17 de marzo del 2023: viernes de la tercera semana de Cuaresma
(Oseas
14, 2-10) Es cuando la fachada de nuestras bellas apariencias se ha
derrumbado que Dios finalmente logra hablarnos nuevamente de su amor que nos
eleva, nos hace florecer de nuevo y embalsamar la vida que nos rodea.
(Marcos
12, 28b-34) “Oye, Israel…” Escuchar es, por así decirlo, el primer paso en
el amor. En primer lugar, nos permite conocer y amar a Dios con todo nuestro
corazón. Entonces, visto que escuchar promueve el amor de Dios, también permite
el amor al prójimo.
Primera lectura
Lectura de la profecía de Oseas (14,2-10):
ESTO dice el Señor:
«Vuelve, Israel, al Señor tu Dios,
porque tropezaste por tu falta.
Tomad vuestras promesas con vosotros,
y volved al Señor.
Decidle: “Tú quitas toda falta,
acepta el pacto.
Pagaremos con nuestra confesión:
Asiria no nos salvará,
no volveremos a montar a caballo,
y no llamaremos ya ‘nuestro Dios’
a la obra de nuestras manos.
En ti el huérfano encuentra compasión”.
“Curaré su deslealtad,
los amaré generosamente,
porque mi ira se apartó de ellos.
Seré para Israel como el rocío,
florecerá como el lirio,
echará sus raíces como los cedros del Líbano.
Brotarán sus retoños
y será su esplendor como el olivo,
y su perfume como el del Líbano.
Regresarán los que habitaban a su sombra,
revivirán como el trigo,
florecerán como la viña,
será su renombre como el del vino del Líbano.
Efraín, ¿qué tengo que ver con los ídolos?
Yo soy quien le responde y lo vigila.
Yo soy como un abeto siempre verde,
de mí procede tu fruto”.
¿Quién será sabio, para comprender estas cosas,
inteligente, para conocerlas?
Porque los caminos del Señor son rectos:
los justos los transitan,
pero los traidores tropiezan en ellos».
Palabra de Dios
Salmo
Sal 80,6c-8a.8bc-9.10-11ab.14.17
R/. Yo
soy el Señor, Dios tuyo: escucha mi voz
V/. Oigo un lenguaje desconocido:
«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.
Clamaste en la aflicción, y te libré. R/.
V/. Te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.
Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel! R/.
V/. No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto. R/.
V/. ¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!
Los alimentaría con flor de harina,
los saciaría con miel silvestre». R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos
(12,28b-34):
EN aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
«¿Qué mandamiento es el primero de todos?».
Respondió Jesús:
«El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor:
amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu
mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti
mismo”. No hay mandamiento mayor que estos».
El escriba replicó:
«Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo
y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el
entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más
que todos los holocaustos y sacrificios».
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:
«No estás lejos del reino de Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Palabra del Señor
“Escucha, Israel, el Señor,
nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón,
con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”.
Marcos
12: 29–30
¿Por qué elegirías algo menos que amar al
Señor tu Dios con TODO tu corazón, con TODA tu alma, con TODA tu mente y con
TODAS tus fuerzas? ¿Por qué elegirías algo menos? Por supuesto,
elegimos muchas otras cosas para amar en la vida, aunque Jesús es claro con
este mandamiento.
La verdad es que la única forma de amar a los
demás, e incluso de amarnos a nosotros mismos, es elegir amar a Dios con TODO
lo que somos. Dios debe ser el único foco de nuestro amor. Pero lo
sorprendente es que cuanto más hacemos esto, más nos damos cuenta de que el
amor que tenemos en nuestras vidas es el tipo de amor que se desborda y
resulta en superabundancia. Y es este amor desbordante de Dios el que
luego se derrama sobre los demás.
Por otro lado, si tratamos de dividir nuestros
amores por nuestro propio esfuerzo, dándole a Dios solo una parte de nuestro
corazón, alma, mente y fuerza, entonces el amor que tenemos por Dios no puede
crecer y desbordarse de la manera que Dios quiere. Limitamos nuestra
capacidad de amar y caemos en el egoísmo. El amor de Dios es un regalo
verdaderamente asombroso cuando es total y absorbente.
Vale la pena reflexionar y examinar cada una
de estas partes de nuestra vida. Piense en su corazón y en cómo está
llamado a amar a Dios con su corazón. ¿Y en qué se diferencia esto de amar
a Dios con el alma? Quizás su corazón esté más enfocado en sus
sentimientos, emociones y compasión. Quizás su alma sea de naturaleza más
espiritual. Su mente ama a Dios cuanto más explora la profundidad de Su
Verdad, y su fuerza es su pasión e impulso en la vida. Independientemente
de cómo comprenda las diversas partes de su ser, la clave es que cada parte
debe amar a Dios en plenitud.
Reflexione hoy sobre el hermoso mandamiento de
nuestro Señor. Es un mandamiento del amor, y nos lo ha dado no tanto por
el amor de Dios sino por el nuestro. Dios quiere llenarnos hasta el punto
de desbordar el amor. ¿Por qué elegiríamos algo menos?
Mi amado Señor, Tu amor por mí es infinito y
perfecto en todos los sentidos. Oro para aprender a amarte con cada fibra
de mi ser, sin retener nada, y para crecer cada día más profundamente en mi
amor por Ti. A medida que crezco en ese amor, te agradezco por la
naturaleza desbordante de ese amor, y oro para que este amor por Ti fluya hacia
los corazones de quienes me rodean. Jesús, en Ti confío.
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