Santo del día:
Santos Ana y Joaquín
Siglo I. Sin hijos desde hacía
mucho tiempo, estos piadosos judíos lograron, tras veinte años de oración, dar
a luz a una niña a la que se le prometía un destino excepcional: la Virgen
María.
Paciencia…
(Éxodo 24, 3-8 ; Mateo 13,
24-30) El pueblo que jura obediencia al Señor en el Sinaí lo
traicionará más adelante en múltiples ocasiones, poniendo a prueba así la
paciencia de Dios. Es esa misma paciencia la que manifiesta el dueño de la
parábola, aceptando que su campo haya sido contaminado por la semilla de su
enemigo. Pero el buen grano permanece allí, esperando la hora de la siega.
¡Padre, tú que tienes paciencia con nosotros, que somos mezcla de todo, danos
tu paciencia!
Jean-Marc Liautaud, Fondacio
Primera
lectura
Lectura del libro del Éxodo.
EN aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todas las palabras del Señor
y todos sus decretos; y el pueblo contestó con voz unánime:
«Cumpliremos todas las palabras que ha dicho el Señor».
Moisés escribió todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un
altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y
mandó a algunos jóvenes de los hijos de Israel ofrecer al Señor holocaustos e
inmolar novillos como sacrificios de comunión. Tomó Moisés la mitad de la
sangre y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después
tomó el documento de la alianza y se lo leyó en voz alta al pueblo, el cual
respondió:
«Haremos todo lo que ha dicho el Señor y le obedeceremos».
Entonces Moisés tomó la sangre y roció al pueblo, diciendo:
«Esta es la sangre de la alianza que el Señor ha concertado con ustedes, de
acuerdo con todas estas palabras».
Palabra de Dios.
O bien:
Eclo 44, 1.
10-15
Su nombre
vive por generaciones
Lectura del libro del Eclesiástico.
HAGAMOS el elogio de los hombres ilustres,
de nuestros padres según sus generaciones.
Ellos fueron hombres de bien,
cuyos méritos no han quedado en el olvido.
En sus descendientes se conserva
una rica herencia, su posteridad.
Sus descendientes han sido fieles a la alianza,
y, gracias a ellos, también sus hijos.
Su descendencia permanece por siempre,
y su gloria no se borrará.
Sus cuerpos fueron sepultados en paz,
y su nombre vive por generaciones.
Los pueblos hablarán de su sabiduría,
y la asamblea proclamará su alabanza.
Palabra de Dios.
Salmo
R. Ofrece
a Dios un sacrificio de alabanza.
V. El Dios de
los dioses, el Señor, habla:
convoca la tierra de oriente a occidente.
Desde Sion, la hermosa,
Dios resplandece. R.
V. «Congréguenme
a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio».
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar. R.
V. Ofrece a
Dios un sacrificio de alabanza,
cumple tus votos al Altísimo
e invócame el día del peligro:
yo te libraré, y tú me darás gloria». R.
O bien:
Sal 131, 11.
13-14. 17-18 (R.: Lc 1, 32b)
R. El Señor
Dios le dará el trono de David, su padre.
V. El Señor ha
jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono». R.
V. Porque el
Señor ha elegido a Sion,
ha deseado vivir en ella:
«Esta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo». R.
V. «Haré
germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará m
Aclamación
V. Acojan con
docilidad la palabra, que ha sido injertada en ustedes y es capaz de salvar sus
vidas. R.
Evangelio
Déjenlos
crecer juntos hasta la siega
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
EN aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola al gentío:
«El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su
campo; pero, mientras los hombres dormían, un enemigo fue y sembró cizaña en
medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga
apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo:
“Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”.
Él les dijo:
“Un enemigo lo ha hecho”.
Los criados le preguntan:
“¿Quieres que vayamos a arrancarla?”.
Pero él les respondió:
“No, que al recoger la cizaña pueden arrancar también el trigo. Déjenlos crecer
juntos hasta la siega y cuando llegue la siega diré a los segadores: arranquen
primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla, y el trigo almacénenlo en
mi granero”».
Palabra del Señor.
O bien:
Mt 13, 16-17
Muchos
profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Bienaventurados los ojos de ustedes porque ven y los oídos de ustedes porque
oyen.
En verdad les digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven
y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron».
Palabra del Señor.
1
Un picnic
de esperanza, entre el trigo y la cizaña
1. Introducción: La mesa de la Alianza
Queridos
hermanos y hermanas en Cristo:
Hoy, en este sábado de gracia, al calor de la
Memoria de la Virgen María y en compañía espiritual de sus santos padres,
Joaquín y Ana, nos reunimos en torno al altar como pueblo en camino, como
peregrinos de la esperanza. Y lo hacemos como aquellos que fueron rociados con
la sangre de la alianza, como en el Éxodo: comprometidos con una historia
sagrada en la que Dios, una y otra vez, renueva su pacto con nosotros.
El libro del Éxodo nos habla de un momento
extraordinario: Moisés asperja la sangre sobre el altar y el pueblo. Es un rito
fuerte, vívido, casi escandaloso para nuestra sensibilidad moderna. Pero es
también una imagen profunda: el altar representa a Dios, el pueblo representa a
la humanidad, y la sangre es el vínculo de vida, la alianza sellada. ¡Qué
hermoso pensar que lo que viene después —aunque el texto de hoy no lo mencione—
es una comida sagrada compartida por Moisés, Aarón y los setenta ancianos... cara
a cara con Dios! ¿No es eso lo que celebramos también nosotros en cada
Eucaristía?
Es, en cierto modo, un picnic de cara al cielo,
una comida pascual en la que la sangre derramada nos une, nos salva, y nos
llama a vivir como hijos amados del Padre.
2. El Reino entre el trigo y la
cizaña: paciencia de Dios, vigilancia del creyente
En el Evangelio, Jesús nos presenta una de sus
parábolas más desconcertantes: la del trigo y la cizaña. Un hombre siembra buen
trigo, pero de noche viene el enemigo y siembra mala hierba entre el grano. Los
siervos, escandalizados, preguntan: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?” Pero
el dueño dice: “No, no sea que al arrancar la cizaña arranquen también el
trigo. Dejen que ambos crezcan hasta la cosecha”.
Esta parábola nos sitúa en el corazón de un dilema
profundamente humano: ¿cómo convivir con el mal sin dejar de hacer el bien?
¿Cómo vivir en un mundo en el que la injusticia, la mentira y la violencia
crecen junto al esfuerzo honesto de tantos hombres y mujeres de buena voluntad?
Jesús no niega la existencia del mal, pero tampoco
permite que nos convirtamos en comisarios de la justicia, jueces impacientes
que arrancan todo lo que no les agrada. No. Jesús nos enseña que el Reino de
Dios no se impone con violencia, sino que madura con paciencia. Que hay que
cuidar el trigo, sin obsesionarnos por la cizaña. Que el juicio final pertenece
sólo a Dios, el único que ve el corazón.
Esto tiene una resonancia muy actual para nuestra
vida personal, para nuestra Iglesia y para nuestro país. ¡Cuántas veces
juzgamos, condenamos, señalamos! ¡Cuánto daño hacemos al querer arrancar lo que
nos molesta, sin mirar si quizás estamos hiriendo a un alma en proceso de
conversión!
3. María en sábado: madre del
trigo bueno
Y en medio de este mundo complejo, aparece María,
la Virgen fiel. Ella es, por excelencia, el campo fecundo donde la semilla
del Reino dio fruto. En ella no hubo cizaña. Pero no fue porque viviera
alejada del mundo. Al contrario: fue una mujer de su tiempo, pobre, perseguida,
madre de un hijo incomprendido y crucificado.
El sábado es, desde antiguo, el día dedicado a
María. Hoy la contemplamos como aquella que, al pie de la cruz, recibió la
sangre del Hijo que renovaba la alianza definitiva. Ella es la mujer del “sí”
que aceptó el misterio, incluso sin entenderlo. Y hoy, en este Año Jubilar,
ella nos acompaña en nuestro caminar como peregrinos de la esperanza. Nos
recuerda que el Reino se construye en lo pequeño, con paciencia, con fidelidad.
4. San Joaquín y Santa Ana:
raíces del Evangelio
Celebramos también hoy a los santos Joaquín y
Ana, los abuelos de Jesús, los padres de María. En ellos reconocemos las
raíces humanas del Salvador. La Iglesia los honra como patronos de los abuelos
y de la transmisión de la fe. Porque fue en su hogar donde María aprendió a
orar, a confiar, a esperar.
Ellos nos enseñan el valor de las generaciones
mayores, de la sabiduría familiar, de la ternura que educa. Y en un tiempo como
el nuestro, donde tantas veces los ancianos son descartados, su testimonio es
una luz que nos llama a volver al hogar, a cuidar las raíces, a no olvidar la
historia de fe que nos ha traído hasta aquí.
5. Aplicación Jubilar: peregrinar
sin arrancar, construir sin dividir
Queridos hermanos:
Este Año Jubilar nos llama a caminar como peregrinos
de la esperanza. Y el Evangelio de hoy nos recuerda que eso significa no
desesperar ante la cizaña, no querer arrancar de raíz lo que aún puede
transformarse. Nos invita a una pastoral paciente, a una comunidad eclesial que
acoge, acompaña, y confía en la acción de Dios.
En nuestras familias, en nuestras comunidades, en
nuestra nación: hay trigo y hay cizaña. Hay luz y sombra. Pero Dios no ha
abandonado su campo. Él sigue sembrando. Él sigue creyendo en nosotros. Él
no ha dejado de preparar la mesa donde quiere compartir el banquete de la vida
eterna.
Hoy, al acercarnos al altar, pensemos que cada
Eucaristía es, en verdad, un picnic de cara al cielo. La sangre de
Cristo, nueva alianza, nos une como hermanos. El pan partido nos alimenta para
seguir sembrando el bien.
6. Conclusión: oración a María y a sus padres
Santa
María, Virgen fiel,
enséñanos a confiar como tú,
a cuidar el trigo que Dios siembra en nuestras almas,
a no condenar, sino esperar.
San
Joaquín y Santa Ana,
intercedan por nuestras familias,
por nuestros abuelos y abuelas,
por los que nos transmitieron la fe
con palabras y con amor silencioso.
Y que
este tiempo jubilar nos encuentre
sembrando esperanza, cosechando fraternidad,
y sentados un día, todos juntos,
en el gran banquete del Reino de los Cielos.
Amén.
2
La paciencia de Dios, esperanza de los
peregrinos
1. Introducción: Un Dios que espera y no se
rinde
Queridos
hermanos y hermanas:
En
este sábado santo, dedicado a la Virgen María y a sus santos padres Joaquín y
Ana, el Señor nos regala una palabra luminosa, profundamente necesaria para
nuestra vida personal, comunitaria y pastoral: la paciencia de Dios.
A
la luz de las lecturas de hoy —el pacto del Sinaí y la parábola del trigo y la
cizaña— descubrimos que nuestra historia de fe no es la de un pueblo perfecto,
sino la de un pueblo amado por un Dios que espera, perdona y vuelve a sembrar. Y eso
es precisamente lo que celebramos en este Año Jubilar: la paciencia activa de un Dios que no nos
abandona, aun cuando lo decepcionamos.
2.
La paciencia divina en el
Sinaí: un pueblo que promete... y cae
La
primera lectura del libro del Éxodo (24,3-8) nos presenta un momento solemne:
Moisés presenta al pueblo las palabras del Señor, y el pueblo responde dos
veces: “Haremos todo lo que el
Señor ha dicho”. Se sella la alianza con la sangre: sobre el altar,
que representa a Dios, y sobre el pueblo, que representa a la humanidad. Es un
gesto fuerte: Dios y su pueblo, unidos por una sangre común, por una vida compartida.
Pero
sabemos lo que vendrá después: el
becerro de oro, las murmuraciones, la desconfianza, la idolatría.
El pueblo que prometió obediencia lo traicionará una y otra vez. Y sin embargo,
Dios no se cansa. Dios espera. Dios sigue apostando por su pueblo.
Decía otro comentario respecto a esta lectura: “El pueblo que jura obediencia... traicionará, poniendo a
prueba la paciencia de Dios”. Y aun así, Dios no destruye, sino que educa; no
castiga por rencor, sino que corrige por amor.
3.
La parábola del trigo y la
cizaña: una lección de discernimiento y esperanza
El
Evangelio según san Mateo (13,24-30) nos sitúa en el campo del Reino: un campo
sembrado de buen trigo, pero donde también ha crecido cizaña. Ante la
impaciencia de los siervos —que quieren arrancarla de inmediato— el dueño del
campo responde con sabiduría: “Dejen
que crezcan juntos hasta la siega”.
Esta
parábola es, sin duda, una radiografía de nuestro mundo, de nuestra Iglesia, y
de nuestro propio corazón. ¿Quién de nosotros no es, al mismo tiempo, trigo y
cizaña? ¿Quién no tiene luz y sombra, fidelidades y contradicciones? Y sin
embargo, el buen grano
está allí, “esperando la hora de la siega, de la
selección”.
Este
Evangelio nos llama a no desesperar ante el mal, a no tomar el lugar de Dios
juzgando a los demás, a confiar
en que el tiempo y la gracia obrarán la purificación que solo el Señor puede
realizar.
4.
María, Joaquín y Ana:
escuela de paciencia, hogar de fe
En
este sábado mariano, contemplamos a la Virgen como la mujer del "sí"
que supo esperar. Su vida entera fue un ejercicio de paciencia activa: esperó en Nazaret, esperó en el
Calvario, esperó en la Resurrección. Ella supo acoger la
voluntad de Dios aun cuando no comprendía sus caminos.
Sus
padres, San Joaquín y Santa Ana, que hoy también recordamos, fueron los
primeros sembradores del Evangelio en su corazón. Según la tradición, esperaron durante años el don de un hijo,
fueron mirados con desprecio por su esterilidad, pero no dejaron de confiar. Su
vida es testimonio de esa esperanza
que madura con el tiempo, que no se rinde en la prueba.
En
este Año Jubilar, que nos llama a ser peregrinos
de la esperanza, la figura de estos santos nos invita a educar en la fe, a sembrar con
constancia y a creer que, aun cuando no veamos frutos inmediatos, Dios está
obrando en silencio.
5.
Aplicación pastoral: no
apresurar la cosecha, formar con ternura
Esta
Palabra nos interpela especialmente en nuestra misión pastoral:
·
Con los jóvenes y vocaciones: no arrancar la cizaña
de sus vidas por miedo o impaciencia. Acompañar con ternura, como Jesús
acompañó a Pedro a pesar de sus negaciones.
·
En la vida comunitaria: no juzgar ni excluir
al hermano por sus debilidades. Recordar que todos estamos en proceso de
conversión.
·
En la misión de la Iglesia: confiar en el tiempo
de Dios. No todo crecimiento es inmediato. La mies madura lentamente.
La
paciencia de Dios no es pasividad, es pedagogía. Es una espera cargada de amor,
que sigue sembrando a pesar de los rechazos, que sigue llamando a pesar de
nuestras sordeces.
6. Conclusión: una oración jubilar por la
paciencia del corazón
Pidamos al Señor que nos conceda su misma paciencia, la que
tuvo con Israel, la que vive en la parábola del Reino, la que formó el corazón
de María, de Joaquín y de Ana.
Que este
tiempo de gracia jubilar nos transforme en sembradores de esperanza, hombres y
mujeres que no arrancan, sino que abrazan; que no condenan, sino que confían;
que no juzgan, sino que caminan junto al trigo y a la cizaña… hasta que llegue
la hora del Reino.
Amén.
3
“Vigilar el corazón, proteger la siembra”
1. Introducción: Tierra buena… pero no sola
Amados hermanos en Cristo:
Hoy, el Evangelio nos invita a mirar el campo
del mundo, pero sobre todo, el campo del corazón, con mirada vigilante y
humilde. Nos dice que un hombre sembró buena semilla, pero mientras todos
dormían, el enemigo sembró cizaña. No se trata de un cuento agrícola: Jesús
está hablando de nuestra alma, de la Iglesia, de la historia humana. Y nos enseña
que, incluso en los mejores terrenos, el mal puede infiltrarse con sutileza.
Esta parábola nos habla de una Iglesia real, no
ideal. Una comunidad donde hay trigo y cizaña. Una familia donde conviven luz y
sombra. Una vida donde la gracia y la tentación coexisten. ¿Cuál es la
enseñanza de fondo? Que Dios siembra, pero también el enemigo. Y que el
verdadero discípulo debe aprender a discernir, a cuidar su corazón, a ser
vigilante con el Evangelio.
2. La alianza y la fragilidad
humana: prometer… y fallar
La primera lectura del Éxodo nos presenta la escena
solemne del pacto del Sinaí: Moisés asperja la sangre sobre el altar y
el pueblo. Dos veces el pueblo responde: “Haremos todo lo que el Señor nos
ha dicho”. Dos veces promete fidelidad. Sin embargo, muy pronto construirán
un becerro de oro. ¿Qué ocurrió? ¿Cómo puede el corazón que promete convertirse
tan pronto en traidor?
Es que la tierra fértil también necesita
vigilancia. La fe no es un momento, sino un camino. La alianza no es un
acto puntual, sino una vida entera de fidelidad. El pueblo de Israel no vigiló
su interior. Y al no custodiar su alma, permitió que entraran los ídolos.
Así ocurre también con nosotros: podemos haber
tenido experiencias profundas con Dios, haber recibido buena formación,
haber hecho promesas sinceras. Pero si dejamos de vigilar, si dormimos, si
relajamos el alma… entonces la cizaña comienza a crecer.
3. El arte del enemigo: mentiras
disfrazadas de verdad
El mal rara vez entra como error grande y evidente;
suele venir disfrazado de bien. La cizaña, en sus primeros estadios, es casi
indistinguible del trigo. Solo cuando madura se nota la diferencia… y si se
muele junto con el trigo, causa náusea.
Así actúa el enemigo hoy: no tanto con herejías
abiertas, sino con sutilezas, medias verdades, ideologías que parecen
evangélicas pero no lo son. Nos siembra dudas, relativismos, confusión
doctrinal, divisiones. Incluso en la Iglesia. Incluso en nuestra alma.
Y por eso el remedio es claro: vigilancia
espiritual. Estar atentos a lo que dejamos entrar en el corazón, en
nuestras familias, en nuestras comunidades. No todo lo que suena bien es
verdad. Por eso necesitamos de la Palabra de Dios, del Magisterio, de la
enseñanza de los santos. Son como faros que nos ayudan a distinguir el trigo
del error, el Evangelio verdadero del Evangelio adulterado.
4. María, Joaquín y Ana:
custodios del corazón
En este sábado, la liturgia nos regala también la
presencia de María, la mujer del “sí” vigilante, y de sus padres, Joaquín
y Ana, testigos del amor fiel y de la educación en la fe.
María fue buena tierra, pero no porque su camino
fuera fácil. Fue buena tierra porque cultivó la escucha, guardó las palabras
en su corazón, discernió con sabiduría, esperó en silencio. En ella no
creció cizaña, porque nunca bajó la guardia.
Joaquín y Ana, según la tradición, fueron personas
mayores, firmes en la fe, esperanzados incluso en la esterilidad. Tuvieron
paciencia, confianza y firmeza espiritual. Fueron custodios del alma de su
hija, sembradores del Reino en el hogar. Hoy, más que nunca, necesitamos en la
Iglesia adultos que eduquen con verdad, abuelos que recen, padres que
vigilen, comunidades que custodien el Evangelio con celo amoroso.
5. Aplicación jubilar: proteger
la siembra, discernir con esperanza
En este Año Jubilar, somos Peregrinos de la
Esperanza, y la esperanza no se improvisa: se cultiva, se cuida, se
defiende de los engaños. Por eso, esta homilía puede resumirse en tres palabras
clave:
- Vigilar: no dormirnos. No dejarnos
seducir por voces que suenan bien pero distorsionan el Evangelio.
- Discernir: aprender a reconocer la
verdad de Dios y el engaño del mundo, con la ayuda del Espíritu Santo y la
Iglesia.
- Esperar: no apresurarnos a juzgar,
no arrancar prematuramente lo que parece cizaña, pues solo Dios conoce el
corazón.
La vigilancia no es paranoia. Es amor atento. Es
saber que la santidad también se cuida. Que el corazón es tierra
sagrada, y que en él puede germinar el Reino… o las mentiras.
6. Conclusión: Oración final
Señor
Jesús,
Tú eres la Palabra viva sembrada en nuestra alma.
No permitas que el enemigo siembre error en nuestra vida.
Danos discernimiento para reconocer tu voz,
humildad para escuchar la Iglesia,
y vigilancia para cuidar nuestra fe.
Santa
María,
tierra pura donde germinó el Verbo,
enséñanos a custodiar el Evangelio con tu mismo amor.
San
Joaquín y Santa Ana,
protectores de la semilla en el hogar,
ayuden a nuestras familias a vivir la verdad sin miedo,
y a formar corazones vigilantes y fieles.
Amén.
26 de julio: Santos Joaquín y Ana —
Memoria
Finales del siglo I
a.C. – comienzos del siglo I d.C.
Santa
Ana
— Patrona de los abuelos, abuelas, madres, amas de casa, fabricantes de
muebles, carpinteros, costureras, jinetes, mujeres embarazadas, amas de hogar,
trabajadoras del encaje, comerciantes de ropa usada, mineros, y patrona de
Canadá y Francia.
Invocada contra la esterilidad y la pobreza, y para encontrar objetos perdidos.
San
Joaquín — Patrón de los abuelos, abuelos, padres, matrimonios,
fabricantes de muebles y comerciantes de lino.
Cita:
Hoy
la Iglesia celebra a los padres de la Virgen María, los abuelos de Jesús: San
Joaquín y Santa Ana. En su hogar vino al mundo María, acompañada por el
extraordinario misterio de la Inmaculada Concepción. María creció en el hogar
de Joaquín y Ana; estuvo rodeada de su amor y fe: en su casa aprendió a
escuchar al Señor y a seguir su voluntad. San Joaquín y Santa Ana fueron parte
de una larga cadena de personas que transmitieron su fe y amor a Dios,
expresado en el calor y el amor de la vida familiar, hasta llegar a María,
quien recibió al Hijo de Dios en su seno y lo dio al mundo, a nosotros. ¡Qué
precioso es el papel de la familia como lugar privilegiado para transmitir la
fe!
– Papa
Francisco, Ángelus, 26 de julio de 2013
Reflexión:
Hoy honramos a los
padres de la Santísima Virgen María y abuelos de Jesús. Sus nombres no aparecen
en los Evangelios, pero los conocemos por un documento apócrifo del siglo II
llamado el Protoevangelio
de Santiago. Aunque este texto fue determinado como no auténtico,
es el primer registro que conservamos sobre los padres de la Virgen. Al menos,
se presume que sus nombres —Joaquín y Ana— son correctos. Otros textos
apócrifos como el Evangelio de la Natividad de María y el Evangelio
del Pseudo-Mateo también contienen información incierta sobre estos
santos.
Según estas
tradiciones, Joaquín era un hombre rico y generoso, pero él y su esposa Ana
eran estériles hasta ya avanzada edad. Un día, antes de que Ana concibiera a la
Virgen María, Joaquín fue al Templo a hacer una ofrenda, pero fue rechazado por
un sacerdote levita llamado Rubim, por no tener hijos: “No es correcto que
ofrezcas primero, porque no has dado simiente a Israel.” Tener hijos en aquel
tiempo era esencial; carecer de ellos se interpretaba como una señal de
desagrado divino.
Afligido, Joaquín se
retiró al desierto y estudió las Escrituras, donde encontró el ejemplo de
Abraham, que recibió un hijo en su vejez. Entonces emprendió un retiro de 40
días de ayuno y oración. Ana, por su parte, también oró intensamente. Un ángel
se le apareció y le dijo: “Ana, Ana, el Señor ha escuchado tu oración, y
concebirás y darás a luz; y tu descendencia será recordada en todo el mundo.” A
Joaquín también se le apareció un ángel: “Joaquín, Joaquín, el Señor ha
escuchado tu oración. Regresa, pues tu esposa Ana concebirá.”
Nueve meses después
nació María. Según el voto hecho, cuando ella tenía solo tres años, Joaquín y
Ana la presentaron en el Templo, donde vivió hasta su matrimonio. Allí fue
educada por los sacerdotes y mujeres piadosas, y pasó sus días en oración y
unión con Dios.
Aunque esta historia
proviene de fuentes apócrifas, la Iglesia celebra la Presentación de
María en el Templo como una fiesta litúrgica desde el siglo VI
en Oriente y el XI en Occidente, lo que le otorga un valor teológico y
devocional. En la antigua Jerusalén, cerca del Monte del Templo, existe una
iglesia donde, según la tradición, nació la Virgen María y pasó sus primeros
años tras ser presentada.
Aunque no se sabe mucho
más sobre San Joaquín y Santa Ana, la devoción a ellos —especialmente a Santa
Ana— se difundió desde el siglo VI. Iglesias se consagraron en su honor,
surgieron oraciones, devociones y patronazgos. Fue solo en el siglo XVI que
creció la devoción a San Joaquín al incluirse su fiesta en el Calendario Romano
General.
Más allá de las
leyendas, sabemos con certeza que la Virgen María, la Inmaculada Concepción,
tuvo padres. La amaron, la criaron, y la ofrecieron a Dios. Hoy son santos,
bajo los nombres de Joaquín y Ana, y los fieles siguen invocando su
intercesión, especialmente los abuelos. Así como María es nuestra madre
espiritual, ellos pueden considerarse nuestros abuelos espirituales en
el orden de la gracia.
Oración
final:
Santos
Joaquín y Ana, ustedes recibieron el privilegio de criar a la Madre de Dios. Su
presencia tocó sus vidas profundamente, dejándolos maravillados ante la gracia
divina. Rueguen por mí, para que ame a su hija y a su nieto con el mismo amor
que ustedes tuvieron por ellos, y así merezca gozar un día de su compañía en el
Cielo. Santos Joaquín y Ana, rueguen por mí. Jesús, en Ti confío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por visitar mi blog, Deje sus comentarios que si son hechos con respeto y seriedad, contestaré con mucho gusto. Gracias. Bendiciones