En toda conciencia
(Filemón 7-20; Lucas 17, 20-25)
¡Hermoso
eco entre las figuras de Pablo y Jesús en estas lecturas! Pablo sabe que el
cristiano Filemón obedecería si le pidiera que entregara a su esclavo Onésimo
para poder permanecer a su servicio. Pero respeta totalmente la libertad de
Filemón y desafía fraternalmente su conciencia. Es la misma preocupación por
respetar toda conciencia, incluso la más cerrada, la que lleva a Jesús al
rechazo y a la muerte.
Jean-Marc Liautaud, Fondacio
(Filemón 7-20) En la sociedad actual, acoger a alguien depende muy a menudo de su pasado. Según los estándares de Jesús, es bastante diferente. El otro siempre es bienvenido, sea cual sea su pasado.
Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Filemón (7-20):
Me alegró y animó mucho tu caridad, hermano, porque tú has aliviado los sufrimientos de los santos. Por eso, aunque tengo plena libertad en Cristo para mandarte lo que conviene hacer, prefiero rogártelo apelando a tu caridad, yo, Pablo, anciano y prisionero por Cristo Jesús. Te recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien he engendrado en la prisión, que antes era tan inútil para ti, y ahora, en cambio, es tan útil para ti y para mí; te lo envío como algo de mis entrañas. Me hubiera gustado retenerlo junto a mí, para que me sirviera en tu lugar, en esta prisión que sufro por el Evangelio; pero no he querido retenerlo sin contar contigo; así me harás este favor, no a la fuerza, sino con libertad. Quizá se apartó de ti para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino mucho mejor: como hermano querido. Si yo lo quiero tanto, cuánto más lo has de querer tú, como hombre y como cristiano. Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí mismo. Si en algo te ha perjudicado y te debe algo, ponlo en mi cuenta; yo, Pablo, te firmo el pagaré de mi puño y letra, para no hablar de que tú me debes tu propia persona. Por Dios, hermano, a ver si me das esta satisfacción en el Señor; alivia mi ansiedad, por amor a Cristo.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 145,7.8-9a.9bc-10
R/. Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob
Que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R/.
El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos. R/.
Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,20-25):
En aquel tiempo, a unos fariseos que le preguntaban cuándo iba a llegar el reino de Dios Jesús les contestó: «El reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí; porque mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros.»
Dijo a sus discípulos: «Llegará un tiempo en que desearéis vivir un día con el Hijo del hombre, y no podréis. Si os dicen que está aquí o está allí no os vayáis detrás. Como el fulgor del relámpago brilla de un horizonte a otro, así será el Hijo del hombre en su día. Pero antes tiene que padecer mucho y ser reprobado por esta generación.»
Palabra del Señor
A unos fariseos que le preguntaban cuándo iba a llegar el reino de Dios Jesús les contestó: «El reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí; porque mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros.»
“¡El Reino de Dios está dentro de vosotros!” ¿Qué significa eso? ¿Dónde está el Reino de Dios y cómo es que está entre nosotros?
Se puede hablar del Reino de Dios de dos maneras.
En la venida final de Cristo, al final de los tiempos, Su Reino será permanente y visible para todos. Él destruirá todo pecado y maldad y todo será hecho nuevo. Él reinará eternamente y la caridad gobernará cada mente y corazón. ¡Qué gozoso regalo para anticipar con mucha esperanza!
Pero este pasaje se refiere especialmente al Reino de Dios que ya está entre nosotros. ¿Qué es ese Reino? Es el Reino presente por la gracia que vive en nuestros corazones y se nos presenta de innumerables maneras todos los días.
Primero, Jesús anhela reinar en nuestros corazones y gobernar nuestras vidas. La pregunta clave es esta: ¿Dejo que Él tome el control? No es el tipo de Rey que se impone dictatorialmente. Él no ejerce Su autoridad y demanda que obedezcamos. Por supuesto que esto sucederá al final, cuando Jesús regrese, pero por ahora Su invitación es solo eso, una invitación. Él nos invita a darle el reinado de nuestras vidas. Él nos invita a dejar que Él tome el control total. Si hacemos eso, Él nos dará mandamientos que son mandamientos de amor. Son decretos que nos atraen hacia la verdad y la belleza. Nos refrescan y nos renuevan.
Segundo, la presencia de Jesús está a nuestro alrededor. Su Reino está presente cada vez que la caridad está presente. Su Reino está presente cada vez que la gracia actúa. Es tan fácil para nosotros ser abrumados por los males de este mundo y perder la presencia de Dios. Dios está vivo en innumerables formas a nuestro alrededor. Siempre debemos esforzarnos por ver esta presencia, inspirarnos en ella y amarla.
Reflexiona, hoy, sobre la presencia del Reino de Dios presente entre nosotros. ¿Lo ves en tu corazón? ¿Invitas diariamente a Jesús a gobernar tu vida? ¿Lo reconoces como tu Señor? ¿Y ves las formas en que Él viene a ti a través de tus circunstancias diarias, en los demás y en tus situaciones diarias? Búscalo constantemente y esto traerá alegría a tu corazón.
Señor, te invito, hoy, a venir a reinar en mi corazón. Te doy el control total de mi vida. Tú eres mi Señor y mi Rey. Te amo y quiero vivir de acuerdo con Tu perfecta y santa voluntad. Jesús, en Ti confío.