19 de marzo del 2023: cuarto domingo de Cuaresma (ciclo A)

 

La fe abre los ojos

 

En el camino hacia la Pascua, el Señor se nos ofrece como una luz para guiar nuestros pasos. Él viene a abrir nuestros ojos para que podamos reconocer su presencia. Él ve las dificultades que tenemos y nos recuerda su presencia, especialmente en los días sombríos u oscuros como los actuales. 


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Por la fe y el bautismo, acogemos a Cristo que nos abre los ojos. La experiencia del ciego de nacimiento,  muestra bien lo que significa llegar a ser cristiano, hijo de la LUZ.

 

Primera lectura

Lectura del primer libro de Samuel (16,1b.6-7.10-13a):

En aquellos días, el Señor dijo a Samuel: «Llena la cuerna de aceite y vete, por encargo mío, a Jesé, el de Belén, porque entre sus hijos me he elegido un rey.»
Cuando llegó, vio a Eliab y pensó: «Seguro, el Señor tiene delante a su ungido.»
Pero el Señor le dijo: «No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón.»
Jesé hizo pasar a siete hijos suyos ante Samuel; y Samuel le dijo: «Tampoco a éstos los ha elegido el Señor.»
Luego preguntó a Jesé: «¿Se acabaron los muchachos?»
Jesé respondió: «Queda el pequeño, que precisamente está cuidando las ovejas.»
Samuel dijo: «Manda por él, que no nos sentaremos a la mesa mientras no llegue.»
Jesé mandó a por él y lo hizo entrar: era de buen color, de hermosos ojos y buen tipo.
Entonces el Señor dijo a Samuel: «Anda, úngelo, porque es éste.»
Samuel tomó la cuerna de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. En aquel momento, invadió a David el espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante.

Palabra de Dios

 

 

Salmo

Sal 22,1-3a.3b-4.5.6

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta


El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.

Tu bondad y tu misericordia
me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.

 


Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (5,8-14):

En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz –toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz–, buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciadlas. Pues hasta da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas. Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz. Por eso dice: «Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz.»

Palabra de Dios

 

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (9,1.6-9.13-17.34-38):

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).»
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a pedir?»
Unos decían: «El mismo.»
Otros decían: «No es él, pero se le parece.»
Él respondía: «Soy yo.»
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.»
Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.»
Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?»
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?»
Él contestó: «Que es un profeta.»
Le replicaron: «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?»
Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?»
Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.»
Él dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.

Palabra del Señor

 

 

A guisa de introducción:

 

Llegar a ser luz

 


El desaparecido escritor portugués José Saramago (1922  +2010), tenía una forma de escribir sugerente y arrobadora. Sus imágenes dantescas o la descripción de situaciones plenas de absurdo o sin sentido, conquistaron y siguen conquistando a muchos lectores en el mundo. Por esto mismo, los escritos del autor lusitano pueden causar 2 diferentes reacciones en sus lectores, sea una crítica pesimista alrededor de la existencia humana y su absurdo o por el contrario lanzar al lector hacia un cuestionamiento de las estructuras, de las personas y las causas que dan origen a escenarios plenos de tragedia, oscuridad y sin sentido.

Al momento de galardonarlo con el Nobel de Literatura, La Academia Sueca destacó su capacidad para «volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía».[

 Saramago es el autor de la novela llamada  “Ensaio sobre a Cegueira “ o “Ensayo sobre la ceguera”, en francés se le tituló  “L”aveuglement”.

 EL libro apareció en 1995  La obra narra como una extraña epidemia condena a una ciudad a la ceguera blanca. A través de su parábola bien narrada, José Saramago  aborda las consecuencias de la ceguera que afecta a toda la humanidad.

 Aquel libro que leí en el verano de 1998 me impresionó bastante, pues la novela subraya las consecuencias de la pérdida de los principios de la civilización, en la escena aparecen seres humanos que luchan por sobrevivir ante la enfermedad devastadora y enceguecedora…Cuando no hay luz, cuando “No se quiere ver” o no se ve, la deshumanización avanza sin freno.

La liturgia de este domingo nos habla de esa luz perenne…que nos hace seres nuevos, llevándonos a la plenitud de nuestro bautismo.

 No sé si ustedes sabrán y o recordarán que los evangelios del 3er, 4o y 5o domingo de cuaresma están dirigidos a los catecúmenos, a quienes se preparan para recibir el bautismo. Cada Evangelio pretende evocar una imagen de Jesús clave para nuestra vida consagrada de fe y de servicio:

el domingo pasado (3o) se nos presentaba en el encuentro con la Samaritana a Jesús como fuente inagotable de vida,

el domingo que viene (5o) se hará referencia a Jesús como la Resurrección y la Vida al devolverle la vida a Lázaro y

este 4o domingo nos presenta el encuentro de Jesús con el ciego de nacimiento, para manifestarnos que Él es la única y verdadera, y definitiva luz del mundo.

 Además de mostrar a Jesús como el Salvador, esta curación del ciego nos enseña la profunda significación del bautismo. Por este sacramento, llegamos a ser hijos de la luz. Recibimos la luz de Cristo resucitado: luz de Pascua que ha vencido la noche de la tumba y es fuego de Pentecostés que inunda nuestros corazones del amor a Dios y a los demás.

 Esta luz, la hemos recibido para vivir todos los días y propagarla alrededor de nosotros.

En el evangelio de San Juan, vemos a un  hombre que nunca ha visto una sonrisa, ni lágrimas. Él no puede admirar el azul del cielo ni el verde de la primavera. Vive en un mundo sin luz, donde solo cuentan el tacto y el oído. A la salida del templo, Jesús lo ve. En él reconoce a todos los seres humanos, esos ciegos que andan a tropezones en un mundo de tinieblas y de horizontes cerrados. Es ahora cuando Jesús toma la iniciativa de repetir el gesto del Creador (Gen 2,7). Con el barro y por su palabra: “ve a lavarte…”, hace del ciego un ser nuevo. El invidente pasa de las tinieblas de la noche a la luz del día, a la luz de la fe que abre los ojos de su corazón: “yo creo Señor”.

 Una de las Gracias de la Cuaresma es tomar conciencia de que somos bautizados llamados a vivir como hijos (as) de la luz.

 


Una aproximación psicológica al texto del Evangelio:

 

Estás seguro de que ves?

 


En su primera carta, Juan nos pide mantener nuestras “entrañas abiertas” de cara a nuestros hermanos; es decir, dejarnos invadir interiormente por lo que ellos son y por lo que ellos viven (1 Jn 3,17).

Cuando por egoísmo o por miedo, yo cierro mis entrañas, cuando yo me vuelvo duro interiormente, la realidad exterior no puede tocarme más ni tampoco interrogarme. El diálogo extraído de este pasaje del evangelio, ilustra bien este fenómeno de insensibilidad, presentándonos la reacción de fariseos después de la curación realizada en el hombre y ante quien sus ojos están cerrados.

- -No es aquel que estaba ciego?;

- -Sí, es él;

- -Sí, pero ha sido curado un día de Sabbat, entonces Jesús no viene de Dios;

- -…Y por tanto Él ha hecho un milagro…;

- -Vamos a preguntarle a sus padres si él estaba verdaderamente ciego;

Si, él lo estaba;

-  -Nosotros, de todas formas preferimos ser discípulos de Moisés;

-  -…ustedes, a pesar de todo, están en presencia de alguien que hace milagros en nombre de Dios…

-  -Tú, no vengas para darnos lecciones, tú no eres nadie!

     Los fariseos de ninguna manera se dejan interpelar por los eventos nuevos, mismo si Jesús les recuerda que su misión consiste justamente en cuestionarse. Él les dice: “si ustedes fueran ciegos no tendrían pecado” (v.41).

 Dicho de otra manera, si ustedes admitieran que tienen un problema, y que hay cosas que dificilmente ustedes ven, que les cuesta comprender, ustedes no tendrían pecado, pero ustedes niegan su problema, su dificultad de ver: “ustedes dicen: nosotros vemos; por eso su pecado permanece”.

Jesús interroga a todo el mundo. Cuando digo que yo no veo, yo estoy preparado para interrogarme, para morir (renunciar) a mis viejas creencias o actitudes que me impiden ver. Y de repente, yo llego a ser capaz de aprender de nuevo a ver, a amar y a vivir. Porque Jesús hace que me pregunte en mi incapacidad confesada  y me dice: estas  seguro de que  no ves nada? Fija tu mirada acá (sobre mí) para ver…y yo comienzo entonces  a comprender cosas…

Inversamente, Jesús les dice  a aquellos que dicen ver,  o que se dicen “que todo está bajo control”: “estás plenamente seguro de que ves claro, y que comprendes todo?” Y de repente, la persona llega a comprender que no ve todo, que no todo está bajo control como pensaba. Y una vez que ella acepta o dice: “Yo no veo”, se alista para nacer de nuevo, para comprometerse en el momento indicado en su liberación personal.

El pecado no es tener problemas, sino más bien, el pecado consiste en negarlos para evitar tomarlos en serio, en las manos…Como nos decía un viejo profesor sabio en el seminario: “no te preocupes o te despreocupes… ocúpate!”

Para un cuestionamiento:

Jesús afirma: “es para una interrogación (una dificultad, una protesta) que yo he venido al mundo”. Acoger la salvación, es aceptar dejarse interrogar o cuestionar por Jesús. Esta afirmación puede llevarnos a parafrasear la primera carta de San Juan: “Quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (Jn 4,20) llegando a ser: “Aquel que no se deja inquietar (cuestionar) por su hermano, a quien ve, no puede dejarse interrogar por Jesús a quien no ve”. Aquel que no tolera que se le hable de sí mismo, de sus actitudes y de sus comportamientos, no tolerará en suma que Jesús lo haga de igual manera por su Palabra”.

 Una de las razones por las cuales nosotros rechazamos los cuestionamientos, es evidentemente por nuestro miedo a cambiar algo en nuestra manera de ver y de hacer. Es por ello que nosotros somos- de manera más tendenciosa- llevados a mantener los otros (“a raya”) a distancia, por miedo a que un verdadero encuentro con ellos no venga a descubrirnos nuestra vivencia de engaño. “En efecto, todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas” (Jn 3,20).

Como Jesús lo dice aquí, nosotros no queremos ser desenmascarados, preferimos conservar nuestra máscara de tal modo que los demás no sepan qué pasa en realidad en nuestra vida. Pues, si ellos llegaran a conocernos tal como realmente somos, quizás entonces dejarían de amarnos. Y si hay algo que no queremos perder, es bien seguro, la estima de los otros. En efecto, cuando nosotros funcionamos (lo que ocurre frecuentemente) teniendo como principio extravagante (raro, loco…) que si los otros dejan de pensar bien de nosotros, nuestra vida no tiene ningún sentido.

Ahora, Jesús ha vivido justamente lo contrario y nos dice también exactamente lo contrario.  Tú, relájate , no intentes pretenderte perfecto, no ambiciones nunca de ningún modo arreglar tus problemas antes de dejarte conocer. “Quien buscara conservar su vida (a los ojos de los hombres) la perderá, y quien la perdiera la salvará” (Lucas 17,33). Si quieres salvar todo sin arriesgar nada, sin cambiar nada, tú perderás todo. Pero si aceptas arriesgar cosas (la bella imagen que los otros tienen de ti, tu seguridad interior…), si asumes el riesgo de reconocer y o admitir tus limitaciones, tus errores y tus contradicciones, tu saldrás adelante. Y es para ayudarte a vivir este caminar de cuestionamiento para lo que yo he venido…

 

Reflexión Central

 

La sanación del ciego de nacimiento

 


 Este 4o domingo de Cuaresma es domingo de la alegría:

Es la alegría de Jesé y su hijo David, designado este último para ser rey, superando toda expectativa  y mirada humana.  Dios por medio de Él  intervendrá para darle la salvación al pueblo de Israel. En efecto de la rama de David surgirá José y finalmente Jesús el Mesías.

Es también la alegría de los catecúmenos que en aquellos lugares donde se preparan para el bautismo, viven hoy la 2a etapa de su bautismo. Niños en edad escolar y adultos, aquí y allá, se han puesto en camino para este gran evento de su bautismo.

A lo largo de toda esta Cuaresma, hemos sido invitados a "cambiar nuestros corazones". Los textos bíblicos que hemos escuchado nos invitan a cambiar nuestra mirada sobre las personas y los acontecimientos.

"Dios no mira como miran los hombres. Los hombres miran la apariencia. Dios ve el corazón. Tener el corazón de Dios es ver las cualidades y la grandeza de aquel que es pequeño, débil y despreciado. Es reconocer que él también, es capaz de grandes cosas.

El día de nuestro bautismo, fuimos introducidos en el mundo de la luz. San Pablo nos dice que esto fue posible por la gracia de Cristo. Él es la "Luz del mundo". Él mismo nos invita a vivir como "hijos de la luz". Lo que nos debe guiar es la Luz que está en Jesús, es decir su amor. Él está siempre ahí para enseñarnos a ver los otros con la mirada de Dios, una mirada plena de misericordia.

En el Evangelio, vemos a Jesús que sana a un mendigo ciego de nacimiento. Él le abre los ojos dos veces. Él comienza por darle la vista que le permitirá ver a las personas y el mundo que le rodea. Y en un segundo momento, le abre los ojos de la fe. Todo esto se hace de manera progresiva. En un primer momento, el hombre curado habla del "hombre a quien se le llama Jesús"; enseguida el ciego ve en Jesús un profeta; pues cuando se encuentra delante de Él, se arrodilla diciendo: "Yo creo Señor".

Al igual que este hombre, nosotros estamos llamados a pasar de las tinieblas a la luz, a menudo, nosotros somos ciegos o mal videntes.

Este ciego de nacimiento es el símbolo de la humanidad sumergida en las tinieblas. Pero por el bautismo, ella descubre la luz de Cristo. Para los que se convierten por primera vez, es una iluminación. Es la Palabra del Evangelio de San Juan que se realiza: "El verbo era la Luz venida a este mundo que ilumina a todo hombre".

El escritor portugués ateo ya fallecido José Saramago, escribió un librito llamado "Ensayo sobre la ceguera", su historia fue llevada al cine en 2008. En él, el escritor lusitano nos presenta una metáfora sobre las catástrofes sanitarias, tipo gripa aviar; es una parábola sobre la ceguera espiritual de una civilización obnubilada por el confort material y nos ofrece una reflexión sobre los límites de las sociedades democráticas, es una interrogación sobre la animalidad del hombre en situación extrema. La única luz de esperanza en esta historia es una mujer a  quien no la ha tocado la extraña ceguera y se ofrece como voluntaria para ser guía y esperanza de los múltiples ciegos que va provocando la epidemia…

Así pues, ante este hombre curado y salvado del evangelio, están todos aquellos que están ciegos en su espíritu y en su corazón; están aquellos que se sumergen cada vez más en su ceguera que es aquella del pecado. Como el búho o la lechuza el murciélago, ellos son ciegos ante la luz del día. La Luz de Dios, la luz del día, los atemoriza, los confunde.

Pero nosotros no debemos tener miedo de la luz de Jesucristo; Él se nos presenta como el sol que hará luminosa y radiante nuestra vida.

Hay otra constatación: a veces sucede que el sol se esconde: hay nubes, dificultades, pruebas; también está la noche. Pero cuando es de noche, no nos asalta la idea de dudar de la existencia del mismo sol a pesar que no lo veamos. El amor del Señor está siempre presente, mismo cuando todo va mal. Él está siempre ahí para iluminarnos y con frecuencia es Él quien nos lleva de la mano. Él quiere conducirnos hacia la victoria sobre el pecado y sobre la muerte. Todo el Evangelio no hace más que repetirnos una y otra vez que Él ha venido para buscar y salvar los que  estaban perdidos. "La Gloria de Dios es el hombre viviente", dice san Ireneo.

Enseguida el Evangelio nos hablará de sufrimientos, de la Pasión y de la muerte de Jesús; es ahí donde Él ha asumido todas las miserias y todos los handicaps  (limitaciones) del mundo.

Jesús nos revela un Dios que no explica el porqué del sufrimiento, que no condena, pero que echa sobre sus hombros el pecado del mundo. Él se hace solidario de todos aquellos que "nacen así". Y, sobre todo, Él llega a ser fuente de toda sanación y de la salud total del ser humano.

Dios no toma partido por la miseria del hombre, Él la asume, no siente lástima, sino que va más allá, se compadece (padece con). La Cruz no es un signo de fracaso o de resignación; es una protesta, una victoria sobre todo aquello que denigra, disminuye, hace perder al ser humano. Jesús nos da un signo de victoria pascual abriendo los ojos del ciego de nacimiento, donándole un acceso a otra luz, la luz de la FE.

Es también a esta luz que la samaritana ha podido acceder (domingo pasado). Y el próximo domingo, descubriremos a Jesús devolviéndole la vida a Lázaro. A través de este signo, Él se consolidará como el vencedor, dominador de todas las limitaciones, incluyendo al último, la muerte.

Vivir la Cuaresma, es acoger esta luz que viene de Jesús. Esta luz es la de la FE. Ella nos ayuda a ver las personas y los acontecimientos, repito, con la mirada de Dios. Como el ciego curado, llegaremos a ser testigos de Cristo. Podremos proclamar nuestra fe con decisión y arrojo:

"Yo creo en Dios quien es LUZ,

yo creo en Dios, Él es mi Padre".

¡Amén!

 


2

“Yo solo sé que estaba ciego y ahora veo”

 

A través de muchas imágenes y símbolos, San Juan nos revela la identidad de Jesús:

Él es el vino nuevo de las bodas de Caná;

el buen pastor que guía sus ovejas;

el agua fresca del pozo de Sicar (evangelio del domingo pasado);

el pan compartido para la multitud en el desierto;

el nuevo templo de Dios;

la luz del mundo (evangelio de hoy);

el camino, la verdad, la resurrección y la vida (evangelio del próximo domingo).

 En todos sus textos se encuentra la proclamación pascual de la divinidad de Jesús.

 El tema de la luz aparece por 5 veces en el evangelio de Juan y afirma que Jesús es la luz del mundo.

 El episodio de la curación del ciego de nacimiento es una ilustración de esta revelación evangélica.

 En los 41 versículos del relato de hoy, en dos solamente (v. 6-7) se hace alusión propiamente dicha a la curación del ciego. Esto nos indica que el interés del evangelista no se sitúa en el aspecto maravilloso y extraordinario de la curación, sino sobre su función de signo y de revelación. Juan nos dice que “esos signos” (milagros) han sido puestos por escrito, para que nosotros creamos que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengamos la vida en su nombre (Jn 20,31).

 En el arte cristiano de las catacumbas, la escena de la curación del ciego de nacimiento aparece 6 veces y casi siempre como ilustración del bautismo. A partir del siglo 4º, el texto de hoy con el texto de la samaritana (leído el domingo anterior) y aquel de la resurrección de Lázaro (domingo próximo), preparaba a los nuevos cristianos para recibir el bautismo durante la liturgia de la vigilia de Pascua. Aquella noche, los nuevos bautizados mientras cantaban el salmo 22 (El señor es mi Pastor), recibían el sacramento de la confirmación y participaban en su primera eucaristía.

 El bautismo era visto como el debut de una relación con Dios, una fuente de agua viva, una vida nueva. Este sacramento permitía hacer parte del Reino de Dios.

 Estos textos de los domingos de cuaresma eran una preparación para los catecúmenos, pero a la vez invitaba a los cristianos a renovar sus promesas bautismales. La fe no es jamás estática; ella es un camino, un crecimiento, una maduración que progresa a lo largo de la vida y cada año el tiempo de cuaresma es una excelente ocasión para profundizar nuestra fe y madurarla más.

El texto de hoy cuenta entonces mucho más que un milagro. El encuentro de Jesús y del ciego de nacimiento sucede poco después que el señor había dicho: “Yo soy la luz del mundo. Aquel que me sigue no camina en tinieblas y tiene la luz de la vida” (Jn 8,12)

Cristo le ha permitido al ciego  ver con sus ojos pero sobre todo, le ha posibilitado una nueva visión de la vida y del mundo.

El ciego incapaz de distinguir la luz y los colores es la imagen de todo ser humano desorientado, que busca ver y comprender. Nosotros estamos habituados más que todo a percibir el exterior de las cosas, el aspecto más superficial. Nuestra cultura afirma que las personas son hermosas en función de su belleza física, de sus vestidos, de sus bellas casas, de sus autos lujosos, de su posición social, de sus grandes riquezas, etc. Pero ello puede ser una máscara que esconde una realidad más angustiante y mucho más materialista que espiritual…(aparente)

Saint- Exupéry en su libro “El Principito” decía: “No se ve que, con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”. Nuestros encuentros en la misa del domingo nos permiten ver con el corazón, de ver el mundo a través de los ojos de Dios. Jesús nos invita a mejorar nuestra manera o modo de ver las cosas. Él nos propone una nueva visión de la vida de familia, de nuestra relación con los otros, de nuestra capacidad de perdonar, de nuestra fragilidad humana, de la enfermedad y de la muerte. ¡Él nos invita a ver todo ello con los ojos de Dios!

Esta nueva mirada puede aportarnos la alegría, la serenidad y la paz. Dios está con nosotros, Él nos acompaña y nos ofrece una solución de amor para los problemas cotidianos. San Pablo agrega: “En otro tiempo ustedes eran oscuridad, pero ahora (en el presente) ustedes son luz en el Señor; conduzcámonos como hijos de la luz, porque el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad” (Efesios 5,8-9).

Como cristianos no podemos contentarnos de ser iluminados, debemos también ser «testigos de la luz » (Jn 1,8) En el drama de Paul Claudel, "El Padre humillado", la joven ciega decía a un cristiano: “ustedes que ven, que han hecho de la luz?”

La fe no se reduce a una serie de creencias teóricas, de tradiciones y de costumbres. La fe es una nueva manera de ver el mundo y de vivir bien su vida.

 La realidad iluminada por el Señor Jesús toma entonces otra coloración.

 

 

 3


El santo drama de la Gracia



Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?»
Él contestó: «¿Y quién es, Señor, ¿para que crea en él?»
Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.»
Él dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.

Juan 9:35–38

 

 

Esta es la conclusión de la historia de la curación del ciego de nacimiento. Es la quinta de siete señales (milagros) en el Evangelio de Juan que apuntan a la divinidad de nuestro Señor. Esta curación confirmó especialmente la enseñanza de Jesús del capítulo anterior: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”Juan 8:12 ). 

Jesús fue la Luz que vino a disipar todas las tinieblas, y ahora ilustra este hecho abriendo los ojos del ciego. Esta historia es bastante larga y detallada. Los detalles que incluye hacen que sea mucho más que un milagro. También es una historia dramática que revela tanto las consecuencias de rechazar a Jesús, como las bendiciones que recibe quien se vuelve a Jesús en la fe.

Empezamos con el detalle de que este hombre es ciego de nacimiento. Era un error común en ese momento que tal defecto de nacimiento podría haber sido causado por los pecados de los padres. En parte, esto provino de una mala lectura de Éxodo 20:5–6, en donde Dios dijo que inflige castigo “sobre los hijos de los que me aborrecen, hasta la tercera y cuarta generación”. 

Jesús aclara que no fue así; la ceguera de este hombre fue el resultado del desorden natural experimentado por la humanidad como resultado del pecado original. Si la humanidad nunca hubiera sido expulsada del Jardín del Edén, las enfermedades y los desórdenes naturales nunca habrían existido. Por eso, debemos entender que todos somos “ciegos” en el sentido de haber nacido en el estado de pecado original y, por lo tanto, necesitados de la gracia de la vista espiritual.

La curación de este hombre se hace puramente por iniciativa de Jesús. Esto demuestra que la acción sanadora de Dios en nuestra vida es siempre iniciativa suya. Pero Jesús claramente le ofreció sanación  a este hombre porque sabía que el hombre finalmente llegaría a tener fe en Él, que es la sanación mucho más importante que tuvo lugar en esta historia.

Después de que el hombre es sanado, se desarrolla un drama muy interesante. Los fariseos se enteran de la curación y comienzan a interrogar al hombre. Posteriormente, también interrogan a los padres del hombre y luego al hombre por segunda vez. A lo largo de sus interrogatorios suceden dos cosas. Primero, los fariseos poco a poco se vuelven más agitados, más irracionales y terminan por rechazar por completo tanto esta señal milagrosa como a Jesús mismo. 

El hombre, sin embargo, comienza con lo que parece ser un poco de ignorancia acerca de Jesús, pero a medida que es interrogado y desafiado a explicar su curación, profundiza y aclara sus convicciones, para terminar en la fe más profunda cuando clama a Jesús: “Yo sí creo, Señor.” Luego se nos dice que el hombre se postra ante Jesús, es decir, lo adora.

El desarrollo dramático de esta historia nos enseña que cuando recibimos la gracia de Dios al escuchar Su santa Palabra pronunciada y ser testigos de Su mano poderosa obrando, debemos tomar una decisión. O respondemos con fe y poco a poco nos adentramos más en esa fe, o la racionalizamos y rechazamos la acción salvadora de Dios en nuestras vidas. No es posible simplemente permanecer indiferente al Evangelio cuando lo escuchamos hablar o cuando vemos sus efectos que nos cambian a nosotros o a otros.

Reflexione, hoy, sobre los dos caminos que esta señal del Cielo tuvo sobre los presentes ante este milagro. Usted también está presente en este milagro a través de su lectura. ¿Cómo responderá? ¿Imitará a los fariseos y descartará las profundas verdades espirituales que transmite esta acción? ¿O se va a abrir al poder transformador de esta sanación? Comprométase con el camino de este ciego. Dígale a nuestro Señor: “Creo, Señor”. Aplique esas palabras a cada acción de Jesús en su vida y permita que esa fe lo lleve a adorar a Aquel que es la Luz del Mundo.

 

Jesús, Luz del Mundo, Tú viniste a disipar las tinieblas causadas por el pecado original. Viniste a sanar nuestra ceguera y a abrir los ojos de nuestras almas a Tu verdadera Luz. Por favor, abre mis ojos para que pueda ver, y dame el coraje que necesito para profesar mi fe en Ti y adorarte con todo mi corazón. Jesús, en Ti confío.

 

Para la revisión de vida:

 

1. Este evangelio describe con humor las peripecias vividas por un mendigo ciego con vistas a ser sanado. ¡Qué camino el suyo! Pasa por todo tipo de emociones: alegría de ser curado, miedo ante ciertas reacciones, paz en el encuentro con el Señor…cuántos santos han pasado por diferentes emociones que han pensado en un determinado momento que sus proyectos fracasarían antes de ser conducidos a la alegría. Señor, continúa abriéndome los ojos y ayúdame a avanzar en mi camino de fe.

 

2. En la mayoría de los relatos de sanación, la palabra y una imposición de manos son suficientes para hacer el milagro. Aquí, los gestos de Jesús son sorprendentes: Él escupe por tierra, hace lodo o barro que aplica sobre los ojos del hombre, después lo envía a lavarse en un lugar que significa precisamente "enviar". El agua y la tierra son utilizados para anunciar una nueva creación y esta sanación convierte al hombre en un enviado. Le pido al Señor la gracia de ser tocado por Él y ser a mi turno un ENVIADO.

 

3. Esta sanación desconcierta, confunde. En efecto, ¿cómo es posible sanar una ceguera de nacimiento, signo de un gran pecado? ¿Por qué este curandero hace esto en día de sabbat (sábado) cuando no es permitido trabajar con sus manos, no es permitido hacer barro ni lavarse? Nada cuadra en esta escena y la alabanza por la sanación pasa en último plano. Reconozco la dificultad, que tengo a veces de alabar ante aquello que no comprendo o que no entra en las normas, en mi lógica humana y mental (en mis razonamientos). Libérame, Señor de mis perjuicios.

 

 

 

ORACIÓN- CONTEMPLACIÓN

 

Hay días Señor,

en que la indiferencia o los prejuicios me enceguecen.

Los ojos se me cierran ante la grandeza y belleza de los demás.

Permíteme ver todo el amor que tú les ofreces.

 

En los momentos de debilidad, de fatiga,

mismo en los días que yo pierdo de vista la razón de mi vida,

tócame, Señor.

Pon barro sobre los ojos de mi corazón para que yo vea

todas las personas que me aman me guían y me dan seguridad.

Ellas son la luz sobre la ruta de mi fe.

 

Abre mis ojos ante todo lo que es bello y bueno alrededor mío:

El arroyo que canta en el verano,

las parejas que irradian la confianza,

la ternura de mi esposo (a), la de mis suegros y mi madre,

la mirada luminosa de mis nietos.

 

Permíteme ver Señor,

las personas que tienen necesidad de mis manos y de mi inspiración

para que ellas vuelvan a encontrar gusto ante la vida y la alegría.

¡Amén!

 

 

Referencias bibliográficas:

 

http://vieliturgique.ca

 

http://prionseneglise.ca

 

http://ciudadredonda.org (para los textos de la liturgia)

 

Pequeño Misal "Prions en Église"

 

 

 HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus

 

http://dimancheprochain.org

 

http://cursillos.ca (Reflexión del P. Allard)

 

http://mystereetvie.com

 

http://versdimanche.com

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