30 de marzo del 2023: jueves de la quinta semana de cuaresma

 

Misa crismal:  


En las diócesis del mundo, este día, los sacerdotes, los diáconos y los fieles se congregan alrededor de su Obispo ya que Cristo los ha consagrado por la unción del bautismo y a algunos por el sacramento del Orden.
Ellos renuevan sus compromisos al servicio del pueblo de Dios.
Durante esta misa diocesana por excelencia, el aceite  para la unción de los enfermos, el  aceite para los catecúmenos  y el aceite del santo crisma son consagrados y servirá para los bautismos, confirmaciones , ordenaciones y consagraciones de iglesias

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Lectura del libro del Génesis (17,3-9):

EN aquellos días, Abrán cayó rostro en tierra y Dios le habló así:
«Por mi parte, esta es mi alianza contigo: serás padre de muchedumbre de pueblos.
Ya no te llamarás Abrán, sino Abrahán, porque te hago padre de muchedumbre de pueblos. Te haré fecundo sobremanera: sacaré pueblos de ti, y reyes nacerán de ti.
Mantendré mi alianza contigo y con tu descendencia en futuras generaciones, como alianza perpetua. Seré tu Dios y el de tus descendientes futuros. Os daré a ti y a tu descendencia futura la tierra en que peregrinas, la tierra de Canaán, como posesión perpetua, y seré su Dios».
El Señor añadió a Abrahán:
«Por tu parte, guarda mi alianza, tú y tus descendientes en sucesivas generaciones».

Palabra de Dios



Salmo

Sal 104,4-5.6-7.8-9

R/.
 El Señor se acuerda de su alianza eternamente

V/. Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro.
Recordad las maravillas que hizo,
sus prodigios, las sentencias de su boca. R/.

V/. ¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.

V/. Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R/.




Lectura del santo evangelio según san Juan (8,51-59):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
«En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre».
Los judíos le dijeron:
«Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: “Quien guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre”? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?».
Jesús contestó:
«Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: “Es nuestro Dios”, aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera “No lo conozco” sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría».
Los judíos le dijeron:
«No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?».
Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo soy».
Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.

Palabra del Señor

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1

Con Abraham y el pueblo, Dios concluye una primera alianza. Por Cristo, Él también concluye una Nueva. Y como toda Alianza, supone necesariamente el amor y la fidelidad.


DEJARNOS GUIAR POR LA PROMESA DIVINA

A pesar de la decepción que ha provocado sus querellas históricas por su oposición, las 3 religiones que profesan un Dios único (judaísmo, cristianismo e Islamismo) reclaman de manera visceral  y afectuosa a Abraham como su padre en la fe. Ciertamente que el patriarca arameo no esperaba  que su descendencia iba a separarse a causa de su legado espiritual.

De otro lado, Abraham tenía ya sus propias creencias, y cuando él decide confiar en Yahvé, se encuentra presto a inventar el camino de la fe en un Dios único. Abraham no era judío, ni cristiano, ni musulmán, y la promesa que se le hace sobrepasa el horizonte de un solo pueblo. Su verdadera descendencia se reconoce no a partir de una pertenencia étnica o geográfica, sino más bien a partir de la fe pura.

Somos nosotros hijos e hijas de Abraham? Somos nosotros como el patriarca, seducidos por ese Dios único que nos habla en los momentos claves de nuestra vida como también en los encuentros (citas) y tareas de cada día?

Dónde estamos nosotros en nuestra aventura interior y en nuestra caminar en presencia del Dios único?

Hemos sentido (experimentado) como Abraham la alegría de vivir en alianza con Dios y la felicidad de ver sus promesas cumplidas y o realizadas?



2

Viviendo el momento


 

«En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo soy».
Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.

 

Juan 8:58–59

 

Cuando Moisés se encontró con Dios en la zarza ardiente, Dios le reveló Su nombre: YO SOY. El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que esta revelación del nombre de Dios “es a la vez un nombre revelado y algo así como el rechazo de un nombre”. Expresa que Dios está “infinitamente por encima de todo lo que podamos entender o decir”. Él es el “Dios escondido”. Él es también un “Dios que se hace cercano a los hombres” en todos y cada uno de los momentos de nuestra vida” (Ver CIC #206).

 

En nuestro Evangelio de hoy, Jesús se identifica con este Dios escondido. Afirma que solo Él conoce a Su Padre y que el Padre lo glorifica porque Él es el gran YO SOY. Para la gente de esa época, esta fue una revelación impactante, al menos para aquellos que no pudieron comprender esta verdad en la fe. Pero ese nombre misterioso nos revela no solo la esencia de Dios, también nos revela cómo debemos relacionarnos con este Dios infinito, escondido, exaltado y glorioso.

 

Cuando Jesús reveló su identidad, no dijo: “antes que Abraham naciera, yo era”. Él dice: “YO SOY”. Esto revela que Jesús no solo existió antes de Abraham, sino que Su existencia trasciende todo tiempo. Él siempre y en todas partes ES. Aunque esto puede parecer demasiado filosófico para algunos, es un concepto importante de entender por dos razones importantes. Primero, nos da una mayor comprensión de Dios. Pero, segundo, nos revela cómo debemos relacionarnos con Dios todos los días.

 

Dios no es un Dios del pasado. No es un Dios del futuro. Es un Dios del momento presente. Si vamos a entrar en una relación con Dios, entonces debemos darnos cuenta de que solo podemos encontrarlo en el momento presente. Él es el Aquí y el Ahora, por así decirlo. Y debemos buscarlo aquí y ahora, solo en este momento presente.

 

A veces nos encontramos viviendo en el pasado. En la medida en que nuestro pasado nos haya ayudado o lastimado en este momento presente, debemos abordarlo. Pero la forma de hacerlo es buscando la gracia sanadora de Dios hoy, permitiendo que el pasado desaparezca en Su abundante misericordia. 

 

Otras veces tratamos de vivir en el futuro, angustiándonos por lo que está por venir. Pero Dios no mora en el futuro porque, para Él, todo el tiempo es aquí y ahora. Por lo tanto, no debemos angustiarnos por el futuro, preocuparnos por él o tratar de vivir en él ahora. Todo lo que tenemos es este momento presente, y es en este momento que Dios viene a nuestro encuentro. Él está aquí, y debemos encontrarlo aquí, volviéndonos a Él y Su gracia hoy.

 

Reflexiona hoy sobre esta profunda y misteriosa revelación de nuestro Señor. Piensa en su identidad como el gran “YO SOY”. Medita en ese nombre. Medita en su significado. Míralo como una forma en que Jesús te está invitando a encontrarlo en este momento presente solo. Vive en este momento. El pasado se fue; el futuro aún no está aquí. Vive donde Dios existe, aquí y ahora, porque ese es el único lugar donde encontrarás a nuestro Señor.

 

 

Mi Señor, Tú eres el Gran Yo Soy. Trasciendes todos los tiempos. Ayúdame a encontrarte hoy, a dejar atrás el pasado, mirar hacia el futuro y vivir contigo solo en este momento. Mientras te encuentro aquí, amado Señor, ayúdame a amarte con todo mi corazón. Jesús, en Ti confío.


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