Santo del día:
San Lucas
Siglo I.
Convertido al cristianismo tras conocer a San Pablo, lo siguió en sus viajes
misioneros. Es el autor del tercer Evangelio, que lleva su nombre, así como del
libro de los Hechos de los Apóstoles.
La singularidad de Lucas
(Lucas 10, 1-9) La misión recibida de Cristo solo puede
fundamentarse en la oración y en la disponibilidad al Espíritu,
como lo muestra tan bellamente la obra de Lucas —su Evangelio y los Hechos de
los Apóstoles—.
Resulta muy provechoso releer uno u otro de estos libros siguiendo estas
temáticas, sabiendo que Lucas menciona la oración y el Espíritu allí donde
los demás evangelistas no lo hacen.
Esta insistencia nos recuerda la primacía de la relación con Dios sobre
toda actividad o éxito del que pudiéramos gloriarnos.
Emmanuelle Billoteau, ermite
Primera lectura
2
Tim 4, 10-17b
Lucas
es el único que está conmigo
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo.
QUERIDO hermano:
Demas me ha abandonado, enamorado de este mundo presente, y se marchó a
Tesalónica; Crescente, a Galacia; Tito, a Dalmacia; Lucas es el único que está
conmigo. Toma a Marcos y tráelo contigo, pues me es útil para el ministerio. A
Tíquico lo envié a Éfeso.
El manto que dejé en Tróade, en casa de Carpo, tráelo cuando vengas, y también
los libros, sobre todo los pergaminos.
Alejandro, el herrero, se ha portado muy mal conmigo; el Señor le dará el pago
conforme a sus obras. Guárdate de él también tú, porque se opuso vehementemente
a nuestras palabras.
En mi primera defensa, nadie estuvo a mi lado, sino que todos me abandonaron. ¡No
les sea tenido en cuenta!
Mas el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, a través de mí, se
proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones.
Palabra de Dios.
Salmo
Sal
144, 10-11. 12-13ab. 17-18 (R.: cf. 12)
R. Tus santos, Señor,
proclaman la gloria de tu reinado.
V. Que todas tus
criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles.
Que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R.
V. Explicando tus
hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad. R.
V. El Señor es justo en
todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones.
Cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R.
Aclamación
R. Aleluya,
aleluya, aleluya.
V. Yo los he elegido del
mundo —dice el Señor—, para que vayan y den fruto, y su fruto permanezca. R.
Evangelio
Lc
10, 1-9
La
mies es abundante y los obreros pocos
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
EN aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de
él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.
Y les decía:
«La mies es abundante y los obreros pocos; rueguen, pues, al dueño de la mies
que envíe obreros a su mies.
¡Pónganse en camino! Miren que los envío como corderos en medio de lobos. No
lleven bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saluden a nadie por el camino.
Cuando entren en una casa, digan primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay
gente de paz, descansará sobre ellos su paz; si no, volverá a ustedes.
Quédense en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el
obrero merece su salario. No vayan cambiando de casa en casa.
Si entran en una ciudad y los reciben, coman lo que les pongan, curen a los
enfermos que haya en ella, y díganles: “El reino de Dios ha llegado a
ustedes”».
Palabra del Señor.
1
Misioneros de esperanza con el
Espíritu Santo y con María
1. Introducción: San Lucas, testigo de la ternura
de Dios
Queridos hermanos y hermanas,
hoy la Iglesia celebra con gozo la Fiesta de San Lucas, evangelista,
discípulo y compañero de San Pablo, médico y misionero del Evangelio de la
misericordia.
Su figura nos invita a renovar nuestra fe y nuestra vocación evangelizadora,
especialmente en este mes del Rosario y de oración por las misiones, y
dentro de este Año Jubilar de la esperanza, en el que el Papa nos llama
a ser “peregrinos de la esperanza” en medio de un mundo cansado y herido.
San Lucas no conoció personalmente a Jesús, pero lo
conoció en los testigos y lo experimentó en el Espíritu Santo. De ellos
aprendió que Cristo no solo es el Salvador del alma, sino también del cuerpo,
del corazón, de toda la humanidad sufriente. Por eso su Evangelio está lleno de
compasión, de parábolas de misericordia, de gestos de ternura.
2. La fe confiada del misionero
(2 Tim 4, 9-17a)
En la primera lectura, San Pablo —ya anciano y
prisionero— escribe con emoción: “Solo Lucas está conmigo.”
Estas pocas palabras nos revelan mucho: Lucas fue compañero fiel hasta el
final, amigo leal, discípulo que no abandona. Cuando muchos se alejaron de
Pablo por miedo o cansancio, Lucas permaneció firme.
Esa fidelidad es el sello de los verdaderos
discípulos.
La fe de Lucas no fue una emoción pasajera, sino una confianza profunda en
Cristo y en su promesa. Lo acompañó en los viajes misioneros, compartió
peligros y persecuciones, escribió los Hechos de los Apóstoles para mostrar que
el Espíritu Santo sigue obrando en la historia.
También nosotros, en nuestra vocación de creyentes
y pastores, estamos llamados a permanecer con los Pablo de nuestro tiempo:
los enfermos, los ancianos, los que han luchado por la fe y hoy se sienten
solos. Ser presencia, ser consuelo, ser compañía. En eso consiste una fe
madura: en quedarse al pie de la cruz, cuando los demás se van.
3. El canto de alabanza del justo
(Salmo 145)
El salmo nos invita a proclamar:
“Que tus fieles te bendigan, Señor, y hablen del esplendor de tu gloria.”
La alabanza es la respiración de la fe. Lucas, en su Evangelio, nos enseñó a
alabar con María en el Magníficat, con Zacarías en el Benedictus,
con Simeón en el Nunc dimittis.
La oración de Lucas es alegre, confiada,
agradecida. En un mundo que murmura y se queja, el cristiano alaba,
porque sabe que Dios es fiel y cercano. La misión nace precisamente de esa
alegría: solo el que alaba es capaz de evangelizar.
4. Enviados de dos en dos: la
misión del Evangelio (Lc 10, 1-9)
El Evangelio de Lucas nos presenta hoy el envío de
los setenta y dos discípulos: una imagen preciosa de la Iglesia en
salida.
Jesús los envía “de dos en dos” a anunciar la paz, a curar enfermos, a
proclamar que “el Reino de Dios está cerca”.
Ser misionero no es ir solo; es caminar en
fraternidad, confiando más en la providencia que en los recursos. Jesús les
dice: “No lleven bolsa ni alforja ni sandalias.”
El apóstol debe ir ligero, libre, con el corazón disponible.
San Lucas comprendió bien este estilo: el de un Evangelio
itinerante, compasivo, alegre, que toca la carne del enfermo y levanta al
caído. Por eso lo llamamos “el evangelista de la misericordia”.
Hoy, la Iglesia —como los setenta y dos— es enviada
de nuevo:
- a
las calles digitales, donde muchos esperan una palabra de fe;
- a
las periferias existenciales, donde hay hambre de Dios;
- a
las comunidades heridas, donde la esperanza parece apagarse.
El Señor nos dice: “La mies es abundante, pero
los obreros pocos.” En este mes de las misiones, renovemos el deseo
de ser obreros del Reino, misioneros de alegría, comunicadores del Evangelio con
nuestra palabra y nuestro testimonio.
5. María y el Espíritu Santo:
corazón orante de la misión
Cada sábado recordamos a María, la primera
discípula y la primera misionera.
Lucas fue quien mejor la retrató: mujer creyente, silenciosa, contemplativa,
que “guardaba todas las cosas en su corazón”.
El Papa Francisco ha dicho:
“Con el Espíritu Santo está siempre María, y Ella
ha hecho posible la explosión misionera de Pentecostés.”
Por eso, durante este mes del Rosario,
contemplamos en María la escuela de la misión.
Cada Avemaría es una semilla misionera; cada misterio del Rosario nos enseña a
mirar a Cristo con los ojos de la Madre.
Pidamos a María, Estrella de la Evangelización, que nos ayude a mantener
encendida la lámpara de la fe y del amor en medio de la noche del mundo.
6. Aplicación jubilar: peregrinos
de esperanza
En este Año Jubilar, la figura de San Lucas
nos recuerda que la esperanza cristiana no defrauda, porque se apoya en
la fidelidad de Dios.
Lucas caminó con Pablo; nosotros caminamos con Cristo resucitado, llevando en
el corazón su paz y su ternura.
La misión jubilar consiste en curar heridas,
anunciar la misericordia y encender la esperanza.
Así como Lucas fue médico del cuerpo y del alma, también nosotros estamos
llamados a ser médicos de la fe, curadores de corazones heridos,
sembradores de confianza en medio del miedo y la desilusión.
7. Oración final
Señor
Jesús,
que enviaste a tus discípulos a proclamar la paz,
haz de nosotros misioneros de esperanza.
Como San
Lucas, queremos narrar con nuestra vida
la historia de tu misericordia.
Como María, queremos guardar tus palabras en el corazón
y ofrecerte nuestro “sí” cada día.
Que el
Espíritu Santo nos fortalezca,
que tu Iglesia sea signo de consuelo,
y que el mundo descubra en nosotros
el rostro vivo de tu amor.
Amén.
2
1. Introducción: San Lucas, testigo fiel y
sembrador de esperanza
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy celebramos con gratitud a San Lucas,
evangelista, discípulo y compañero de San Pablo, médico de profesión y
escritor del Evangelio de la misericordia.
En este mes del Rosario y de las misiones, y en el Año Jubilar de la
Esperanza, contemplamos en él la figura del creyente que une la fe
profunda con la amistad fiel, el amor al prójimo con el deseo de anunciar la
paz de Cristo.
Las lecturas de hoy —de la Segunda Carta a Timoteo
y del Evangelio de Lucas— nos hablan de dos dimensiones esenciales de la vida
cristiana:
👉 la amistad verdadera, que permanece en la
prueba, y
👉 la misión, que siembra la paz del Reino.
Ambas confluyen en la persona de San Lucas, el amigo
que nunca abandona y el evangelizador que proclama con ternura la misericordia
de Dios.
2. “Solo Lucas está conmigo”: la
fidelidad de los verdaderos amigos (2 Tim 4, 9-17a)
En su carta, San Pablo escribe con nostalgia y
serenidad: “Solo Lucas está conmigo.”
Estas palabras, nacidas del corazón de un apóstol encarcelado y traicionado por
muchos, revelan la hondura de la amistad cristiana.
Pablo no guarda rencor. Reconoce con sencillez
quiénes lo han abandonado y quiénes se han quedado.
Lucas es uno de esos amigos que permanecen en la noche, un compañero
discreto, fiel, presente cuando todos se alejan.
El verdadero amigo no se mide en los días de éxito, sino en los de soledad y
cruz.
Pero más allá de la amistad humana, Pablo confiesa
su confianza definitiva en Cristo:
“El Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas.”
Cristo es el Amigo que nunca falla, el que sostiene más allá de la muerte, el
que transforma la soledad en comunión.
En nuestra vida sacerdotal, comunitaria o familiar,
esta lectura nos invita a preguntarnos:
¿Dónde están nuestros verdaderos amigos?
¿Somos nosotros amigos fieles para los demás, o solo compañeros de camino
mientras todo va bien?
El Jubileo nos llama a reavivar las amistades en Cristo, a
reconciliarnos, a agradecer a los que se han quedado, y sobre todo, a confiar
en el Amigo que nunca nos abandona: Jesús.
3. “Sembrar la paz”: misión
universal del Evangelio (Lc 10, 1-9)
El Evangelio de hoy presenta a Jesús enviando a
setenta y dos discípulos: un número simbólico que representa a todos los
pueblos de la tierra.
La misión de la Iglesia es universal, abierta, inclusiva; nadie queda
fuera del deseo salvador de Dios.
El contenido del envío es claro:
“Digan en las casas: Paz a esta casa.”
El misionero no lleva ideologías ni condenas, sino la paz de Cristo, que
sana, reconcilia y renueva.
Anunciar el Evangelio es curar heridas, no abrir nuevas; servir con
humildad, no imponerse con poder; tomar tiempo para el encuentro,
como lo hacía Jesús, sin forzar ni incomodar.
San Lucas, en su Evangelio y en los Hechos, muestra
precisamente ese estilo de Jesús: cercano, compasivo, paciente.
Los discípulos son enviados “como corderos en medio de lobos”, sin seguridades,
sin bolsas ni sandalias:
la fuerza del misionero está en la confianza, no en los medios.
Por eso, la paz del Reino no se negocia ni se impone; se ofrece, y si es
rechazada, se deja en las manos de Dios.
En este mes misionero, el Señor nos repite:
“La mies es abundante, pero los obreros pocos.”
Que cada uno de nosotros se sienta parte de esos obreros que siembran paz en
sus familias, en la comunidad, en las redes sociales, en los lugares de dolor
donde la fe parece apagarse.
4. San Lucas: el médico del
cuerpo y del alma
San Lucas, hombre salido del mundo pagano,
quedó fascinado por Cristo, el médico divino que cura cuerpo y alma, que
se inclina ante los pobres y los oprimidos.
Desde su sensibilidad de médico y artista del lenguaje, Lucas descubrió que el
Evangelio debía narrar la ternura de Dios.
Por eso, sus páginas están llenas de detalles
humanos y luminosos:
- el
nacimiento de Jesús narrado con ternura familiar,
- las
parábolas del Buen Samaritano y del Hijo Pródigo,
- la
oración insistente del corazón creyente,
- la
acción del Espíritu Santo que guía a la Iglesia,
- la
presencia activa de las mujeres en la misión,
- y la
universalidad del amor de Dios, que abraza a todos los pueblos.
San Lucas nos enseña que la fe auténtica es
misericordia en acción, una medicina para el alma del mundo.
5. María, mujer de la paz y del
Espíritu
En este
sábado, María aparece junto a Lucas como modelo de discípula misionera.
Él fue quien mejor la retrató:
la que escucha y guarda la Palabra,
la que canta el Magníficat,
la que acompaña la comunidad naciente de los apóstoles.
El Papa Francisco nos recordó:
“Con el Espíritu Santo está siempre María… y Ella
ha hecho posible la explosión misionera de Pentecostés.”
Por eso, en este mes del Rosario,
contemplamos en María la misionera silenciosa que siembra paz con su
oración y ternura.
Cada misterio del Rosario es una invitación a salir al encuentro del otro con
el corazón lleno de Dios.
6. Aplicación jubilar: peregrinos
y amigos de la esperanza
En este Año Jubilar de la Esperanza, somos
llamados a redescubrir el valor de la amistad evangélica y la misión
misionera.
Como Pablo y Lucas, caminemos juntos: unos predicando, otros sosteniendo, todos
testimoniando el amor de Cristo.
La esperanza se construye en comunidad, entre amigos que comparten la fe y
la misión.
En un mundo donde abundan la indiferencia y la
división, el testimonio de Lucas nos invita a curar las heridas de la
humanidad con el bálsamo de la ternura y a anunciar el Reino con alegría y
sencillez.
7. Oración final
Señor
Jesús,
Amigo fiel de los apóstoles y consuelo de los que sufren,
te damos gracias por el testimonio de San Lucas,
médico del cuerpo y del alma,
evangelista de la misericordia.
Haznos,
como él, discípulos fieles,
amigos que permanecen en la dificultad,
misioneros que siembran paz sin imponerla,
peregrinos que caminan con esperanza.
María,
Madre del Evangelio viviente,
acógenos bajo tu manto en este mes del Rosario
y enséñanos a anunciar con ternura a tu Hijo.
Amén.
3
1. Introducción: La singularidad de Lucas, médico
del alma y testigo del Espíritu
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy celebramos a San Lucas, evangelista, discípulo de San Pablo y autor
de dos obras fundamentales del Nuevo Testamento: el Evangelio según San
Lucas y los Hechos de los Apóstoles.
Su estilo es único, su mirada es tierna, y su corazón está siempre abierto a la
acción del Espíritu Santo.
Lucas fue un hombre del mundo griego, formado,
sensible al sufrimiento humano. Se sintió profundamente atraído por Cristo,
el Médico divino, que sana cuerpos y almas, y que revela el rostro
misericordioso del Padre.
Por eso, en este mes del Rosario y de las Misiones, la Iglesia nos
invita a mirar a Lucas como modelo de evangelizador: un hombre de oración,
guiado por el Espíritu y comprometido con la paz.
2. La amistad fiel y el consuelo
en la soledad (2 Tim 4, 9-17a)
San Pablo, prisionero y cansado, escribe con
emoción:
“Solo Lucas está conmigo.”
Estas palabras revelan la fidelidad silenciosa
de un amigo verdadero. Lucas no abandona al apóstol cuando llegan las pruebas,
las traiciones o el cansancio; se queda a su lado como médico, discípulo y
hermano.
Los amigos verdaderos —como Lucas— no desaparecen cuando se oscurece el camino:
permanecen, porque aman con el amor mismo de Cristo.
Sin embargo, Pablo no se queda en la nostalgia:
afirma con fe que el Señor estuvo a su lado y le dio fuerzas.
Cristo es el Amigo definitivo, el que no falla, el que acompaña en el abandono,
el que transforma la soledad en presencia.
En este
Año Jubilar, preguntémonos:
¿Soy un amigo fiel, capaz de acompañar en el sufrimiento, o solo en los
momentos de alegría?
¿Sé reconocer la amistad de Cristo que me sostiene cuando todos se alejan?
La verdadera amistad nace del Evangelio y nos hace portadores de esperanza.
3. La misión del Evangelio:
sembrar la paz (Lc 10, 1-9)
Jesús envía a setenta y dos discípulos —símbolo de
la universalidad de la misión— y les confía un mensaje sencillo y profundo:
“Digan primero: Paz a esta casa.”
El Evangelio no se impone, se propone con paz.
El discípulo de Cristo no va armado con argumentos ni con poder, sino con la
mansedumbre de quien lleva la paz y cura las heridas.
Anunciar el Reino es acercarse al dolor humano con respeto, es sanar sin
humillar, es visitar sin dominar.
San Lucas comprendió muy bien esta espiritualidad
misionera.
En su Evangelio, la oración y el Espíritu Santo están en el centro de
todo:
- Jesús
ora antes de cada decisión;
- el
Espíritu guía su camino y el de los apóstoles;
- la
misión nace siempre de un corazón que escucha.
Así, la “singularidad de Lucas” consiste en
recordarnos que toda acción apostólica debe nacer del silencio orante y de
la docilidad al Espíritu.
Sin oración, la misión se vuelve activismo vacío.
Sin Espíritu, el anuncio pierde fuego y ternura.
4. San Lucas: evangelista de la
misericordia universal
Lucas es el cronista de la compasión de Dios.
Solo él nos transmitió el Magníficat, el Benedictus y el Nunc
dimittis, cantos de alabanza que brotan de corazones agradecidos.
Solo él narró las parábolas del Buen Samaritano y del Hijo Pródigo, donde la
misericordia vence al juicio.
Solo él subrayó el papel de las mujeres y de los pobres como protagonistas del
Reino.
Su mirada está marcada por la universalidad del
amor de Dios: todos son llamados, nadie queda excluido.
Por eso, su Evangelio es especialmente actual: en un mundo dividido, lleno de
violencia y desconfianza, Lucas nos enseña el arte de curar, acompañar y
reconciliar.
5. María y el Espíritu Santo: la
fuente de toda misión
En este sábado dedicado a la Virgen María, no
podemos olvidar que ella ocupa un lugar privilegiado en el Evangelio de
Lucas.
Solo él nos cuenta el saludo del ángel, la visita a Isabel, el nacimiento en
Belén, la profecía de Simeón y la oración de María en el Cenáculo.
María es la mujer de la oración constante, la que
escucha y guarda la Palabra, la que se deja conducir por el Espíritu.
Por eso, el Papa Francisco afirma:
“Con el Espíritu Santo está siempre María, y Ella
ha hecho posible la explosión misionera de Pentecostés.”
En el mes del Rosario, aprendamos de María y
de Lucas la unión profunda entre oración, Espíritu y misión.
Solo quien ora puede anunciar con credibilidad; solo quien se deja mover por el
Espíritu puede sembrar paz verdadera.
6. Aplicación jubilar: peregrinos
orantes y amigos de la paz
En este Año Jubilar de la Esperanza, San
Lucas nos recuerda que la oración es el corazón de toda evangelización.
No hay misión sin contemplación, ni anuncio sin silencio interior.
Nuestra tarea, como creyentes y misioneros, no es conquistar almas, sino ofrecer
la paz de Cristo, construir comunión, acompañar, sanar.
Seamos, como Lucas, peregrinos de la esperanza,
amigos fieles que permanecen junto al dolor,
médicos del alma que curan con la ternura del Evangelio,
y evangelizadores que anuncian la paz del Reino con alegría y humildad.
7. Oración final
Señor
Jesús,
que enviaste a tus discípulos a proclamar la paz,
enséñanos a servir como San Lucas:
con oración constante,
con escucha del Espíritu,
con ternura hacia los pobres y los enfermos.
Haznos
amigos fieles,
testigos de esperanza,
y misioneros que siembren tu paz.
María,
Madre de la Iglesia,
enséñanos a orar y a creer,
a guardar en el corazón lo que el Espíritu susurra,
y a proclamar con alegría que el Reino de Dios está cerca.
Amén.
4
1.
Introducción: Evangelizar el mundo con el
Espíritu y con ternura
Queridos
hermanos y hermanas:
Hoy la Iglesia nos invita a contemplar a San
Lucas, evangelista, el médico amado, compañero de San Pablo y
escritor del Evangelio de la misericordia y de los Hechos de los Apóstoles.
Su vida y su obra nos recuerdan que la
misión cristiana es universal, que todos —sin excepción— somos
enviados a anunciar la paz y el amor de Cristo a quienes encontramos en el
camino.
El
Evangelio que él mismo escribió nos narra hoy el envío de los setenta y dos discípulos,
enviados de dos en dos a todos los lugares donde el Señor pensaba ir. Esta
misión no fue exclusiva de los Doce: fue un anticipo de lo que sería la evangelización del mundo entero.
Lucas entendió que la Buena Noticia debía alcanzar a todos: judíos y gentiles,
ricos y pobres, hombres y mujeres, cercanos y lejanos.
En
este Año Jubilar de la
Esperanza, cuando la Iglesia entera se reconoce peregrina y misionera,
la figura de San Lucas nos inspira a ser discípulos que anuncian con gozo, curan con compasión y viven en oración.
2. San Lucas, amigo fiel y evangelista
universal (2 Tim 4, 9-17a)
San
Pablo escribe desde la prisión:
“Solo
Lucas está conmigo.”
En
estas palabras vibra una profunda humanidad. Pablo, anciano y cansado, recuerda
con gratitud a ese amigo que no lo abandonó cuando otros lo dejaron solo. Lucas
no predica solo con palabras; predica
con la fidelidad de su presencia.
Así se evangeliza también: acompañando,
sosteniendo, permaneciendo.
Lucas
fue médico del cuerpo, pero sobre todo médico
del alma. Su ciencia se convirtió en compasión, su inteligencia
en servicio, su amistad en testimonio.
Y cuando Pablo habla del Señor que “estuvo a su lado y le dio fuerzas”, podemos
imaginar a Lucas como instrumento de esa misma fortaleza divina.
El
verdadero evangelizador no busca protagonismo, sino estar donde Dios le
necesita: al pie de las heridas, en los márgenes, junto al cansado.
En este sentido, la misión
comienza siempre con la amistad fiel, con la capacidad de
sostener al hermano en la prueba.
3. “La mies es abundante”: enviados de dos en
dos (Lc 10, 1-9)
El
Evangelio de Lucas nos muestra el corazón de la misión:
“El
Señor designó a otros setenta y dos y los envió de dos en dos a todos los
lugares donde Él pensaba ir.”
Solo
Lucas menciona este envío más amplio.
Los setenta y dos representan a todas
las naciones de la tierra: el Evangelio no tiene fronteras,
porque el amor de Dios no tiene límites.
Jesús
les da instrucciones precisas: no llevar bolsa, ni alforja, ni sandalias;
desear la paz; curar a los enfermos; anunciar que el Reino de Dios está cerca.
Así describe Lucas el estilo del misionero: pobre, disponible, pacífico y lleno de Espíritu Santo.
Evangelizar
no es convencer, sino preparar
los caminos del Señor, como los setenta y dos que fueron “a los
pueblos donde Él pensaba ir”.
Cada cristiano, cada comunidad, cada medio de comunicación —también Gusqui Stereo— puede ser ese
mensajero que prepara los
corazones para el encuentro con Cristo.
4. La singularidad de Lucas: oración y
docilidad al Espíritu
La
obra de San Lucas —su Evangelio y los Hechos— tiene un sello inconfundible: la centralidad de la oración y la acción
del Espíritu Santo.
Allí donde los otros evangelistas no mencionan al Espíritu, Lucas lo hace
presente: en la Anunciación, en el Bautismo, en el desierto, en la misión, en
la cruz, en Pentecostés.
Esta
insistencia revela su convicción:
“Toda
misión cristiana se apoya en la oración y en la disponibilidad al Espíritu.”
La
evangelización no es activismo ni estrategia, sino respuesta orante a un envío
interior.
El misionero no anuncia por entusiasmo, sino por inspiración.
No corre por impulso, sino que camina al ritmo del Espíritu.
Por
eso, antes de hablar del Evangelio, Lucas nos enseña a escucharlo y a vivirlo en silencio,
en adoración, en confianza. Solo así la misión produce fruto.
5. San Lucas, evangelista de los gentiles y de
la misericordia
Tradición
y exégesis coinciden: Lucas escribió principalmente para los no judíos, para
aquellos que no conocían las costumbres ni la Ley, para los pueblos “de lejos”
que esperaban una palabra de salvación.
Por eso, su Evangelio es el más
universal, el que más subraya la misericordia de Dios, la
oración, la alegría, la dignidad de los pobres y la fe de las mujeres.
A
través de sus páginas descubrimos a un Cristo cercano y compasivo, que perdona a los
pecadores, levanta a los caídos, llora con los afligidos y come con los
despreciados.
Ese es el Cristo que necesitamos hoy: el que cura el alma del mundo y siembra esperanza
en medio del cansancio.
Lucas
no solo escribió sobre la misericordia: la
vivió, y por eso su palabra sigue transformando corazones hasta
el fin del mundo.
6. María, la mujer del Espíritu y modelo del
discípulo misionero
En
este sábado, nuestra mirada se dirige naturalmente a María, la mujer del
“sí”, la llena de gracia, la que creyó y acompañó a Jesús hasta la cruz y al
Espíritu en Pentecostés.
Lucas es el evangelista que más la menciona, el que mejor describe su oración,
su silencio, su disponibilidad.
Ella,
la Virgen del Rosario, nos enseña el secreto del verdadero misionero:
orar, escuchar y actuar
movidos por el Espíritu.
Sin oración, no hay misión. Sin Espíritu, no hay fuego. Sin María, no hay
ternura en el anuncio.
Pidámosle
hoy a la Madre del Evangelio viviente que nos ayude a anunciar como Lucas: con
compasión, con fidelidad, con alegría.
7. Aplicación jubilar: ser evangelistas del
tercer milenio
En
este Año Jubilar
“Peregrinos de la Esperanza”, San Lucas nos invita a evangelizar el mundo con el poder del
Espíritu y la ternura de Dios.
El campo es grande, los corazones están sedientos, y el Señor sigue repitiendo:
“La mies es abundante, pero
los obreros pocos.”
El
obrero del Reino no impone, ofrece
la paz.
No condena, cura.
No huye, permanece.
Y cuando es rechazado, sigue amando.
Evangelizar
hoy es llevar la misericordia al mundo digital, al trabajo, a las calles, a las
familias heridas, a los que se sienten lejos de Dios.
Como San Lucas, somos llamados a ser
evangelistas con palabra y con vida, a escribir un “quinto
evangelio”: el de nuestro testimonio cotidiano.
8.
Oración final
Señor
Jesús,
Tú que enviaste a tus discípulos a evangelizar el mundo,
te damos gracias por el don de San Lucas,
médico, amigo fiel y testigo de tu misericordia.
Danos su
mirada compasiva,
su docilidad al Espíritu,
su amor a la oración,
y su pasión por el Evangelio.
Haznos
misioneros jubilares,
peregrinos de esperanza,
obreros de tu paz.
María,
Madre del Evangelio viviente,
enséñanos a anunciar con amor
que el Reino de Dios está cerca.
Amén.
18 de octubre:
San Lucas Evangelista — Fiesta
Siglo I, murió aproximadamente a los 84 años
Patrono de los artistas, solteros, encuadernadores, cerveceros, carniceros,
vidrieros, orfebres, encajeros, notarios, médicos y cirujanos.
Cita:
“Puesto que muchos han emprendido la tarea de
componer un relato de los acontecimientos que se han cumplido entre nosotros,
tal como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos
oculares y servidores de la Palabra, he decidido también yo, después de
investigarlo todo diligentemente desde los orígenes, escribírtelo
ordenadamente, excelentísimo Teófilo, para que conozcas la solidez de las
enseñanzas que has recibido.”
(Lucas 1,
1–4)
Reflexión
En el siglo I, la ciudad de Antioquía era la
capital de la provincia romana de Siria y una de las ciudades más importantes
del Mediterráneo oriental. Durante siglos, sus restos antiguos pudieron
contemplarse en Antakya (Turquía), hasta que el terremoto de febrero de
2023 destruyó muchos sitios religiosos de gran valor.
En tiempos apostólicos, Antioquía era un centro comercial estratégico del
Imperio Romano, una ciudad culturalmente diversa, de lengua predominantemente
griega y con una gran biblioteca que la convertía en un foco intelectual.
Antioquía fue también una de las primeras
comunidades cristianas, evangelizada inicialmente por San Pablo y San
Bernabé, y cuyo primer obispo fue San Pedro, según nos dice el libro
de los Hechos:
“Y fue en Antioquía donde por primera vez los
discípulos fueron llamados cristianos” (Hch 11,26).
El santo que hoy celebramos, San Lucas
Evangelista, probablemente nació, creció y descubrió la fe en esa ciudad.
El médico amado y compañero de
San Pablo
A San Lucas se le atribuyen el Evangelio según
San Lucas y los Hechos de los Apóstoles.
El historiador del siglo IV Eusebio de Cesarea escribió:
“Lucas era de origen antioqueno y médico de
profesión, íntimo amigo de Pablo y bien conocido del resto de los apóstoles”
(Historia Eclesiástica 3,4).
San Pablo menciona a Lucas en varias de sus cartas
como su colaborador y médico personal (Col 4,14; Flm 1,24; 2 Tim 4,11).
El hecho de que Lucas acompañara fielmente a Pablo
también se revela en los Hechos de los Apóstoles, cuando el narrador
pasa del “ellos” al “nosotros”, indicando su presencia personal en los
viajes misioneros.
Estas secciones comienzan en Hechos 16,10–17, cuando Pablo recibe la visión que
lo impulsa a cruzar a Macedonia desde Tróade. Desde entonces, Lucas parece
haber permanecido a su lado: recorrieron Macedonia, Grecia, Galacia, Frigia,
Éfeso, Jerusalén (donde Pablo fue arrestado) y finalmente Roma,
donde el apóstol pasó dos años antes de ser ejecutado.
Según la Segunda Carta a Timoteo, escrita
probablemente poco antes del martirio de Pablo, el apóstol testifica:
“Procura venir pronto a verme… Demas me ha
abandonado por amor a este mundo y se ha marchado a Tesalónica; Crescente a
Galacia, Tito a Dalmacia. Solo Lucas está conmigo” (2 Tim 4,9–11).
Hasta el final, Lucas fue el amigo fiel.
Un investigador meticuloso y
escritor inspirado
En el prólogo de su Evangelio, Lucas confiesa que no
fue testigo ocular de los hechos, sino que investigó cuidadosamente todo y
lo escribió “en orden” (Lc 1,1–4).
San Pablo menciona en sus cartas a Marcos, autor del primer Evangelio,
junto a Lucas, lo que indica una estrecha relación entre ambos. De hecho, se
considera que Lucas utilizó el Evangelio de Marcos como fuente
principal.
La mayoría de los estudiosos sostiene que Lucas fue
un gentil convertido al cristianismo. Esta conclusión proviene de
Colosenses 4,10–14, donde Pablo distingue entre “los de la circuncisión” (los
judíos) y menciona a Lucas fuera de ese grupo, entre los gentiles.
Además, su Evangelio y los Hechos otorgan una atención especial a los convertidos
de origen pagano, lo que confirma su sensibilidad universal.
Su dominio del idioma griego, tanto en gramática
como en estilo literario, muestra que era un hombre culto y bien formado,
profundamente inmerso en la cultura helenística.
Una obra en dos volúmenes: el
Evangelio y los Hechos
El Evangelio según San Lucas y los Hechos de los
Apóstoles forman una sola obra dividida en dos volúmenes, dirigida a un
personaje llamado Teófilo.
En el Evangelio leemos:
“Excelentísimo Teófilo, he decidido escribirte en
orden…” (Lc 1,3–4).
En los Hechos:
“En mi primer libro, querido Teófilo, traté de todo
lo que Jesús hizo y enseñó hasta el día en que fue llevado al cielo…” (Hch
1,1–2).
¿Quién era Teófilo?
Los estudiosos ofrecen diversas interpretaciones:
- Podría
haber sido el abogado de San Pablo, y los escritos de Lucas habrían
servido como material de defensa ante las autoridades romanas.
- También
pudo ser un mecenas o benefactor que financió la redacción de las
obras.
- Pero
en una lectura espiritual, el nombre Theóphilos significa “amigo
de Dios”, lo que sugiere que Lucas escribió para todos los que aman
a Dios y desean conocer la certeza de la fe.
El Evangelio de la misericordia y
la universalidad
El Evangelio según San Lucas, el más extenso de los
cuatro, se distingue por su riqueza moral, espiritual y literaria.
Incluye numerosas parábolas y episodios únicos que no aparecen en los otros
evangelios:
- Anunciación
a Zacarías (Lc
1,5–25)
- Anunciación
a María (Lc
1,26–38)
- Visitación
y Magníficat (Lc
1,39–56)
- Nacimiento
de Juan y cántico de Zacarías (Lc 1,57–80)
- Presentación
de Jesús en el Templo (Lc 2,22–38)
- Jesús
a los 12 años en el Templo (Lc 2,41–52)
- Rechazo
en Nazaret (Lc
4,16–30)
- Resurrección
del hijo de la viuda de Naín (Lc 7,11–17)
- Perdón
de la mujer pecadora (Lc 7,36–50)
- Envío
de los 72 discípulos (Lc 10,1–24)
- Visita
a Marta y María (Lc
10,38–42)
- Conversión
de Zaqueo (Lc
19,1–10)
Y parábolas exclusivas como:
- El
Buen Samaritano (Lc
10,25–37)
- El
Amigo importuno (Lc
11,5–13)
- El
Rico insensato (Lc
12,13–21)
- La
Higuera estéril (Lc
13,6–9)
- La
Oveja perdida, la Moneda perdida y el Hijo Pródigo (Lc 15)
- El
Administrador infiel (Lc 16,1–13)
- El
Rico y Lázaro (Lc
16,19–31)
- La
Viuda insistente (Lc
18,1–8)
- El
Fariseo y el Publicano (Lc 18,9–14).
Lucas ofrece una imagen de Cristo entrañable y
misericordiosa, especialmente hacia los marginados, los pobres, las mujeres
y los pecadores arrepentidos.
María, la Virgen del Evangelio
Solo Lucas nos ofrece los detalles más íntimos de
la vida de la Santísima Virgen María: su Anunciación, su Magníficat y la
Presentación de Jesús en el Templo.
Estos relatos parecen proceder de una fuente directa o de testimonio muy
confiable, posiblemente de la misma Madre de Dios.
Una antigua tradición sostiene que San Lucas fue
también artista, y que pintó el primer ícono de la Virgen María con el Niño
Jesús, modelo de todas las imágenes marianas posteriores.
Muerte y legado
Las tradiciones antiguas indican que San Lucas murió
a los 84 años en Beocia (Grecia), y aunque algunas fuentes sostienen que
fue mártir —colgado de un olivo—, los registros no son concluyentes.
Lo que sí es seguro es que sus escritos son un
testimonio fiable y luminoso.
El Evangelio y los Hechos de los Apóstoles constituyen una parte esencial del
Nuevo Testamento.
Dios utilizó a este hombre culto e inteligente para inspirar, por medio del
Espíritu Santo, un relato ordenado y profundo de la acción salvadora de
Cristo y de los comienzos de la Iglesia.
Lucas puso su pluma, su corazón y su ciencia al
servicio del Espíritu, y el Espíritu guió su mano.
Conclusión
Hoy, al honrar a este gran evangelista, recordemos
que cuando él escribió con humildad “para que conozcas la certeza de las
enseñanzas”, no podía imaginar que sus palabras se convertirían en una de
las más difundidas de la historia de la humanidad, instrumento de salvación
para millones de almas.
Oración
San
Lucas,
fiel servidor de San Pablo y adorador de Jesús, tu Señor,
entregaste a Dios tus dones naturales, tu inteligencia y tu tiempo
para que Él los usara en el cumplimiento de su voluntad y en la proclamación
del Evangelio.
Intercede
por mí,
para que me entregue sin reservas al plan de Dios,
y para que Él me use como instrumento suyo
para atraer muchas almas a Cristo.
San
Lucas, ruega por mí.
Jesús, en Ti confío.
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