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19 de febrero del 2021: viernes después de la Ceniza

 

(Mateo 9, 14-15) 

La penitencia que más agrada al Señor no es la que multiplica los ayunos y las mortificaciones, ¡sobre todo si da mal carácter! Sin negar esto, Dios prefiere este: gastarse para amar mejor al prójimo, para aliviar a los marginados y perseguidos; en resumen, eliminar la miseria humana en todas sus formas.




Primera lectura

 Lectura del libro de lsaías (58,1-9a):


ESTO dice el Señor Dios:
«Grita a pleno pulmón, no te contengas;
alza la voz como una trompeta,
denuncia a mi pueblo sus delitos,
a la casa de Jacob sus pecados.
Consultan mi oráculo a diario,
desean conocer mi voluntad.
Como si fuera un pueblo que practica la justicia
y no descuida el mandato de su Dios,
me piden sentencias justas,
quieren acercarse a Dios.
“¿Para qué ayunar, si no haces caso;
mortificarnos, si no te enteras?”
En realidad, el día de ayuno hacéis vuestros negocios
y apremiáis a vuestros servidores;
ayunáis para querellas y litigios,
y herís con furibundos puñetazos.
No ayunéis de este modo,
si queréis que se oiga vuestra voz en el cielo.
¿Es ese el ayuno que deseo en el día de la penitencia:
inclinar la cabeza como un junco,
acostarse sobre saco y ceniza?
¿A eso llamáis ayuno,
día agradable al Señor?
Este es el ayuno que yo quiero:
soltar las cadenas injustas,
desatar las correas del yugo,
liberar a los oprimidos,
quebrar todos los yugos,
partir tu pan con el hambriento,
hospedar a los pobres sin techo,
cubrir a quien ves desnudo
y no desentenderte de los tuyos.
Entonces surgirá tu luz como la aurora,
enseguida se curarán tus heridas,
ante ti marchará la justicia,
detrás de ti la gloria del Señor.
Entonces clamarás al Señor y te responderá;
pedirás ayuda y te dirá: “Aquí estoy”».

Palabra de Dios

 

 

Salmo

 

Sal 50,3-4.5-6a.18-19

R/.
 Un corazón quebrantado y humillado,
tú, Dios mío, no lo desprecias


V/. Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.

V/. Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad en tu presencia. R/.

V/. Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
El sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,14-15):

EN aquel tiempo, os discípulos de Juan se le acercan a Jesús, preguntándole:
«¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?».
Jesús les dijo:
«¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán».

Palabra del Señor

 



*************


El poder transformador del ayuno


“Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán»

 .

 

Mateo 9:15

 

 

Nuestros apetitos y deseos carnales pueden fácilmente nublar nuestro pensamiento y evitar que deseemos solo a Dios y su santa voluntad. Por tanto, para frenar los apetitos desordenados, es útil mortificarlos mediante actos de abnegación, como el ayuno. Pero durante el ministerio público de Jesús, cuando estaba diariamente con sus discípulos, parece que la abnegación era innecesaria para sus discípulos. Uno solo puede especular que esto se debió a que Jesús estaba tan íntimamente presente para ellos todos los días que su presencia divina fue suficiente para frenar cualquier afecto desordenado.

 

Pero llegó el día en que Jesús fue arrebatado de ellos, primero por Su muerte, y luego poco después por Su Ascensión al Cielo. 

 

Después de la Ascensión y Pentecostés, la relación de Jesús con sus discípulos cambió. Ya no era una presencia física y tangible. Ya no fue una dosis diaria de enseñanzas autorizadas y milagros inspiradores lo que vieron. En cambio, su relación con nuestro Señor comenzó a adquirir una nueva dimensión de conformidad con la Pasión de Jesús. Los discípulos ahora estaban siendo llamados a imitar a nuestro Señor volviendo sus ojos de fe hacia Él interiormente y actuando exteriormente como Su instrumento de amor sacrificado. 

 

Y por eso, los discípulos necesitaban controlar sus pasiones y apetitos carnales. Por tanto, después de la Ascensión de Jesús y con el comienzo del ministerio público de los discípulos, Cada uno de nosotros está llamado a ser no solo un seguidor de Cristo (un discípulo) sino también un instrumento de Cristo (un apóstol). Y si vamos a cumplir bien estos roles, nuestros apetitos carnales desordenados no pueden interponerse en el camino. Necesitamos permitir que el Espíritu de Dios nos consuma y nos guíe en todo lo que hacemos. El ayuno y todas las demás formas de mortificación nos ayudan a mantenernos enfocados en el Espíritu en lugar de en nuestras debilidades y tentaciones carnales.

 

Reflexione, hoy, sobre la importancia del ayuno y la mortificación de la carne. Estos actos penitenciales no suelen ser deseables al principio. Pero esa es la clave. Al hacer lo que nuestra carne no "desea", fortalecemos nuestro espíritu para que tome un mayor control, lo que permite que nuestro Señor nos use y dirija nuestras acciones de manera más eficaz. Comprométase con esta práctica sagrada y se sorprenderá de lo transformadora que será.

 

Mi querido Señor, te agradezco por elegir usarme como Tu instrumento. Te agradezco que me envíes a compartir Tu amor con el mundo. Dame la gracia de conformarme más plenamente a Ti mortificando mis apetitos y deseos desordenados para que Tú y solo Tú puedas tomar el control total de mi vida. Que esté abierto al don del ayuno y que este acto penitencial ayude a transformar mi vida. Jesús, en Ti confío.

 

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