12 de febrero del 2023: sexto domingo del tiempo ordinario (A)

 

« Si tú lo quieres... »

El amor (en el sentido del griego “ágape”) es sabiduría y lleva a su plenitud la Ley. Dios nos lo da para que nosotros también en toda ocasión, le amemos a Él y al prójimo. Para entrar en el Reino de los Cielos, todo (a)  discípulo (a) está llamado (a) a ser justo (a) permitiendo a este “amor-sabiduría”, eliminar de su corazón todo aquello que conduce al mal.



PRIMERA LECTURA
LECTURA DEL LIBRO DEL ECLESIÁSTICO 15, 16-21

Si quieres, guardarás los mandamientos y permanecerás fiel a su voluntad. Él te ha puesto delante fuego y agua, extiende tu mano a lo que quieras. Ante los hombres está la vida y la muerte, y a cada uno se le dará lo que prefiera. Porque grande es la sabiduría del Señor, fuerte es su poder y lo ve todo. Sus ojos miran a los que le temen, y conoce todas las obras del hombre. A nadie obligó a ser impío, y a nadie dio permiso para pecar.

Palabra de Dios



SALMO RESPONSORIAL
Salmo 118, 1-2. 4-5. 17-18. 33-34 (R.: Ib)
R. DICHOSO EL QUE CAMINA EN LA LEY DEL SEÑOR.

Dichoso el que, con vida  intachable,
camina en la voluntad del  Señor;
dichoso el que, guardando  sus preceptos,
lo busca de todo corazón. R.

Tú promulgas tus mandatos
para que se observen  exactamente.
Ojalá esté firme mi camino,
para cumplir tus decretos.  R.

Haz bien a tu siervo: viviré
y cumpliré tus palabras;
ábreme los ojos, y  contemplaré
las maravillas de tu ley. R.

Muéstrame, Señor, el camino  de tus decretos,
y lo seguiré puntualmente;
enséñame a cumplir tu ley
y a guardarla de todo  corazón



SEGUNDA LECTURA
LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 2, 6-10

Queridos hermanos:
Sabiduría, si, hablamos entre los perfectos; pero una sabiduría que no es de este mundo ni de los príncipes de este mundo, condenados a perecer, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido; pues, si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. Sino que, como está escrito: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman». Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu; pues el Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios.
Palabra de Dios.



ALELUYA Mt 11, 25
Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has revelado los secretos del Reino a la gente sencilla. 



EVANGELIO
 LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 5, 17-37

En aquel tiempo, dijo Jesús:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno sólo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.
Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No matarás", y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano "imbécil", tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama "necio", merece la condena de la “gehenna” del fuego.
Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Con el que te pone pleito, procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo.
Habéis oído que se dijo: "No cometerás adulterio". Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón. Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”.
Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.
Se dijo: "El que se repudie a su mujer, que le dé acta de repudio." Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer -no hablo de unión ilegítima- la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
También habéis oído que se dijo a los antiguos: "No jurarás en falso" y "Cumplirás tus juramentos al Señor".
Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno».

Palabra del Señor.



A guisa de introducción:

 

“Ser el alma del mundo”

 

El título que se da a estas líneas ha sido puesto entre comillas puesto que está inspirado en la carta de un autor cristiano del siglo II que nosotros podremos leer hoy aun con un vivo interés.

El nombre del autor de esta carta es desconocido. Sabemos sin embargo que su destinatario, llamado Diogneto, era pagano, y que buscaba conocer mejor quiénes eran los cristianos a menudo perseguidos y que vivían cerca de él.

La carta asegura que, ante la mirada de los otros, los cristianos no tienen nada que los distinga de los otros ciudadanos. Ellos viven en las mismas ciudades, comen las mismas comidas, visten de la misma forma, hablan el mismo lenguaje y ejercen sus deberes cívicos o civiles como todo el mundo.

Lo que los caracteriza o los distingue, es que ellos viven de acuerdo con la enseñanza de Jesús en quien creen. Ellos aman a todo el mundo, incluyendo a quienes los persiguen. Ellos perdonan incluso a quienes los ofenden.

Ellos no protestan cuando se les golpea. “Viven en la tierra-precisa él-pero su ciudadanía está en el Cielo”. Después el autor concluye: “Para decirlo en pocas palabras: los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo”.

 Esta frase me reviene al Espíritu leyendo el evangelio de hoy. Reléanlo, ustedes lo verán.

Ella me hace pensar también en lo que Jesús espera de parte de todos sus discípulos: “ustedes son la sal de la tierra…Ustedes son la luz del mundo” (Mateo 5,13-14).

 

Fragmento  de la carta a Diogneto acà:

 

http://www.vatican.va/spirit/documents/spirit_20010522_diogneto_sp.html

 

 

Aproximación psicológica al texto del Evangelio


La ley del mínimo o mayor esfuerzo?



Un maestro espiritual pregunto un día a sus discípulos: “cómo se puede distinguir el día de la noche…En otras palabras cómo puedo saber si es de día o es de noche?” Un primer discípulo responde: “yo sé que es de día, cuando yo veo de lejos un animal y yo puedo reconocer con certeza si se trata de un perro o de un lobo”. “Bella afirmación- dijo el maestro- pero no es la buena respuesta”.

Un segundo discípulo dice: “yo sé que es de día, cuando yo veo un árbol de frutas y yo puedo identificar si se trata de un manzano o un peral”. Y el maestro responde: “esta respuesta es parecida a la primera”, dice el maestro.

Un tercer discípulo afirma: “cuando yo pongo frente a frente un hilo blanco y un hilo negro y si yo veo mejor el hilo blanco, quiere decir que es de noche. Por el contrario, si yo veo mejor el hilo negro, quiere decir que es de día”. Bella respuesta-responde una vez más el maestro- pero hay algo más evidente que eso”.

Finalmente el maestro termina por explicar: “Cuando yo veo llegar una persona a lo lejos y si mi corazón se llena de alegría, poco importa la persona que se acerca, es porque yo estoy viviendo en el día o en la luz. Si la llegada de una persona me desespera, es porque yo estoy sumido en las tinieblas de la noche”. He aquí un buen resumen del evangelio de hoy: Para conservar el corazón en el día o en la luz, Jesús nos propone la Ley del mayor esfuerzo.

La ley consiste siempre en hacer lo mínimo para asegurarse una vivencia social que permite la supervivencia de cada ser humano. Por ejemplo, un rincón de la calle es peligroso, y se coloca un semáforo que cada transeúnte, conductor o peatón debe respetar. A nivel espiritual, la ley del mínimo esfuerzo se identifica con este tipo de preguntas que escuchamos de vez en cuando: “la misa es obligatoria? ¿Es necesario orar todos los días? ¿Hay que perdonar siempre Atrevámonos a responder NO a estas preguntas y ustedes verán cómo la gente se relaja, va dejando poco a poco las obligaciones. Muchas personas se contentarán con el mínimo esfuerzo. Esta actitud no nos lleva lejos, dice Jesús.

La Ley del Máximo Esfuerzo consiste en descentrarse de su EGO para centrarse en los otros y en Dios. Ella llama a la gratuidad del corazón, a la disponibilidad y al respeto de cada persona. El amor en el origen de nuestro actuar conduce “a lo MAXIMO”. Es así, como por ejemplo que la fidelidad al conyugue no debe nunca reducirse a no engañarlo sexualmente con una tercera persona. Es necesario ponerse en comunión interior con el otro.

Para resumir la enseñanza del evangelio de hoy, yo pienso en un periodista que preguntó un día a la Madre Teresa: “Qué es lo que deberíamos cambiar en primer lugar en la Iglesia?” Y la Madre Teresa le respondió: “usted y yo, querido señor”. La esencia misma de todas las formas de conflicto es el orgullo mientras que el camino hacia la plenitud de la armonía siempre será la humildad.

Nosotros no tenemos ningún poder sobre nada ni nadie, mismo si se trata de la persona que amamos más que a nada y a nadie en el mundo. Nuestro único poder, es AMAR (La ley del mayor –máximo esfuerzo). John Kennedy decía: “no te preguntes qué hace tu país por ti, sino más bien pregúntate qué haces tú por tu país”

Entonces, preguntémonos en los días que siguen qué hacemos concretamente para que las personas sean más felices alrededor de nosotros, para que Cristo sea más y mejor conocido gracias a nuestro actuar cotidiano. He aquí la Ley del Máximo esfuerzo que Jesús propone a sus discípulos, a los de ayer, pero igualmente a nosotros sus discípulos de hoy.

 

Reflexión central:

La plenitud de la justicia

 

Jesús dijo a sus discípulos: “Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”.

Mateo 5:20–22

Los escribas y fariseos eran maestros de la Ley Antigua. Ahora que el Mesías había llegado, no estaban dispuestos a profundizar ni a ir más allá de las enseñanzas del Antiguo Testamento que a menudo tergiversaban. Preferían un enfoque de la moralidad en blanco y negro que había estado con ellos durante siglos y no querían cambiar cuando se les presentó el llamado nuevo y superior de Jesús.

El Evangelio de hoy continúa el Sermón de la Montaña de Jesús, que comenzó con las Bienaventuranzas. En la parte de hoy del sermón de Jesús, se nos enseña acerca de la ira, el adulterio y los juramentos. En todos los casos, Jesús se refiere a la Ley tal como fue enseñada en el Antiguo Testamento, pero luego la eleva a un nivel completamente nuevo. Este versículo deja en claro que la única manera de aceptar estas nuevas enseñanzas de Jesús era sobrepasar la “justicia” de los escribas y fariseos. Y el terrible resultado de no superar su justicia sería la pérdida del Reino de los Cielos.

Jesús comienza recordando el mandamiento del Antiguo Testamento: “No matarás”. Pero luego lleva ese mandamiento más allá al decir que “cualquiera que se enoje contra su hermano será reo de juicio”. Por supuesto, matar sigue siendo un pecado grave. Pero ahora Jesús explica que la actitud interior de ira, aunque no se actúe en consecuencia, es pecado. Continúa enseñando una lección similar sobre el adulterio y los juramentos.

Es útil entender estas nuevas enseñanzas en el contexto del enfoque que los escribas y fariseos tomaron con respecto al Antiguo Testamento. Al respecto, Jesús dice: “No penséis que he venido a abolir la ley o los profetas. No he venido a abolir, sino a cumplir”. Por lo tanto, el problema principal con los escribas y fariseos no es que no hayan enseñado correctamente la Ley del Antiguo Testamento. El problema principal es que ahora que el Mesías ha llegado y ha dado paso a un nuevo tiempo de cumplimiento y justicia, no profundizarían ni aceptarían el cumplimiento de la Ley de Dios. No están dispuestos a crecer en santidad y abrazar el cumplimiento de todo lo que se les había enseñado antes.

Reflexione hoy sobre el llamado que le han dado las nuevas y gloriosas enseñanzas de nuestro Señor. Si realmente quiere abrazar el Evangelio de nuestro Señor y vivir en Su Nueva Ley de gracia, entonces debe estar dispuesto a profundizar, volverse verdaderamente radical en su fe y permitir que Dios transforme cada parte de su vida. 

La Nueva Ley es de plenitud de amor, misericordia, entrega, celo, conversión y transformación. Comprométase a superar la antigua y limitada justicia de los escribas y fariseos, y Dios hará cosas gloriosas en su vida.

Señor de toda gracia, Tú viniste y no sólo nos enseñaste las alturas de la santidad, sino que también la viviste y nos diste todo lo que necesitamos para imitar todas Tus virtudes. Por favor, lléname de Tu misericordia y de tu fuerza para que pueda vivir una nueva justicia de la plenitud del amor. Jesús, en Ti confío.



Para la revisión de vida:

1.
Todas las lecturas de este domingo del año A, giran alrededor de la noción de mandamiento. Sirac el sabio, nos recuerda que sólo depende de nosotros observarlos y permanecer fieles (Eclo, 15,15-20). Mas Jesús irá más allá de esta enseñanza (Mt 5,17-37), revelando así esta sabiduría del misterio de Dios de la cual nos habla San Pablo (1 Cor 2,6-10). Esta enseñanza de Cristo puede parecernos muy dura, pero la liturgia afirma este mismo domingo que La Ley del Señor es alegría para el corazón y luz para los ojos; en otras palabras, ella no está ahí para frustrar nuestros deseos, sino para regocijarnos en el bien. Sin embargo, si alguna cosa en nosotros se opone a este deseo de salvación, no es preciso desesperarse, sino gritar hacia el Hijo del Hombre como lo hacía el leproso (Marcos 1,40-45) y en todo imitar a Cristo (1 Cor 11,1)…así como nos compromete las lecturas del año B.

2
"Que vuestro hablar sea sí, sí es sí, no, si es no". No es cristiano quien dice Si a todo. Un cristiano es alguien responsable de sus palabras y de sus actos, que hace lo que dice y que dice lo que hace. Este es una buena enseñanza para los niños y que pueden poner en práctica desde ahora. Este evangelio nos  invita a adultos y niños a ser más sinceros en nuestras palabras, a saber decir no a una proposición que va contra la voluntad de Dios, a honrar nuestro SÏ en actos y en verdad. Jesús también nos enseña la importancia de la palabra dada y comprometida. Si uno se compromete a hacer cualquier cosa, no puede  renunciar ante el primer obstáculo…




Oración

Oh Cristo, sabiduría encarnada del Padre,
Tú vienes a establecer tu morada en nosotros,
por tu Eucaristía que nos une a Ti,
concretamente, físicamente y absolutamente.

Quiénes somos nosotros
para que quieras entrar en intimidad,
en contacto privilegiado con gente
cuya justicia no supera de ningún modo
a la de los fariseos y escribas que Tú denuncias?

Transforma nuestro corazón de piedra,
cambia nuestra  falsa manera de ver las cosas,
haz nacer en nosotros tu gracia
y una sabiduría al nivel de tu amor.

Haz que vivamos de tu Ley
y seremos colmados de alegría,
desde ahora y por siempre…Amén!

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