracia. Pero cuando somos fieles a Dios y otro nos impone algún mal
externo, Dios lo permite solo cuando ese mal puede ser redimido y usado para Su
gloria.
El mejor ejemplo de esto es, por supuesto, la
pasión y muerte de Jesús. Un bien mucho mayor surgió de ese evento que el
mal mismo. Pero solo fue permitido por Dios cuando era el momento
adecuado, de acuerdo con la voluntad de Dios.
Reflexione hoy sobre el hecho glorioso de que cualquier mal o
sufrimiento que se le inflija injustamente puede terminar en la gloria de Dios
y en la mayor salvación de las almas. No importa lo que pueda sufrir en
la vida, si Dios lo permite, entonces siempre es posible que ese sufrimiento
comparta el poder redentor de la Cruz. Considere cualquier sufrimiento que
haya soportado y abrácelo libremente, sabiendo que, si Dios lo permite,
ciertamente tiene un propósito mayor en mente. Entregue ese sufrimiento
con la mayor confianza y fe y permita que Dios haga cosas gloriosas a
través de él.
Dios de toda sabiduría, sé que sabes todas las
cosas y que todas las cosas pueden usarse para tu gloria y para la salvación de
mi alma. Ayúdame a confiar en Ti, especialmente cuando soporto el
sufrimiento en la vida. Que nunca me desespere cuando me traten
injustamente y que mi esperanza esté siempre en Ti y en Tu poder para redimir
todas las cosas. Jesús, en Ti confío.
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