viernes, 27 de junio de 2025

En los 50 años de su muerte: Rod Serling y la Dimensión Desconocida de la Fe

 

En la edición de agosto de 2004, la revista TV Guide nombró a Rod Serling como la figura número uno entre las “25 leyendas más grandes de la ciencia ficción”.


Mi
primer encuentro con la televisión ocurrió en los años 1974-1975. Era apenas un niño que empezaba a tener uso de razón. Entre las primeras imágenes y diálogos que me impactaron de la “caja mágica”, como solía llamarse, se encontraban los de The Twilight Zone, conocida en Colombia como La dimensión desconocida.

Sin duda, esta serie se convirtió con los años en un clásico. Se le puede considerar una “serie de culto”, al estilo de Alfred Hitchcock Presents, por su aproximación al misterio, el terror psicológico y lo sobrenatural. Recuerdo esa música inquietante, la hipnótica introducción visual y la voz inconfundible de Rod Serling, quien no solo narraba sino que a veces aparecía en escena para presentar los episodios. Su estreno original en EE.UU. fue el 2 de octubre de 1959.

El 28 de junio de 1975 —hoy hace 50 años— moría a los 50 años Rod Serling, guionista de radio, televisión y cine, y creador de The Twilight Zone. El próximo 25 de diciembre es su centenario de nacimiento.

Tal vez su nombre hoy no diga mucho a las nuevas generaciones, pero su pensamiento, creatividad y originalidad marcaron una época. Serling influyó profundamente no solo en la forma de hacer televisión y cine en los años 50 y 60, sino también en la conciencia moral y política de los Estados Unidos.

Quienes siguen mis blogs y escritos saben que soy sacerdote católico, creyente convencido, y que me interesan profundamente los temas relacionados con la salvación, a la luz de la Biblia y el magisterio de la Iglesia.

Hace tiempo vengo reflexionando sobre cómo, en definitiva, Dios y la fe católica han estado —y siguen estando— prácticamente ausentes de la programación televisiva. Me atrevo a afirmar que la televisión ha contribuido en gran medida a formar agnósticos, ateos e indiferentes en las últimas cinco décadas.

Ya adulto, cercano a los cincuenta, cuando reviso con nostalgia esos años en que fui televidente asiduo —desde finales de los setenta hasta buena parte de los ochenta—, constato una escasa presencia de Dios en la mayoría de las producciones extranjeras emitidas en Colombia. Si bien había menciones cristianas en series como The Waltons, La familia Ingalls o Highway to Heaven, casi siempre desde un enfoque protestante, la presencia de la fe católica era tibia, si no ausente.

En muchas series estadounidenses, Dios simplemente no existe. Y el pionero de este modo narrativo, de escribir guiones donde Dios no tiene voz ni lugar, fue precisamente Rod Serling.

En La dimensión desconocida, la ciencia ficción es el terreno donde el ser humano enfrenta su destino sin referencias divinas. El individuo se ve impulsado por sus sueños, deseos y miedos. Vive expuesto a lo imprevisto, lo incomprensible, lo azaroso. Si sufre, si goza, si obtiene una recompensa o castigo, todo parece fruto del azar o de una maquinaria invisible. Dios permanece tácito, si acaso presente de forma velada.

No obstante, hay una espiritualidad latente. Serling no niega la trascendencia. Aborda temas como la justicia, la dignidad humana, la esperanza y la caridad. Como bien señala Marc Scott Zicree en The Twilight Zone Companion:

“Prácticamente todos los mejores episodios permitían ver un sentido de justicia cósmica. Los personajes recibían su justa retribución, a menudo con ironía. Si el protagonista era malvado, obtenía su merecido; si era una persona decente pero imperfecta, se le daba una segunda oportunidad, una ocasión mágica para redimirse. Un código moral se aplicaba a la vida”.

Sin embargo, incluso en ese esquema moral, queda clara la soledad existencial del ser humano. No hay referencias claras al cielo o al infierno, ni una propuesta explícita de salvación.

Algunos podrían objetar: “Padre, era solo una serie para entretener, no para evangelizar”. Pero allí está el problema. Bajo el disfraz del entretenimiento se impone un pensamiento: el del olvido de Dios y de nuestro destino eterno. A fuerza de fantasías vacías y tramas existencialistas, la fe se va apagando.

¿Quién fue Rod Serling?

Judío de nacimiento, Serling tuvo en su juventud una activa vida en su comunidad religiosa. Isidore Friedlander, director del Centro Comunitario Judío, influyó en él profundamente. Curiosamente, Serling nació un 25 de diciembre de 1924, el mismo día en que los cristianos celebramos el nacimiento del más grande judío de la historia: Jesús de Nazaret.

Esta dimensión simbólica —la religiosidad escondida, a la manera de Yahvé tras el velo del templo— se refleja en su obra. Dios está, pero no se ve. Sus efectos, sin embargo, son evidentes.

Serling fue un joven extrovertido, amante de la lectura de revistas de ciencia ficción como Amazing Stories y Weird Tales. Tras servir en la Segunda Guerra Mundial como paracaidista, sufrió heridas físicas y emocionales que marcaron su carácter. Fue la guerra, y su dureza, la que lo llevó a escribir como forma de catarsis y expresión interior.

Estudió en Antioch College, donde se volcó a la literatura, la radio y más tarde la televisión. En 1948 contrajo matrimonio con Carolyn Kramer, con quien compartió una vida de esfuerzos, escasez y logros. Sus primeros escritos fueron rechazados una y otra vez, pero la perseverancia dio fruto: Patterns, Requiem for a Heavyweight y luego, The Twilight Zone, que le concedieron éxito, reconocimiento y seis premios Emmy.

Su legado: arte, ética y crítica social

Serling escribió guiones que iban más allá del entretenimiento. Denunció el racismo, la injusticia, la desigualdad. Fue crítico del poder y de los prejuicios sociales. Su esposa afirmó que la censura de los patrocinadores fue la que lo llevó a crear una serie como La dimensión desconocida, donde podía abordar temas profundos a través de mundos ficticios:

“Las cosas que no pueden ser dichas por un republicano o un demócrata, pueden ser dichas por un marciano”, decía.

Serling escribió la mayoría de los episodios, y lo hacía con una facilidad sorprendente. Enseñó escritura en Ithaca College y dio conferencias por todo el país, animando a las nuevas generaciones de guionistas. Su influencia no se limitó a la televisión; dejó una huella ética en el corazón de la industria creativa.

¿Qué pueden aprender los cristianos de Rod Serling?

Aunque no fue cristiano, Serling compartió muchos valores con la fe cristiana. Después de ver los horrores de la guerra, buscó respuestas al mal y a la injusticia a través del arte. No predicó sermones, pero escribió parábolas que, como las de Jesús, tocaban el alma.

Los escritores cristianos de hoy —ya sean novelistas, guionistas o cineastas— tienen mucho que aprender de él. The Twilight Zone es una obra maestra que enseña sin moralismos, que conmueve sin adoctrinar, que denuncia sin gritar.

Serling entendió que la mejor manera de cambiar el mundo es contar buenas historias. Nosotros, los creyentes, deberíamos hacer lo mismo.

 

 

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