viernes, 3 de febrero de 2023

5 de febrero del 2023: 5o Domingo del Tiempo Ordinario (A)



 La felicidad a la manera de Jesús

El discípulo es "sal de la tierra" y "luz del mundo", puesto que su misión consiste en darle sabor a la existencia humana e iluminar el mundo gracias a su fidelidad a la vida y a la enseñanza de Jesucristo.

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El encuentro dominical es un momento privilegiado en el cual Dios viene hacia nosotros para acompañarnos con su Palabra. Este tiempo en el que estamos reunidos, es el momento favorable donde se nos ofrece la ocasión de alimentar nuestra relación con Cristo y nos invita a profundizar en el sentido de nuestra misión en el Espíritu. Desde el comienzo de nuestra celebración, volvámonos hacia el Padre Misericordioso y pidámosle nos muestre sus favores y sus gracias.




Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (58,7-10):

ESTO dice el Señor:
«Parte tu pan con el hambriento,
hospeda a los pobres sin techo,
cubre a quien ves desnudo
y no te desentiendas de los tuyos.
Entonces surgirá tu luz como la aurora,
enseguida se curarán tus heridas,
ante ti marchará la justicia,
detrás de ti la gloria del Señor.
Entonces clamarás al Señor y te responderá;
pedirás ayuda y te dirá: “Aquí estoy”.
Cuando alejes de ti la opresión,
el dedo acusador y la calumnia,
cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo
y sacies al alma afligida,
brillará tu luz en las tinieblas,
tu oscuridad como el mediodía».
Palabra de Dios


Salmo
Sal 111,4-5.6-7.8a.9

R/. El justo brilla en las tinieblas como una luz

V/. En las tinieblas brilla como una luz

el que es justo, clemente y compasivo.
Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos
. R/.

V/. Porque jamás vacilará.
El recuerdo del justo será perpetuo.
No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
R/.

V/. Su corazón está seguro, sin temor.
Reparte limosna a los pobres;
su caridad dura por siempre
y alzará la frente con dignidad
. R/.


Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (2,1-5):

YO mismo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y este crucificado.
También yo me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
Palabra de Dios


EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN MATEO CAPÍTULO 5, VERSÍCULOS 13 AL 16:

 Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo podrá ser salada de nuevo? Ya no sirve para nada, por lo que se tira afuera y es pisoteada por la gente.
Ustedes son la luz del mundo: ¿cómo se puede esconder una ciudad asentada sobre un monte? Nadie enciende una lámpara para taparla con un cajón; la ponen más bien sobre un candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Hagan, pues, que brille su luz ante los hombres; que vean estas buenas obras, y por ello den gloria al Padre de ustedes que está en los Cielos.

PALABRA DE DIOS




A guisa de introducción:

Dar sabor de evangelio

Después del día de nuestro bautismo, somos discípulos de Cristo.

La  Palabra de Dios de este domingo se dirige entonces, antes que nada a nosotros.

Sumergidos en el amor de Dios, somos sal de la tierra y luz del mundo! Nuestra misión consiste en sazonar el mundo, darle sabor de evangelio (Buena Nueva) y hacer brillar la Luz de Cristo que se nos ha confiado. Fácil de decir pero difícil de vivirlo.

Cómo ofrecer al  mundo de hoy un testimonio- ejemplo de fe, proponer la luz del Evangelio sin pasar por un rechazo categórico o ser catalogado de moralista intransigente? Referirse a Jesús es bueno siempre, pero si se habla de la Iglesia a quien habla se  “le asume con ligereza, con casi desprecio e indiferencia, o un “quemeimportismo”.

Importa entonces ofrecer la luz evitando de enceguecer, manejando el salero con prudencia. Si ponemos demasiada sal podremos volver salado el plato. El buen cocinero utiliza los aliños para resaltar y o hacer surgir el buen gusto de los alimentos.

Cada Eucaristía renueva nuestro gusto por el Evangelio, revive en nuestros corazones la luz de Cristo. Impulsa y posibilita al Espíritu de inspirarnos el gesto concreto que será proclamación del Evangelio: “si das al hambriento lo que deseas para ti (de buen corazón) y sacias al hombre oprimido, brillará tu luz en las tinieblas, y tu oscuridad se volverá como la claridad del mediodía” (Isaías 58,10)

El Evangelio de este domingo nos aporta un albor nuevo: para comunicar de verdad, es necesario ser “la sal de la tierra” y “la luz del mundo”. Y ello no será posible sino cuando nos reunamos alrededor de Jesús. Cristo es como un sabor que da a cada ser humano un gusto que viene del interior. Hemos de ser vigilantes para no dejar que las cosas pierdan su sabor, y no dejar que otros sabores (amargo, acido, picantísimo) tomen el lugar. Lo importante  hacer  todo lo posible por dar a nuestra vida el gusto de Dios. Es para responder a este llamado que nos reunimos el domingo en las iglesias. Es Él quien nos invita a beber, a “sustraer el agua” en la fuente del amor que está en El.

La Sal y la luz son reveladores (indicadores, medidores); la sal valoriza los alimentos. La luz ayuda a descubrir, a  conocer la belleza de los seres y del mundo. Los alimentos existen antes de recibir la sal. Los seres y el mundo existen antes de ser iluminados. Esto habla extensamente de  la misión que Jesús confía a sus discípulos y a nosotros mismos. Nadie tiene necesidad de nosotros para existir. Pero todos nosotros tenemos un papel particular a jugar, a desempeñar. El señor cuenta con nosotros.

Como sal de la tierra, en comunión con Cristo, hemos de revelar a todos los hombres y mujeres el sabor de su vida. Ellos no nos han esperado para vivir de gestos de amor y de compartir bellos. Nosotros vemos que se comprometen en el banco de alimentos y en diversas asociaciones con objetivo humanitario. Algunos olvidan mismo sus vidas. Nuestra misión es testimoniar que  Dios está ahí en todos esos gestos y palabras de amor.

Nuestro papel es revelar el nombre de Aquel que actúa a través de ellos. Dios está presente en todo lugar donde hay amor.

“Ustedes son la luz del mundo”, nos dice aun Jesús. Nacer es venir al día, es ver la luz. Nadie puede vivir en la oscuridad, no más los humanos que las plantas. La oscuridad hace morir; la luz es la vida y la alegría de vivir. Como luces del mundo, estamos acá para resaltar (revalorizar) la belleza del mundo. Es la mirada del amor que revela el verdadero rostro de las personas y de las cosas. Pero esto no puede hacerse que en la discreción. Demasiada sal acaba por volver los alimentos repugnantes. Una luz que encandile demasiado puede provocar accidentes en la carretera. Para ser sal y luz, es necesario ante todo amar. La evangelización no es una conquista; es el anuncio de una Buena Noticia. Esto no puede hacerse sino dentro y en una presencia de amor.

Cristo nos previene contra la sal que se vuelve “simploreta” o pierde su sabor.  Un cristiano que se aleja de Dios termina por perderle el gusto a la fe. No vive más de la sabiduría de Jesucristo. Es un bueno para nada. Para volver a encontrar el sabor a Evangelio, hemos de venir una y otra vez hacia Aquel quien es la fuente. Así, podremos transmitirlo (ese gusto, ese sabor) a otros y alrededor de nosotros. El Evangelio es una Buena Noticia a la cual es necesario que vengamos incesantemente (referenciarla, alimentarnos de) para alimentarnos (nutrirnos).

No podemos contentarnos con lo que dicen los Medios de Comunicación cada día. Lo importante es que nuestra vida testimonie (muestre, revele) cada día el amor que está en Dios.  



Aproximación psicológica al texto del Evangelio:

Descendientes de los profetas



Cuando uno toma estos cuatros versículos de manera aislada, es difícil discernir el sentido de las expresiones “sal de la tierra” y “luz del mundo”. Uno puede pensar vagamente en el deber del discípulo de Jesús “dar testimonio”, pero todavía ahí, la cuestión de la naturaleza de este testimonio queda pendiente.

Las cosas cambian si se comprende esta breve sección (versículos 11 al 16) como un desarrollo, explicación ampliada de la última bienaventuranza, que se refiere a los  perseguidos por la justicia (v.10) esta idea de la persecución por la justicia aparece en efecto como el hilo que comunica sólidamente los versículos entre sí (v.11 al 16).

He aquí la cadena: los discípulos serán perseguidos (v.11) como los profetas lo han sido también (v.12); los discípulos son los nuevos profetas (v.13-14) de quienes su testimonio no debe relajarse, omitirse o esconderse (v.15), mas al contrario, llevar a la humanidad a reconocer a Dios (v.16).

Desde esta perspectiva , las cosas se aclaran. En calidad de discípulos de Jesús y sucesores de los profetas, los creyentes deben vivir abiertamente según sus convicciones, sin disminuir su luz o debilitarla.

Esta tentación llegara de modo inevitable, ya que los nuevos profetas enfrentarán, llegado el momento, insultos, difamaciones y represión. Pero hay que resistir, perseverar, porque si ellos se callan, quién hablara? Si aquellos que han escuchado el llamado de Dios, y son interpelados a tomar partido  por los oprimidos y ponerse de su lado, se desaniman, dejan todo acabar y o se acomodan, quién continuará el combate?

Dios no puede ser presentado, reconocido, “glorificado” (v.16) que ahí donde su amor por el pobre, el desfavorecido y el explotado se manifiesta y actúa gracias  a los discípulos de Jesús. La  “luz” que Dios quiere reflejar sobre “las manos debilitadas, las rodillas que se doblan y los corazones que desfallecen” (Is 35,3-4), ella no puede pasar que por aquellos que viviendo como Jesús, llegan a ser los relevos de Dios.

No se trata para los cristianos de ganar un concurso de popularidad por sus buenas obras, como una lectura distraída o complaciente del versículo 16 podría hacernos creer. Se trata de “construir la paz” (v.9) al lado de los pobres, de tener hambre y sed de justicia” (v.6), de compartir activamente la sed de Dios por la fraternidad y la justicia, y esto al precio del rechazo social el más doloroso (y o difícil). Su futuro es en esta dirección, nos dice Jesús.



Reflexión Central

La sal de la tierra



Los textos bíblicos de este domingo nos invitan a compartir y a dar lo mejor de nosotros. En la primera lectura, Isaías se dirige a los habitantes de la Judea. Después de haber ayunado y haberse mortificado, ellos constatan que Dios parece no fijarse o interesarse en el cumplimiento escrupuloso de sus mandamientos. En efecto, ellos no han comprendido nada. Es verdad que ellos ayunan y nadie les reprocha; el problema viene del hecho que ellos viven como si nada pasara, explotando sus obreros. A los ojos de Dios, lo más importante, es que nos amemos los unos a los otros. No sirve de nada buscar a Dios, mientras no desechemos de nuestra vida los gestos acusadores y las palabras desedificantes.

La oración del salmo 11 se suma al llamado del profeta: "el hombre de bien tiene piedad, él comparte. A manos llenas, él dona al pobre". Al actuar así, quien es fiel puede confiar: "Su poder y su gloria crecerán ". Son muchos los que han seguido este camino. Pidamos al Señor que nos enseñe a seguir su ejemplo. Será sólo por nuestros gestos de amor, de compartir y de solidaridad que nosotros seremos creíbles, y como los demás confiarán en nosotros.

En la segunda lectura, San Pablo nos habla precisamente del loco amor de Dios en Jesucristo, quien se deja crucificar. El apóstol cree en ese amor y lo constata. En una sociedad que prefiere la sabiduría humana y los bellos discursos, este mensaje difícilmente pasa, es escuchado con dificultad. Pero Pablo no se deja deprimir. Él no busca convencer por estratagemas o por la elocuencia de su palabra. Él se borra tras el mensaje puro. Él confía en el Espíritu Santo que actúa con poder en el corazón de sus oyentes.

En el evangelio de este domingo, ubicado después de las bienaventuranzas que proclamamos el domingo pasado, Jesús se dirige a los discípulos que están a su lado, para anunciarles que ellos son "sal de la tierra y luz del mundo". Cuando San Mateo escribe su evangelio, se dirige a cristianos que son quizás muy tibios y muy apagados. Muchos tienen miedo y se esconden, pues le temen a la persecución.

El evangelista les recuerda a estos recién convertidos al evangelio, que como discípulos de Jesús, no deben esconder la luz, esa luz recibida de la predicación y guardarla o esconderla para ellos solos. Es necesario absolutamente que compartamos nuestro descubrimiento, testimoniar nuestra fe. El don recibido nos abre a la misión, tanto personalmente como comunitariamente. Aquí está en juego toda la acción y la dinámica de la Iglesia. El Santo Papa Pablo VI decía "La Iglesia existe para evangelizar", esa es su esencia. La Iglesia debe salir, ir a las periferias de la sociedad como nos lo ha dicho también tantas veces el papa Francisco. Es así como responderemos a la interpelación de Jesús: "Ustedes son la sal de la tierra…ustedes son la luz del mundo".

La sal y la luz no existen para sí mismas sino para el servicio que uno les pida o les exija. Cuando Jesús nos dice que nosotros somos la sal de la tierra y la luz del mundo, nos dice que lo importante es la tierra y el mundo. Esto significa que a todos nos pone en situación misionera. Nuestra presencia es indispensable, pero no debemos olvidar que la Iglesia debe su razón de ser, de existir, al mundo. Es decir el mundo es lo más importante para la Iglesia. Como discípulos de Cristo nosotros siempre hemos de estar al servicio del mundo (velar por su salvación, preocuparnos porque encuentre la verdadera alegría, su razón de ser, su sentido…).

A menudo, nos quejamos de la baja considerable en el número de practicantes. Nos lamentamos del hecho que las iglesias se vacían. El evangelio de este día nos invita a revisar nuestros criterios. No debemos ver en términos de cantidad sino de calidad. Cuando preparamos un plato de lentejas, ponemos una ínfima cantidad de sal en relación con las lentejas. Jesús nos dice que nosotros somos la sal, no las lentejas. A Él le gustaría que nos concentráramos en nuestra capacidad de darle sabor al mundo.

Como sal de la tierra, somos enviados para revelarle a los hombres el sabor de la vida. Ellos no nos esperan para tener bellos gestos de compartir. Cada día tenemos magníficas ilustraciones de ello. Nosotros también pensamos en aquellos que trabajan con esfuerzo y en silencio por los demás. Nuestro papel es revelar el nombre de Aquel que actúa a través de nosotros. "Dios no está en todas partes sino precisamente allí donde se le deja entrar".  Dios está presente en todo lado, allí donde hay amor.

Hay un gran peligro que debemos evitar. Mucha sal desnaturaliza los alimentos y los hace incomibles. Una luz demasiado viva enceguece a quienes pretende iluminar. Ella puede provocar catástrofes. Para ser sal y luz, es necesario amar primero. Esto es indispensable. La evangelización no es una conquista sino un anuncio de la Buena Noticia. Y sobre todo, no olvidemos lo más importante: Jesús le habla a discípulos reunidos alrededor suyo; es estando, y permaneciendo a su lado que podremos ser siempre sal y luz. Sin Él nada es posible.

"Dios nuestro Padre, Jesús tu Hijo nos llama a ser sal de la tierra y luz del mundo. Que la luz de tu justicia brille en nuestra vidas; entonces nuestros gestos y nuestras palabras le aportarán al mundo un sabor de evangelio y nuestras vidas serán el reflejo de Jesús, Luz del mundo". Amén!


2
Ser luz y sal para el mundo

Jesús compara la misión del cristiano con la sal y la luz.

Él no dice “lleguen a ser”, sino más bien: “ustedes son”. Qué hace uno con la sal? Gracias a que muchas veces he hecho la pregunta, he podido concluir lo siguiente:

1.     La sal realza el gusto de los alimentos: nuestra misión como cristianos, consiste en darle sabor e ideales a la vida.
2.     La sal impide que los alimentos se corrompan: como cristiano, yo debo evitar el mal y ayudar a la gente a abandonar esos senderos de muerte.
3.     La sal Purifica las llagas y cicatriza las heridas: si uno está herido no conviene replegarse sobre sí mismo y ante todo se debe permitir a las personas heridas de rencontrar su dinamismo interior.
4.     La sal hace fundir el hielo e impide que uno se resbale o se deslice: Un cristiano debe evitar corromperse por los caminos del facilismo. Hemos de ser testigos para las personas en búsqueda de sentido de la vida.
5.     La sal impide la deshidratación: Alimentarnos de Dios a través de la oración, los sacramentos y la solidaridad comunitaria con el fin de llegar a ser alimento de Dios para los buscadores de Dios alrededor de nosotros. (En pequeñas dosis la sal es beneficiosa, mientras que en fuertes dosis, llega a ser nociva; entonces es necesario saber dosificarla para una mejor salud física y espiritual).

Hay diferentes tipos o clases de sal: la sal refinada de cocina, el calcio, la sal de vaca (sal de alimentación pecuaria)…así como también hay diferentes personalidades al servicio del evangelio.

Y la LUZ? Ella ilumina, calienta y guía en la noche. He aquí otra realidad esencial de nuestra misión como cristianos: iluminar, dar calor a los corazones fríos, guiar hacia lo esencial. Y todavía acá es preciso decir que hay diferentes tipos de luz: están las luces indispensables en la vida diaria para nuestro bienestar como el cuadrante luminoso que nos asegura la noche para prolongar el sueño, como las luces de las decoraciones de navidad, y después están las luces que enceguecen, que no aportan nada a los otros como la del auto que uno se encuentra en la carretera y donde el conductor no baja las luces a nuestro paso en sentido inverso. 

Como cristianos, somos invitados a convertirnos en luces indispensables y necesarias. Nunca luces de iluminación que enceguecen o que encandilan como la de aquel que pone su luz plenamente dentro de la vista de los demás,  y que no busca más que su interés personal: una luz que enceguece a veces, pero deja el corazón amargado.

El desafío como cristianos: permanecer conectados a Cristo, unidos a Él.

Esto me recuerda el día que mi lámpara de escritorio no se iluminaba. Yo cambié la bombilla: esta tampoco funcionaba. Entonces yo decidí desconectarla para ver qué sucedía…y en seguida descubrí que alguien la había ya desconectado. Yo la volví a conectar y funcionó muy bien.

Entonces, es necesario permanecer conectados a Cristo para irradiar su presencia e iluminar en su nombre. Un último detalle importante: la sal que es utilizada y la luz que ilumina son dos elementos que no se aportan nada a ellas mismas. Ellas están ahí para el servicio de los otros.

Es así también como servir a Cristo, es olvidarse de sí mismo por la felicidad de los otros.

Es el conjunto de todas nuestras llamas o flamas juntas que producirán el fuego del amor y del cual el mundo tiene necesidad, y no olvides nunca que si tú no te gastas, si tú no ardes por amor, hay seguramente alguien alrededor de ti que se muere de frío.





3

La luz del mundo

Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».

Mateo 5:14–16 

Todos hemos experimentado un momento en que las luces se apagaron y quedamos a oscuras. En este caso, si usted tuviera que encender una vela y colocarla en el centro de la habitación, su luz marcaría una gran diferencia. 

Una vela en una habitación a oscuras transforma esa habitación, convirtiéndola en un lugar más cómodo para vivir.

Usando esa imagen, consideremos la primera línea en la metáfora que Jesús presenta en el Evangelio de hoy. "Vosotros sois la luz del mundo." Trate de verse a sí mismo como esa única vela en la oscuridad. Esa es su misión. Así como una sola vela puede iluminar toda una habitación, cada uno de nosotros somos capaces de ser una fuente de luz para muchas otras.

Una de las misiones principales que todos hemos recibido en la vida es permitir que la luz de la gracia de Dios “brille ante los demás”. El resultado de cumplir esta misión es que otros verán nuestras buenas obras que están inspiradas por Dios y, a su vez, glorificarán al Padre que está en los cielos. Así, su misión de irradiar la luz de Cristo para los demás tiene como resultado que Dios sea alabado y glorificado.

Esta declaración completa de Jesús es especialmente útil para considerar cuando luchamos con el orgullo. El orgullo es una forma de señalarnos a nosotros mismos. Es un acto de egoísmo por el que nos colocamos en el centro de atención como una forma de intentar convertirnos en objeto de elogios de los demás. Pero lo que Jesús nos dice es que cuando cumplimos adecuadamente nuestro papel de ser la luz del mundo, cuando irradiamos la Luz de Cristo, otros serán inspirados no para alabarnos sino para glorificar a Dios mientras Él actúa a través de nosotros. Esta es una gran diferencia.

Dicho esto, lo hermoso de que Dios sea glorificado es que Dios a menudo quiere que compartamos esa gloria. Eso significa que, si usted fuera a hacer un acto de caridad por otros, y ellos le estuvieran profundamente agradecidos y le agradecieran, su “gracias” o agradecimiento es un acto de glorificar a Dios cuando se entiende que usted actuó por amor a Dios. Dios es alabado cuando nosotros, sus hijos, nos damos y recibimos amor y honor entre nosotros a causa de nuestra fe.

Reflexione, hoy, sobre dos cosas. Primero, piense en aquellos a quienes Dios le ha llamado para hacer brillar Su luz. ¿Quién es aquel (la) en su vida que necesita un acto de amor, caridad, misericordia, perdón o compasión? Comprométase a convertirse en la luz de Dios para ellos en su oscuridad. 

Segundo, piense en aquellos que han hecho brillar la Luz de Cristo sobre usted. Cuando esto sucedió, ¿cómo respondió? Espero que su respuesta haya sido de una gratitud que no solo devuelva el amor al otro sino que también glorifique a Dios a través de su gratitud. 

Sea la luz del mundo para un mundo necesitado y busque esa luz mientras brilla intensamente a través de otros. Esta es la única forma de salir de la oscuridad que constantemente trata de penetrarnos.

 

Señor, Tú eres la verdadera Luz que disipa toda oscuridad en la vida. Eres la Luz de mi vida y brillas intensamente para que todos la vean. Ayúdame a ver Tu luz cuando brilla sobre los demás y a glorificarte por ese regalo. Y ayúdame a ser un instrumento de Tu luz para aquellos que más lo necesitan. Jesús, en Ti confío.


OBJETIVO DE VIDA PARA LA SEMANA :

1.     Confío al Señor las zonas oscuras de mi vida y le pido de sazonar mi vida con el sabor del evangelio.

2.     Aprovecho todas las ocasiones de mi cotidianidad para testimoniar, en palabras y en actos la esperanza que habita mi corazón.


ORACIÓN FINAL

Dios Padre Nuestro,
Tú confías tanto en nosotros
Que nos pides ser
Sal de la tierra y luz del mundo.
En cada Eucaristía,
Tú reavivas en nosotros el gusto del Evangelio
Y tú nos iluminas  por tu Hijo
Quien no deja de aclararnos  en las tinieblas.
Como El lo hizo con el apóstol Pablo,
Que tu Espíritu nos de
Un lenguaje y una sabiduría
Que sabrá tocar y unir  los corazones
Y tocar los espíritus.
Así podremos hacer brillar
La luz de Cristo para nuestros hermanos y hermanas¸
Y ellos te glorificaran a Ti, Nuestro Padre del Cielo. Amen



REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:


http://vieliturgique.ca


http://ciudadredonda.org (para los textos de las lecturas)

HETU, Jean-Luc. Les options de Jésus.

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